1. Humanismo divinizador.

Son más importantes las reducciones de Dios al hombre en que entra una «divinización» del hombre, y no sólo su emancipación. Esta reducción es la única que merece de verdad ese nombre tan manoseado en los últimos decenios de Humanismo ateo.

Feuerbach: la «liberación» del hombre enajenado en «Dios».guerra campos 5

La primera presentación de este humanismo ateo se atribuye a Feuerbach, contemporáneo de Marx, y uno de los ascritos a la «Izquierda» de Hegel.[1] Según Feuerbach, el hombre, débil frente a las fuerzas de la Naturaleza en virtud de la ignorancia primitiva; sometido a la opresión de las fuerzas sociales en virtud de la prepotencia o del desorden de la organización, sintiéndose incapaz de realizar por sí mismo sus deseos, proyecta ilusoriamente en «Otro» lo que querría ser, proyecta en Otro el poder y la autoridad: él se queda en una parálisis inoperante en actitud de sumisión, satisfecho con consuelos evasivos. Es su «alienación»: por impotencia o por falta de decisión para realizar sus aspiraciones, el hombre se enajena en Otro. Si esto es así; el hombre por el camino del cono-cimiento: y por el camino de la decisión y la lucha debe descubrir que él puede ser todo 10 que querría ser y, por tanto, debe recobrar para sí mismo todos los atributos enajenados en «Dios». Es decir, debe descubrir que «Dios» es él mismo.

Al reabsorber de esta manera los valores «divinos», se realizan en un orden puramente humano los valores de la Religión. De ahí que en una primera fase, aunque ahora parezca difícil entenderlo, este planteamiento del tema de la Religión con exclusión de Dios no fuese tomado como una situación negativa o de vacío penoso, que hubiera que aceptar con resignación. No; mientras otras formas de ateísmo «negativo» pueden traducirse en una resignación estoica ante lo inevitable, la que reseñamos fue alzada como una bandera estimulante, que despertó en algunos un sentimiento exultante de liberación. En definitiva, lo humano se transformó en «religioso»: todos los caracteres de la esperanza, la ilusión, el entusiasmo, la capacidad de consuelo, atribuidos a la Religión, se suponía que iban a realizarse en el marco mismo del hombre. Así se entiende una frase del colega de Marx, Engels, hablando del libro sobre la «Esencia de la Religión» de Feuerbach: «Es necesario haber probado uno mismo la acción liberadora de este libro para hacerse una idea. El entusiasmo fue general; momentáneamente todos nos hicimos feuerbachianos». (Momentáneamente: porque Marx y Engels parten de Feuerbach para rebasarlo, aunque sin apartarse de su dirección).

Esta autonomía liberadora connota en su modo de ponerse ante el vacío de Dios una tonalidad que hace que -aun siendo sustancialmente la misma actitud de fondo-no podamos identificarla con la que registraba en el siglo XVII Pascal, al presentarnos aquel tipo de hombre independiente, que «ha sacudido el yugo y no cree que exista un Dios que esté velando sobre sus acciones, y se considera como el único señor de su propia conducta, y piensa que no tiene que rendir cuentas a nadie más que a sí mismo».[2] Esta es la emancipación del «libertino»: lo otro es algo más: es una emancipación «divinizante».

Ateísmo político y su forma marxista.

Partiendo de esta imaginaria reabsorción de lo divino en el hombre y la consiguiente divinización del hombre, a lo largo del siglo XIX se han desplegado, en formas muy distintas, pero coincidentes en el fondo, dos tipos de humanismo ateo: un humanismo de índole social-política y un humanismo decididamente individual.

Para el humanismo de tipo social-político, Dios es la eficacia histórica; le estorban la «interioridad» y el «más allá» porque estima que frenan la acción. Es precisamente el ateísmo de Marx y de Engels,[3] aunque no son sus únicos representantes. Marx y Engels, partiendo de Feuerbach, lo corrigen, quizá para ajustarlo más a la estructura del pensamiento de Hegel (31)[4]. El esquema, sin embargo, es el mismo de Feuerbach. Creo que sin deformación podemos resumirlo diciendo: El hombre no es el hombre individual, del que habla Feuerbach; el hombre existe únicamente en el marco de las relaciones económicas y sociales. Y es en este marco donde sufre alienación. La primera alienación no es religiosa; es económica y social y política: porque el hombre no tiene dominio pleno sobre la Naturaleza y sus bienes, porque está sometido a presión de otros hombres, porque hay división de clases, porque el Estado no representa el bien común, sino el de una clase, etcétera. Luego ese estado de opresión del hombre, de falta de disfrute pleno de la propia libertad y de la propia capacidad creadora, se refleja ilusoriamente en la alienación religiosa. No es el hombre individual el que se proyecta ilusoriamente sobre Dios; es el hombre en virtud de los fallos de la estructura económica social.

Por consiguiente, como las aspiraciones y las leyes de la vida económico-social son las únicas con contenido propio, y las manifestaciones religiosas no son más que un derivado, un reflejo ilusorio O un espejismo deformante, cuando se realice en el orden económico-social la armonía deseable y el hombre se sienta plenamente integrado y sus relaciones, respecto a los bienes de la Naturaleza y respecto a los demás, sean satisfactorias, entonces lo religioso se desvanecerá por sí mismo; no hace falta perseguirlo ni expulsarlo. Y quede claro que esta afirmación, clave del marxismo, es exactamente la misma en los años cuarenta o cincuenta del siglo XIX, cuando se formuló, que ahora en que un sector de los marxistas contemporáneos han renunciado en parte a la acusación que calificaba a la Religión como opio del pueblo y reconoce su posibilidad de ser fermento, su capacidad de promover la justicia o la solidaridad social; los verdaderos marxistas siguen pensando que el aprovechamiento transitorio de la Religión en la transformación de la sociedad con-tribuirá al «suicidio» de aquella, es decir, a crear unas condiciones en que los residuos de la interpretación religiosa no tengan ya razón de ser y su desvanecimiento sea espontáneo. La sociedad futura, por tanto, que será una sociedad no alienante, en la que los intereses de cada uno coincidirán paradisíacamente con los intereses comunes, no dejará espacio para la referencia trascendente que saca al hombre fuera de su marco, el único que tiene: el contexto económico-social.[5]

Ateísmo-Hoy
José Guerra Campos
Obispo de Cuenca
Fe Católica-Ediciones, Madrid, 1978

[1] L. FEUERBACH, Das Wesen des Christentums, Leipzig, 1841; Vorlesungen über das Wesen der Religion, 1851.

«La religión es la actitud del hombre para con su ser -en eso reside su verdad y fuerza moral salvadora-; pero para con su ser, no como el suyo, sino como otro ser distinto de él y aun opuesto, y ahí reside su falta de verdad, sus límites, en contradicción con la razón y con la moraL ..» (FEUERBACH, La esencia del Cristianismo, cap. 21: texto en la obra de C. Fernández citada en la nota 20, núm. 1298). «El amor al hombre no debe ser un amor derivado, hay que hacerlo un amor original… Si el ser del hombre es el ser supremo del hombre, también

en el orden práctico la ley suprema y primera debe ser el amor del hombre al hombre: Homo homini Deus esto (Ibídem, cap. 27: FERNÁNDEZ, núm. 1302).

[2] «Qu’il a secoué le joug, qu’il ne croit pas qu’il y ait un Dieu qui veille sur ses actions, qu’il se considere comme seul maitre de sa conduite, et qu’il ne pense en rendre compte qu’a soi-meme…» (B. PASCAL, Pensées sur la Religion et sur quelques autres sujets, Ed. Lafuma, Delmas, Paris-Bordeaux, 1952: núm. 11, p. 104).

[3] Ver en la Bibliografía final las obras sobre el marxismo. La posición de Carlos Marx sobre la Religión aparece esparcida en distintas obras suyas, algunas en colaboración con Engels, especialmente: La tesis Diferencia de la filosofía de la naturaleza de Demócrito y de Epicuro, 1841; Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, 1843; La cuestión judía, 1843; La ideología alemana, 1845-46; La Sagrada Familia, 1845; Manuscritos económico-filosóficos, 1844. Todas publicadas en la edición general (Mega) K. Marx und F. Engels, Historisch-Kritische Gesamtaus-gabe, del Instituto Marx-Engels de Moscú, 1927 y ss. Otras ediciones, en J. Calvez (cf. Bibliogr. final), p. 719 ss. Traducciones españolas en: T. URDÁNOZ, Historia de la Filosofía, t. V (BAC, Madrid, 1975), p. 78, nota 16.

LENIN, Sulla religione, Edizioni di coltura sociale-Bruxelles Feltrinelli Reprint-Milán.

Algunos textos de Marx pueden verse en la obra de C. FERNÁNDEZ, citada en la nota 20, núm. 1356-1424.

[4] A. del NOCE sostiene que el ateísmo de Marx, más que seguimiento de Feuerbach, es reafirmación de una posición hegeliana contra Feuerbach (ll problema del ateismo, ed. Il Mulino, 1964, p. CXXXI ss.)

[5] «La superación de la religión como la dicha ilusoria del pueblo es la exigencia de su dicha real. Exigir sobreponerse a las ilusiones acerca de un estado de cosas vale tanto como exigir que se abandone un estado de cosas que necesita de ilusiones» (MARX, en su Crítica de la Filosofía del derecho de Hegel, Introducción).

Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II, entre los deseqUIlibrios que fatigan al mundo moderno señala: «Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación de la humanidad y abrigan el convencimiento de que el futuro reino del hombre sobre la tierra saciará plenamente todos sus deseos» (n. 10).