ppreigpla1004121La organización cultural Hazte oír, ha concedido uno de sus premios anuales al obispo de Alcalá, con motivo de una homilía de Monseñor Reig Pla sobre la sexualidad humana, el aborto y la eutanasia; cayó sobre el obispo un aluvión de insultos, amenazas y calumnias. Por lo visto sólo se puede predicar lo políticamente correcto impuesto por los politicuchos  de esta España enfermiza y democrática.

Un periodista le preguntó: Don Juan Antonio ¿Qué le diría a quien le han manipulado y tergiversado sus palabras, y a quienes le han amenazado de muerte, le han llamado imbécil o piden que sea encarcelado o expulsado del país?

La respuesta del señor obispo fue esta: Simplemente le diría que le quiero y les perdono. Los insultos y amenazas me ayudan a ser humilde. Como dijo un gran obispo torturado en la cárcel, los hombres para mí se dividen en dos grupos:  Los que son mis hermanos y los que todavía no saben que lo son.

Y es que Cristo nos dice: Habéis oído que se os dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tus enemigos.  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos que hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos y pecadores, el ojo por ojo y el diente por diente, no es cristiano. No es lícito mantener en el corazón un solo instante de odio o rencor al enemigo. Bien sabemos, que una cosa es sentir, y otra consentir.

El amor a los enemigos ha de ser sobrenatural, que no exige amarlos con afecto sensible, como amamos a nuestros familiares y amigos. Pero sí exige rezar por ellos, enseñarles la verdad, ayudarles espiritualmente y psicológicamente, y también materialmente si se encuentra en grave necesidad, de la que no puede salir sin nuestra ayuda caritativa. Tampoco se le puede negar signos comunes de la vida social.
El nuevo mandamiento del amor de Cristo: Amaos los unos a los otros como yo os he amado, obliga a intentar la reconciliación con el enemigo lo más pronto posible. La iniciativa de la reconciliación ha de partir siempre del ofensor, y el ofendido está obligado a perdonar al ofensor que le pide perdón en forma directa o indirecta valiéndose de un intermediario. No podemos olvidar nunca las palabras del Padrenuestro: Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

Sublime lección de nuestro Obispo José Antonio Reig Pla.

P. Manuel Martínez Cano, mCR

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