Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 15 mayo, 2013

Catecismo Social XIII

15 miércoles May 2013

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16, anticientífico, azar, ciencia, condición racional del hombre, derecho natural, eterna, existencialismo, Gaudium et Spes, hacer el bien y evitar el mal, juicio final, juicio particular, libertad, materialismo, orden natural, preguntas fundamentales, razón, razón de la propia existencia, reino, reino animal, reino mineral, relativismo, responsabilidad, sentido religioso del hombre, todo es materia, VaticanO II, vegetal

IlI. EL ORDEN NATURAL Y EL ORDEN SOBRENATURAL

 

1- ¿Existe un orden natural?

Fluye de la condición racional del hombre. El hombre está por encima del reino mineral, catecismo socialvegetal y animal, aunque participe de algunas condiciones de los mismos. Pero, por encima de todo, el hombre tiene razón, libertad y responsabilidad. Y estas características reclaman un concepto del propio hombre y de todo lo que nos rodea.

 

2- ¿Cuáles son las preguntas fundamentales que debe plantearse todo hombre?

Son las más sencillas y las más profundas que empalman las raíces comunes para los hombres de todos los tiempos, culturas y clases. La razón de la propia existencia, el destino de la misma y el itinerario que hemos de seguir, concretados en estos interrogantes: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Por qué vivo? Es imposible orientar la propia vida y la sociedad sin resolver estos enigmas.

 

3 – Para el cristiano están dadas las respuestas. ¿Quiénes las niegan?

El cristiano sabe que venimos de Dios, en definitiva, por medio de los padres. Que terminada la existencia temporal, el alma espiritual, simple e inmortal, tendrá que dar cuenta a Dios, en el juicio particular, y en el juicio final para toda la humanidad, de cómo ha discurrido su vida, si en gracia o apartado de Dios. Y como que el hombre nace y se desarrolla en la sociedad, la gloriosa primogenitura de hijos de Dios por encima de todas las cosas materiales ofrece las grandes motivaciones de lo que llamamos el orden natural, o sea, aceptar la realidad y la esencia del propio hombre y de la sociedad, sin menoscabo de los cambios accidentales. Niegan el orden natural los materialistas, los relativistas, los existencialistas.

 

4 -¿En qué consisten estas ideologías?

El materialismo afirma que todo es materia, incluso el pensamiento y el espíritu humano. Sus más radicales errores proceden de asegurar que la materia es eterna y que todo es producto del azar. Esto, además de ateo, es totalmente anticientífico. Ni la materia es eterna ni el universo se explica por el azar. y las ciencias cuanto más se profundizan ofrecen argumentos apodícticos en contra de la eternidad de la materia y del azar como causa del mundo. Para los materialistas no hay orden natural. Niegan a Dios, de Quien en definitiva procede el orden natural.

El relativismo sostiene que todo es cambiante y que la realidad es algo vaporoso. El relativismo sólo se fija en las variaciones accidentales. Entonces, para los relativistas, la religión, la moral, la ética, son totalmente variables. Nada es vigente para todos los tiempos. Todo se transforma y se cataloga como opiniones de una época. Los relativistas no admiten las normas permanentes del orden natural.

El existencialismo ataca de frente el orden natural. Ni siquiera admite que el hombre tenga naturaleza. Para Jean Paul Sartre -corifeo del existencialismo ateo- el hombre es su «proyecto de libertad» y «un absur do entre dos nadas,. Al no admitir ninguna realidad, el existencialismo es fanáticamente subjetivista.

 

5 -La ciencia y el sentido religioso del hombre, ¿prueban el orden natural?

Ciertamente. La ciencia observa que los fenómenos están íntimamente enlazados con una precisión maravillosa. La química, los planetas, cualquier aspecto humano y del cosmos, exigen una tal compleja combinación, permanente y sapientísima, que ni el materialismo, ni el relativismo, ni el existencialismo, puede justificarse. Hay transformaciones, pero en las mismas hay algo que no cambia. Y lo que cambia no anula lo permanente. Cada animal engendra a otros de su misma especie. Cada árbol, los mismos frutos. Ni un elefante alumbra pollitos, ni un peral produce plátanos. Si esto sucediera, lo valoraríamos como algo anormal. Y la conciencia del hombre distingue perfectamente un acto virtuoso de un crimen, una generosidad de un robo, un abrazo de una puñalada. Y esto en todos los tiempos de la historia. Ya hace muchos siglos que Aristóteles enseñaba que lo único que es relativo es el relativismo. Y lo mismo cabe afirmar del materialismo y del existencialismo.

 

6 -Entonces, ¿en qué consiste el orden natural o, lo que es lo mismo, el derecho natural?

El orden natural es aquel conjunto de principios o de normas que todo hombre considera como algo suyo. El Vaticano II ha recordado que «en lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer» (Gaudium et Spes, 16). Sintetizando podríamos decir que aparece como evidente este principio para todos los hombres: hay que hacer el bien y evitar el mal.

 

 

Para la Historia: Respuesta a la Carta Colectiva del Episcopado Español XIII

15 miércoles May 2013

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Obispo de Salto (Uruguay)

Salto (Uruguay), 20 de septiembre de 1937.

Eminentísimo Señor:

No sin profunda emoción, con respetuosa admiración y verdadera avidez, hemos leído el magnífico documento colectivo, rubricado con las autorizadas firmas de V. Emma. y demás Excelentísimos Prelados, abnegados Pastores en la España mártir.

A la verdad, Emmo. Sr. y Excmos. Sres., las circunstancias imponían tan luminosa y autorizada exposición; lo pedían a voz en cuello los fueros sagrados de la verdad, de la justicia, de los legítimos derechos, sana libertad y acendrado patriotismo, contra la propaganda perversamente intencionada, vilmente calumniosa, que tergiversa los hechos, engendra espantosa confusión, siembra injustas prevenciones y atiza odios destructores.

A la luz meridiana de la aludida exposición colectiva, sólidamente documentada, en cuyas páginas brilla, con caracteres relevantes, el celo pastoral, la entereza apostólica, la libertad evangélica del Episcopado español, en admirable consorcio con la justicia y caridad cristianas y santo amor a la Patria; a la luz del gran documento, repetimos, resplandecen en toda su plenitud la verdad de los hechos, la razón y la justicia; más aún, la imperiosa necesidad del Movimiento libertador, para lavar tanta afrenta, vengar tamañas injurias y poner coto a los bárbaros atropellos, sacrílegos atentados y cobardes asesinatos con que las hordas desenfrenadas de viles traidores, criminales aliados de Moscú, atizadas por las furias del Averno, afrentaban la civilización y cubrían de escombros, de sangre y de ruinas y de vergüenza el rico patrimonio de fe religiosa, de ciencia en todos sus ramos, de arte maravilloso y heroísmos patrióticos, herencia de siglos, admiración del mundo y legítimo orgullo de la católica, heroica y gloriosa nación del Cid, de San Fernando y de Pelayo.

Con muy justa -y por las circunstancias- dolorosa admiración, cariñoso respeto y cristiana simpatía, en nombre propio y del Excmo. Sr. Tit. de Bitilio y muy amado coadjutor nuestro; en nombre del Clero y católicos todos de esta amada diócesis de Salto (Uruguay), adherimos, con todas las veras de nuestra alma, al magno documento del dignísimo y atribulado Episcopado español, encabezado por V. Emcia.

Creemos asimismo un deber ineludible hacer llegar por intermedio de V. Emcia. nuestros sentimientos de sincera admiración y alta simpatía al invicto Jefe Superior del insuperable ejército libertador, Generalísimo D. Francisco Franco, al cuerpo de verdadera excepción de expertos oficiales y a las intrépidas legiones por ellos conducidas a la victoria resonante de la fe, la civilización y el patriotismo sobre la soldadesca forajida del ateísmo comunista.

Una inmensa amargura inunda nuestra alma, Emmo. Señor, porque la estrechez económica de nuestra amada Diócesis no nos permite acudir con oportunos recursos, como serían nuestros más vivos deseos, en ayuda de tantas y tan urgentes necesidades como apremian a nuestros Venerables Hermanos de España.

Con el alma traspasada de dolorosa angustia ante tamañas calamidades que azotan a la heroica Madre Patria, con el fervor de la continua plegaria, pidiendo al Corazón Divino y a la Madre Inmaculada coronen con la más sonada y completa victoria tantos, tan nobles y heroicos sacrificios de las aguerridas legiones de Dios contra las hordas criminales del Averno, os acompañamos con nuestra creciente y justa admiración, alta simpatía, profunda y cristiana compasión.

Con los sinceros sentimientos expresados por nuestro Clero y pueblo católico de nuestra Diócesis, nos complacemos en suscribimos de V. Emcia. Rvdma.

Affmos. en C. J., Alfredo, Obispo Tit. de Bitilio, Coadjutor de Salto; Tomás G. Camacho, Obispo de Salto.

Eminentísimo Sr. Cardenal Dr. Isidro Gomá y Tomás, Arzobispo de Toledo.

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen XIX

15 miércoles May 2013

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De las falsas devociones a la Santísima Virgen

101. Los devotos inconstantes son aquellos que son devotos de la Virgen por intervalos y por arranques, que tan pronto son fervientes como tibios, que en un momento parecen dispuestos a hacerlo todo por su servicio, y poco después no son ya los mismos. Los tales devotos abrazarán de pronto todas las devociones a la Santísima Virgen, entrarán en todas las Congregaciones, pero no practicarán las reglas con fidelidad; cambian como la luna, y María los pone bajo sus pies, porque son variables e indignos de ser contados entre los servidores de esta Virgen fiel, entre los que tienen por herencia la fidelidad y la constancia. Vale más no cargarse de tantas oraciones y prácticas de devoción, y hacer poco con amor y fidelidad a pesar del mundo, del demonio y de la carne, que hacer tanto y hacerlo tan mal y tan sin espíritu.

102. Hay además otros falsos devotos de la Santísima Virgen, que son los devotos hipócritas, los que cubren sus pecados y sus malos hábitos bajo el manto de María, a fin de pasar a los ojos de los hombres por lo que no son.

103. Hay, en fin, devotos interesados, que recurren a la Virgen sólo para ganar algún pleito, para evitar algún peligro, para curarse de una enfermedad o por alguna otra necesidad de esta clase, sin la que no se hubieran acordado de ella. Unos y otros son falsos devotos, inadmisibles ante Dios y su Santísima Madre.

104. Guardémonos de ser del número de los devotos críticos, que en nada creen y lo critican todo; de los devotos escrupulosos, que temen ser demasiado devotos de la Santísima Virgen por respeto a Jesucristo; de los devotos exteriores, que cifran toda su devoción en prácticas superficiales; de los devotos presuntuosos, que, confiados en su falsa devoción a la Virgen, se encharcan en pecados; de los devotos inconstantes, que por ligereza cambian sus prácticas de devoción o las dejan a cada instante o a la menor tentación; de los devotos hipócritas, que entran en las Cofradías y se visten la librea de la Virgen Santísima a fin de pasar por buenos, y, en fin, de los devotos interesados, que no recurren a la Virgen sino con el fin de librarse de los males del cuerpo o de alcanzar bienes temporales.

Imitación de Cristo XIX

15 miércoles May 2013

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Capítulo 25(I)

De la fervorosa enmienda de toda nuestra vida

1. Vela con mucha diligencia en el servicio de Dios y piensa de ordinario a qué viniste y por qué dejaste el mundo.
¿No fue, por ventura, con deseo de vivir para Dios y ser hombre espiritual?
Corre, pues, con fervor a la perfección, que presto recibirás el galardón de tus trabajos, y no habrá de ahí adelante temor ni dolor en tu fin.
Ahora trabajarás un poco y hallarás después gran descanso y aun perpetua alegría.
Si permaneces fiel y fervoroso en obrar, sin duda será Dios fiel y rico en pagar.
Ten firme esperanza que alcanzarás victoria; mas no conviene tener seguridad, porque no aflojes ni te ensoberbezcas.

2. Se hallaba uno lleno de congoja, luchando entre el temor y la esperanza, y un día, cargado de tristeza, entró en la iglesia y se postró delante del altar en oración, y, revolviendo en su corazón varias cosas, dijo: ¡Oh, si supiese que había de perseverar! Y luego oyó en lo interior la divina respuesta: «¿Qué harías si eso supieses? Haz ahora lo que entonces quisieras hacer, y estarás seguro».
Y en aquel punto, consolado y confortado, se ofreció a la divina voluntad, y cesó su congojosa turbación.
Y no quiso escudriñar curiosamente para saber lo que le había de suceder, sino que anduvo con mucho cuidado de saber «lo que fuese la voluntad de Dios» y a sus divinos ojos «más agradable y perfecto» (Rom 12,2) para comenzar y perfeccionar toda buena obra.

3. «Espera en el Señor, y haz bondad, y habita en la tierra, y serás apacentado en su riqueza» (Sal 36,3).
Detiene a muchos el fervor de su aprovechamiento el espanto de la dificultad o el trabajo de la pelea.
Ciertamente, aprovechan más en las virtudes aquellos que más varonilmente ponen todas sus fuerzas para vencer las que les son más graves y contrarias.
Porque allí aprovecha el hombre más y alcanza mayor gracia, donde más se vence a sí mismo y se mortifica el espíritu.

4. Pero no todos tienen igual ánimo para vencer y mortificarse.
No obstante, el diligente y celoso de su aprovechamiento, más fuerte será para la perfección, aunque tenga muchas pasiones, que el de buen natura si pone poco cuidado en las virtudes.
Dos cosas especialmente ayudan mucho a enmendarse; es a saber: desviarse con esfuerzo de aquello a que le inclina la naturaleza viciosamente y trabajar con fervor por el bien que más le falta.
Trabaja también en vencer y evitar lo que de ordinario te desagrada en tus prójimos.

5. Mira que te aproveches dondequiera; si vieres y oyeres buenos ejemplos, anímate a imitarlos; mas si vieres alguna cosa digna de reprensión, guárdate de hacerla; y si alguna vez la hiciste, procura enmendarte luego.
Así como tú miras a los otros, así los otros te miran a ti. ¡Cuán alegre y dulce cosa es ver los devotos y fervorosos hermanos con santas costumbres y en observante disciplina!
¡Cuán triste y penoso es verlos andar desordenados y que no hacen aquello a que son llamados por su vocación!
¡Cuán dañoso es ser negligentes en el propósito de su llamamiento y ocuparse en lo que no les mandan!

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