palbaOs escribo estas letras desde Loyola, desde la Casa Santuario, pues aunque es verdad que las redacto ahora en mi despacho, las concebí en Loyola, meditando en aquel santo lugar, durante la reciente peregrinación para el Jubileo del Año Santo Ignaciano.

Es impresionante celebrar una Santa Misa, en la cámara en la que se reponía San Ignacio, hoy convertida en la Capilla de la conversión. Allí donde “se entregó a Dios !higo de Loyola” y donde se le apareció la Santísima Virgen María, para llamarle al servicio de su Santísimo Hijo. Allí contempló a la Virgen San Ignacio “claramente por espacio notable, con una consolación excesiva”, que le duró toda la vida. Esa capilla es uno de los lugares más santos de la Cristiandad, En aquella estancia, María “visitó” a su hijo convaleciente lñigo de Loyola. De aquella estancia, por la acción de María, nació el hombre nuevo, Ignacio de Loyola, Patriarca de la Iglesia de la Contrarreforma, y de los tiempos modernos. Con San Ignacio, recibirá la Santa Iglesia, no solamente una ayuda inapreciable para su restauración interior, la verdadera autorreforma, por la que respiraba lo más santo de la Cristiandad, sino que con San Ignacio se había de marcar la raya divisoria de la separación de la iglesia de la llamada “modernidad”, que no es otra cosa que la anti-cristiandad, hasta nuestros días.

Esa anticristiandad es el subjetivismo religioso, filosófico y moral, Es la religión humanista, autónoma, sin María. San Ignacio será la norma viva del apego a la Tradición, al magisterio tradicional de la Iglesia, y siempre de la mano de María.

En sus primeros pasos de la convalecencia, caminaba a la cercana ermita de Nuestra Señora de Olatz. Después caminará a Aránzazu. Después caminará a Montserrat. Caminará a Nuestra Señora de la Salud de Viladordis, en Manresa. Caminará a Nuestra Señora de los Mártires, donde nacerá la Compañía de Jesús, Y como premio a su caminar a la Virgen, se quedará con la Virgen del Camino, Nuestra Señora de la Estrada, que será su compañía en Roma, hasta su muerte, Sin la Santísima Virgen no se puede entender a San Ignacio, Es la Virgen María la que hace a San Ignacio el soldado y amigo fiel de su Hijo divino, Esa protección especialísima de María y ese amor distinguidísimo de San Ignacio hacia Elia, realiza la maravilla de ver que San Ignacio desde el momento de su conversión, no tiene ya la más mínima cesión con la “modernidad” y el espíritu mundano, disfrazado de la expresión ambigua de “modernidad”.

¿Somos lo suficiente amadores de María, como para vivir lejos de la modernidad?

¿A qué es debido que tantos cristianos, también de entre los nuestros, pese a haberlo oído tantas veces, se hacen sordos al llamamiento de la Virgen y siguen atados a la TV, a las modas inmodestas, a las costumbres mundanizantes?

Fallamos porque no está bastante María en todo ello. No somos ignacianos de la restauración católica; somos aficionados a que sean otros los decididos. Preferimos militar “moderadamente” en la atmósfera de la modernidad.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 152, junio de 1991