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Para pedir a Dios el buen uso de las enfermedades

Esta oración, de la cual sólo transcribimos a continuación los últimos párrafos, forma parte de la que fue compuesta por el célebre filósofo francés, Blas PASCAL. Se ignora con qué ocasión y motivo, pero seguramente pocos años antes de su muerte en 1662. Es una oración de suma belleza y profundidad como salida de la pluma del ilustre pensador francés y que puede ser muy útil para toda clase de enfermos. En ella enfoca el misterioso problema del sufrimiento considerándolo bajo el prisma de la fe y no como un mal absoluto, sino como uno de los medios que podemos utilizar para acercamos más a Dios, fuente de toda auténtica alegría.

Para muchos el dolor puede ser causa para volver a la fe perdida, para otros un acrecentamiento de esa misma fe que ya tienen y que les hace ver en el sufrimiento el mejor medio para expiar los pecados propios y ajenos, imitando de cerca al Salvador que sufrió y murió por todos, o como dice San Pablo “completando lo que falta a la Pasión de Cristo en su Cuerpo que es la Iglesia” y el mundo entero. La oración del enfermo creyente no es, pues, una mera resignación ni una evasión consoladora de la realidad doliente, sino causa de una alegría positiva y fecunda.

Oración

* Aparta de mí, Señor, la tristeza que el amor de mí mismo puede causarme por razón de mis propios sufrimientos y de todos los hechos que se realizan en el mundo que no son conformes con los sentimientos de mi corazón, ni tienen en cuenta tu gloria.

En su lugar pon en mí una tristeza conforme a la tuya. Que mis sufrimientos contribuyan a apaciguar tu ira. Haz de ellos una ocasión para mi salvación y para mi conversión. Que en adelante no desee la salud y la vida sino para emplearla y terminarla en Tí, por Tí y contigo. No te pido ni salud ni enfermedad, ni vida ni muerte, sino que seas Tú quien disponga de mi salud y de mi enfermedad, de mi vida y de mi muerte para tu gloria, para mi salvación y para la utilidad de la Iglesia y de tus Santos entre los cuales espero tener parte por tu gracia. Tú sólo sabes lo que me conviene: Tú eres el soberano Señor, haz lo que quieras. Dame, quítame; pero haz que mi voluntad sea una con la tuya; y que, con una sumisión humilde y perfecta y con una santa confianza me disponga a aceptar las disposiciones de tu eterna providencia, y que, del mismo modo adore cuanto de Tí me viene.

* Haz, oh Dios mío, que acepte yo todos los sucesos con igualdad de ánimo, ya que nosotros no podemos saber lo que nos conviene pedir, ni desear sin presunción una cosa más que otra, sin constituirnos en jueces y responsables de las consecuencias que tu providencia ha querido ocultarnos justamente. Señor, yo sé que sólo sé una cosa: que el seguirte es bueno y el ofenderte es malo. Fuera de esto no sé lo que es mejor o peor en ninguna cosa. No sé si me conviene la salud o la enfermedad, la riqueza o la pobreza, ni cosa alguna del mundo. Es un conocimiento que está por encima del saber de los hombres y de los Ángeles, oculto en los secretos de tu Providencia que yo adoro y no quiero escudriñar.

* Haz, pues, Señor, que yo, tal cual soy, me conforme con tu voluntad, y que, estando enfermo como estoy, te dé gloria con mis sufrimientos. Sin ellos no puedo llegar a la gloria; y Tú mismo, Salvador mío, no has querido llegar a ella sino por medio de ellos. Gracias a las señales de tus llagas fuiste reconocido por tus discípulos y Tú también reconoces a los que son tus verdaderos discípulos por sus sufrimientos. Reconóceme, pues, a mí por discípulo tuyo por los males que padezco en mi cuerpo y en mi espíritu a causa de mis pecados. Y, puesto que nada es agradable a Dios si no va ofrecido por Tí, une mi voluntad a la tuya y mis dolores a los sufridos por Tí. Haz que los míos se conviertan en tuyos. Úneme a Tí; lléname de Tí y de tu Espíritu Santo. Penetra en mi corazón y en mi alma para llevar conmigo mis dolores y para continuar sufriendo en mí lo que falta a tu Pasión y que Tú quieres acabar en tus miembros hasta la total perfección de tu cuerpo; y todo esto, con el fin de que estando lleno de Tí; no sea yo quien vive y sufre, si no que seas Tú quien vive y sufre en mí, mi dulce Salvador, y para que, teniendo así una pequeña parte en tu s sufrimientos me llenes a mí plenamente de la gloria que ellos te han merecido, gloria en la que vives con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

(Extracto del original francés de PASCAL, versión española de José Díaz: de Tuesta, OSB, monje de Leyre).