gonzalo-fernandez-de-lamoraGonzalo Fernández de la Mora
Revista Razón Española, nº 200, Noviembre-Diciembre 2016, pp. 258-303

III. La partitocracia

El arbitraje que ejercen los gobernados cabe instrumentarlo de muy diversas maneras. Puede limitarse la edad (dieciséis o más años), o la condición jurídica (sólo los vecinos y nacionales o también los residentes, sólo los que carecen de antecedentes penales o no son analfabetos, etc.) de los legitimados para votar. Puede limitarse el mandato de los elegidos a uno o más años, con lo que el censo queda suspendido de su capacidad arbitral durante períodos incluso superiores a un quinquenio. Pero, sobre todo, puede limitarse el elenco de los elegibles.

La partitocracia es aquella especie de oligarquía arbitrada por los gobernados en que los aparatos de los partidos monopolizan la elaboración de las candidaturas y, por tanto, dictan la reducida lista de personas que pueden ser votadas. Los independientes apenas son viables. La característica esencial de las partitocracias es que el árbitro popular no designa libremente al mandatario, sino que simplemente opta entre las alternativas -en la práctica dos o tres- a que le reduce el sistema partidista. Este hecho es de una trascendencia capital porque convierte al supuesto elector en simple optante. Y la experiencia demuestra que, generalmente, se vota más «contra» una lista, que a favor de otra.

La posibilidad real que se ofrece al gobernado en una partitocracia no es tanto designar a su hombre, cuanto derribar al gobierno votando a la oposición (6) Es falso que el elector nombre a los políticos: éstos se promueven entre ellos. Sea cual fuere el partido en el poder, sus hombres han sido seleccionados por el aparato. Y éste es uno de los motivos de que altísimos porcentajes de la población se abstengan de acudir a las urnas; tienen conciencia del escaso margen en que se mueven y del poco peso de su voto. La otra gran causa es que parece que los políticos son siempre los mismos y, en el caso de los tránsfugas, intercambiables.

En las partitocracias, el arbitraje de aquellos gobernados que, de vez en cuando, y manipulados por campañas de imagen, votan, suele limitarse, pues, a remover temporalmente al equipo gobernante, lo cual viene a desembocar en otra oligarquía del aparato adversario o de los aparatos que oportunísticamente pacten. La impotencia del gobernado es tal que, en los regímenes pluripartidistas, puede asumir la presidencia de un gabinete de coalición el líder menos votado. Esta es la modestísima función del hombre medio en una partitocracia; a eso se reduce efectivamente en tal modelo el ilusorio postulado del «gobierno por el pueblo».

  1. Esta fue la actitud, imprecisa y ocasionalmente, adoptada por K. POPPER (Vid. G. FERNÁNDEZ DE LA MORA: «Popper y la democracia mínima», en Razón Española, núm. 28, marzo de 1988, págs. 185 y sigs.).