En resumen la historia es esta. El 15 de febrero de 1564 nace Galileo en Pisa. En 1603 funda la Academia de los Lincei. Los linces son animales que ven más que los demás. Esta es la presunción de todos los racionalistas. En enero de 1608 es llamado a Florencia por la gran duquesa de Toscana.
En este mismo año, Hans Lippershey, óptico de Middleburg, en Holanda construye el primer telescopio, cuya invención se atribuye erróneamente a Galileo. Lo que sí es cierto es que éste lo usará por primera vez para mirar al Cielo y descubrir rugosidades en la luna y manchas en el sol, escandalizando a todos los aristotélicos que creían que los cuerpos celestes no tenían defectos. Abundando en el tema del mal talante de Galileo, diremos que cuando Kepler se lo pidió prestado, se lo negó. (24)
El 7 de mayo Galileo escribe una carta de negociación con Florencia y el 10 de junio comienza a trabajar al servicio de los Médicis. El gran duque Cosimo II le nombra “Primario Matemático dello Studio di Pisa e Primario Matemático e Filósofo del Granduca di Toscanar”.
El día 12 de diciembre de 1613, la gran duquesa de Médicis, en un banquete florentino, reclama los servicios de Galileo para dirimir una cuestión que se había presentado durante la comida: la de la exactitud de la Biblia en sus referencias al movimiento de los astros. Concretamente se trataba de la detención del sol para facilitar la victoria de los israelitas mandados por Josué. (25)
Sólo cuando las discusiones geo y heliocentristas trascienden hasta el atrevimiento de los científicos para dar normas de interpretación de las Sagradas Escrituras es cuando interviene el tribunal eclesiástico. No es que la Iglesia abuse de su poder entrometiéndose en cuestiones científicas. Es que los científicos se aplican a cuestiones para las que no tienen competencia, ni por derecho ni por aptitudes.
Por este motivo el 19 de febrero de 1616 comienza el llamado primer proceso de Galileo, que terminará con una sencilla y amable amonestación.
El 23 se dicta sentencia, el 24 es leída a la asamblea de los cardenales miembros del tribunal de la Inquisición y el día 25 se lee al Papa Paulo V. Al día siguiente San Roberto Belarmino amonesta a Galileo para que abandone las teorías heliocéntricas. El día 5 de marzo aparece el decreto de la Congregación del Índice.
Hay un documento en los archivos vaticanos en los que puede leerse la prohibición de sostener y enseñar las doctrinas heliocéntricas con estas palabras: «quovis modo, teneat doceat aut defendat, verbo aut scriptis». (De ningún modo sostener, enseñar o defender, de palabra o por escrito). Las palabras “quovis modo» son importantes porque ellas significan que le queda prohibido también sostener el heliocentrismo como hipótesis de trabajo. Este documento es de escasa fiabilidad porque está en contradicción con una declaración del cardenal Belarmino en la que no se menciona ninguna prohibición de sostener defender o discutir la doctrina heliocéntrica:
“Nos, cardenal, Roberto, Belarmini, habiendo oído que es calumniosamente dicho que el Señor Galileo Galolei ha abjurado bajo nuestra autoridad y ha sido castigado con saludable penitencia, y habiendo sido requerido para establecer la verdad, declaro, por lo que Nos conocemos, que el susodicho Galileo no ha abjurado, ni bajo nuestra autoridad, ni bajo la autoridad de ninguna otra persona aquí en Roma o en ningún otro lugar, de cualquier opinión o doctrina sostenida por él, ni le ha sido impuesta saludable penitencia; sino que solamente le ha sido notificada la declaración hecha por el Santo Padre donde queda establecido que la doctrina atribuida a Copérnico, de que la Tierra se mueve alrededor del sol y que el sol está en reposo en el centro del Universo y no se mueve de este a oeste, es contraria a las Sagradas Escrituras y, por tanto, no puede ser defendida o sostenida. Como testimonio de lo cual, Nos, hemos escrito y firmado de propia mano la presente declaración a veintiséis de mayo de 1616″.
Existe además una carta del mismo cardenal Belarmino a Pablo Antonio Foscarini, Provincial de los Carmelitas, en la que Galileo es alabado por su prudencia al tratar el heliocentrismo como mera hipótesis de trabajo, lo cual no sería loable si se le hubiera prohibido discutirla “quovis modo”.
En agosto de 1623 sube al pontificado el cardenal Maffeo Berberini, amigo de infancia de Galileo, con el nombre de Urbano VIII. En octubre, la academia «dei Lincei» regala el primer ejemplar del «Saggiatore» (El Ensayador de metales preciosos con la balanza de precisión), aparecido en 1622 como manifiesto de una escuela, a Urbano VIII.
A fines de 1629 el Diálogo (“Dialogo di Galileo Galilei dove si discorre sopra i due massimi sistemi del mondo tolemaico e copernicano, proponendo indeterminatamente la regione filosofiche e naturalí, tanto per l’une quanto per l’altra parte”) está completamente redactado y minuciosamente corregido. El 18 de mayo de 1630 Galileo es recibido por Urbano VIII, quien anima a Galileo a publicar el Diálogo, con tal de defender su teoría a modo de hipótesis de trabajo.
El racionalismo, ignorante y simplista, interpreta modernamente ese tomar como hipótesis de trabajo, como una especie de aceptación forzosa y moderada de una realidad que se impone por los hechos, pero verdaderamente se trata del mejor consejo que se puede dar sobre la manera de utilizar, todas las teorías fisicomatemáticas. Los que defendían que en realidad el sol estaba fijo se equivocaban, y adquirieron hábitos de pensamiento que han sido un verdadero lastre para la aceptación de la física moderna. Todas las teorías fisicomatemáticas son, en realidad, meras hipótesis de trabajo, y el heliocentrismo es una de ellas. Nadie cree hoy que realmente el sol ocupe el centro del universo y que esté inmóvil en él. Además, después de la relatividad de Einstein, todos aceptan que no hay sistema de referencia que pueda considerarse ligado a un espacio fijo absoluto. (26)
Es notable que el más famoso filósofo de la ciencia de nuestros días, Karl Popper, pretenda basar toda su filosofía en el supuesto de que todas, absolutamente todas, las hipótesis deben ser tomadas como hipótesis falseables. Los que corean a este extremista no tienen derecho a recriminar a la Iglesia que aconsejara tomar como hipótesis de trabajo una teoría.
Para que el Diálogo sea publicado falta el permiso de Roma. Una peste impide que un ejemplar llegue allí. En Florencia se dice que el Diálogo ha sido enviado a Roma, y en septiembre de 1630 se concede el imprimatur florentino. El diálogo aparece el 21 de febrero de 1632.
Discurre en cuatro jornadas y los personajes son: Salviati, que defiende la posición copernicana; Sagredo que es un semplice ascoltatore y Simplicio (del que hasta el nombre quiere sugerir que es tonto) que es el antagonista de Salviati. Contiene un prólogo que le modera en el mismo sentido que lo hizo el prólogo de Osiander al «De Revolutionibus».
El 21 de julio, Riccardi, ordena al inquisidor florentino la confiscación de los ejemplares del Diálogo y la prohibición de su venta. Los enemigos de Galileo han convencido a Urbano VIII de que Galileo le representa en su personaje Simplicio, precisamente en las frases en que afirma reiteradamente que la nueva teoría hay que tomarla como hipótesis de trabajo. Si el que insiste en que hay que tomar la nueva teoría sólo como hipótesis es el personaje aristotélico, que evita de esta manera verse forzado a admitir la realidad que se impone, es que el libro trata de demostrar que el heliocentrismo expresa la realidad de las cosas, contra el consejo de la Iglesia. Insisto en que esta manera de pensar constituye la rémora que impide entender la física moderna.
El 1 de octubre, Galileo es requerido en Roma en el plazo de un mes. El día 13, Galileo, solicita del cardenal Berberini, por razones de salud, quedarse en Florencia y redactar su defensa por escrito. Le es denegado.
El 12 de abril de 1633, Galileo, se presenta al comisario de la Inquisición en Roma. En el primer interrogatorio se le pregunta:
- Por qué, habiendo prometido en 1616 no divulgar sus teorías, ha publicado el Diálogo.
- Por qué al pedir el imprimatur no presentó el decreto del proceso de 1616. (Nótese que nada se juzga de la verdad, falsedad, uso e interpretación del heliocentrismo).
Se le juzga por desobediente, y lo que se le mandaba ciertamente un buen consejo: no hablar más del tema. La Iglesia es infalible cuando enseña, tanto si lo hace definiendo como anatematizando, pero podría no serlo cuando calla, sin decidirse entre dos opciones, o cuando manda callar, tanto a los que defienden una opción verdadera como a los que defienden la falsa, aunque en este caso no falló tampoco mandando callar. No se puede zanjar el problema del juicio de Galileo diciendo que era un simple problema de obediencia. Hay que darse cuenta de que en realidad es mejor obedecer el mandato de tomar las teorías científicas como hipótesis de trabajo.
El 22 de junio se dicta sentencia condenatoria. Galileo pasará el resto de sus días encarcelado. Esto no significa que vivió en una celda lúgubre y tenebrosa a pan yagua. De hecho un simple decreto convertía cualquier palacio en cárcel pontificia, lo que le permitía incluso cambiar de residencia cuando le interesaba. Con todo, a Galileo, que se tenía por ferviente católico, le ocasionó un profundo disgusto.
Concretamente Galileo cumplió su condena en los siguientes lugares: el día 23 de junio, fue enviado por el Papa al palacio de la embajada del Gran Duque que le sirvió de primera cárcel. Después se le concedió residir en Siena, en casa de su discípulo y admirador el arzobispo Piccolomini y, finalmente, el 1 de diciembre, obtuvo permiso para volver a su villa “il Gioiello» junto al monasterio de San Mateo de Arcetri, cerca de Florencia, donde siguió sus trabajos de mecánica y astronomía.
Notas
24 F. NICOLAU. «Origen i estructura de l’univers». p 41. Terra Nostra. Barcelona, 1985.
25 Josué 10, 12.
26 «El caso Galileo y el ateísmo moderno» ELSA HOERLER de CARBONELL Revista Cristiandad (Barcelona) nº 590-591.
