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Obra Cultural

No, no me convence. Y conste que mi afirmación no abarca juzgarle subjetivamente. Ni considerarme superior a nadie. Mi aserto se basa en datos objetivos, que son los válidos en este caso. No, señor cura, no me convence. Porque usted en su predicación se permite suplantar el Evangelio por sus opiniones particulares, muchas de las cuales son grotescas y de una vulgaridad supina. Y escabullir la «palabra de Dios» por la «palabra de un don nadie», es demasiado grave.

Además, he leído sus escritos. Esto de afirmar que quiere cambiar la cara de la Iglesia, me parece harto atrevido. También la quisieron cambiar Lutero y Lamennais, y su final no se lo deseo a usted. Escuchándole me da la impresión de que le faltan los mínimos requisitos para pensar bien. Desconozco su formación eclesiástica, pero desde luego usted anda flojo de lógica y criteriología. Lo veo muy influenciado por las lecturas de revistas de diverso signo, pero su lenguaje expresa un volcán de confusiones, que es como decirle un vómito nauseabundo. Y el estrago de su presencia, se hace ya notar. Yo conozco perfectamente la parroquia en que usted actúa. Años atrás estaba repleta de hombres, tenía una vida comunitaria que se proyectaba en toda la barriada. Y hoy es un desierto, solo visitado por gentes que precisamente se glorían de ser ateos o de otras confesiones. Me sé de memoria lo que usted me contestará, ya que en vez de reconocer su fracaso, acusará a generaciones de católicos que se han sacrificado de verdad por la Iglesia, aunque pudieran tener defectos personales. Pero lo de usted es de otro signo: es el fracaso de no predicar o traicionar abiertamente el Evangelio.

No, no me convence. Usted no es un hombre de fe. Niega el Bautismo a padres que se lo piden para sus hijos. Desconozco la estrambótica teología en que debe apoyarse. Será la misma de la de aquellos sacerdotes que se niegan a visitar enfermos y a darles los últimos Sacramentos. Para mí esto es la negación de lo que debe ser un sacerdote. Juan Pablo II, en su peregrinación a Méjico, decía a los sacerdotes:

«ESTE SERVICIO ALTO Y EXIGENTE NO PODRA SER PRESTADO SIN UNA CLARA Y ARRAIGADA CONVICCIÓN ACERCA DE VUESTRA IDENTIDAD COMO SACERDOTES DE CRISTO, DEPOSITARIOS Y ADMINISTRADORES DE LOS MISTERIOS DE DIOS, INSTRUMENTOS DE SALVACIÓN PARA LOS HOMBRES, TESTIGOS DE UN REINO QUE SE INICIA EN ESTE MUNDO, PERO QUE SE COMPLETA EN EL MÁS ALLÁ. ANTE ESTAS CERTEZAS DE LA FE, ¿POR QUÉ DUDAR SOBRE LA PROPIA IDENTIDAD?… Y SED TAMBIÉN FIELES A LA PRÁCTICA FRECUENTE DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN, A LA MEDITACIÓN COTIDIANA, A LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN MEDIANTE EL REZO DEL ROSARIO… DEL EVANGELIO DEBERÉIS SACAR LOS CRITERIOS ESENCIALES DE FE, NO MEROS CRITERIOS PSICOLÓGICOS QUE PRODUZCAN UNA SÍNTESIS ENTRE ESPIRITUALIDAD Y MINISTERIO».

Entre lo que dice el Papa y la actuación de usted medía un abismo. Un detalle: en su parroquia hace años que no se reza el Rosario oficialmente. Y el Papa Juan Pablo II reza las tres partes diarias y desde Radio Vaticano lo reza también todos los primeros sábados de mes para toda la cristiandad. Desengáñese, su manera de proceder tiene más carácter de líder político sindical que de sacerdote de Cristo.

No me diga que su superior no le reprocha nada. Puede atribuirse a diferentes causas este silencio. Quizá no le llegan a él las noticias de su actuación, quizá está conforme con su manera de pensar, pero todo esto a mí me deja tranquilo. Pues sé perfectamente que la luz de la Iglesia procede del Papa y ninguna actuación -sea la que sea­ me apeara de que frente al Papa, un obispo que actúe en sentido distinto pueda tener razón. Y así comprenderá mi frialdad ante las campañas para las vocaciones sacerdotales, si carecemos de garantía de que los seminarios estarán dirigidos y orientados según la doctrina del Vaticano II, con una formación tomista seria y real con una piedad sólida y fecunda.

No, no me convence. Y no tema que esto me ocasione a mí ninguna crisis de fe, Gracias a Dios mi fe tiene fundamentos más sólidos. Mi familia, mi formación de estudiante, mi reflexión sobre temas religiosos, me han dado una seguridad de la que no me puedo gloriar como cosa personal, pero sí como tesoro que debo aumentar, por considerarlo una gracia especial. Y esto me da una posición de independencia frente a usted. No me siento anticlerical -una estupidez-, pero tampoco un servidor ciego a unos hombres que, como usted, abusan de su ministerio para finalidades contrarias al mismo.

No, no me convence. No me desviará su actitud. Están perfectamente deslindadas la fe en Dios, en Jesucristo, en la Iglesia, y la conducta de uno o muchos sacerdotes. Y aunque no ignoro que necesito de los ministerios del sacerdote, no menos cierto es que la virtualidad de la Misa y de los Sacramentos no está unida a la santidad personal del sacerdote, sino al propio Sacerdocio de Cristo, que se ejercita independientemente de cualidades morales o defectos de sus delegados. No, no dejaré de rezar, ni de asistir a Misa, ni de confesarme. No caeré en el absurdo de justificar mi pereza, mis fallos, mis miserias, porque otros -en este caso un cura o unos curas- también presenten sus puntos negativos. Si le digo la verdad, el escándalo de los curas que públicamente faltan a sus deberes, en vez de debilitar mis convicciones, todavía las reafirman más; pues veo claramente que la Iglesia se sostiene no por la santidad ni la cultura ni el poderío de sus hombres, sino por la presencia de Aquel que dijo que estaría con la Iglesia hasta el fin de los siglos.

No, no me convence. Sigo creyendo que dos y dos son cuatro. Y me burlaría de un pretendido maestro que se empeñara en que son tres o cinco. Las reglas de la aritmética están fuera y por encima de la demencia de un maestro falsario. Así también aplico esta norma en las cosas de la fe. Lo que Cristo enseñó, lo que la Iglesia nos declara como doctrina segura, en su Magisterio no puede ser cambiado por el capricho o el despotismo del que abusa de sus poderes sacerdotales. Y soy yo, y no usted, quien pisa fuerte. Porque usted se apoya en «su» subjetivismo, en «sus» opiniones, en «sus» lecturas, en «sus» compromisos, en «sus» partidismos, y yo, ajeno a todo esto, me someto a la Biblia, al Evangelio, al Papa, al catecismo. Mi seguridad no pro­ cede de ninguna certeza farisaica, sino de una obediencia absoluta a la Revelación y a Cristo. Mientras que lo «suyo» tiene otras madrigueras.

Sepa usted que fracasará. Lo deseo muy pronto y para su propio bien. Brindo para que usted se dé cuenta de que el sacerdocio es tan grande que no se puede cuadricular en la miseria de un cuadro ideológico pasajero y frívolo. Me duele que haya dispersado lo mucho que Dios le habrá prodigado durante toda su vida. Sufro porque usted no responde a lo que debe ser. Por ello no he querido callarme ante sus extravagancias. Me parece que San Alfonso María de Ligorio enseñaba que es muy difícil la conversión de un cura. Pero Dios puede con los imposibles. Y a Él le pido que se la alcance a usted.

He preferido decirle claramente lo que pienso. Otros hacen chistes con su vida y más allá le miran con desdén; otros se aprovechan de su servilismo y después le critican y le arrancan la piel. Yo ni le desprecio, ni me río, ni le critico. He querido seguir la receta del Evangelio: la corrección fraterna, cara a cara, y hecha para su bien. Éste es el sentido de cuanto le digo. Porque es trágico pensar que usted está llamado a formar hijos de Dios y se entretiene alimentando a agentes políticos o líderes sociales. ¡Pensar que usted podría ser un Andrés Manjón, un P. Tarín, un P. Warenfried van Straaten, un P. Kolbe, y se empeña en mil tonterías y sandeces! No importa que otros no se lo digan. Todos seremos juzgados por Dios. Y esto es lo único que vale. Y mi ilusión sería que usted, que ahora no me convence, se trocara en un sacerdote de los que suplica, exige y pide el Papa Juan Pablo II.

«EN TODA TRIBULACIÓN ACUDE A MARÍA Y NO TEMAS; INVÓCALA EN LAS TENTACIONES Y VENCERÁS», dice San Francisco de Sales. Para asegurar esta protección de María, es estupenda la práctica de rezar cada mañana y cada noche las TRES AVEMARÍAS.