Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Página para Meditar: la cueva de Belén

03 jueves Oct 2013

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El nacimiento del Señor recostado en un pesebre donde comen los animales, y adorado y amado por su Santísima Madre y por el santo José, nos da un cuadro entrañable para la serena contemplación del misterio todos estos días.

La mayor dificultad que tiene el Evangelio para entrar en las almas la mayor dificultad que tienen los hombres para recibir a Jesús que nace para todos en Belén, no proviene de las persecuciones sectarias, de la falsa ciencia del mundo, de las dificultades sociológicas, o de los enemigos declarados del hombre cristiano. La mayor dificultad anida en el propio corazón. El corazón lleno de pasiones, de codicia; el corazón carnal, mundano, enlodado en el cieno del mundo; el corazón envuelto voluntariamente en tinieblas, es un obstáculo invencible para la luz del Evangelio, es una piedra endurecida para el amor a Jesús.

Para aceptar a Jesús, hasta transformar nuestra vida en una vida a imitación de la suya, es necesario que seamos almas sin los prejuicios que nacen de las propias pasiones, de las propias miserias y sin el afán de mutilar la doctrina y las exigencias de Jesús. No hay modernidad que valga contra la realidad de Jesús nacido en Belén. Nosotros no hicimos profesión en nuestro bautismo de seguir las cambiantes modas de las opiniones humanas o de las hipótesis infinitas de la pseudociencia que nacen y mueren cada día.

Abracemos a Jesús con todas las consecuencias y entregarle nuestro corazón con la sencillez de los niños que le rezan: «Tómalo, tuyo es, mío no», ha de ser el fruto de nuestra contemplación ante la cueva de Belén.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.  

Meridiano Católico Nº Extra, diciembre de 1981

Página para Meditar: Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola

07 martes May 2013

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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P.albacena

La primavera, fresca y vigorosa, perfuma ya el mosaico multicolor de abril mes que este año trae consigo la Semana Santa. Montes, campos y valles visten sus mejores galas para presenciar el sublime misterio de la pasión, muerte y resurrección del Creador de cielos y tierras.

Tú también has de revestirte con las mejores galas arrancando primero los rastrojos y cizaña que en toda alma impiden fructifique la gracia divina. Hemos de colaborar estrechamente con la Divina Providencia para que la primavera espiritual de nuestras almas produzca abundantes frutos de santidad.

Cierto, podemos santificarnos de mil maneras distintas. Sin embargo, la gran mayoría de vosotros habéis experimentado que la mejor de todas es practicar los ejercicios espirituales de San Ignacio en completo retiro.

Nadie más autorizado que el Papa para ratificar lo dicho, he aquí unas palabras de Pío XI: “los ejercicios son el antídoto de la novísima ligereza, la formación del cristiano, fragua de apóstoles, estímulo fortísimo para procurar la reforma de costumbres y alcanzar la cima de la perfección” y León XIII nos recuerda que “la meditación del fin del hombre por sí sola bastaría para renovar todo el orden social”. Los ejercicios son pues el arma más eficaz para que Cristo reine en tu corazón y en la sociedad que formamos todos los hombres.

Con motivo de la invasión de Francia por los ejércitos prusianos, le preguntaron a Santa Bernardita si no tenía miedo. La respuesta de la Santa brotó espontánea: “No; no temo a los enemigos de Dios, a los que temo son a los malos católicos.” Pues bien, si quieres ser buen católico, si quieres desterrar de España a los enemigos de Dios y de la Iglesia, si quieres que Cristo reine en el mundo entero practica esta Semana Santa, con gran ánimo y generosidad, los ejercicios espirituales de San Ignacio. Repite la experiencia cada año y durante todos los días de tu vida practica diligentemente lo que Dios te enseñó en lo íntimo de tu alma.

No lo dude, así te harás santo, así colocas los fundamentos para que en su día Cristo reine en España y en el mundo entero.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 27, abril de 1979

Imitación de Cristo XII

13 miércoles Mar 2013

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Capítulo 18

De los ejemplos de los santos padres

1. Considera bien los heroicos ejemplos de los santos padres, en los cuales resplandeció la verdadera perfección y religión, y verás cuán poco, o casi nada, es lo que hacemos.
¡Ay de nosotros! ¿Qué es nuestra vida comparada con la suya?
Los santos y amigos de Cristo sirvieron al Señor en hambre y en sed, en frío y desnudez, en trabajos y fatigas, en vigilias y ayunos, en oraciones y santas meditaciones, en persecuciones y muchos oprobios.

2. ¡Oh, cuán graves y cuántas tribulaciones padecieron los apóstoles, mártires, confesores, vírgenes y todos los demás que quisieron seguir las pisadas de Cristo!
”Pues en este mundo aborrecieron sus vidas para poseer sus almas en la vida eterna” (Jn 12,25).
¡Oh, cuán estrecha y retirada vida hicieron los santos padres en el yermo! ¡Cuán largas y graves tentaciones padecieron! ¡Cuán de ordinario fueron atormentados del enemigo! ¡Cuán continuas y fervientes oraciones ofrecieron a Dios! ¡Cuán rigurosas abstinencias cumplieron! ¡Cuán gran celo y fervor tuvieron en su aprovechamiento espiritual! ¡Cuán fuertes peleas pasaron para vencer los vicios! ¡Cuán pura y recta intención tuvieron con Dios!

3. De día trabajaban, y por la noche se ocupaban en larga oración; aunque trabajando, no cesaban de la oración mental.
Todo el tiempo lo gastaban bien; las horas les parecían cortas para darse a Dios, y por la gran dulzura de la contemplación, se olvidaban de la necesidad del mantenimiento corporal.
Renunciaban todas las riquezas, honras, dignidades, parientes y amigos; ninguna cosa querían en el mundo; apenas tomaban lo necesario para la vida, y les era pesado servir a su cuerpo aun en las cosas más necesarias.
De modo que eran pobres de lo temporal, pero riquísimos en gracia y virtudes.
En lo de fuera eran necesitados, pero en lo interior estaban con la gracia y divinas consolaciones recreados.
Ajenos eran al mundo, mas muy allegados a Dios, del cual eran familiares amigos.
Teníanse por nada en cuanto a sí mismos, y para nada con el mundo eran despreciados; mas en los ojos de Dios eran muy preciosos y amados.
Estaban en verdadera humildad; vivían en sencilla obediencia; andaban en caridad y paciencia, y por eso cada día crecían en espíritu y alcanzaban mucha gracia delante de Dios.
Fueron puestos por dechados a todos los religiosos, y más nos deben mover para aprovechar en el bien que no la muchedumbre de los tibios para aflojar y descaecer.

4. ¡Oh, cuán grande fue el fervor de todos los religiosos al principio de sus sagrados institutos!
¡Cuánta la devoción de la oración! ¡Cuánto el celo de la virtud! ¡Cuánta disciplina floreció! ¡Cuánta reverencia y obediencia al superior hubo en todas las cosas!
Aun hasta ahora dan testimonio de ello las señales que quedaron de que fueron verdaderamente varones santos y perfectos los que, peleando tan esforzadamente, vencieron al mundo.
Ahora ya se estima en mucho aquel que no quebranta la Regla, y con paciencia puede sufrir lo que aceptó por su voluntad.

5. ¡Oh tibieza y negligencia de nuestro estado, que tan presto declinamos del fervor primero, y nos es molesto el vivir por nuestra flojedad y tibieza!
¡Pluguiese a Dios que no durmiese en ti el aprovechamiento de las virtudes, pues viste muchas veces tantos ejemplos de devotos!

Imitación de Cristo IX

20 miércoles Feb 2013

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Capítulo 12

Del provecho de las adversidades

1. Bueno es que algunas veces nos sucedan cosas adversas y vengan contrariedades, porque suelen atraer jesus-cristo-5814al hombre al corazón, para que se conozca desterrado y no ponga su esperanza en cosa alguna del mundo.
Bueno es que padezcamos a veces contradicciones y que sientan de nosotros mal e imperfectamente, aunque hagamos bien y tengamos buena intención. Estas cosas de ordinario, ayudan a la humildad y nos defienden de la vanagloria. Porque entonces mejor buscamos a Dios por testigo interior, cuando por de fuera somos despreciados de los hombres, y no nos dan crédito.

2. Por eso debía uno afirmarse de tal manera en Dios, que no le fuese necesario buscar muchas consolaciones humanas.
Cuando el hombre de buena voluntad es atribulado, o tentado, o afligido con malos pensamientos, entonces conoce tener de Dios mayor necesidad, experimentando que sin Él no puede nada bueno.
Entonces también se entristece, gime y ora a Dios por las miserias que padece.
Entonces le es molesta la vida larga, y desea hallar la muerte para «ser desatado de este cuerpo y estar con Cristo» (Flp 1,3).
Entonces también conoce que no puede haber en el mundo perfecta seguridad ni cumplida paz.

Capítulo 13

Cómo se ha de resistir a las tentaciones

 1. Mientras en el mundo vivimos no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones.
Por lo cual está escrito en Job 7,1: «Tentación es la vida del hombre sobre la tierra».
Por eso, cada uno debería tener mucho cuidado acerca de sus tentaciones y velar en oración, porque no halle el demonio lugar de engañarle, que nunca duerme, sino «busca todos lados a quien tragarse» (1Pe 5,8).
Ninguno hay tan perfecto ni tan santo que no tenga algunas veces tentaciones, y no podemos vivir sin ellas.

2. Mas las tentaciones son muchas veces utilísimas al hombre, aunque sean graves y pesadas, porque en ellas es uno humillado, purgado y enseñado.
Todos los santos por muchas tribulaciones y tentaciones pasaron, y aprovecharon.
Y los que no las quisieron resistir fueron tenidos por réprobos y sucumbieron.
No hay religión tan santa, ni lugar tan secreto, que no haya tentaciones y adversidades.

3. No hay hombre seguro del todo de tentaciones mientras vive, porque en nosotros mismos está la causa de donde vienen, pues que nacimos con la inclinación al pecado.
Pasada una tentación o tribulación, sobreviene otra; y siempre tendremos que sufrir, porque se perdió el bien de nuestra felicidad.
Muchos quieren huir las tentaciones y caen en ellas más gravemente.
No se puede vencer con sólo huirlas; mas con paciencia y verdadera humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos.

4. El que solamente quita el mal que se ve y no arranca la raíz, poco aprovechará; antes tornarán a él más presto las tentaciones, y se hallará peor.
Poco a poco, con paciencia y larga esperanza, vencerás (con el favor divino) mejor que no con violencia y propia fatiga.
Toma muchas veces consejo en la tentación y no seas desabrido con el que está tentado; antes procura consolarlo, como tú lo quisieras para ti.

5. El principio de toda mala tentación es la inconstancia del ánimo y la poca confianza en Dios.
Porque como la nave sin timón la llevan a una y otra parte las olas, así el hombre descuidado y que desiste de su propósito, es tentado de diversas maneras.
El fuego prueba el hierro, y la tentación al hombre justo.
Muchas veces no sabemos lo que podemos; mas la tentación descubre lo que somos.
Debemos, pues, velar principalmente al venir la tentación, porque entonces más fácilmente es vencido el enemigo cuando no le dejamos pasar de la puerta del alma y se le resiste al umbral luego que toca.
Por lo cual dijo uno: «Atajar al principio el mal procura; si llega a echar raíz, tarde se cura» (Ovidio, Remed, 91). Porque primeramente se ofrece al alma el pensamiento sencillo; después, la importuna imaginación; luego, la delectación y el torpe movimiento y el consentimiento.
Y así se entra poco a poco el maligno enemigo, y se apodera de todo, por no resistirle al principio.
Y cuanto más tiempo fuere uno perezoso en resistir tanto más flaco se hace cada día, y el enemigo contra él más fuerte.

6. Algunos padecen graves tentaciones al principio de su conversión y otros al final.
Pero otros son molestados casi por toda su vida.
Algunos son tentados blandamente, según la sabiduría y el juicio de la divina providencia, que mide el estado y los méritos de los hombres, y todo lo tiene ordenado para la salvación de sus escogidos.

7. Por eso no debemos desconfiar cuando somos tentados, sino antes rogar a Dios con mayor fervor que sea servido de ayudarnos en toda tribulación; el cual, sin duda, según el dicho de san Pablo, «nos dará, junto con la tentación, tal auxilio, que la podamos resistir» (1Cor 10,13).
Humillemos, pues, nuestras almas debajo de la mano de Dios en toda tribulación y tentación, porque Él salvará y engrandecerá a los humildes de espíritu.

8. En las tentaciones y adversidades se ve cuánto uno ha aprovechado, y en ellas consiste el mayor merecimiento y se conoce mejor la virtud.
No es mucho ser un hombre devoto y fervoroso cuando no siente pesadumbre, mas si en el tiempo de la adversidad se sufre con paciencia, esperanza es de gran provecho.
Algunos no se rinden a grandes tentaciones, y son vencidos a menudo en las menores y comunes, para que, humillados, nunca confíen de sí en grandes cosas, siendo flacos en las pequeñas.

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Meditaciones y Pláticas del P. José María Alba Cereceda, S.I.

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