Ley natural
Toda persona humana tiene grabada en su corazón la ley natural que le advierte de lo que está bien y lo que está mal. “Haz el bien y evita el mal” es su primer principio.
La ley natural está resumida en los diez mandamientos de la ley de Dios: Ley positiva que Yahvé Dios entregó a Moisés en el monte Sinaí. Es el código más perfecto para que los hombres vivan en paz en la vida familiar, laboral y social.
El búnquer interior
Los niños levantan castillos de arena en la playa. Se entusiasman. Viene una ola y los destruye.
Los adultos solemos hacernos castillos de acero e nuestra imaginación que arrastra al entendimiento para buscar falsas razones que nos convencen de que lo imaginado es verdad.
Si con la gracia de Dios, no destruimos ese búnquer interior, viviremos en el error y no conoceremos nunca la verdad.
Quien niega la realidad, vive en la mentira. Y ya sabemos que Cristo dijo que Satanás es el padre de la mentira.
Bajo su bandera
Un cristiano no puede pertenecer a ninguna secta secreta que maquina contra la Iglesia, y no sólo a la masonería. Hay muchas sectas secretas que unen sus esfuerzos diabólicos para destruir la Iglesia de Cristo.
Vano intento, Jesús dijo que estaría con nosotros hasta el fin del mundo. Y en la Iglesia y en el mundo está.
Cristo está vivo y glorioso en la Eucaristía. Nos ve, nos oye y está contento y feliz cuando le visitan sus hermanos y sobre todo cuando lo recibimos en la comunión.
“¡No tengáis miedo!” nos dice el Señor. A militar bajo su bandera combatiendo los nobles combates de la fe por la salvación de las almas.
Genocidio
Se acusa a nuestra patria España, evangelizadora de la mitad del orbe que diría Marcelino Menéndez Pelayo, de haber realizado un genocidio en el Nuevo Mundo. ¡Mentira demoniaca! La Historia está ahí y ni marxistas, ni indigenistas, pueden cambiarla.
El genocidio permanente, más terrorífico de la historia lo están realizando las democracias modernas con sus abortos, eutanasias, manipulación de embriones. . . Democratistas e ideologitas, todos pasaremos por el justo juicio de Dios.
