padre canoJesús y sus discípulos van en barca. De pronto, se levantó una tempestad tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas. Despertaron a Jesús, gritándole y Él les contestó: “¡Cobardes! ¡Qué poca fe!”. Otros traducen: “¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?” ¡Poca fe! Ese es el problema, falta de fe. San Juan XXIII decía: “El miedo no existe, lo que hay es falta de fe en Dios”.

Hoy hay mucha cobardía y miedo entre los eclesiásticos y los seglares. Temor de todo, respeto humano toneladas. Sobre todo, se temen a los que se declaran enemigos de Dios y de la Iglesia. El gran apóstol de la Eucaristía, San Pedro Julián, preguntaba: “¿Se teme a los enemigos de la Iglesia?, pues es señal de falta de fe.” Si Dios cuida de mí, que me puede pasar, ni un solo instante me deja de amar, dice el salmo.

Debemos combatir los nobles combates de la fe en todas las trincheras, en todos los estados sociales. Santo Tomás de Aquino, dice: “Cada uno está obligado a manifestar públicamente su fe, ya sea para instruir y animar a otros fieles, ya sea para rechazar los ataques de los adversarios”.

Bien está “la fe del carbonero”, pero hoy, más que nunca, es necesario la fe viva que rija todos los momentos de nuestra vida: “La fe firme, absoluta, sin reservas y sin reticencias, una fe que no vacile frente a las últimas consecuencias de las verdades, que no se eche atrás frente a sus rigurosas aplicaciones” (Pio XII); por cierto, cuando terminará el proceso de beatificación y canonización de este santo Papa.

El P. Alba decía que no había cosa peor que un sacerdote burgués, comodón. Por supuesto, decimos lo mismo de los seglares. Tenemos el sacrosanto deber de defender a la Iglesia, combatir contra sus enemigos: “Este es el sello de la verdadera fe, la persecución. No somos dignos del nombre de Católicos si, como Jesucristo, no somos blanco de odio y persecución de los malos” (San Ezequiel Moreno). Tenemos la obligación de combatirlos, salvar sus almas para que sean felices con Cristo en el Cielo. Si no lo hacemos, pueden condenarse en el infierno.

Para nadie es un secreto, que enemigos de Cristo se han instalado en la Iglesia. Y están corrompiendo la fe de muchos fieles. San Juan Pablo II nos lanzó a combatir por la fe: “Defended la auténtica doctrina contra los silencios sospechosos, las ambigüedades engañosas, las reducciones mutiladoras, las relecturas subjetivas, las desviaciones que amenazan la integridad y la pureza de la fe”.

La Virgen María nos enseña a creer siempre con sencillez, confianza y sin vacilaciones; sin dudas en la palabra de Dios: Hay cielo, infierno y purgatorio. Nuestra Madre, nos lo recordó en Fátima.

Manuel Martínez Cano, mCR