240px-Leo_XIII«Muchos obispos han interrogado a esta Congregación sobre la obligación y el sentido del Canon 2335 del Código de Derecho Canónico que prohibe a los católicos, bajo pena de excomunión, formar parte de la Franc-masonería o de otras asociaciones del mismo género.

Durante el largo examen que se ha hecho sobre esta cuestión, la Santa Sede ha consultado frecuentemente con las Conferencias Episcopales particularmente interesadas por este problema a fin de conocer mejor la naturaleza y la actividad de estas asociaciones, así como la opinión de los obispos.

Sin embargo, la gran diferencia de 1as respuestas que reflejan las diversas situaciones de cada país, no ha permitido a la Santa Sede cambiar la legislación general hasta ahora en vigor (excomunión). Esto permanece, pues, vigente hasta que sea publicado por la comisión competente, el nuevo derecho canónico».

(Carta de la Congregación de la Fe, dirigida por su prefecto, cardenal Seper, al cardenal Krol, presidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos. 19-7-1974, Pontificado de Pablo VI).,

«En fecha 19 de julio de 1974 esta Congregación (de la Doctrina de la Fe) escribió a algunas congregaciones episcopales una carta reservada sobre la interpretación del Canon 2335 del Código de Derecho Canónico, que prohibe a los católicos, bajo pena de excomunión, inscribirse a las asociaciones masónicas y semejantes.

Puesto que esta carta, ya de dominio público, ha dado lugar a interpretaciones erróneas y tendenciosas, esta Congregación, sin querer prejuzgar las eventuales disposiciones del nuevo Código confirma y previsa lo siguiente:

1º La actual disciplina canónica no ha sido modificada en modo alguno y permanece en todo su vigor.

2º La excomunión no ha sido por tanto abrogada, como tampoco las otras penas previstas».

(17-2-1981, Pontificado de Juan Pablo II).

Después de seis años de diálogo con las logias masónicas, la Conferencia Episcopal Alemana, manifestó públicamente el 28 de abril de 1980: «La masonería no ha cambiado en su esencia, por lo que pertenecer a ella pone en cuestión los fundamentos de la existencia cristiana».

«No ha cambiado la opinión de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, puesto que sus principios siempre fueron considerados irreconciliables con la doctrina de la Iglesia, y por ello sigue estando prohibido afiliarse a ellas. Los fieles que pertenezcan a las asociaciones masónicas están en pecado grave y no pueden tener acceso a la Santa Comunión».

(Congregación para la Doctrina de la Fe, 26-11-1983; Pontificado de Juan Pablo 11).

El día 23 de noviembre de 1983 entra en vigor el Nuevo Código de Derecho Canónico en el que no se menciona la masonería; sin embargo, el Canon 1374 sentencia: «Quien da su nombre a una asociación que maquina contra la Iglesia, sea castigado con justa pena; y el que promueve o dirige una de esas asociaciones, sea castigado con entredicho».

El cardenal Ratzinger, prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, manifestó que la omisión de la masonería en el Nuevo Derecho Canónico obedecía a criterios redaccionales en cuanto que la masonería estaba comprendida entre las asociaciones que maquinan contra la Iglesia: «Por tanto inmutable el juicio negativo de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, dado que sus principios han sido siempre inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por tanto la inscripción en las mismas sigue estando prohibida».

Históricamente, ¿tiene algún fundamento la opinión de los que creen que la masonería influye en los destinos de las naciones?

La enseñanza de la Iglesia reiterada y continuamente lo reafirma. Es mucha petulancia que alguien blasone de tener mejor documentación que la Santa Sede sobre estas materias. Incluso políticos no católicos lo confiesan. Disraeli, primer ministro inglés en 1844, decía: «El mundo está conducido por personajes muy diferentes de los que imaginan aquellos cuyos ojos no penetran en los entretelones». Rathenau, a la cabeza de la Rep6blica Alemana cuando la I Guerra Mundial, confesaba: «Los Estados, aun la Corona misma de Inglaterra, no son los dueños de sus destinos. Poderes que nos escapan maniobran, en mi país como en otras partes, intereses particulares y un ideal espantoso». El Boletín del Supremo Consejo del Grado, a raíz de la proclamación de la República en España, en 1931, saluda así al nuevo régimen: “La nueva República nace libre de todo pecado, y con la enorme fuerza de todas las virtudes civiles. Podemos decir que es la imagen perfecta, modelada por dulces manos, de nuestras doctrinas y principios. No es posible realizar una revolución política más perfectamente masónica que la Revolución española».

(Catecismo Social).

¿Ha influido la masonería en España desde 1936? Monseñor Zacarías de Vizcarra, obispo consiliario de la Acción Católica, escribió así: «Sabemos que la inmensa mayoría de los diputados que integraban el Parlamento del período anterior al Levantamiento Nacional eran, por confesión propia, hecha en sesión pública, masones… Como es notorio, antes de terminar el primer año de la guerra, la masonería internacional previó la derrota del bando rojo, y comenzó a preparar la manera de robar su victoria a la Cruzada nacional… En efecto, la masonería buscó astutamente entre los mismos combatientes de la zona antimarxista colaboradores peores que ella, en el sentido de que eran más eficaces que ella para realizar sus propósitos, maniobró hábilmente, con el pretexto de fomentar la unión y convivencia de todos los españoles… Personas prestigiosas y fidedignas que se encontraban en Salamanca, en 1937, pudieron leer y copiar las consignas de la masonería internacional, dictadas por entonces desde París y divulgadas secretamente entre los elementos masónicos emboscados en la zona nacional. Sus tres puntos principales eran: A) Trabajar primeramente para lograr un armisticio entre las dos Españas en1ucha… B) Cuidar de ir borrando el signo católico que ostentaba la España Nacional. C) Valerse de la táctica de exaltar en toda ocasión los valores intelectuales no católicos»

(Ecclesia”, 20-II-19594).