Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 268, enero de 2002
Ante el nuevo año
Inicio de este nuevo año, con el corazón lleno de gozo de las recientes fiestas navideñas, y las de la Virgen María Madre de Dios y de la Epifanía, no puedo menos que desear a todos los lectores de Meridiano Católico la gracia de sentirse más cerca de María que nunca, y de tener en las manos las lámparas encendidas de la fe, la esperanza, la caridad y el santo abandono a la voluntad de Dios, Los tiempos que vivimos son oscuros, entenebrecidos, porque se ha ido apagando la fe y la caridad en el mundo.
Hace ahora 140 años que el Señor concedió a san Antonio María Claret la gracia de que permanecieran siempre incorruptas en su pecho las especies sacramentales. De esta forma, se convertía el santo en un sagrario viviente. En otra comunicación sobrenatural (23-9-1859), nuestro Señor le dio a conocer tres grandes castigos que se acercaban al mundo, dirigidos por cuatro archidemonios. Estos castigos eran: el protestantismo, o mejor la desacatolización, el comunismo…; un espantoso amor a los placeres: el amor al dinero, la independencia de la razón, la independencia de la voluntad, y grandes guerras y sus consecuencias. Bien tristemente experimentamos en nuestra generación estas tragedias y divisiones terribles en las que se pierden las almas, Pero dijo también el Señor a san Antonio María Claret: “Para atajar estos males se han de aplicar tres devociones: el Trisagio, el Santísimo Sacramento y el rezo del Rosario”. Sigue leyendo
*No hay astucia del hombre que pueda prevalecer contra los designios de Dios.