P. Manuel Martínez Cano mCR.

Santa Isabel de la Trinidad, escribió: «Estoy meditando la Pasión del Señor: cuando uno contempla lo que Él padeció por nosotros en su corazón, en su Alma y en su Cuerpo, siente uno también la necesidad de devolvérselo. Parece que desearía una padecer todo lo que Él ha padecido».

Mientras Santa Clara agonizaba, tres franciscanos le leyeron la Pasión de Jesús, la Santa repetía: «Desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan».

El santo de la alegría, San Francisco de Asís, meditaba en la Pasión del Señor con auténtico fervor y, Jesús, le premió con sus estigmas, sus cinco llagas. Cristo es Dios. Pero en su Pasión, debemos meditar lo que sufrió en su humanidad y grabar en nuestro corazón que, todo lo sufrió Cristo, fue por mis pecados, por mí, «me amo y se entregó por mí» (Gálatas 2, 20) ¡Dios mío! Y qué debo yo hacer y padecer por Cristo, por la Iglesia, por la salvación eterna de las almas. ¡Nunca jamás seamos Judas!

En el Huerto de Los Olivos, Cristo sufrió terriblemente: «Triste está mi alma hasta la muerte». (San Mateo 26, 38) “Lleno de angustia, oraba con más insistencia; y sudó gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra”. (San Lucas 22, 24) Jesús dijo a Santa Margarita María: «En el Huerto fue donde más sufrir interiormente más que en todo el resto de mi pasión, viéndome, en total abandono del cielo y de la tierra cargado de todos los pecados de los hombres. Compara ante la santidad de Dios, que sin mirar mi inocencia me trituró en su furor haciéndome apurar el cáliz que contenía toda la hiel y amargura de su justa indignación y como sí hubiese olvidado el nombre de Padre para sacrificarme a su justa cólera. No ha criatura alguna que pueda comprender la inmensidad de los tormentos que entonces sufrí”.

Todo lo que sufrió Cristo lo sufrió por mí, por mis pecados, por todos los pecados de la humanidad. Señor, yo quiero sufrir por Tí. Sufriendo todo de todos y no hacer sufrir a nadie, con la ayuda maternal de la Virgen María. Mis pecados causaron los sufrimientos terribles de Jesús. Alcánzame Virgen Santísima horror a toda mancha de pecado. “Fue Él quien soporto nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores». (Isaías 53, 6)

Amor con amor se paga. Benedicto XVI, dijo: «En Jesús crucificado se realiza la máxima revelación posible de Dios en este mundo, porque Dios es amor, y la muerte de Jesús en la cruz es el acto de amor más grande de toda la historia». Lo dicen los santos, no hay amor sin sufrimiento, sin sacrificio, sin dolor. Con la Beata María Pilar izquierdo, vivamos de amor «¡Cuántas penas y… benditas sean! Si no fuera por ellas ¿Cómo habíamos de ganarnos el Cielo? Tenemos que coger lo que no tiene trampa: el dolor, las contrariedades, las tribulaciones, para poder llevar la Cruz de Jesús» (09/12/1939).

El Concilio Vaticano II nos ha recordado: «Hay que purificar y perfeccionar por la cruz y la resurrección de Cristo todas las actividades humanas, las cuales a causa de la soberbia, del egoísmo corren diario peligro». «El sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores nos enseña con su ejemplo que hemos de llevar también la cruz, que la carne y el mundo echan sobre los hombros de quienes buscan la paz y la justicia» (Gaudium e tepes).

¡Cristo ha muerto para salvarnos!: «Confesemos, por tanto, intrépidamente, hermanos, y declaremos bien a las claras que Cristo fue crucificado por nosotros, y hagamos lo no con miedo, sino con júbilo, no con vergüenza sino con orgullo». (San Agustín)  “Poned los ojos en el crucificado y todo se os hará poco». (Santa Teresa de Jesús)

Santa Teresa de Jesús solía decir: “¿Que hace, Señor mío quién no se deshace por vos?» Siempre con Cristo, está en todos los sagrarios, está en las almas en gracia de Dios: «Inmolémonos nosotros mismos a Dios, inmolémonos cada día nuestra persona y toda nuestra actividad, imitemos la Pasión de Cristo con nuestros propios padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia sangre, subamos con desvelo a la Cruz». (San Gregorio Nacianceno) Santa Teresa Benedicta de la Cruz, nos dice: «Tal es la fe en el Crucificado, la fe viva que va unida a un abandono amoroso y constituye para nosotros la entrada a la vida y el principio de la futura glorificación de aquí que sea la Cruz nuestro único título de gloría».

¿Qué hacer por Cristo? Lo que Jesús dijo a santa Faustina Kowalska: «Une tus pequeños sufrimientos a mí dolorosa Pasión, para que adquieran un valor infinito ante mi majestad». ¡Vamos a salvar almas!

En medio de tres confesionarios, junto a un crucifijo, el Padre Alba colgó esta poesía:

Sufre, pues por ti sufrí;

y en cuanto adverso te viene,

sabe que así te conviene,

pues todo viene de Mí.

La bondad me puso aquí,

la ingratitud me clavo;

nadie como Yo sufrió.

Y pues todo es por tu bien,

bebe una gota por Quien

un cáliz por ti bebió.