padre canoPadre Manuel Martínez Cano, mCR

Hispanidad ha publicado una encuesta difundida por los masones en la que reconocen: “Si la media de la sociedad española que es plenamente feliz está en el 15%, la de los masones no supera el 7,6%». Los propios masones lo justifican de la siguiente manera: “La Masonería es una escuela iniciática que atrae a personas que se han construido en muchos aspectos de su vida, como la elección de una profesión o la construcción de una familia, pero se sienten incompletos”.

Los católicos sabemos que el misterio del hombre solo se esclarece a la luz de Cristo. Él nos dijo: “sin Mí no podéis hacer nada”. Los cristianos sabemos que somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Por el Bautismo somos hijos adoptivos de Dios. Dios es nuestro Padre. Como buen Padre nos ama, cuida y protege ¿qué nos puede pasar si Dios cuida de nosotros? Ni un solo instante nos deja de amar.

La oración es nuestro diálogo de amor con Dios. Es tratar de amistad con nuestro Padre, como dice Santa Teresa de Jesús. Siendo hijo de Dios, amigo de Jesús: Dios hecho hombre, ¿qué más podemos tener para ser felices? ¡La Virgen María nos ama con el mismo corazón con el que ama a Jesús! ¿Qué podemos temer? Todo lo que ha creado Dios para nosotros.

El hombre sin amor es un robot. San Agustín fue feliz cuando conoció a Dios y vivió como hijo de Dios, amando al Padre Celestial más que a todas las cosas. Solía decir: “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

Masones, agnósticos, ateos, materialistas, todos encontrarían la felicidad si amaran a Dios. Dios es Amor. Si amamos al Amor somos felices. El amor es Dios y Dios nos ha dado la vida para amarle a Él siempre, en la Tierra y en el Cielo.

El judío san Pablo, decía a los Gálatas: “Cristo me amó y se entregó por mí a la muerte” (Gálatas 2,20). Y resucitó por mí. Y “Cristo nos sigue amando todavía hoy, y nos presenta un corazón como fuente de nuestra redención” (San Juan Pablo II, en España).

A los que se sienten infelices, incompletos, San Juan les dice: “Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene y el que vive en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1ª San Juan 1,16). Ni nos hemos creado ni construido, todo es gracia de Dios. Lo nuestro es la soberbia, el creernos importantes, diocesillos. Es el mayor obstáculo para conocer y amar a Dios. La recién canonizada, Santa Isabel de la Trinidad nos da la clave para ser felices aquí y en el Cielo: “Es preciso que el amor de Dios sea tan grande que llegue a extinguir por completo nuestro amor propio”.

Albert Einstein no sólo dijo: “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”. Lean la carta que le envío a su hija Lieserl Einstein:

“Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los prejuicios del mundo.

Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.

Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR.

Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.

El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.

Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.

Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.

Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser sintiente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta.

Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada.

Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.

Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, ¡necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta!

Tu padre,

Albert Einstein”

Cristo murió en la Cruz por nuestro amor para ser eternamente felices con Él en el Cielo. Pídele a la Virgen Santísima, a la Niña Hermosa de Nazaret, la gracia de creer en la Santísima Trinidad y en la Encarnación del Verbo. Empezarás a completarte, a ser feliz en este valle de lágrimas. Amarás a Dios y al prójimo.