Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Archivos diarios: 12 junio, 2013

Catecismo Social XVII: Libertad y Liberalismo II

12 miércoles Jun 2013

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14 de Mayo de 1971, 80 proposiciones más destacadas del liberalismo, anarquismo, ateísmo, autodeterminación, autonomía moral, único absoluto, bien común de la sociedad, calvinismo, capitalismo, captable, carta cardenal Roy1, causa de todas las desgracias de este mundo, causa del ateísmo, centrismo, comunismo, condena, confusionismo, conocer, convivencia, decálogo, democracia cristiana, desenfreno libre, dictadura, dictadura del estado, Dios, disgregación, el individuo se autodetermina hasta el yo elevado a la única realidad, en nombre de la libertad, encierra, entroniza alEstado, esencia de la libertad, espontáneos, existencia de Dios, explotación, familia liberal, fascismo, fe cristiana, fin de la existencia humana, fruto del liberalismo, guerras internacionales, hambree, hombre, ideologías, Iglesia, iluminismo, indiferentistas, instintos, irenismo, jesucristo, legislan, ley, liberales naturalistas, liberalismo, liberalismo católico, liberalismo naturalista, liberalismo total, libertad, libertad humana, mal, maldad intrínseca del liberalismo, maneras de proceder, maritanismo, marxismo, matices del mismo error, matriz, máscaras, moral personal, moral social, naturaleza humana, naturalmente bueno, nazismo, negación, niega, no aceptan, nominalismo, orden económico, orden intelectual, origen y razón de todos los derechos, pablo VI, Papas, pasionales, pío IX, perversión, práctica privadad, prescindir de Dios, presencia de Jesucristo, progresismo, propugna, pureza de la raza, quanta cura, racionalismo, razón humana, rechaza, rechaza a Dios, religiones, religiones iguales, Revelación, se apoya en la razón de la fuerza, secuela del mismo, sentido verdadero de la vida, sentidos, sistemas totalitarios, sobrenatural, sociedad, sofismas, suicidios, sylabus, teoría de la riqueza como signo de la predestinación, todas las ideas pueden ser divulgadas, tragedia, VaticanO II, Verdad, verdad objetivad

6 -Entonces, el liberalismo, ¿qué propugna?

El liberalismo niega la naturaleza humana en su versión auténtica. Pretende que el hombre es naturalmente catecismo socialbueno. Y así entiende que la libertad es la autodeterminación de cada uno, sin tener en cuenta ni a Dios, ni el fin de la existencia humana, ni el bien común de la sociedad. Para el liberalismo, la libertad es lo único absoluto. Todo lo demás se subordina a la misma. Y la familia liberal tiene diferentes máscaras. Desde el liberalismo total que rechaza a Dios como si fuera el mal, al liberalismo naturalista que navega en el confusionismo de que todas las ideologías, religiones y maneras de proceder son dignas de respeto, hasta el liberalismo llamado católico -la democracia cristiana, el maritainisrno, el centrismo, el irenismo, el progresismo- que, junto a la práctica privada de la fe cristiana, se une a aquellos que en el orden social prescinden de Dios y legislan contra el Decálogo, bajo los sofismas de la convivencia, y otros pretextos similares.

 

7 -¿La Iglesia acepta el liberalismo?

No, la Iglesia ha condenado el liberalismo. La «Ouanta cura», con el «Syllabus», de Pío IX, infaliblemente anatematiza las 80 proposiciones más destacadas del liberalismo. Y los Papas, continuamente, hasta Pablo VI en su carta al cardenal Roy, en 14 de mayo de 1971, han repetido esta condena. Se explica: el liberalismo es producto del nominalismo que niega que la razón humana pueda conocer la verdad, del racionalismo que recorta su vuelo a lo puramente captable por los sentidos y rechaza todo lo sobrenatural, del iluminismo que se encierra en la autonomía en lo moral, y del calvinismo con su teoría sobre la riqueza como signo de predestinación. Porque el liberalismo es causa del ateísmo en el orden intelectual, del capitalismo en el orden económico, y también del marxismo como secuela del mismo, así como la disgregación de toda moral personal y social, con sus guerras internacionales, hambre y explotación, así como la tragedia de tantos suicidios y perversión, la Iglesia no puede de ninguna forma transigir con el liberalismo, causa de todas las desgracias de nuestro mundo.

 

8 -Pero, ¿el Vaticano II no ha evolucionado en sentido liberal?

No, el Vaticano II ha definido solemnemente: «Los que profesan este ateísmo afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia» (Gaudium et Spes, n. 20). Y esto entraña la condenación absoluta del liberalismo. Los que «afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia» son los liberales, naturalistas –o sea, que no aceptan a Dios, su Revelación, Jesucristo, la Iglesia-, indiferentistas -o sea, que imaginan que todas las religiones son iguales y que todas las ideas pueden ser divulgadas-, y los ateos que, lógicamente, ya implantan una dictadura, en nombre de la libertad, para ahogar definitivamente el sentido verdadero de la vida. El Vaticano II es un nuevo compromiso y confirmación de que ni el hombre ni la sociedad, en todas sus manifestaciones, pueden prescindir de Dios ni que sean independientes a Él, como pretenden los liberales, los marxistas, los demócratas cristianos.

 

9 -¿En qué consiste la maldad intrínseca del liberalismo?

En definitiva el liberalismo entroniza al Estado como origen y razón de todos los derechos. Fruto del liberalismo son los sistemas totalitarios. Es liberal el fascismo, porque se apoya en la razón de la fuerza. Es liberal el nazismo, porque se apoya en la pureza de la raza, entendida según módulos meramente fisiológicos. Es liberal el comunismo, porque dogmatiza sus errores y los eleva a la dictadura del Estado en su máxima expresión. Es liberal el anarquismo, porque el individuo se autodetermina hasta el «yo» elevado a única realidad. Son matices del mismo error. Si no se reconoce la existencia de Dios, la presencia de Jesucristo y su ley dentro de la sociedad, todos los sistemas erróneos encuentran su matriz en la negación que entraña un sistema que desconoce la verdad objetiva y deja el desenfreno libre de la libertad humana, a sus más espontáneos y pasionales instintos.

 

 

El cuarto ejercicio es resumir el tercero

12 miércoles Jun 2013

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San Ignacio dice resumir, «para que el entendimiento, sin divagar, repase asiduamente los recuerdos de las cosas contempladas en los ejercicios anteriores»; debe hacerse lo mismo con los tres coloquios.

Como algunos, o muchos enteradillos, nos repiten hasta la náusea que el Concilio Vaticano II inició una “nueva Iglesia” que ha cambiado muchas enseñanzas pre conciliares, entre ellas, el infierno, el demonio, el pecado… voy a transcribir párrafos del Concilio Vaticano II que hablan del pecado como siempre ha enseñado la única Iglesia de Cristo. El Vaticano II repite la doctrina católica de siempre: sus dogmas, su moral, su ascética y mística…

En el Mensaje de los Padres del Concilio todos los hombres, el 21 de octubre de 1962, leemos “Creemos que el Padre amó tanto al mundo, que para salvarlo entregó a su propio Hijo, y por medio del mismo nos liberó de la servidumbre del pecado”(nº6).

En la Constitución dogmática sobre la divina revelación el Concilio enseña: “Quien ve a Jesucristo, ve al Padre (cf. Jn. 14,9); Él, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino; a saber, que Dios está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y la muerte y para hacernos resucitar a una vida eterna” (nº4). Y en el nº 109, de la misma constitución, afirma: “Dígase lo mismo de los elementos penitenciales. Y en cuanto a la catequesis, incúlquese a los fieles, junto con las consecuencias sociales del pecado, la naturaleza propia de la penitencia, que detesta el pecado en cuanto es ofensa a Dios; no se olvide tampoco la participación de la Iglesia en la acción penitencial y encarézcase la oración por los pecadores”.

En el número 13 de la Constitución de la Iglesia en el mundo actual, el concilio Vaticano II, dice: “El hombre se nota incapaz de dominar con eficacia por si solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas. Pero el Señor vino en persona para liberar y vigorizar al hombre, renovándole interiormente y expulsando al “príncipe de este mundo” (Jn 12,31), que le retenía de la esclavitud del pecado. El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud”.

En el número 78 de la misma constitución conciliar, el Vaticano II, dice: “El bien común humano se rige primariamente por la ley eterna, pero en sus primeras exigencias concretas, durante el transcurso del tiempo, está sometido a continuos cambios; por eso la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer. Dada la fragilidad de la voluntad humana, herida por el pecado, el cuidado por la paz reclama de cada uno constante dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad legítima”. La beata Jacinta de Fátima dijo:”las guerras son el castigo de Dios por los pecados”.

En la declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, el Concilio Vaticano II dice: “Los hombres esperan de las diversas religiones la respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer conmueven íntimamente su corazón: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido y fin de nuestra vida? ¿Qué es el bien y el pecado? ¿Cuál es el origen y el fin del dolor? ¿Cuál es el camino para conseguir la verdadera felicidad? ¿Qué es la muerte, el juicio, y cual la retribución después de la muerte? ¿Cuál es, finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia el cual nos dirigimos?” (nº1).

La divina Misericordia le dijo a santa Faustina Kowaska: “Oh, si los pecadores conocieran mi Misericordia no perecería un número tan grande de ellos. Diles a las almas pecadoras que no tengan miedo de acercarse a Mí, habla de mi gran misericordia”.

“Secretaria Mía, escribe que soy más generoso para los pecadores que para los justos. Por ellos he bajado a la Tierra… Por ellos he derramado Mi sangre; que no tengan miedo de acercarse a Mí; son los que más necesitan Mi misericordia”.

Su Santidad Francisco

12 miércoles Jun 2013

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Francisco, Su Santidad Francisco

Su Santidad Francisco I

Su Santidad Francisco II

Para la Historia: Respuesta a la Carta Colectiva del Episcopado Español XVII

12 miércoles Jun 2013

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10 de octubre de 1937, católica España, cáliz de la amargura, cerdeña, conmiseración, contra Dios, contra los poderes de la impiedad, cruzada, ejemplo sublime de heroísmo, Episcopado Español, episcopado sardo, España, heroicos hermanos nuestros, Iglesia Santa, indomable fortaleza, Italia, ofensas cometidas, para la historia, profanaciones, pueblo, respuesta a la carta colectiva del episcopado español, seminario regional de cuglieri, tierra bendita de María Santísima, vuestra fe

Episcopado Sardo

Al Excmo. Episcopado español.

Cerdeña (Italia).

Venerables Hermanos:

Hemos leído con grande conmiseración vuestra reciente Carta, y con profundo dolor condividimos con Vosotros el cáliz de amargura que apuráis, por tantas profanaciones y ofensas cometidas contra Dios y su Iglesia Santa y con tanto detrimento de las almas en esa tierra bendita de María Santísima, vuestra queridísima España.

Pero en medio a tanta desventura y a tan desastrosa devastación de la patria vuestra, un pensamiento nos consuela y nos conforta, cual es, Venerables Hermanos, el ver vuestra fe y la de vuestro pueblo, tan invenciblemente profesada a la faz del mundo y delante de todos los tribunales, tan ardientemente defendida contra todos los enemigos, aun con el sacrificio de la vida, dando así a la Iglesia de Dios y a las naciones cristianas un ejemplo sublime de heroísmo y de indomable fortaleza, digno del fervor de los primeros tiempos del Cristianismo.

Verdaderamente, el auténtico pueblo de la católica España ha sabido en la tórbida hora que corre mantener altísimo el lábaro de su fe con el heroísmo de sus hijos, encuadrados en una nueva Cruzada contra todos los poderes de la impiedad, conjurados contra Dios y la Patria. Nuestro pueblo, por cuyas venas corre aún antigua sangre española, fraternalmente os admira, Venerables Hermanos, y aplaude conmovido vuestra fe y vuestro heroísmo.

Unidos más que nunca a Vosotros, ¡oh heroicos Hermanos Nuestros!, os aseguramos para consuelo vuestro que nuestras poblaciones, nuestro amado Clero y Nosotros, no cesamos de rogar por vosotros al Señor y a su bendita Madre -que otra vez a través de las ondas del mar ha querido llegar a nuestras playas, desde vuestras remotas riberas, en una hermosa Imagen suya, profanada por el fuego bolchevique-, a fin de que pronto el arco iris de la paz dé otra vez a la grande España la inmarcesible gloria de católica, nuevamente templada en el fuego y en la sangre de la persecución y aureolada con la corona real de innumerables mártires.

Tales sentimientos, Venerables Hermanos, nos brotan ardentísimos del corazón precisamente en la vigilia de la canonización del ínclito taumaturgo y connacional vuestro, el Beato Salvador de Horta, del cual nos gloriamos de poseer el venerado cuerpo.

De nuevo os presentamos nuestros más devotos obsequios, y en el Corazón Sacratísimo de N. S. Jesucristo nos profesamos siempre vuestros, Veneradísimos Hermanos: †Ernesto M. Piovella, Arzobispo di Cagliari; † Frateangelo Mazzotts, Arclv. S. Sassan; † Francesco D. Errico, Vesc. di Alghero; † Giovanni Piraftru, Vescovo d’lglesias; † Nicolo Frazioli, Vescovo di Rosa; † Giorgio Debico, Arcv. di Oristarco; † Francesco Emanuelli, Vescovo di Ales; † Albino Morera, Vescovo di Tempio; † Giuseppe Cogoni, Vescovo di Nuorco; † Igino M. Serci, Vescovo d’Azieri; † Lorenzo Basoli, Vescovo dell’Ogliastra.

Del Seminario Regional de Cuglieri, el 10 de octubre de 1937.

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen XXIII

12 miércoles Jun 2013

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a Jesús por María, alma, Bautismo, buena acción, buena accións, buenas obras, consagrados a Jesucristo, consagrarse a María, consiste en estar conformes, devoción, devoción a la santísima virgen, devoción más excelente, Dios, entrega el alma a María, entregarle, entregarse enteramente, impetratorio, maría, más conforme a Jesucristo, mérito, merece la gracia y la gloria eterna, modelo de toda santidad, nuestra alma, nuestra perfección, nuestro cuerpo, nuestro Redentor, Nuestro Señor, nuestros bienes exteriores, nuestros bienes interiores y espirituales, obtiene alguna nueva gracia, orden de la naturaleza, orden de la racia, Orden religiosa, perfecta consagración, perfecta consagración a Jesucristo, perfecta y entera consagración de sí mismo, por toda la eternidad, promesas, renovación de los votos, santísima virgen, satisfacción, satisface la pena debida al pecado, ser todo de Jesucristo, sin reserva ninguna, Su Santa Madre, unidos, valor meritorio, valor satisfactorio

Parte Segunda

DE LA DEVOCIÓN MÁS EXCELENTE
A LA SANTÍSIMA VIRGEN

En qué consiste la perfecta consagración a Jesús por María

120. Toda vez que nuestra perfección consiste en estar conformes, unidos y consagrados a Jesucristo, la más sagrados corazonesperfecta de todas las devociones es sin duda alguna la que nos conforma, une y consagra más perfectamente a este acabado modelo de toda santidad; y pues que María es entre todas las criaturas la más conforme a Jesucristo, es consiguiente que entre todas las devociones, la que consagra y conforma más un alma a Nuestro Señor, es la devoción a la Santísima Virgen, Su Santa Madre, y cuanto más se consagre un alma a María, más se unirá con Jesucristo, y, he aquí por qué la perfecta consagración a Jesucristo no es otra cosa que una perfecta y entera consagración de sí mismo a la Santísima Virgen, y ésta es la devoción que yo enseño; o con otras palabras, una perfecta renovación de los votos y promesas del santo Bautismo.

121. Consiste, pues, esta devoción en entregarse enteramente a la Santísima Virgen para ser todo de Jesucristo por medio de María. Es menester entregarle: 1.º, nuestro cuerpo con todos sus sentidos y sus miembros; 2.º, nuestra alma con todas sus potencias; 3.º, nuestros bienes exteriores, o sea nuestra fortuna presente y futura; 4.º, nuestros bienes interiores y espirituales, o sea nuestros méritos, nuestras virtudes y nuestras buenas obras pasadas, presentes y futuras; en una palabra: todo lo que tenemos en el orden de la naturaleza y en el orden de la gracia, y todo lo que lleguemos a tener en lo porvenir en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, y esto sin reserva ninguna, ni de un céntimo, ni de un cabello, ni de la menor buena obra, y además por toda la eternidad, y sin pretender ni esperar ninguna otra recompensa de nuestra ofrenda y de nuestros servicios, que la honra de pertenecer a Jesucristo por María y en María, aun cuando esta amable Senora no fuere, como lo es siempre, la más liberal y reconocida de las criaturas.

122. Es preciso notar aquí que en todas las buenas obras que hacemos, hay dos cosas, a saber: la satisfacción y el mérito, o sea el valor satisfactorio o impetratorio, y el valor meritorio. El valor satisfactorio o impetratorio de una buena obra, es una buena acción en tanto en cuanto satisface la pena debida al pecado, o que obtiene alguna nueva gracia; el valor meritorio, o el mérito, es una buena acción en cuanto merece la gracia y la gloria eterna.
Así es que en esta consagración de nosotros mismos a la Santísima Virgen le damos todo el valor satisfactorio, impetratorio y meritorio, o sea las satisfacciones y los méritos de todas nuestras buenas obras; le damos nuestros méritos, nuestras gracias y nuestras virtudes, no para comunicarlas a otros (porque nuestros méritos, gracias y virtudes son, propiamente hablando, incomunicables, y no ha habido más que Jesucristo, que, haciéndose nuestro fiador para con su Padre, nos haya podido comunicar sus méritos), sino para que nos las conserve, aumente y embellezca, como diremos más adelante; le damos nuestras satisfacciones para que las comunique a quien más sea de su agrado, y para la mayor gloria de Dios.

123. De todo esto se deduce, que: 1.º, por esta devoción se da uno a Jesucristo de la manera más perfecta, por lo mismo que se da por manos de María, y entrega el alma a María, y todo lo que se le puede dar, y mucho más que por las demás devociones, por las que se da, o una parte del tiempo, o una parte de sus buenas obras, o una parte de sus satisfacciones y mortificaciones. Por esta devoción todo se da y se consagra, hasta el derecho de disponer de los bienes interiores y de las satisfacciones que se ganan por sus buenas obras diariamente, lo que no se hace en ninguna Orden religiosa. En las Ordenes religiosas se dan a Dios los bienes de fortuna por el voto de pobreza, los bienes del cuerpo por el voto de castidad, la propia voluntad por el voto de obediencia, y algunas veces la libertad del cuerpo por el voto de clausura; más no se le da la libertad o el derecho que se tiene de disponer del valor de las buenas obras, y no se despoja, en cuanto es posible, de lo que el cristiano tiene de más precioso y caro, que son sus méritos y satisfacciones.

124. 2.º Una persona que así se consagra y sacrifica voluntariamente a Jesucristo por María, no puede ya disponer del valor de ninguna de sus buenas acciones, todo lo que sufre, todo lo que piensa, dice y hace de bueno, pertenece a María, a fin de que de ello disponga María según la voluntad de su Hijo y a su mayor gloria, sin que esta dependencia perjudique, sin embargo, de ninguna manera a las obligaciones del estado en que setotus tuus esté actualmente, o en el que se pueda estar en adelante, v. gr., a las obligaciones de un sacerdote que por su oficio o de otra manera debe aplicar el valor satisfactorio e impetratorio de la Santa Misa a un particular, porque no se hace esta ofrenda sino según el orden de Dios y los deberes del propio estado.

125. 3.º Todo justo se consagrará a la Santísima Virgen y a Jesucristo: a la Santísima Virgen, como el medio más perfecto que Jesucristo ha escogido para unirse a nosotros y unirnos con El, y a Nuestro Señor, como a nuestro último fin, al que debemos todo lo que somos, como a nuestro Redentor y nuestro Dios.

 

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