Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos mensuales: noviembre 2013

Dos eclesiásticos y el testamento de franco

26 martes Nov 2013

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el testamento del Caudillo, Francisco franco, Marcelo González Martín, Monseñor José Guerra Campos, obispo de cuenca

Monseñor José Guerra Campos, obispo de Cuenca, dejó escrito sobre el testamento del Caudillo: «El mensaje póstumo de Francisco Franco (es) verdaderamente aleccionador. Espléndida profesión de fe en Cristo y en la Iglesia. Una manifestación de figura evangélica, según las Bienaventuranzas, figura en el perdón, figura en el agradecimiento. Unos conceptos de gobernante cristiano para la gran familia cristiana, que es, gracias a Dios, la sociedad civil española y una muestra de generosidad, propia de un verdadero padre de la Patria, transfiriendoFranco-03 el afecto y el apoyo populares que rodearon a quien le sucede en la jefatura del Estado. Francisco Franco fue un servidor excepcional de la Iglesia y de España».

El cardenal Marcelo González Martín hizo un precioso comentario del testamento del Caudillo en la homilía que pronunció en la Misa de funeral celebrada en la Catedral de Toledo el 21 de noviembre de 1975. Vale la pena dejar constancia, aunque sea parcial, de dicho comentario en lo que estimo más importante:

« [En el testamento del Caudillo] aparece la vieja fe del cristianismo español; el que piensa que al final de su vida, efectivamente, se encuentra con el juicio inapelable de Dios. Y lo único que sabe pedir en ese instante es que Dios le acoja benigno; una súplica a la misericordia de Dios en la cual cree, y con una confesión tan limpia como ésta: «Quise vivir como un católico…» Nada de retórica; confesión noble, (hecha con) absoluta sinceridad, pero vindicación de un honor supremo: el nombre de Cristo; en Él es en el que se honra: «Y ha sido mi voluntad constante de ser hijo fiel de la Iglesia»; frase que nos recuerda alguna muy semejante de Santa Teresa de Jesús. No en vano la mano de Santa Teresa ha estado en la mesa del Caudillo de España durante todos esos años».

Manuel Martínez Cano, mCR

Página para meditar

26 martes Nov 2013

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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santa Teresa

Tenemos grabadas en la retina y en el corazón las últimas horas que pasó con nosotros Isabel Borrull antes de que cerraran las puertas del nuevo monasterio, para empezar su vida de carmelita. Este año centenario de Santa Teresa, con su encabezamiento y su epílogo ha hecho la Santa una buena pesca entre nosotros: cinco carmelitas. Dichosos de nosotros que hemos visto a nuestro lado, como cinco chicas decían que SI a la llamada de Jesús. Dios quiera que siga habiendo entre nosotros almas generosas, que se vayan para siempre en compañía del Señor para salvar el mundo, ganándole innumerables almas.

carmelitas¿Qué lección para vosotras las chicas? Primera, que no comencéis con amoríos sin estar seguras de que esa es la voluntad de Dios. Segunda lección: guardar vuestro corazón para escuchar la llamada de Dios si El habla en lo profundo de vuestra alma. Tercera lección: entregaros a la dirección espiritual y romped de una vez con la televisión y las salidas al cine y a las lecturas frívolas. Así escribió Santa Teresa en su época de resistencia a la llamada de Dios: «Parece que quería concertar estos dos contrarios, tan enemigo uno de otro, como es vida espiritual y contentos y gustos, con pasatiempos sensuales.» Cuarta lección: pedirle al Señor que nos mande nuevas vocaciones al Carmelo: muchos monasterios además de Tiana y Cuenca esperan. España se salvará por la oración.

Lo que seáis los chicos, eso será nuestra Asociación. Hay algunos de vosotros que aún no han entendido la enorme responsabilidad que tenemos en el mundo de hoy. Lo que no se haga se quedará sin hacer. Nuestra Asociación será lo que sea yo. ¿Acudo a subir hacia lo grande, lo noble y heroico? ¿Me entretengo en crítica de personas y de cosas restando ánimo y hermandad a la caridad que debe reinar entre nosotros? ¿Soy constante en la asistencia, el apostolado? Alguno de vosotros sois aún muy ligeros y después de bastantes años no tenéis aún verdaderas convicciones, verdaderas decisiones, verdadera personalidad. Leed lo que escribe un escritor actual: «Practicar una de las más nobles virtudes humanas, que es la fidelidad, y practicarla en los días buenos y en los días malos; sostenerse, resistir, ser fiel a un ideal generoso, estar dispuesto a sacrificar a ese ideal la comodidad del descanso, la popularidad…; he aquí las características de la verdadera personalidad». ¿Me puedo mirar en ese espejo? No os conformeis con la mediocridad. Jesús os quiere sus amigos. Sed hombres, sed amigos de Jesús. Sed nobles y generosos. Haced de nuestra Asociación una comunidad de caridad, de entrega y de fervor apostólico.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 62, octubre de 1982

Imitación de Cristo XLV (45)

19 martes Nov 2013

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Capítulo 8

De la baja estimación de sí mismo ante los ojos de Dios

El Alma.- 1. «Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza» (Gén 18,27). Si por más me reputare, tú estás contra mí, y mis maldades dan verdadero testimonio que no puedo contradecir.
Mas si me humillare y anonadare, y dejare toda propia estimación, y me volviere polvo como lo soy, me será favorable tu gracia, y tu luz se acercará a mi corazón, y toda estimación, por poca que sea, se hundirá en el valle de mi miseria, y perecerá para siempre.
Allí me haces conocer a mí mismo lo que soy, lo que fui y en lo que he parado, porque soy nada y no lo conocí.
Abandonado a mis fuerzas, soy nada y todo flaqueza; pero si tú de repente me miras, luego me hago fuerte y me lleno de nuevo gozo.
Y es cosa maravillosa, por cierto, cómo tan de repente soy levantado y abrazado de ti con tanta benignidad yo que, según mi propio peso, siempre voy a lo bajo.

imitacion-de-cristo2. Esto hace tu amor, que gratuitamente me previene y socorre en tanta multitud de necesidades, y me guarda también de graves peligros, y me libra de males verdaderamente innumerables.
Porque yo me perdí amándome desordenadamente; pero buscándote a ti sólo, y amándote puramente, me hallé a mí y a ti; y por el amor conocí más profundamente mi nada.
Porque tú, ¡oh dulcísimo Señor!, haces conmigo mucho más de lo que merezco y más de lo que me atrevo a esperar y pedir.

3. Bendito seas, Dios mío, que, aunque soy indigno de todo bien, todavía tu nobleza e infinita bondad nunca cesa de hacer bien, aun a los desagradecidos y apartados lejos de ti.
Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y devotos, pues tú eres nuestra salud, virtud y fortaleza.

Capítulo 9

Que todas las cosas se deben referir a Dios como a último fin

Jesucristo.- 1. Hijo, yo debo ser tu supremo y último fin, si deseas de verdad ser bienaventurado.
Con esta intención se purificará tu deseo, que vilmente se abate muchas veces a sí mismo y a las criaturas.
Porque si en algo te buscas a ti mismo, luego desfalleces y te quedas árido.
Atribúyelo, pues, todo principalmente a mí, que soy el que todo lo he dado.
Así, considera cada cosa como venida del Soberano Bien, y por esto todas las cosas se deben reducir a mí como a su origen.

2. De mí sacan agua como de fuente viva el pequeño y el grande, el pobre y el rico; y los que me sirven de buena voluntad y libremente, recibirán gracia por gracia.
Pero el que se quiere ensalzar fuera de mí o deleitarse en algún bien particular, no será confirmado en el verdadero gozo ni dilatado en su corazón, mas estará impedido y angustiado de muchas maneras.
Por eso no te apropies a ti alguna cosa buena ni atribuyas a ningún hombre la virtud, sino refiérelo todo a Dios, sin el cual nada tiene el hombre.
Yo lo di todo; yo quiero que se me devuelva todo; y con gran rigor exijo que se me den gracias por ello.

3. Esta es la verdad con que se destruye la vanagloria.
Y si la gracia celestial y la caridad verdadera entrare en el alma, no habrá envidia alguna ni quebranto de corazón, ni te ocupará el amor propio.
La caridad divina lo vence todo y dilata todas las fuerzas del alma.
Si bien lo entiendes, en mí solo te has de alegrar y en mí solo has de esperar, porque «ninguno es bueno sino solo Dios» (Lc 18,19), el cual es de alabar sobre todas las cosas y debe ser bendito en todas ellas.

Catecismo social de la Iglesia XL (40)

19 martes Nov 2013

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capitalismo liberal, La Iglesia

5 -La Iglesia, ¿ha condenado el capitalismo liberal?

-La Iglesia propugna la propiedad privada, como garantía de la libertad y dignidad. Pero la Iglesia ha condenado severamente, no el régimen de capital y trabajo, sino la concentración del dinero en pocas manos, producido por la usura más criminal. Pío XI, reflejando lo que León XIII había ya apuntado contra el capitalismo liberal, escribe en la «Quadragesimo anno»: «Salta a los ojos de todos, en primer lugar, que en nuestros tiempos no sólo se acumulan riquezas, sino que también se acumula una descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos, que la mayor parte de las veces no son dueños, sino sólo custodios y administradores de una riqueza en depósito, que ellos manejan a su voluntad y arbitrio.

Dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y señorean sobre el crédito, y por esta razón administran, diríase, la sangre de que vive toda la economía y tienen en sus manos así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad». (39).

catecismo social6 -Los otros Papas, ¿tienen este lenguaje condenatorio del capitalismo liberal?

-Basta hojear el magisterio pontificio. Pío XII dice: «Vemos, de una parte, cómo ingentes riquezas dominan la economía privada y pública, y a menudo también la actividad civil; la otra, la innumerable multitud de quienes, privados de toda directa o indirecta seguridad de vida, no tienen ya interés por los verdaderos y altos valores del espíritu y se cierran a las aspiraciones hacia una genuina libertad» (l-IX-1944).

Y en otra ocasión, hablaba así acusando a ciertos católicos: «Otros se muestran no menos timorato s e indecisos frente a ese sistema económico que se conoce con el nombre de capitalismo, cuyas graves consecuencias la Iglesia no ha dejado de denunciar. La Iglesia, en efecto, ha señalado no sólo los abusos del capital y del mismo derecho de propiedad que tal sistema promueve y  defiende, sino que ha enseñado también que el capital y la sociedad deben ser instrumentos de la producción para provecho de toda la sociedad y medios de apoyo y de defensa de la libertad y dignidad de la persona

humana» (23-IX-1950).Juan XXIII, en la «Mater et Magistra», nos dice: «Si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico es injusto aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel y se distribuya según criterios de justicia y equidad» (83).

Y Pablo VI taxativamente afirma: «¡Debe de haber algo profundamente equivocado, radicalmente insuficiente en el sistema mismo, cuando da origen a semejantes reacciones sociales!» (8-VI-1964).O sea, la Iglesia que proclama que la propiedad es de derecho natural, condena «el sistema mismo», que aniquila la propiedad de muchos y la concentra en pocas manos. Lo que es lo mismo, la Iglesia condena el capitalismo como concentración injusta de la propiedad en unos cuantos. Porque este capitalismo no tiene nada que ver con la civilización católica. Es el hijo legítimo del protestantismo, que con la doctrina calvinista predicaba la predestinación para los que tienen abundancia de riquezas. y es cosa sabida que la Iglesia católica fue la que más se opuso a la doctrina del interés del dinero, entendido como usura, tantas veces condenada en la Sagrada Escritura, y que solamente se acepta por títulos externos, justos y proporcionados. Otra cosa es que los católicos hayan sido fieles a la doctrina social de la Iglesia. Pío XI, en la «Divini Redemptoris», lamentaba «la pesada herencia de los errores de un régimen económico injusto que ha ejercitado su ruinoso influjo durante varias generaciones» (50). El ideal social de la Iglesia es la difusión de la propiedad, de la que es enemigo el capitalismo liberal y el supercapitalismo.

«El derecho a poseer una parte de bienes suficientes para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde» («Gaudium et Spes», 69), nos dice el Vaticano II. Y a esta propiedad difundida, en que efectivamente muchos participan, se oponen el capitalismo liberal y el marxismo. Solamente la limitación del arrendamiento -negación y abuso en muchos casos, de la propiedad privada-, la justicia social y la práctica de la limosna o magnificencia, según los módulos de la moral, lo pueden lograr.

Tratado de la verdadera devoción XLV (45)

19 martes Nov 2013

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jesucristo, santísima virgen

216. 4.º La Santísima Virgen os llenará de una gran confianza en Dios y en Ella misma: 1.º, porque ya no os acercaréis a Jesucristo por vos mismo, sino por medio de esta buena Madre; 2.º, porque habiéndole dado todos vuestros méritos, gracias y satisfacciones para que disponga de ellos a su gusto, Ella os comunicará sus virtudes, y os vestirá con sus méritos, de suerte que podréis decir a Dios con confianza: He aquí a María, vuestra sierva, hágase en mí según vuestra palabra; 3.º, porque habiéndoos dado a Ella enteramente en cuerpo y alma, María, cuya liberalidad es incomparable, no se dejará vencer en generosidad, y se os dará, en cambio, de una manera maravillosa pero verdadera, de modo que podréis decirle resueltamente: «Yo soy tuyo, Santísima Virgen, sálvame» (Ps. 118,94); o como lo he dicho ya con el discípulo amado: «Os he tomado, Santísima Virgen, en lugar de todos mis bienes». Aún podréis decir con San Buenaventura: «Mi amada dueña y salvadora, yo trabajaré confiadamente, y nada temeré, porque Vos sois mi fortaleza, mi alabanza en el Señor… Soy todo vuestro, y todo lo mío os pertenece. ¡Oh gloriosa Virgen, bendita sobre todas las cosas creadas: te pondré sobre mi corazón como un sello, porque tu amor es fuerte como la muerte!» Podréis decir a Dios con los sentimientos del Profeta: «Señor, no se ha engreído mi corazón, ni se han ensoberbecido mis ojos. No he andado en grandezas ni en cosas maravillosas sobre mí. Sí, no tenía yo sentimientos humildes, y por el contrario, engreí mi alma. Como el niño destetado junto a su madre, así sea el galardón en mi alma» (Ps. 130,1-2). Ella es, dice un santo, el tesoro del Señor.
Lo que aún aumentará más vuestra confianza en María, es que habiéndole dado en depósito todo cuanto tenéis de bueno para comunicarlo o guardarlo, tendréis menos confianza en vos mismo y mucha de esta bienaventurada Madre Virgen, que es vuestro tesoro. ¡Oh, qué confianza y qué consuelo para un alma el poder decir que el tesoro de Dios, en que el Eterno Padre ha puesto todo lo más precioso, es también suyo!

santisima-virgen-maria217. 5.º El alma de la Santísima Virgen se os comunicará para glorificar al Señor; su espíritu entrará en el lugar del vuestro, para regocijarse en Dios, su Salvador, siempre que seáis fiel a las prácticas de esta devoción.
¡Ah! ¿Cuándo llegará aquel dichoso tiempo, dice un santo varón de nuestros días, en que todo estará lleno de María? ¡Ah! ¿Cuándo llegará esa feliz época en que la Virgen Santísima será la señora y soberana de todos los corazones para someterlos plenamente al imperio de su grande y único Jesús? ¿Cuándo las almas respirarán a María, como los cuerpos respiran el aire? Cosas maravillosas sucederán entonces en este lugar de miseria, en que, encontrando el Espíritu Santo a su amada Esposa como reproducida en las almas fieles, vendrá sobre ellas abundantemente y las colmará de sus dones, y particularmente del don de la sabiduría, para obrar maravillas de la gracia; ¿cuándo llegará ese tiempo feliz y ese siglo de María, en que las almas, absorbiéndose en el abismo de su interior, lleguen a ser copias vivientes de María para amar y glorificar a Jesucristo? Este tiempo no llegará más que cuando se conozca la devoción que yo enseño: Venga a nosotros el reinado de María, para que venga, Señor, tu reinado.

218. 6.º Si cultivamos bien a María, que es el árbol de la vida en nuestra alma, siguiendo con fidelidad la práctica de esta devoción, Ella dará su fruto en su tiempo, y este fruto suyo es Jesucristo. Veo a tantos devotos y devotas que buscan a Jesucristo, los unos por un camino y una práctica, los otros por otra, y frecuentemente, después de haber trabajado mucho durante la noche, pueden decir: A pesar de haber trabajado toda la noche no hemos cogido (Lc. 5,5). Y se les puede decir: Habéis trabajado mucho y habéis aprovechado poco; Jesucristo es todavía muy débil en vosotros. Pero por el camino inmaculado de María y por medio de esta práctica divina que enseño, se trabaja durante el día, se trabaja en un lugar santo, se trabaja poco. En María no hay noche, porque en Ella no hay pecado, ni aun la menor sombra de él. María es lugar santo y el Santo de los Santos, en donde los santos han sido formados y moldeados.

219. Observad bien, os lo suplico, que digo que los santos han sido moldeados en María. Hay una gran diferencia entre construir una figura en relieve a golpe de martillo y de cincel, y hacerla por medio de molde; los escultores y estatuarios trabajan mucho en construir figuras del primer modo, y emplean mucho tiempo, pero de la segunda manera trabajan poco y hacen mucho en corto tiempo. San Agustín llama a la Virgen forma Dei, el molde de Dios: Por esto te llamo molde de Dios, dignamente lo fuiste; el molde propio para formar y modelar santos. El que es echado en este molde divino, bien pronto es formado y modelado en Jesucristo, y Jesucristo en él; a poca costa y en poco tiempo llegará a ser semejante a Dios, toda vez que ha sido echado en el mismo molde en que se formó un Dios hecho hombre.

220. Paréceme que bien puedo comparar a estos directores y personas devotas que quieren formar en sí o en otros a Jesucristo, por otras prácticas diferentes de éstas, a los escultores que, poniendo su confianza en su habilidad, en su industria y en su arte, dan infinidad de golpes de martillo y de cincel sobre una piedra dura o un pedazo de madera tosca, para hacer con ella la imagen de Jesucristo, y sucede que no logran sacarla al natural, ya por falta de bastante conocimiento de la persona de Jesucristo, ya por haber dado mal algún golpe que estropea la obra.
Pero a los que abrazan el secreto que les presento, los comparo fundadamente a los fundidores y modeladores que, habiendo encontrado el hermoso molde de María en que Jesús fue natural y divinamente formado, sin fiarse de su propia industria, sino únicamente de la bondad del modelo, se arrojan y se absorben en María para llegar a ser el retrato al natural de Jesucristo.

221. ¡Oh hermosa y verdadera comparación! ¿Quién la comprenderá? Deseo que la comprendan mis queridos lectores; pero tengan presente que no se arroja en el molde más que lo que esta fundido y líquido; es decir, que es menester fundir y destruir en nosotros al viejo Adán, para llegar a ser el nuevo en María.

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