padre canoPadre Manuel Martínez Cano, mCR

El Papa francisco ha dicho: “lo que me gustaría dejar en cada lugar cristiano, en cada familia cristiana, en cada pueblo cristiano es la conciencia de que el espíritu del mundo no es de Dios, es la antítesis de Dios”. Y nos alerta para que la “mundanidad no nos corrompa”. Mundanidad que dice el Papa empieza con el amor desordenado al dinero, sigue con la vanidad, continua con la soberbia y, después, todos los demás vicios. Es una síntesis de la bandera de Satanás de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.

La bandera de Cristo, Sumo Capitán y Señor nuestro es la perfección cristiana. En el tercer preámbulo, san Ignacio dice que en esta meditación debemos pedir “conocimiento de los engaños del mal caudillo, y pedir ayuda para de ellos me guardar, y conocimiento de la vida verdadera que enseña el mismo y verdadero capitán y gracia para imitarle”.

San Ignacio es maestro de la oración de petición, la meditación, la contemplación y los coloquios con las tres divinas personas, la Virgen, San José… En el segundo punto del llamamiento que nos hace Jesús, dice el santo que consideraremos como el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles y discípulos y los manda por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina a toda condición y estado de personas.

En el tercer punto, san Ignacio quiere: “Considerar el sermón que Cristo nuestro Señor hace a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada envía, encomendándoles que a todos sin excepción quieran ayudar en traerlos, primero, a suma pobreza espiritual, y si su divina majestad fuere servida y los quisiere elegir, no menos en pobreza actual; segundo, a deseos de oprobios y menosprecios, porque de estas dos cosas se sigue la humildad, de manera que sean tres escalones, el primero pobreza contra riqueza; el segundo oprobio o menosprecio contra el honor mundano, el tercero humildad contra soberbia, y de estos tres escalones induzcan a todas las otras virtudes”.

Para ser recibido bajo la bandera de Cristo, san Ignacio termina la meditación haciendo tres coloquios, pidiendo a la Virgen, a Jesucristo y al Padre que nos alcance y conceda la gracia de ser santos.

La bandera de Satanás es llevar a los hombres a la soberbia y a todos los pecados. La bandera de Cristo es la santidad. San Pedro nos dice que “Dios resiste a los soberbios” y Jesús nos pide “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. La soberbia es la independencia de Dios, la propia adoración. Humildad es hacer siempre la voluntad de Dios, como la Virgen María: “He aquí la esclava del Señor”.

En eso que llaman estado del bienestar, nadie quiere ser pobre ni parecerlo. Ni los mismos religiosos que visten de seglar, porque el derecho canónigo les manda llevar el hábito, como signo de pobreza. Sin espíritu de pobreza no se puede ser santo. Cristo dice: “ve y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y ven y sígueme” (Mateo 19,21). “cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14,33).

Militemos bajo la bandera de Cristo que es vivir en pobreza, humildad, menosprecios… Pidámoslo a la Reina del Cielo y la tierra, la Virgen Santísima. Ella quiere lo mejor para sus hijos.