Quisiera hablaros hoy de este volver a lo esencial, cuando estamos iniciando la peregrinación del Año Santo de la Misericordia, abierto por la Iglesia hace pocos días, y que representa para ella y para todos nosotros una fuerte llamada a la gratitud, a la conversión, a la renovación, a la penitencia y a la reconciliación.
En realidad, la Navidad es la fiesta de la infinita Misericordia de Dios, como dice san Agustín de Hipona: “¿Pudo haber mayor misericordia para los desdichados que la que hizo bajar del cielo al creador del cielo y revistió de un cuerpo terreno al creador de la tierra? Esa misericordia hizo igual a nosotros por la mortalidad al que desde la eternidad permanece igual al Padre; otorgó forma de siervo al señor del mundo, de modo que el pan mismo sintió hambre, la saciedad sed, la fortaleza se volvió débil, la salud fue herida y la vida murió. Y todo ello para saciar nuestra hambre, regar nuestra sequedad, consolar nuestra debilidad, extinguir la iniquidad e inflamar la caridad”.
Cardenal Gerhard Ludwig
Como sabemos, ese documento vino a clarificar algunas ideas que estaban circulando en algunos ambientes teológicos, en relación al carácter de las mismas, expresando que ellas existen para “el ejercicio conjunto de algunos actos del ministerio episcopal” (n. 3) y no en cuanto forma de ejercicio de una actividad colegial episcopal, que por su naturaleza misma corresponde a todo el colegio de los obispos, siempre con su Cabeza y nunca sin ella. Asimismo, quiso explicar que los documentos magisteriales sólo pueden existir o representar de algún modo a los obispos con el consentimiento unánime de todos y cada uno de ellos.
Cardenal Mauro Piacenza
¿Cómo podría Cristo amar a su Iglesia con un amor no virginal? ¿Cómo podría el sacerdote, alter Christus, ser esposo de la Iglesia de modo no virginal?
Cardenal Óscar Maradiaga
Los ejercicios espirituales son necesarios y debemos facilitar mucho los retiros espirituales. Un Cristo intelectual no convierte a nadie. El demonio sabe más teología que todos nosotros.
Cardenal Lorenzo Baldisseri
En el mundo de hoy la mujer está particularmente involucrada en la crisis de la familia. Sus talentos y cualidades han sido valorados y puesto en evidencia por las nuevas realidades que se han constituido en el mundo actual: una forma de revolución en el ámbito posmoderno que no tiene precedente y que ha producido efectos sumamente positivos. Al mismo tiempo, la mujer se ha empobrecido en otros aspectos tradicionales, como los del papel de madre, centro y corazón de la familia, porque, naturalmente, tuvo que dar espacio a la parte social, también con el riesgo, en algunos casos, de perder su identidad. Naturalmente, este fenómeno se da según la circunstancia, acontece de manera diferente en las distintas regiones del mundo, pero es progresivo, se verifica de forma exponencial también gracias a los medio de comunicación actuales. La mujer está hoy más expuesta y se le pide mucho más que en el pasado. También en las regiones en la que la mujer conserva su papel tradicional se abren horizontes en los que ella constituye un elemento relevante en la familia y en la sociedad. Al mismo tiempo es la mujer la que resulta sobrecargada. La Iglesia debe activar una pastoral apta para sostener a la persona y al mismo tiempo a la familia que, por estas causas, experimenta, de hecho, la ausencia de la mujer y una mayor fragilidad. Hay que decir, además, que hoy en día la mujer experimenta dificultades que pueden alcanzar formas de discriminación. La violencia contra las mujeres y su explotación son síntoma de una sociedad enferma que se empobrece y se desvaloriza, reduciendo a la mujer a la condición de simple objeto. La lucha emprendida por las mujeres para reivindicar los propios derechos no siempre ha dado los frutos esperados: en algunos contextos la mujer sigue estando todavía al margen de la sociedad y sufre injustas discriminaciones.
Arzobispo Vincenzo Paglia
Se suma que la filosofía o una dimensión del pensamiento ha dado espacio a aquel aire de omnipotencia que tiene el hombre. En definitiva, hay todo un aspecto relacionado con la exaltación del “yo”, un cierto individualismo que no está desvinculado de corrientes filosóficas o también teorías del “yo” como sujeto colectivo.
Arzobispo Juan José Omella
En el Antiguo Testamento, la primera manifestación de Dios al pueblo de Israel se revela a Moisés diciendo: “Yahveh, Yahveh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad” (Ex 34, 6). La misericordia es el primer atributo de Dios, seguido inmediatamente de la compasión. Es un Dios que se nos presenta desde la benevolencia, desde el amor y la ternura que muestra siempre el don gratuito, puesto que éste se expresa queriendo visceralmente, dándolo todo, ofreciéndolo todo, sin esperar nada a cambio. A lo largo del Antiguo Testamento hallamos muchas expresiones de la misericordia de Dios: en la compasión por todas las criaturas, en la acogida de quien ha pecado, proclamando que el amor misericordioso de Dios es para siempre.
