«Han transcurrido dos mil años de la predicación del Evangelio», se dice con desilusión y escepticismo, «y la humanidad está todavía muy lejos de la perfección evangélica. Los hombres son lo que son: ladrones, asesinos, egoístas, mutuamente enemigos; la misma Iglesia, al menos en los hombres que la representan, ofrece a menudo un espectáculo no edificante de ambiciones y de rivalidad, de hipocresía y de codicia.» «El balance de dos mil años de historia cristiana es, desde luego, de quiebra y por esto parece necesario cambiar doctrina y sistema, haciendo borrón y cuenta nueva: volviendo a empezar de nuevo, con otros criterios y con diferentes teorías.»
Estas observaciones fueron hechas al dominico Vicente MacNabb, agudo y profundo predicador, no sólo en las iglesias inglesas, sino también en Hyde-Park, el mayor parque de Londres, donde todos pueden tener cátedra.
Entre los oradores de Hyde-Park, el P. MacNabb es el que reunía mayor número de oyentes y sus intervenciones se hicieron famosas por la brillantez de sus argumentos, que le merecían entusiastas aplausos.
Cierta vez uno de los concurrentes, tan intrigado como poco limpio, le interrumpió para plantearle la consabida objeción:
«La Iglesia de Roma no ha logrado su objetivo. Su misión ha fracasado. Después de dos mil años de cristianismo, los hombres están todavía inmersos en los vicios, y el pecado rezuma por todas partes.»
El P. MacNabb le dejó hablar; después, pensativo y aparentemente preocupado por aquella objeción, replicó: «Es verdad; han pasado, dos mil años desde la fundación de la Iglesia y los hombres están todavía cargados de vicios y llenos de pecados. Pero usted observará, señor mío, que también el jabón fue inventado hace muchos siglos y usted -dispénseme-todavía tiene el cuello no perfectamente limpio. ¿Quiere esto decir que el jabón no lava?»
La respuesta del P. MacNabb podía parecer impertinente, pero era muy pertinente y merecida. La risotada que se levantó en Hyde-Park confundió al contrincante y tal vez hicieron perder seriedad a las palabras del dominico, que no quería, precisamente, divertir, sino meditar.
No es culpa del Cristianismo si todos nosotros tenemos la conciencia sucia; no es culpa de la Iglesia si la humanidad está todavía lejos de la perfección.
Somos nosotros, que rechazamos el jabón o hacemos mal uso de él.
PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS
Deteniéndome ante un quiosco siento que la cabeza me da vueltas… El hecho más impresionante del siglo veinte es el asalto al público del papel impreso a los ojos y de las ondas a los oídos, en resumen, ese diluvio incesante e insistente de informaciones inútiles…
¿Y con qué objeto, todo ello? ¿Qué se ha hecho con ello para mejorar a la gente que ve, que escucha, que lee? Nada de nada… Ésta es la quintaesencia del periodismo contemporáneo: palabras, palabras, palabras; chismes, chismes, chismes…
GRAHAM GREENE
Toda el agua del océano es impotente para hundir un barco, a menos que penetre en su interior. Y todos los males del mundo no pueden hundir a un hombre, a menos que invadan su vida interior.
EL CREDO DE EDDY MERCKX
- E.ddy Me~ckx se le conoce solamente como el campeón mundial del CIclismo, mIentras que en realidad es también un admirable ejemplo de coherencia cristiana y de vida espiritual.
Correspondiendo a la invitación de un entrevistador, que le ruega que le hable de sus propias convicciones religiosas, dice:
«Cristo, para mí, es una presencia continua en toda mi vida. Creo profundamente en Él, en su existencia histórica, en su divinidad.»
El periodista le preguntó después si consideraba a Jesús como el más grande personaje de la historia humana.
«¡No, absolutamente no! -respondió con vivacidad Eddy Merckx-. No es una persona que pueda parangonarse con otra. Cristo es el Hijo de DIOS y es absurdo compararlo con alguien. ¡Absurdo! Yo no soporto que los ‘hippies’ se comparen con Cristo. Luego, todavía soporto me nos que se hagan comparaciones entre Cristo y Marx.»
El periodista quedó sobre todo impresionado con el deseo del gran campeón de hacer conocer Cristo a los que no lo conocen. Merckx ha dicho:
«Si necesitan de mí, la notoriedad que el deporte me ha dado, para hacer conocer la religión, estoy dispuesto: si mi amor por Jesús puede ser util para hacer avanzar el amor entre los hombres, estoy dispuesto a hacer el apostolado de la bicicleta recorriendo toda la tierra.»
La entrevista termina con estas bellas palabras de Merckx:
«Jesús no es un Dios lejano, sino un Dios vecino, íntimo.»
Un episodio nos hará conocer el aspecto interior de este ciclista fuera de serie.
Durante la vuelta a España, Eddy Merckx había prometido hacer una visita a los alumnos de un Colegio de Bilbao, pero le fue imposible.
Entonces escribió una carta al padre espiritual de los alumnos:
«Me disgusta mucho no poder hacerle la visita. Pero pienso mucho en sus muchachos que se apasionan por la bicicleta y por la ‘vuelta’.
»Le ruego les diga que el Ciclismo no está hecho para todos, que hay muchos llamados, pero pocos los elegidos. Que precisa mucha buena voluntad para alcanzar un resultado, como en el estudio; que, sobre todo, no hay que descorazonarse nunca.
»Puesto que usted es su padre espiritual, dígales, se lo ruego, que sucede lo mismo con la salud de su alma: que la fe es un poco como el control de aprovisionamiento, donde se reciben fuerzas para continuar la carrera; que la Comunión da la fuerza para vivir y conservar el propio lugar en el grupo que va en cabeza.
»Soy creyente convencido, y la fe me sostiene en los momentos más duros de la competición. Dígales que se acerquen a la Santísima Virgen, que le ofrezcan el éxito de sus estudios… como lo hago yo mismo desde mi primera infancia…»
«TODOS LOS VERDADEROS HIJOS DE DIOS Y PREDESTINADOS TIENEN A DIOS POR PADRE Y A MARÍA POR MADRE, Y QUIEN NO TIENE A MARÍA POR MADRE, NO PUEDE TENER A DIOS POR PADRE», dice San Luis María de Montfort. Si todos necesitamos conocer a Dios, el medio más rápido para llegar a Él es pedirlo a la Virgen. Nadie como Ella está cerca de Dios. Por esto, lo mínimo que hace cualquier \cristiano es rezar cada mañana y cada noche. No somos bestias, ni máquinas, ni robots, ni estómagos. Somos hombres, con alma y cuerpo. Necesitamos comida, cultura, confort, desahogos. Pero mucho más necesitamos a Dios. ¿Qué menos que cada mañana y cada noche rezar, sin rutinas ni tonterías, sino con fe y de corazón, TRES AVEMARÍAS a la Santísima Virgen, pidiéndole que nos lleve a Dios, que nos salve de los peligros y que alcancemos la salvación eterna?
«Amad la prensa católica, extendedla, consagradle gustosos vuestro tiempo, vuestras energías y vuestra dedicación. Hay pocas cosas tan importantes como ésta en el mundo de hoy.» BEATO PABLO VI
Obra Cultural
Laura, 4 – Barcelona-10