Lpadre canoas almas detenidas en el Purgatorio no pueden hacer méritos delate de Dios para abreviar su pena; tampoco pueden pecar. Son atormentadas con penas gravísimas de sentido y sufren, sobre todo, por el retraso o dilación de su entrada en la eterna felicidad del Cielo. En el purgatorio, las almas sufren la pena de daño y la pena de sentido. La pena de daño, porque las almas ven retrasada la visión intuitiva de Dios. Y la pena de sentido, en cuanto “son atormentadas con fuego temporalmente” (Clemente VI).

La Iglesia no ha enseñado cuánto tiempo duran las penas del purgatorio. Parece cosa cierta que no durarán más allá del juicio universal. El Segundo Concilio de Lión, después de definir la existencia del purgatorio, dice: “Para alivio de esas penas les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, a saber, los sacrificios de las misas, las oraciones y limosnas, y otros oficios de piedad que… unos fieles acostumbran hacer a favor de otros”.

“Obra santa y piadosa es orar por los muertos… para que sean absueltos de sus pecados” (2 Mac 12, 43). San Agustín, dice: “No debe ponerse en duda de que estas cosas aprovechan a los difuntos”.

La doctrina de la Comunión de los Santos, nos dice que la Iglesia triunfante, la purgante y la militante, estamos unidos por el vínculo de la caridad y podemos ayudarnos unos a otros en el orden sobrenatural. Ayudemos a las benditas almas del purgatorio: “El purgatorio es una buena balanza para pesar el pecado venial. Hay en él penas más insoportables que las que pasó Jesucristo en su flagelación, coronación de espinas y en su cruz” (San Juan de Ávila).

“Pluguiese a su Majestad temiéramos a quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir mayor daño de un pecado venial que todo el infierno junto, pues ello es así” (Santa Teresa de Jesús)

Quizás hemos olvidado que el pecado venial es una ofensa a Dios y jamás hay motivo alguno para ofender a nuestro Padre del Cielo: “No es lícito cometer ningún pecado venial, aunque con esto pudieres salvar a todos los hombres y sacar del infierno a todos los condenados y libertar a todas las almas de las penas del purgatorio. Es peor mal un solo pecado venial que la destrucción del orbe entero, que la pérdida de todos los hombres y de todos los ángeles y santos, porque todos estos males son finitos, son males de miniatura, y el pecado, aunque leve, es una ofensa a Dios que es Bien infinito” (San Enrique de Ossó)

Manuel Martínez Cano, mCR