Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 213, enero de 1997
Resumiendo lo tratado en las ocasiones anteriores podemos decir del pecado venial los cinco males que Produce en el alma:
- Manchan el alma afeando su hermosura y haciéndola no del todo desagradable a Dios, pero si menos grata a sus ojos.
- Disminuyen el fervor en la consecución de la perfección, como se aminora la fuerza de la hoguera, cuando arrojarnos agua sobre ella.
- Se debilitan las fuerzas del espíritu para el bien, como se debilita la salud con malestares físicos o fiebres de infecciones.
- Nos privan de los favores y gracias que Dios nos comunicaría si no tuviésemos esos defectos consentidos y así como al perder la confianza en alguna persona a la que descubrirnos insincera en la ocasión que esperábamos de ella una actitud de verdad, Dios Nuestro Señor, se ve impedido de comunicar la abundancia de sus gracias al alma que se contenta con la mediocridad de no luchar contra el pecado venial.
- Finalmente, la estancia en el purgatorio se hace más dilatada, pues la purificación necesaria para participar de la gloria del cielo debe prolongarse más hasta que desaparezcan del alma las raíces del desorden interior.
Pero, además de estos cinco males, nos privan los pecados veniales consentidos de la paz, de la tranquilidad de la conciencia, y de la alegría íntima que solamente tienen los que se entregan con generosidad al servicio de Dios.
Enseguida se advierte en el trato con fas personas, quiénes viven combatiendo el pecado venial y quiénes se han abandonado a él. Los primeros gozan de una frescura y agudeza para las cosas que hacen referencia a Dios Nuestro Señor, mientras que los otros poseen una alegría más superficial, y en sus criterios y en su proceder están inmersos en multitud de errores de bulto y tienen una conducta que parece más de conformidad que de iniciativa y afán de conquista de los prójimos para la Santa Causa de Dios.
Huyamos del pecado venial como de apeste. Seamos de los que dice S. Ignacio: “Los que más se quieren distinguir en el servicio de Cristo Rey”.
