Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos mensuales: octubre 2013

Syllabus errorum II

30 miércoles Oct 2013

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102III INDIFERENTISMO, LATITUDINARISMO

15. Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que juzgue verdadera guiado por la luz de su razón. (Carta apostólica Multiples inter, de 10 de junio de 1851. Alocución Maxima quidem, de 9 de junio de 1862).

16. Los hombres pueden, dentro de cualquier culto religioso, encontrar el camino de su salvación y alcanzar la vida eterna. (Encíclica Qui pluribus, de 9 de noviembre de 1846. Alocución Ubi primum, de 17 de diciembre de 1847. Encíclica Singulari quidem, de 17 de marzo de 1856).

17. Por lo menos debemos esperar con fundamento la eterna salvación de todos aquellos que no se encuentran dentro de la verdadera Iglesia de Cristo. (Alocución Singulari quiadam perfusi, de 9 de diciembre de 1854. Encíclica Quanto conficiamur, de 17 de agosto de 1863).

18. El protestantismo no es más que una forma distinta de la verdadera religión cristiana; y dentro de aquélla se puede agradar a Dios lo mismo que en la Iglesia católica. (Encíclica Noscitis et Nobiscum, de 8 de diciembre de 1849).

 IV SOCIALISMO, COMUNISMO, SOCIEDADES SECRETAS, SOCIEDADES BÍBLICAS, SOCIEDADES CLÉRICO-LIBERALES

Estas pestilenciales doctrinas han sido condenadas repetidas veces, con fórmulas concebidas en los términos más graves, en la Encíclica Qui pluribus, de 9 de noviembre de 1846; en la Alocución Quibus quantisque, de 20 de abril de 1849; en la Encíclica Noscitis et Nobiscum, de 8 de diciembre de 1849; en la Alocución Singulari quadam, de 9 de diciembre de 1854; en la Encíclica Quanto conficiamur moerore, de 10 de agosto de 1863.

V ERRORES RELATIVOS A LA IGLESIA YA SUS DERECHOS

19. La Iglesia no es una sociedad verdaderamente perfecta y completamente libre; ni goza de derechos propios y permanentes conferidos por su divino Fundador; por el contrario, corresponde al poder civil determinar los derechos de la Iglesia y los límites dentro de los cuales pueda ésta ejercer dichos derechos. (Alocución Singulari quiadam perfus”, de 9 de diciembre de 1854. Alocución Multis gravibusque, de 17 de diciembre de 1860. Alocución. Maxima quidem, de 9 de junio de 1862).

20. El poder eclesiástico no puede ejercer su autoridad sin el permiso y asentimiento del poder civil. (Alocución Meminit unusquisque, de 30 de septiembre de 1861).

21. La Iglesia no tiene potestad para definir dogmáticamente que la religión de la Iglesia católica es la única religión verdadera. (Carta Apostólica Multiples inter, de 10 de junio de 1851).

22. La obligación, a que sin excepción están sometidos los maestros y escritores católicos, se limita únicamente a los puntos propuestos por el juicio infalible de la Iglesia como dogmas de fe, que deben ser creídos por todos. (Carta Tuas libenter al Arzobispo de Munich-Frisinga, de 21 de diciembre de 1863).

23. Los Romanos Pontífices y los concilios ecuménicos han rebasado los límites de su poder, han usurpado los derechos de los príncipes e incluso han errado en la definición de las cosas pertenecientes a la fe ya la moral. (Carta Apostólica Multiples inter, de 10 de junio de 1851).

24. La Iglesia no tiene el derecho de usar la fuerza y carece de todo poder temporal directo o indirecto. (Carta Apostólica Ad apostolica, de 22 de agosto de 1851).

25. Además del poder inherente al episcopado, la Iglesia tiene otro poder temporal, concedido expresa o tácitamente por el poder civil, el cual puede, por consiguiente, revocarlo a su arbitrio. (Carta Apostólica Ad apostolica, de 22 de agosto de 1851).

26. La Iglesia no tiene derecho natural y legítimo para adquirir y poseer. (Alocución Numquam fore, de 15 de diciembre de 1856. Encíclica Incredibili, de 17 de septiembre de 1863).

27. Los ministros sagrados de la Iglesia y el Romano Pontífice deben ser excluidos absolutamente de toda administración y dominio de las cosas temporales. (Alocución Maxima quidem, de 9 de junio de 1862).

28. Los obispos no pueden publicar lícitamente sin permiso del gobierno ni aun las mismas letras apostólicas. (Alocución Numquam fore, de 15 de diciembre de 1856).

29. Los favores concedidos por el Romano Pontífice deben ser considerados como nulos, a no ser que hayan sido pedidos por conducto del gobierno. (Alocución Numquam fore, de 15 de diciembre de 1856).

30. La inmunidad de la Iglesia y de las personas eclesiásticas tiene su origen en el derecho civil. Carta Apostólica Multiplices inter, de 10 de junio de 1851).

31. El fuero eclesiástico para las causas temporales, civiles o criminales, de los clérigos, debe ser totalmente suprimido, aun sin consultar a la Sede Apostólica y a pesar de sus reclamaciones. (Alocución Acerbissimum, de 27 de septiembre de 1852. Alocución Numquam fore, de 15 de diciembre de 1856).

32. La inmunidad personal, en virtud de la cual los clérigos están exentos del servicio militar, puede ser derogada, sin violación alguna del derecho natural y de la equidad; esta derogación está exigida por el progreso civil, sobre todo en una sociedad constituida según la forma política liberal. Carta Singulari Nobisque al obispo de Montreal, de 29 de septiembre de 1864).

33. La dirección de la enseñanza teológica no es derecho propio y natural exclusivo de la potestad eclesiástica de jurisdicción. (Carta Tuas libenter al Arzobispo de Munich-Frisinga, de 21 de diciembre de 1863).

34. La doctrina de los que comparan el Romano Pontífice a un príncipe que ejerce libremente su autoridad en toda la Iglesia es una doctrina que prevaleció en la Edad Media. (Carta Apostólica Ad apostolica, de 22 de agosto de 1851).

35. Nada impide que por decisión de un concilio general, o por voluntad de todos los pueblos, sea trasladado el Sumo Pontificado del obispo romano y de la ciudad de Roma a otro obispo y a otra ciudad. (Carta Apostólica Ad apostolica, de 22 de agosto de 1851).

36. La definición dada por un concilio nacional no admite discusión ulterior; y el poder civil puede atenerse a ella en su actuación. (Carta apostólica Ad apostolica, de 22 de agosto de 1851).

37. Se pueden establecer iglesias nacionales independientes de la autoridad del Romano Pontífice y completamente separadas de él. (Alocución Multis gravibusque, de 17 de diciembre de 1860. Alocución Iamdudum cernimus, de 18 de marzo de 1861).

38. Las excesivas arbitrariedades de los Romanos Pontífices contribuyeron a la división de la Iglesia en oriental y occidental. (Carta Apostólica Ad apostolica, de 22 de agosto de 1851).

Regreso a Nazaret y duda de José

29 martes Oct 2013

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jose-y-maria-sobre-un-burro_hacia_belen[1]El Evangelio resume en la siguiente frase lo sucedido después de la visita de la Virgen a su prima:

«María permaneció unos tres meses con su prima Isabel y luego regresó a su casa» (sin duda acompañada de José) (1, 56).

Sucedió después que al llegar a Nazaret José se dio cuenta de que María daba señales de maternidad. Entonces él pudo, tal vez, saber o no este misterio que parte de María; pero por no tener confirmación del cielo, y no saber cómo explicárselo, le pasó por su mente que por no ser él el dueño del fruto del vientre de su esposa, lo mejor sería «repudiarla en secreto» o mejor dicho «abandonarla en secreto», dejando todo en manos de Dios, o como dice San Jerónimo: «José, sabedor de la virtud de María, rodeó de silencio el misterio que ignoraba»; pero mientras él daba vueltas a este pensamiento, el ángel se lo revela diciéndole:

«No temas recibir contigo a María, tu mujer; puesto que lo concebido en ella es del Espíritu Santo» (Mt 1, 20). Este mensaje lo recibió en sueños o sea, durante una visión nocturna, y fue sin duda inmensa su alegría al saber que la concepción de su esposa tenía por autor al Espíritu Santo.

Empadronamiento en Belén

Después de pasar unos meses Juntos María y José en Nazaret, tuvo lugar el anuncio de un empadronamiento por el emperador Augusto en virtud del cual sus súbditos deberían inscribirse no en el lugar de su domicilio o nacimiento, sino en aquél del cual su familia era oriunda. Veamos la narración de San Lucas:

«Por aquellos días salió un decreto de César Augusto para que se empadronase todo el mundo. Este primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse cada cual a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, hacia Judea, a la  ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para inscribirse en el censo juntamente con María, su esposa, que se hallaba encinta» (Lc. 2, 1-5).

En virtud de este decreto José y María fueron a empadronarse a la ciudad de David, llamada Belén, por ser José de la casa y familia de David.

La tribulación de san José

29 martes Oct 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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diasanjose-g-190313Cuando Isabel dio a luz a san Juan Bautista y la Virgen comprobó que su prima se valía por si misma, al cabo de tres meses, volvió a Nazaret. En su seno llevaba al Hijo de Dios hecho hombre, nuestro Señor Jesucristo.

Ya estaba desposada con José, pero fue a la casa de sus padres, Joaquín y Ana. Los desposados no podían vivir juntos, en su propia casa hasta pasado un año.

Al ver san José a María con señales evidentes de maternidad, quedó perplejo y angustiado. Por un lado, no podía dudar, ni dudó un momento, de la inocencia y fidelidad de su esposa, María santísima. La resolución que tomó revela un corazón bondadoso y magnánimo. No quiso ni llevarla a juicio, ni difamarla en público. Y María santísima, aunque veía las angustias de José, guardaba silencio, confiada en que Dios Padre le revelaría el secreto a su santo esposo.

Pasado el tiempo establecido por la ley, José recibió por esposa a la Virgen María y celebrada la boda solemne, ante la presencia de todos los familiares, José recibió a su esposa María y comenzaron a vivir juntos en su casita de Nazaret. José castísimo y María Virgen vivían como santos hermanos, modelos de virginidad. José hacía una cunita para el Niño Jesús en su taller de carpintero y la Virgen María preparaba la ropa y pañales para el Mesías que iba a nacer de sus purísimas entrañas.

San José es el santo del silencio, la sombra silenciosa del Padre eterno, que nuestra santa Teresa de Jesús sacó del silencio histórico. Ha sido ella la que ha escrito la mejor apología sobre la eficaz y universal intercesión de san José. Por eso santa Teresa es justamente considerada como doctora josefina y el mayor apóstol de la devoción que actualmente profesa la Iglesia al casto Esposo de María.

Nuestra santa madre Iglesia honra mucho a san José por ser esposo virginal de María santísima y padre virginal de Jesús. Pío IX lo proclamó, en 1870, patrono de la Iglesia Universal. Por su admirable pureza, se invoca especialmente a san José para obtener esta virtud angélica. Además es patrono de la buena muerte porque murió entre los brazos de Jesús y María. Patrono de los obreros y por haber sido encargado por el Padre Eterno de proveer las necesidades de la Sagrada Familia; los fieles acuden a él en sus necesidades temporales.

Es patrono de la vida interior, sobrenatural, porque pasó la vida en compañía de Jesús y María. Vida de fe, esperanza, caridad, humildad, trabajo. La Iglesia dedica a la devoción de san José el miércoles de cada semana y el mes de marzo está consagrado a él. En su honor, se celebran dos festividades: el 19 de marzo, san José, esposo de la Virgen María; y el 1 de mayo, san José patrono de los obreros.

Después de la sexta aparición de la Virgen en Fátima, el sábado 13 de octubre, Lucía dice: “Desaparecida Nuestra Señora en la inmensidad del firmamento, vimos al lado del sol a san José con el Niño y Nuestra Señora vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al mundo, pues hacían con las manos unos gestos en forma de cruz”.

San José nos bendice. Seamos devotos de san José. Recemos a san José los siete dolores y gozos del Patriarca, las letanías de san José, la novena a san José… y muchas jaculatorias durante el día: san José, Padre adoptivo de nuestro Señor Jesucristo y verdadero esposo de la Virgen María, rogad por nosotros y por los agonizantes de este día.

El beato Juan XXIII, para honrar a san José, inscribió su nombre en el canon de la Santa Misa. También escribió esta oración: “San José, se siempre para nosotros un protector. Que tu espíritu interior de paz, de silencio, de trabajo honrado y de oración al servicio de la Iglesia, nos vivifique y nos alegre, en unión con tu Esposa bendita, nuestra Madre dulce e Inmaculada, en el amor fuerte y suave de Jesús, Rey glorioso e inmortal de los siglos y de los siglos. Amén”.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía! ¡Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía! ¡Jesús, José y María, con vos descanse en paz el alma mía!

Página para Meditar: La Santidad ante la mediocridad

29 martes Oct 2013

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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0000403_300Acabamos de terminar la tanda de Ejercicios para las chicas en San José, y tenemos ya ante los ojos la tanda de Ejercicios para los chicos en Semana Santa. Nuestra Asociación Juvenil tiene un alma. Y ese alma son los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Hemos de vivir y practicar los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, sin glosas, sin atenuaciones, con toda la exigencia que nos pide el Santo.

Por eso queremos hombres y mujeres formados en la fragua de los Ejercicios, que han de anticipar en sus vidas los nuevos tiempos de la Iglesia, en los que se haga un solo rebaño y un solo pastor. Hombres y mujeres que tengan el gusto interior de la oración, de estar a solas con el Señor, para tratar con El de las cosas divinas y de las humanas a la luz de las divinas.

Hombres y mujeres que formados en la meditación del Reino de Cristo no se arruguen a la necesidad de «tomar posición», sino que se abrazan con el gozo de todo compañero de Jesús, que no teme la incomodidad, el peligro, la persecución, la marginación familiar, social, eclesiástica, como la única condición que dicta el amor, de seguir con fidelidad a Jesucristo Rey y Señor de los pueblos y de los hombres.

Hombres y mujeres que ante un mundo apóstata, permanecen en la solidez de las convicciones cristianas, viviendo intensamente lo que el Señor y la Virgen desean para nuestro tiempo, con el alma en infancia espiritual, abandonados confiadamente en los brazos de nuestro Padre.

Hombres y mujeres que aspiren seriamente a la perfección, persuadidos de que el alma santa que quiere vivir de verdad entregada a Jesucristo, da más gloria a Dios que un millón de hombres, simplemente buenos, honrados, vulgares en sus aspiraciones como cristianos. Hombres y mujeres apasionados por la gloria de Dios, con el grito de Jesús encendido en el alma: «He venido a traer fuego a la tierra, y que otra cosa deseo sino que arda.». Que griten en el silencio interior con gemidos inenarrables: ¡Oh Señor, ya es hora, venga a nosotros tu Reino!

Hombres y mujeres que propongan como ideal de toda su vida lo que Santa Teresa escribe en el Libro de las Fundaciones:»¿Para qué es la vida y la salud, sino para perderla por tan gran Rey y Señor?».

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 58, abril de 1982

Testamento de Franco

29 martes Oct 2013

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Francisco franco, Testamento de Franco

imagesNo es posible olvidar, para que la figura de Franco sea completa, su famoso Testamento; porque lo que se dice o puede escribirse cuando la muerte se aproxima y, por ello, ante la cuenta que se va a dar a Dios de toda una vida, pone de manifiesto quién era el hombre que pronuncia esas palabras o las escribe.

Traer a la memoria el testamento de Franco, creo que es imprescindible para juzgarle. Decía así:

testa1«Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida, que ya sé próximo.

Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre. Por el amor que siento por nuestra Patria, os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado, y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo y colaboración que de vosotros he tenido. No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y para ello deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira personal. Nos cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España, y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria.

Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte:

«¡Arriba España! ¡Viva España!»».testa2

Sobre esto, escribe Álvaro d’Ors:

«Éstas no son palabras de un tirano, ni de un hombre que muere con la conciencia angustiada. Son palabras sabias de un militar que muere consciente de haber servido, y sabe que Dios le va a juzgar definitivamente. Haría falta perversión moral para no reconocer grandeza de alma en este testamento de Franco, un documento histórico realmente ejemplar, en el que brillan las virtudes más encomiables: piedad, valor, patriotismo, generosidad y prudencia para advertir los peligros que acechan a su pueblo, a la vez que su preocupación por la continuidad pacífica del orden fundado en una victoria»

El rey Juan Carlos, en su Mensaje de Madrid de 1975, dijo: «El testamento dirigido al pueblo español es, sin duda, un documento histórico que refleja las enormes calidades humanas y los sentimientos llenos de patriotismo sobre los que quiso asentar toda su actuación al frente de nuestra nación».

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

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