Hemos sido creados para amar a Dios sobre todas las cosas. Somos hijos de Dios y, por tanto debemos vivir para Dios. El Vaticano II enseña que: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor, y no vive plenamente según la verdad si no reconoce plenamente libremente aquel amor y entrega a su Creador” (Gaudium et Spes 19,1). Sí, hemos sido creados para amar. Para amar a Dios sobre todas las cosas, a nosotros mismos por amor y al prójimo por amor de Dios. Amor con todas las fuerzas del corazón.
San Ignacio de Loyola nos dice que el amor está más en las obras que en las palabras. “Obras son amores y no buenas razones”, dice nuestro sabio refranero. Y también lo dice el apóstol de la caridad: “hijitos míos no amemos de palabra, ni con la lengua, sino de obra y con verdad” (1 Jn 3, 18). “Porque el amor donde existe obra, y donde se niega a obrar el amor no existe. Y obra siempre lo más grato al amado” (San Gregorio). Ahí está la nueva evangelización, es todo un mundo el que debemos evangelizar. En tu barrio de tu gran ciudad, en la China, como van los Neocatecumenales.
Solo el amor cristiano convertirá al mundo. Lo dice el concilio vaticano II: “la ley fundamental de la perfección humana, y por tanto de la transformación del mundo, es el mandamiento del amor. Cristo nos dice ahora mismo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”; hasta el sacrificio, hasta dar la vida por el prójimo. Una de las maneras de dar la vida por el prójimo es irte de misionero a un lugar del mundo del que no van a saber más de ti tus amigos y compañeros. Dios es amor y llegamos a Dios por el amor, por medio del olvido de nosotros mismos y por la entrega incondicional a la Iglesia y a la salvación de las almas en cualquier parte del mundo. “Es preciso que el amor de Dios sea tan grande que llegue a extinguir por completo nuestro amor propio” (Beata Isabel de la Trinidad).
Los enemigos de Dios han declarado la guerra a su Iglesia. Hacen falta hombres y mujeres que estén dispuestos a que le partan la cara por Cristo. Debemos defender los derechos de Dios, de su Iglesia, de los niños asesinados por el aborto, a los pobres, marginados. ¡No tengáis miedo! con el beato Juan Pablo II: Ni el comunismo, ni el nazismo, ni el liberalismo, ni la democracia actual son dioses. Sólo hay un Dios, Creador y Señor de todas las cosas que premia a los buenos y castiga a los malos. Un Dios que es Amor, como dice san Juan. ¡No tengáis miedo!”¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción? ¿la angustia? ¿la persecución? ¿el hambre? ¿la desnudez? ¿el peligro? ¿la espada? En todo vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado” (Rom 8, 35-37), Cristo Nuestro Dios y Señor.
Amor a Dios, amor a nosotros mismos, amor al prójimo y Amor a la Virgen María. El P. Alba decía que el amor a la Virgen se da siempre en proporción al amor de Dios, que quien no ama a la Virgen no ama a Dios. El santo es aquel cuyo corazón es ternura hacia la Madre de Dios. Amemos a María Santísima con toda la anchura del corazón y lo tendremos todo: “Si logro amar a María, tengo segura mi salvación; perseverar en la vida religiosa; alcanzaré cuanto quisiese; en una palabra, seré todopoderoso”. (San Juan Bermanchs)
P. Manuel Martínez Cano, mCR
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