ATEÍSMO COMO REDUCCIÓN DE DIOS AL HOMBRE
La tercera gran línea de formas de ateísmo está determinada por la reducción de Dios al hombre, o humanismo ateo. Este ateísmo por reducción de Dios al hombre, que se formula en el siglo XIX, especialmente después de Hegel, rehúye el planteamiento de los ateísmos de negación, que daban una solución a un problema; el humanismo ateo’ trata de hacer cesar en su raíz el problema, suponiendo que no hace falta resolver nada en relación con el «problema de Dios», porque «Dios» no es más que una proyección ideal e ilegítima del hombre mismo. Dios es el hombre. La referencia a Dios es una alienación e incluso -sin confundir las acepciones de esta palabra-es una enfermedad mental. El problema será devolver al hombre lo que el hombre ha atribuido antes a un pseudo-Dios.
He anticipado que esta reducción de Dios (de las ideas acerca de Dios o de las esperanzas relacionadas con Dios) al hombre sigue dos caminos diferentes: uno no es más que una reducción explicativa; otro, más significativo en nuestro tiempo, es la reducción divinizadora del hombre.
- Reducción explicativa.
La reducción explicativa trata de mostrar que todo lo que decimos acerca de Dios es un lenguaje cuyo objeto está constituido exclusivamente por fenómenos humanos (pensamientos, actitudes, reacciones) no religiosos, a los que hay que desnudar de cualquier sublimación real y a los que no se atribuye la dimensión transformadora o creadora con que otros ateísmos exaltan el humanismo. Sin detenemos mucho, por su menor vigencia, baste aludir a dos tipos clásicos de reducción explicativa, que aún sobreviven: el sociologista y el psicologista.
Tipo sociologista.
Según la reducción sociologista, «Dios» sería el modo de nombrar, en formas arcaicas más o menos míticas, la única realidad que merece ser objeto de nuestro interés en el tiempo de la Ciencia: la Humanidad. Una vez que hemos llegado a la madurez racional, descubrimos que el contenido real de los antiguos conceptos teológicos es la Humanidad. La Humanidad es algo superior al hombre individual; en esa superioridad es donde se realizan los valores de sumisión, dependencia, esperanza, etc., que antes se proyectaban en Dios. En un momento de entusiasmo romántico, el famosísimo positivista francés Augusto Comte (primera mitad del siglo XIX) propuso transferir, tal cual, todo el sistema del culto católico al culto de la Humanidad, conservado como expresión progresiva de los grandes ideales del hombre ante el futuro[1].
Con menos entusiasmo pero en la misma dirección explicativa se manifestaron después autores como Durkheim y Levy-Bruhl, para los cuales «Dios» es la personificación de los ideales de la sociedad y de la fuerza característica de ,la sociedad, en cuanto se distingue de los individuos y aun de la suma de los individuos, y que tiene prioridad sobre ellos. Todos los ingredientes de la religiosidad se explicarían fácilmente trasvasándolos a esta nueva perspectiva [2]
Tipo psicologista.
Semejante es el funcionamiento explicativo de las formas psicologistas del ateísmo. Las ideas y sentimientos religiosos no tendrían ningún contenido real propio, no serían más que proyección transfigurada de otra clase de ideas y sentimientos originalmente no religiosos[3]. (Ahí se inserta la visión atea del psicoanálisis freudiano, de la que quedan algunos residuos, aunque es notorio que el ateísmo personal de Freud era independiente del Psicoanálisis[4], y la inmensa mayoría de los seguidores de Freud -no pocos, creyentes-coinciden en rechazar la asociación del psicoanálisis con el ateísmo). El encandilamiento que suscitó el descubrimiento del «subconsciente» sólo es comparable, en cuanto a capacidad de contagio, con la interpretación instintivamente atea de la hipótesis de la evolución universal. Sencillamente bastaba con citar esta teoría de la evolución, bastaba con citar el juego de las fuerzas del subconsciente, para suponer que se había aportado la explicación inmanente de todo.
¿Será necesario aludir a una de las famosas tesis freudianas sobre la libido infantil generadora simultáneamente de afecto y de odio hacia el padre, trasplantada luego, como interpretación, a los orígenes o estadio «infantil» de la colectividad humana, implicando como consecuencia la occisión original del padre y la comunión totémica con el padre, creyendo ver en ese complejo de Edipo la explicación de todos los entresijos de la religiosidad? Pues tal es un modo de intentar reducir «Dios» al hombre. La religión -dice Freud-«descansa sobre la impotencia infantil del género humano». «Está relacionada biológica-mente con el prolongado desamparo y continua necesidad de asistencia que sufre el hombre de niño». «El dios personal no es psicológicamente otra cosa que un padre transfigurado».
Todas las formas de psicologismo que hacen de una descripción una interpretación causal son de poca consistencia y demasiado superficiales; pero ahí están.[5]
Ateísmo-Hoy
José Guerra Campos
Obispo de Cuenca
Fe Católica-Ediciones, Madrid, 1978
[1] A. COMTE, Systeme de Politique posltwe ou Traité de Sociologie, instituant la Religion de l’Humanité, Paris, 1851-1854; Catéchisme positiviste, Paris, 1852.
[2] E. DURKHEIM, Les formes élémentaires de la vie religieuse, 1912. LEVy-BRUHL, La morale et la science des m:murs, 1927 (9 ed.); Le surnaturel et la Nature dans la mentalité primitive, 1931.
[3] «Creo que la concepción mitológica del mundo, alma hasta de las• más modernas religiones, en gran parte no es más que una psicología proyectada en el mundo exterior» (FREUD, en Psicopatología de la vida cotidiana, cit. en A. PLÉ -ef. nota 27
[4] Freud aclara que su postura contra el valor real de la religión es anterior e independiente del descubrimiento del psicoanálisis. «El psicoanálisis en sí -dice-no es ni religioso ni irreligioso. Es un instrumento que no toma partido; pueden usar de él religiosos y seglares, siempre que sea únicamente al servicio de seres enfermos para liberarles de sus sufrimientos» (Carta al Pastor P:tister, p. 127 de la obra de PIé). Sobre Freud, cf. Albert PLÉ, Freud y la Religión, ed. española, BAC minor, Madrid, 1969, con un estudio introductorio de J. ROF CARBALLO sobre Psicoanálisis y Religión; P. RICOEUR, De l’interpretation: essai sur Freud, Ed. du Seuil, Paris, 1965. Revisión de la psicoterapia: J. J. LÓPEz IBOR, La agonía del Psicoanálisis, Espasa-Calpe, Colección Austral, núm. 1304, Madrid, 1961 (3.a ed.). (He visto citado -no he visto la obra- a M. GARcfA, Freud o la irreligiosidad imposible, Ed. Verbo Divino, Estella, 1976).
[5] Los textos freudianos transcritos están en la obra de A. PLÉ (citada en la nota 27), págs. 105-106 y 129.
Sobre la tentación de las «interpretaciones reductoras» en el campo de la biología y la psicología, observaciones del Dr. RoF CARBALLO en el Estudio Introductorio citado en la nota 27 (especialmente las páginas 26-39): Esas interpretaciones encubren perezas o falsas seguridades, a costa de olvidar 10 mucho que se ignora. Son efecto de un «cientismo» simplificador, con pretensiones de explicación absoluta, difundido entre «científicos» que no reconocen los límites y el verdadero alcance de su propio saber, y por tanto son un obstáculo para el progreso de la Ciencia. En nombre de ésta circulan a veces «concepciones del mundo» sobre datos incompletos o tergiversados.