José Guerra Campos
Obispo de Cuenca
Separata del “Boletín Oficial del Obispado de Cuenca”
septiembre de 1974

El mismo, en 1961: «Inmensos son los servicios prestados por V. E. a la Iglesia y a España. Pocos podrán estimarlos en su conjunto como el Prelado que os había», el cual hada cincuenta años había asumido «la dirección de un diario madrileño, magnífico observatorio para seguir día por día el proceso de la desintegración nacional», que avanzó hasta dejar a España en «un campo de ruinas».

– El Cardenal Antoniutti, recién fallecido, al dejar en 1962 la Nunciatura de España, recordaba su múltiple experiencia, que le sirvió «para hablar modesta pero sinceramente de esta nación, no por razones políticas, sino para rendir testimonio a la verdad». «He seguido siempre con admiración (al Jefe del Estado), en la dura tarea que se ha impuesto por el bien de su Patria».

– El Nuncio Monseñor Riberi, 1963: «Pese a las injustas maquinaciones e insidiosas campañas promovidas por los que alardean de negar a Dios contra esta católica nación, el Caudillo de España la mantiene con su palabra, con sus sabias disposiciones y con su personal y edificante ejemplo, siempre fiel a la doctrina que aquí han venido a traer y predicar los Apóstoles Santiago y San Pablo».

– El Obispo Vicario Capitular de Madrid-Alcalá, ahora Arzobispo de Valencia, en 1964: «Esta venturosa paz española no ha significado solamente el silencio de los cañones, sino que viene siendo el calor que alienta a un pueblo que renace. Todos somos brazos y testigos a la vez de la ingente tarea de nuestra reconstrucción nacional (…). La paz española ha beneficiado a sus hijos. La vida ciudadana y la vida religiosa se han renovado esplendorosamente. Nuestro Caudillo es acreedor a la gratitud de todos como el principal artífice humano de esta paz».

– El resumen más enjundioso de la posición de la Iglesia ante Franco lo formuló el Cardenal Bueno Monreal, .Arzobispo de Sevilla, en 1961. Sus palabras presentan con toda distinción y plenitud los tres motivos por los cuales la Iglesia no sólo respeta con espíritu de concordia al Jefe del Estado, sino que lo bendice con afecto de Madre. Se refiere el Cardenal a la concordia que debe haber entre la Iglesia y el Poder civil, sin menoscabo de la soberanía de ambas potestades; exigida por la ley de Dios y la doctrina de la Iglesia; beneficiosa; y en el caso de España, por obra del Jefe del Estado, ejemplar. Y añade:

«La Iglesia respeta y ha respetado siempre la legítima potestad civil, como San Pablo nos mandaba respetar incluso a los emperadores paganos. Pero cuando la Iglesia encuentra un gobernante de profundo sentido cristiano, de honestidad acrisolada en su vida individual, familiar y pública, que con justa y eficaz rectitud favorece su misión espiritual, al tiempo que con total entrega, Prudencia y fortaleza, trata, de conducir la Patria por los caminos de la justicia, del orden, de la paz y de su grandeza histórica, que nadie se sorprenda de que la Iglesia bendiga, no solamente en el plano de la concordia, sino con afectuosidad de Madre, a ese hijo que, elevado a la suprema Jerarquía, tirata honesta y dignamente de servir a Dios y a la Patria. Ese es precisamente nuestro caso. Gracias sean dadas al Señor».