¿Cómo es fácil ser buen cristiano?
La oración. La oración es otro gran medio para ser buen cristiano y salvarse. Tanto, que dijo un gran santo y uno de los más grandes moralistas, San Alfonso María de Ligorio: «El que ora se salva; el que no ora se condena… Orar es comunicarse con Dios, con el pensamiento y con el corazón. Para alabarle, darle gracias, pedirle beneficios. Se puede orar con fórmulas ya hechas o espontáneas. O sin palabras, con sólo la inteligencia y el corazón.
La Mejor oración. Es la que nos enseñó el mismo Dios, el Padrenuestro. Tiene siete peticiones: Que Dios sea conocido y amado. Que cumplamos la voluntad de Dios los hombres en la tierra, como la cumplen los ángeles en el cielo. Que nos conceda los bienes necesarios para la vida. Que nos perdone nuestros pecados. Que nos libre de cometer otros nuevos. Que, en general, nos libre de todos los males. El cristiano debería rezar esta oración por lo menos una vez al día.
Otras oraciones. El Avemaría, la Salve, etc. Estas oraciones a la Santísima Virgen deberían rezarlas también a diario los cristianos ¡Qué poco tiempo hace falta para ello! Aun rezadas con fervor, como es debido.
Eficacia de la oración.
Pocas cosas inculcó Cristo tanto como esto: «Pedid y .. recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá». Si pues quieres vivir como buen cristiano, pídeselo a Dios. Si quieres salvarte, pídeselo a Dios. Lo conseguirás.
Conclusión
Querido amigo: Hemos llegado al fin de esta carrera precipitada. Había que decir mucho y en poco espacio y tiempo.
¡Ojalá que mis explicaciones hayan llevado luz a tu inteligencia y te hayan abierto el apetito de saber más de tu religión! Y, sobre todo, de amarla más y practicarla mejor. Amar a Dios, tu Padre, a Cristo, tu Hermano, a María tu Madre. No los disgustes pecando. No faltes jamás a Misa. ora todos los días. Quiere a los hijos de Dios, tus hermanos. No les hagas daño: al contrario, hazles todo el bien que puedas.
Apéndice.
Posiblemente, no pocos al terminar de leer estas páginas se harán la siguiente reflexión: Bien, todo esto está muy bien: pero no sirve para nada en la vida. No me interesa, por tanto, la religión. Quisiera convencerte, querido amigo, de lo profundamente equivocado de esta reflexión.
1.» La vida humana tiene dos fases: una, muy breve, aquí en este mundo, que termina con la muerte; otra, la definitiva, que no se acaba nunca. La felicidad que puede dar este mundo: dinero, salud, felicidad familiar, placeres, etc., hay que trabajar mucho para conseguirla, muy pocos llegan a ella, a todos se les acaba con la muerte, y muy pronto; a veces demasiado pronto. La felicidad de la otra vida, en cambio, es sin comparación superior a la de este mundo y dura para siempre. Además, está en tu mano: basta que vivas conforme a tu fe cristiana. Entonces, ¿cómo se puede decir razonablemente que el vivir como cristiano es muy bonito, pero que no sirve para la vida, y por tanto no interesa?
- » No le pidas a la religión lo que no puede darte. Cada cosa vale para lo que es. La religión, la Iglesia católica la ha instituido Dios para promover el bien espiritual y eterno de los hombres. A ella, por tanto, le puedes exigir que te ayude a ser bueno y a lograr la felicidad del cielo. En cambio, la sociedad civil, con todos sus organismos, tiene la misión y la obligación de crear las condiciones para que todos los cristianos logren el máximo bienestar aquí en la tierra. Y así como sería ridículo que le pidieras a un gobernador que te ayudase a conseguir el cielo, así lo es también que le pidas a un obispo o a un sacerdote que te ayude a conseguir bienestar en este mundo. No te empeñes en esperarlo todo, en exigirlo todo a la Iglesia: no te desintereses de ella porque no te da felicidad terrena. Eso sería como si le exigieras a un médico, después de haberte curado muy bien, que te diera una colocación muy lucrativa, y te enfadaras con él porque no te la da. Igualmente, la Iglesia te da salud y felicidad eterna para el cielo. Es absurdo que le pidas la felicidad de este mundo y te enfades con ella porque no te la da… ni puede dártela. Y eso, a pesar de que la Iglesia por caridad y amor a sus hijos procure aliviar sus sufrimientos aun aquí en la tierra, como lo ha hecho egregiamente a través de los siglos.
- » Es verdad que, en cierto sentido, y a su manera, la Iglesia puede hacer felices a los hombres en este mundo.
Si los hombres le hicieran caso a la Iglesia serían felices. Fíjate en dos cosas nada más:
La JUSTICIA: Si los hombres observaran las justicia, se acabarían los robos y los crímenes a que dan lugar. Se acabarían las luchas sociales y el mundo viviría en paz: los ricos no explotarían a los trabajadores y éstos producirían más para bien de todos, y de ellos mismos, naturalmente. Se acabarían los egoísmos nacionales y las guerras, etc.
La CARIDAD: Si hubiera amor entre los hermanos -todos lo somos- no nos causaríamos daño alguno y, al contrario, nos haríamos todo el bien que pudiéramos. ¿No sería esta una forma espléndida de que la religión hiciera un mundo feliz?
LO ÚNICO QUE FALTA ES PRACTICAR LA RELIGIÓN. Y ESTO ES COSA DE CADA UNO…
Símbolo Niceto-Constatinopolitano (el que se reza, casi igual, en la Misa).
Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un solo Señor, Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, no hecho, consubstancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos, y se encarnó, por obra del Espíritu Santo, de María Virgen, y se hizo hombre. Y fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato y padeció y fue sepultado. Y resucitó al tercer día según las Escrituras. Y subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre. Y otra vez ha de venir con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos. Y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y vivificante, que procede del Padre, que juntamente con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas. En una sola Santa Iglesia católica y apostólica. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de la carne y la vida del siglo futuro.
(Versión sobre el texto griego. Tomada de ENRIQUE DENZINGER. El magisterio de la Iglesia, página 31. HERDER, Barcelona 1955.)
ORACIONES USUALES DEL CRISTIANO
- A) Acto de contrición.
Conviene saber de memoria la hermosísima y tradicional forma de arrepentimiento y propósito, como preparación para la confesión. Es la siguiente:
- Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
- B) Padrenuestro – Avemaría – Gloria – Salve
Aprende estas oraciones de memoria para que puedas rezarlas con facilidad todos los días:
- Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación; más líbranos del mal. Amén.
- Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
- Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
- Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
«¡OH MARÍA, SI PONGO MI CONFIANZA EN VOS, ME SALVARÉ!», dice San Juan Damasceno. Y una manera de asegurar esta confianza es no olvidarse jamás, cada mañana y cada noche, de rezar las TRES AVEMARÍAS para pedir la salvación eterna.
