jose-y-maria-sobre-un-burro_hacia_belen[1]Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

Objeto doble. -No hay duda que el objeto de esta devoción, del Corazón purísimo de la Santísima Virgen, puede considerarse de dos maneras: su objeto material… y su objeto formal…, de suerte, que así como el hombre consta de dos elementos, uno material y visible, que es su cuerpo, y otro espiritual e invisible que es su alma… y así como sólo de la unión de estos dos elementos resulta el hombre total y completo…, del mismo modo, en esta hermosísima devoción, si no distinguimos y conocemos bien, para luego juntarlos y no separarlos nunca, los dos elementos que la forman, no llegaremos jamás a penetrar en lo que es y vale esta devoción al Corazón Inmaculado de la Virgen.

Pues bien, estos dos elementos son: el primero, material, que es el mismo corazón físico…, real…, palpitante de la Santísima Virgen…, un corazón de carne un corazón humano…, un corazón en todo semejante al de los demás hombres…

Y el otro elemento, el formal…, el invisible e inmaterial y que consiste en el amor…, en la caridad de la Virgen, encerrada… y simbolizada en ese purísimo Corazón. -Si separamos estos dos elementos, destruimos esta devoción… o tendremos una devoción parcial e incompleta del Corazón de Ma­ría.

Por tanto, siempre que hablemos…, pensemos…, meditemos… o tengamos alguna devoción a este purísimo Corazón, entendamos que lo hacemos para honrar el amor de la Virgen…, pero encerrado en su corazón, como en un vaso precioso… Su amor es la joya, pero su corazón es el cofre que lo encierra…

Objeto material. -Y ahora piensa…: a tal joya, tal cofre…; a tal perla, tal concha ¿Cuál y cómo sería el Corazón de la Santísima Virgen?– Ya hemos meditado y considerado, la hermosura física de Ma­ría…; ya hemos dicho que Dios debió hacerla, aun en su cuerpo, la más hermosa de todas las criaturas…, pues iba a ser la Madre del «más hermoso de todos los hijos de los hombres»… Pero, ¿no te parece que aún debió serlo más en su corazón?… ¿No te imaginas fácilmente esa belleza y hermosura como condensada en aquel Corazón Inmaculado?… Y, por tanto, ¿no te parece que si todo el purísimo cuerpo de la Virgen es digno de devoción, mucho más aún, debe serlo su Corazón?…

Los cuerpos de los santos…, sus reliquias…, especialmente en algunos, como en Santa Teresa de Jesús, su corazón…, ¡qué apreciados son de las almas devotas!… Y ¿qué comparación puede haber entre esas santas reliquias…, entre la veneración que se merece el corazón de los santos y el de la Santísima Virgen?…– Tanto más, cuanto que todo acto de culto que tributes a este Corazón de Ma­ría, es un acto que redunda en toda la persona de la Virgen.

Besas la mano de un superior…. el pie al Padre Santo… y sabes que no es a su pie tan sólo, sino a toda su persona a la que quieres con este acto de mostrar respecto…, afecto y amor…, pues así piensa, que al honrar al Corazón material de Ma­ría, es a toda la grandeza de su persona…, a todas sus virtudes…, a toda su pureza y santidad, a la que quieres venerar y honrar.

Objeto formal. -Y esto ya es el objeto formal…; esas virtudes…, esa santidad…, ese amor sobre todo, que brota y se asienta en ese Corazón nobilísimo. -Deja a un lado esas disquisiciones sobre si efectivamente el corazón material del hombre influye o no en su amor…; no nos interesa eso. -Lo que sí es verdad, es que todos los afectos repercuten en el corazón humano y le impresionan…; la tristeza…, la alegría…, el miedo…, la cólera…, etc., todo se registra en el corazón y aceleran o retardan… y a veces hasta paran en seco sus movimientos… Evidentemente, que entre la vida física del corazón y la afectiva del alma, hay una unión muy íntima.

Quizá por eso, todo el mundo ve en el corazón la causa…, la razón…, la sede…, al menos el símbolo del amor. -Y en este sentido vulgar y corriente, hemos de tomarlo nosotros también. Mira, pues, si en todo hombre lo que más nos interesa es su corazón… y por tanto su amor… ¿cuánto más debe interesarnos el amor del Corazón de la Virgen?… -EI hombre, todo lo que es, lo es por su corazón…; toda su ciencia…, toda su habilidad y astucia…; todo su ingenio, ¡qué poco valen si se encuentran en una persona de la que se puede decir que «no tiene corazón»!… ¿Puede haber nada más antipático?

Al contrario; piensa en el gusto…, la simpatía… y el afecto que inspira la persona de corazón grande…, noble…, digno… -Todo está dicho y explicado con eso…, con decir que tiene corazonadas. Pues ahora, mira a tu Madre…; no olvides que es la Madre de Dios también… ¿Qué corazón habrá puesto en Ella?… ¿Qué corazón la hubieras dado tú, si de ti hubiera dependido?… De ti ciertamente que no dependió, pero sí de Dios, el que la Madre de su Hijo…, la Madre de los hombres tuviera éste o aquél corazón. -Si Él se lo dio, ¿cómo sería?… y ¿cómo amaría este Corazón? -Si tenía que amar a Dios y a los hombres con un amor sólo inferior al de Dios…, ¿cómo sería el corazón que encerrara este amor?…

Devoción dulcísima. -Y puesto ya en este punto, comprende cuán dulce es a tu corazón seguir por ese camino…, penetrar en su Corazón estudiar sus movimientos conocer sus latidos…, darte cuenta de su amor…, -Sólo cuando entres de lleno en él, podrás comenzar a conocer a tu Madre.-A la Virgen hay que entenderla…, hay que conocerla en su Corazón…; cuanto más estudiemos su amor, más conoceremos a Ma­ría. -¡Qué dulce es este pensamiento!… ¡Qué dulcísima esta devoción!… Él mismo Dios así conoce también a la Virgen…, así la aprecia y estima…, por el amor de su Corazón.

Y no sólo a Ella, sino a todos los hombres. -Los hombres nos conocemos mirándonos a la cara… y por eso tantas veces nos engañamos… ¡Somos todos tan hipócritas!… ¡Qué maña nos damos para poner una cara y sentir otra cosa en nuestro interior… -Pero, ¡ah!, a Dios no se le engaña…

Dios no se fía de apariencias…, no se fija en exterioridades…, no nos mira a la cara…, sino que penetra hasta lo más íntimo del corazón… y allí lee lo que somos:.., al leer los afectos y cariños de nuestro corazón,

Mira a Dios, penetrando con esa mirada en el Corazón de Ma­ría…; ¿qué verá allí?, ¿qué complacencia…, qué gusto…, qué satisfacción no encontrará en esa mirada?… -Y cuando mire a tu corazón, ¿qué sentirá?…, ¿gusto?…, ¿tedio?…, ¿repugnancia y asco?

Pide al Señor un poco de esta luz con la que Él penetra en tu interior… y con esa luz divina trata de mirar al Corazón de tu Madre… y después a tu propio corazón… y al ver la diferencia, avergüénzate…, pídela gracia para imitarla en algo…, para parecerte en algo a Ella… para tener un corazón en todo semejante al suyo.