virgen-mariaIldefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

En su virginidad. -Penetra hoy en el corazón de la Santísima Virgen para que veas el gran espíritu de sacrificio que en él existe… Parece que no puede vivir sin sacrificio… Diríamos que Ella saborea el dolor como nosotros el goce. -Mira, por ejemplo, el sacrificio de su: honra, en la guarda secretísima de su virginidad. -Nadie sabe su voto… ni lo entiende… Él mismo San José lo ignoraría, que sabe que es esa la voluntad de Dios se abraza con el sacrificio que eso supondrá para Ella… Su esposo va a dudar de su, fidelidad…, de su virtud… ¿Podría esperar nada más humillante y mortificante para Ella que el pasar por infiel en la virtud que Ella más apreciaba? -Precisamente Ella, que era la Virgen de las vírgenes…, la que fue concebida inmaculada…, la que no tema la más mínima mancha, sino siempre estuvo llena de gracia, como se lo dijo el ángel, y ahora, ¿va a pasar por esa deshonra?

Lo más terrible del sacrificio, era que tenía en su mano la solución y una solución facilísima… Unas palabritas…, una pequeña explicación a San José de todo lo que ocurría… y todo quedaría satisfactoriamente arreglado. -Y, sin embargo, ve Ma­ría la ocasión de hacer un gran sacrificio y no la desperdicia; se arroja en brazos de Dios y calla… y espera sin defenderse ni salir por su honra. -¿Es así como tú obras?… ¿No sueles saltar en seguida y demostrar tu disgusto y enfado cuando te dicen algo?… ¿No te falta tiempo para defenderte y disculparte, siendo así que much.as veces no tienes razón y lo pones peor con tus disculpas?

Compara el espíritu de sacrificio de la virgen con el tuyo. -Mírala cómo acepta este sacrifico y cómo lo repite con el mismo gusto varias veces en su vida…, por ejemplo, en la Purificación…, en la vida ordinaria de Nazaret…, en Belén y en Egipto…, en casa y en el Templo… ¿No pasaba María a los ojos de los sacerdotes y a los de sus convecinos como una de tantas…, como una mujer vulgar…, como una madre ordinaria que tenía necesidad de purificarse y de que el sacerdote pidiese al Señor por Ella?

Cada uno de estos pasos renovaba en Ella su sacrificio… y siempre encontraba su corazón igualmente dispuesto… No huye…, no se asusta por el sacrificio, cualquiera que sea. -¡Ah, si siempre te encontrara con esta preparación la prueba que el Señor te envía!… Dios no quiere corazones divididos, ni sacrificios a medias… Confía tu honor y tu dicha a Dios, espera en Él, y aunque te pruebe, no temas… Contempla el sacrificio de Ma­ría y la verás salir del mismo, más grande…, más hermosa…, más digna a los ojos de Dios. Así también ocurrirá exactamente contigo si tienes ese amor y esa generosidad para el sacrificio como tu Madre…

En su maternidad. -Los hombres hubieran concebido la maternidad divina, rodeada de homenajes y respeto exterior…, de un esplendor y de una munificencia proporcionada a tal dignidad…, de delicias y consuelos interiores en el corazón de la Virgen…, y, no obstante, Dios quiere que en todo momento vaya acompañada del sacrificio. -Habra consuelos, alegrías y gracias y privilegios para su Madre cuales no podemos soñar ni concebir:…, pero tampoco llegamos a medir la profundidad de las penas…, la intensidad de los dolores que esa maternidad divina costaría a la Santísima Virgen. Dios hace sentir y gustar las delicias de su amor a medida I que va purificando a las almas, en las llamas del sacrificio… Ma­ría ve en su Hijo al mismo Hijo de Dios…, al Mesías libertador…, pero por eso mismo ve a la vez en Él, al «varón de dolores e ignominias»…, al «Cordero que se va a inmolar por la salvación de los hombres»… Ella comprende mejor que nadie todo el sentido terrible de las profecías… y abarca con su mirada maternal el porvenir que espera a su Hijo, conforme a los planes de la bondad divina.

Le ve nacer pobremente en Belén, le contempla amenazado de muerte en su cuna ya…, le acompaña en su huida como prófugo en país extraño…, le mira humilde y despreciado por los suyos en su misma patria… y así pasa treinta años amargando sus delicias maternales la espantosa espada de dolor que lleva atravesada en su corazón. –Ma­ría fue la Madre dolorosa toda su vida… La previsión que tuvo de sus sufrimientos, no la alivió de ellos, sino más bien se los acrecentó, prolongando en todos los instantes, su martirio incesante…

Antes de llegar la hora de la consumación del sacrificio, Ella, generosamente, se adelantaba a ofrecerlo al Señor… Así debes obrar tú también…, no esperes a que el Señor te quite o te arrebate algo que te pide en sacrificio…; adelántate voluntariamente ofréceselo al Señor… Un sacrificio obligado, aun cuando lo aceptes al llegar, no tiene tanto mérito como el sacrificio voluntario que se adelanta a desprenderse de lo que Dios quiere que le entregues. -Ma­ría sufre en la consumación del sacrificio…, pero ya antes se ha ofrecido sin limitación ninguna y se ha adelantado a dar a Dios en su corazón, lo que Él después va a exigirla…

En su mismo Hijo. -Ma­ría encuentra en su mismo Hijo, el motivo de sus mayores sufrimientos…, de sus sacrificios más grandes… -Es el mejor de los hijos, Jesús… sin embargo, cómo sufre con Él y por Él… -No te extrañes pues Jesús no ahorra sufrimientos a los que le siguen de cerca y le aman… ¡Qué sufrimiento proporciona a su Madre, cuando se queda en el Templo!… Ni siquiera se ocupa después de consolarla con muestras especiales de cariño… La dice, secamente que esa era la voluntad de su Padre y… nada más. -Sin embargo, a Ma­ría la basta…, no hay consuelo para Ella mayor como el saber que está haciendo la voluntad de Dios.

Y continúa el sacrificio aún mayor cuando se despide para la vida pública y deja su casa y a su Madre sola. ¡Qué soledad la de aquella casa sin Jesús!… Al comer…, al dormir…, al rezar…, en todos los momentos del día… ¿No se renovaría el sacrificio de la Virgen al quedarse sin su Hijo?… Y a esto, añade los dolores y sobresaltos con que desde lejos le acompaña. ¡Qué de privaciones continuamente para Ella, que tiene que contentarse con oír lo que dicen los demás de sus predicaciones…, de sus milagros y curaciones… de su simpatía arrebatadora!

Añade el sacrificio inmenso de la Pasión y muerte que ya has meditado en otra parte… Más costoso que el sacrificio de la propia vida, es el sacrificio y la pérdida de una persona amada. -Nadie ha amado como Ma­ría…, luego nadie ha hecho este sacrificio con tanta intensidad como Ella. -Finalmente, el sacrificio de la última despedida para subirse a los Cielos… Jesús se va y Ella se queda aquí, en este destierro, a seguir sufriendo…, a continuar el sacrificio…, a enseñarnos a nosotros prácticamente a «cumplir lo que en nosotros falta a la Pasión de Cristo»…, que es la aplicación de sus méritos, mediante nuestra incorporación a ÉL.; participando de su vida…, de su espíritu…, de su sacrificio…, de su amor a la expiación y a la reparación… ¿Son esos tus anhelos?…, trabajas por unirte como María con Cristo crucificado…, atormentado y lleno de dolores? -Pide a la Santísima Virgen este espíritu en que Ella rebosa de amor y de sufrimiento para poderte ofrecer como Cristo y con Cristo, como víctima de expiación por tus pecados y por los del mundo todo.- Trabaja, pues, por negarte a ti mismo en todo, por tomar muy generosamente cada día tu cruz… y así, en ella crucificado, seguir a Cristo y a su Madre, que también es tuya, en el camino del sacrificio.