Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Lutero

02 jueves May 2013

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1483, aguijón de la carne, Alemania, apóstol, Biblia, castidad, Curia Romana, Eisleben, Hesser, juicio de Dios, landgrave, Martín Lutero, oración, papado, predestinación, purgatorio, reformador, Sagrada Escritura, san pablo, Universidad de Wittenberg

MARTIN LUTERO nació en Eisleben (Alemania) en 1483. Era hijo de un minero cristiano recto pero severo, y según expresión de Lutero «un rudo sajón». Su madre Margarita fue muy creyente, pero muy supersticiosa y dada a las historias de brujerías y encantamientos, lo cual influyó mucho en su temperamento. Lutero hizo sus estudios filosóficos en la Universidad de Erfurt. Ya entonces aparece su propensión a las angustias interiores con inclinaciones supersticiosas, y una preocupación angustiosa de su salvación eterna.

EL FRAILE

Los primeros años vivió feliz. Después de su Profesión fue nombrado Profesor de Sagrada. Escritura en la Universidad de Wittenberg. Pero sentía como san Pablo, «el aguijón de la carne», que no supo combatir y reprimir como el Apóstol que «castigaba su cuerpo y lo reducía a esclavitud» (I Cor. 9, 27). El pensamiento del juicio de Dios y la predestinación le turbaban con frecuencia. Poco a poco se efectuó en él una profunda transformación, hasta que un día leyendo a san Pablo (Rom. 1, 17) una gran luz iluminó su alma -según él- que disipó todas sus angustias e inquietudes, y comprendió «claramente» que la fe en, los méritos de Cristo es lo que salva al hombre sin necesidad de las buenas obras.

SU DOCTRINA

Este fue el descubrimiento fundamental de Lutero o como él decía «su evangelio» (2) Lutero se dio con pasión a predicarlo y aprovechando la relajación de costumbres que había en la Iglesia y que llegaba a la misma Curia Romana, se presentó como el «Reformador» de la misma, atrayendo a muchos buenos cristianos ansiosos de una verdadera reforma. Pero todo resultó falso. «¿Cómo sería posible atribuir a los primeros reformadores el espíritu de una verdadera reforma -dice Balmes- cuando casi todos ellos cuidaron de desmentirlo con su vergonzosa conducta?». El espíritu no fue otro, como observa Balmes, que el odio a la Autoridad de ia Iglesia alimentado por una secreta soberbia. Lutero para congraciarse con los príncipes y atraer su favor y apoyo, consintió en sus excesos y vicios, y así aprobó a Felipe el «landgrave» de Hesse el tener tres esposas (una de ellas adúltera), y él mismo en 1505 confesó: «Yo he tenido hasta tres esposas al mismo tiempo”, y reconoce que «el matrimonio ha hecho de mí un miserable». He aquí un resumen de su doctrina tomado de «Bonum certamen» n° 71. Preparémonos a oír blasfemias.

 

DE LA ORACIÓN. «No puedo rezar, pero puedo maldecir. En lugar de decir santificado sea tu nombre, diré: maldito, infamado sea el nombre de los papistas. En lugar de repetir: venga a nos tu reino, diré: que el papado sea maldito, condenado y exterminado. En realidad es así como yo rezo todos los días sin descanso».

DEL PECADO. (Para Lutero sólo existe el pecado de la incredulidad) «Sé pecador y peca fuertemente, pero cree con más fuerza y alégrate en Cristo vencedor del pecado, de la muerte y del mundo… Durante la vida presente debemos pecar».

DE LA CASTIDAD. Alentó a los monjes, sacerdotes y religiosas a que saliesen de sus conventos y se casasen. «El celibato -decía- es una institución maldita». «Del mismo modo que no está en mi poder dejar de ser hombre, así tampoco dejar de vivir sin mujer». (Sermón año 1551) (3)

DEL PAPADO. «El Papa es el avaro de Roma, el mayor de los ladrones y bandidos que hayan existido y existirán jamás sobre la tierra». «Ven aquí Papa-Asno con tus largas orejas y tu boca de mentiroso», «¿Por qué no hemos de agarrar al Papa, a los Cardenales y a toda la pandilla de la Sodoma romana y lavamos en su sangre?».

DEL PURGATORIO. «El Purgatorio es el fundamento del Papismo, donde uno imagina ser rescatado a fuerza de Misas e indulgencias. Rechacemos el Purgatorio».

DE LOS MANDAMIENTOS. «Todo el Decálogo debe borrarse de nuestros ojos y nuestra alma, de nosotros tan perseguidos y molestados por el diablo… Has de beber con más abundancia y aún cometer algún pecado por odio y para molestar al demonio, y no darle pie a que perturbe la conciencia con niñerías… Dios sólo te obliga a creer y a confesarle. En todas las otras cosas te deja libre y dueño de hacer lo que quieras sin peligro alguno de conciencia»…

DE JUDAS. «Judas al traicionar a Cristo, obró bajo la decisión imperiosa del Todopoderoso. Su voluntad era dirigida por Dios…» «El propio Adán… fue obligado a proceder como procedió. Estaba colocado por Dios en tal situación que le era imposible no prevaricar». De este modo negaba la libertad del hombre y su responsabilidad.

DE LA BIBLIA. Mutiló y tergiversó los textos que contradecían su doctrina. Así suprimió la Carta de Santiago que condena la fe sin obras y rechazó toda la Tradición. Enseñó además el libre examen, o sea, que cada uno puede interpretar la Biblia como le «inspire» el Espíritu Santo. De este modo «inculcó en el protestantismo un ‘principio disolvente que tiende de suyo al aniquilamiento de todas las creencias». (Balmes, «El protestantismo comparado con el catolicismo», c.4)

DE Sí MISMO. «Yo aquí me hallo, insensato y endurecido, ocioso y borracho de la mañana a la noche… En suma, yo que debo tener fervor de espíritu, tengo el fervor de la carne, de la lascivia, de la pereza, del ocio y de la somnolencia».

DÉLA VIRGEN MARÍA : (La pluma se resiste a escribir las inmundas blasfemias contra la Pureza Virginal de María).

DE JESUCRISTO. «Cristo cometió adulterio por primera vez con la mujer de la fuente (la samaritana) que nos habla S. Juan. ¿No se murmuraba en tomo a El?, ¿qué hizo entonces con ella?. Después con Magdalena, enseguida con la mujer adúltera que El absolvió tan ligeramente. Así Cristo, tan piadoso, también tuvo que fornicar antes de morir».

DE DIOS. «Ciertamente Dios es grande y poderoso, bueno y misericordioso… pero muy estúpido: es un tirano».

EL ULTIMO SERMÓN. Fue en Wittenberg el 17 de Enero de 1546, y consistió en un ataque furibundo contra el Papa, el Sacrificio de la Misa y el culto a la Virgen María; sus tres odios más encarnizados.

 

Lutero ha sido el hereje más funesto de la historia, superado sólo por Arrio el obispo de Constantinopla. Destruyó la triple unidad querida por Cristo en la Iglesia: unidad de Fe, de Comunión (gracia y sacramentos) y de Gobierno (Papado). Escribió en Julio de 1520: «La suerte está echada: desprecio el furor y el favor de Roma, no quiero reconciliación ni comunión con ellos en toda la eternidad». Hasta este extremo le llevó su ciego orgullo.

Tratado de la Verdadera Devoción a a Santísima Virgen XII

20 miércoles Mar 2013

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Modo de discernir la verdadera devoción a la Santísima Virgen,
de la falsa y aparente

SEGUNDA VERDAD

68. Es preciso deducir, en vista de lo que Jesucristo es para nosotros, que nosotros no somos en manera alguna dueños de nosotros mismos, como dice el Apóstol, sino que somos completamente cosa suya, miembros suyos, esclavos que ha comprado infinitamente caros, a precio de toda su sangre. Antes del bautismo éramos del demonio, como sus esclavos; el baustismo nos ha hecho verdaderos siervos de Jesucristo, siervos que no debemos vivir, ni trabajar, ni morir más que para trabajar por este Dios-hombre, glorificarle en nuestro cuerpo y hacerle reinar en nuestra alma, porque somos su conquista, su pueblo adquirido y su herencia. Por lo cual, el Espíritu Santo nos compara: 1.º, a árboles plantados a la orilla de las aguas de la gracia, en el campo de la Iglesia, y que oportunamente deben dar su fruto; 2.º, a los sarmientos de una viña, en que Jesucristo es la vid que ha de dar buenos frutos; 3.º, a un rebaño cuyo pastor es Jesucristo, rebaño que debe multiplicarse y dar leche; 4.º, a una tierra fértil de la que Dios es el labrador, y cuya semilla se multiplica y produce treinta, sesenta, ciento por uno. Jesucristo lanzó su maldición a la higuera infructuosa y condenó al servidor inútil porque no hizo producir su talento (Ps. 1,3; Jn. 15,1; Jn. 10,11; Mt. 13,3; Mt. 21,19; Mt. 25,27).
Todo esto nos prueba que Jesucristo quiere recabar preciosos frutos de nuestras pobres personas, a saber: conseguir buenas obras, que pertenezcan a El únicamente. Creados en buenas obras en Jesucristo (Ephes. 2,10). Palabras que demuestran que Jesucristo es el único principio y debe ser el único fin de todas nuestras buenas acciones, y que debemos servirle, no solamente como servidores mercenarios, sino como esclavos de amor. Me explicaré más claramente.

69. Hay dos modos, acá abajo, de pertenecer a otro y depender de su autoridad; a saber: el simple servicio y la esclavitud, que es lo que constituye lo que llamamos un criado y un esclavo.
Por el servicio común entre los cristianos, un hombre se obliga a servir a otro durante cierto tiempo, mediante un estipendio o retribución.
Por la esclavitud depende un hombre de otro enteramente y por toda su vida, y debe el esclavo servir a su dueño sin opción a ninguna recompensa, como una de sus bestias sobre que tiene derecho de vida y muerte.

70. Hay tres clases de esclavitud: una esclavitud de naturaleza, otra de temor y otra voluntaria. Bajo el primer concepto, todas las criaturas son esclavas de Dios: Del Señor es la tierra y su plenitud (Ps. 23,1). Lo son bajo el segundo los demonios y los condenados; y bajo el tercero, los justos y los santos. La esclavitud voluntaria es la más gloriosa a Dios, que mira al corazón, que pide el corazón, y que se llama el Dios del corazón o de la voluntad amorosa, porque por esta esclavitud se elige a Dios y su servicio por encima de todo lo demás, aunque no estuviéramos naturalmente obligados a ello (Prov. 23,26; Ps. 72,26).

71. Hay una total diferencia entre un servidor y un esclavo:
Primero, en que un servidor no da todo lo que es, todo lo que posee y todo lo que puede adquirir por otro o por sí mismo, mientras que el esclavo se da todo en absoluto, con todo lo que posee y puede adquirir, sin excepción alguna. Segundo, en que el servidor exige retribución por los servicios que hace a su dueño, y el esclavo no puede exigir nada por asiduo, más industrioso y fuerte que sea para el trabajo. Tercero, el servidor puede abandonar a su amo cuando quiera, o al menos cuando expire el plazo de su servicio, y el esclavo no posee ese derecho. Cuarto, el dueño del servidor no tiene sobre él ningún derecho de vida y de muerte, de modo que si le matase como a una de sus bestias de carga, cometería un homicidio injusto; pero el dueño del esclavo tiene (o tenía, según las leyes antiguas) derecho de vida o muerte sobre él, de modo que puede venderle a quien quiera, o matarle, ni más ni menos que como podría hacerlo con su caballo. Quinto, en fin, el servidor no está más que temporalmente al servicio de su amo, y el esclavo para siempre jamás.

 

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen X

05 martes Mar 2013

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Parte Primera

DE LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
EN GENERAL

Modo de discernir la verdadera devoción a la Santísima Virgen,
de la falsa y aparente

60. Habiendo expuesto hasta aquí algo acerca de la necesidad que tenemos de la devoción a la Santísima Virgen, menester es ahora decir en qué consiste esta devoción. Pero antes conviene consignar algunas verdades fundamentales que ilustrarán más y más cuanto conviene saber acerca de esta materia.

PRIMERA VERDAD

61. Jesucristo Nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, debe ser el fin último de nuestras devociones; a no ser así, serían falsas y engañosas. Jesucristo es el alfa y el omega, el comienzo y fin de todas las cosas (Apoc. 1,8; 21,6; 22,13).
No trabajamos, como dice el Apóstol, más que por hacer perfecto a todo hombre madre de talaveraen Jesucristo (Col. 2,9), porque sólo en El reside toda plenitud de la Divinidad y todas las demás plenitudes de gracia, de virtudes y de perfecciones; porque sólo en El estamos bendecidos con toda bendición espiritual; porque El es el único Maestro que debe enseñarnos, es nuestro único Señor de quien debemos depender, nuestro único Jefe a quien debemos pertenecer, nuestro único Modelo a que debemos conformarnos, nuestro único Médico que nos debe sanar, nuestro único Pastor que debe alimentarnos, nuestro único Camino por donde debemos andar, nuestra única Verdad que debemos creer, nuestra única Vida que debe vivificarnos, y nuestro único Todo en todas las cosas que debe bastarnos (Eph. 1,3; Mt. 23,10; Jn. 14,6).
No se ha pronunciado bajo el cielo otro nombre que el de Jesús por el cual debamos ser salvos (Act. 4,12). Dios no ha puesto otro fundamento de nuestra salvación, de nuestra perfección y de nuestra gloria, más que a Jesucristo; todo edificio que no está construido sobre esta piedra firme, está levantado sobre movediza arena, y más o menos tarde caerá infaliblemente. Todo fiel que no esté unido a El, como el sarmiento a la vid, caerá, se secará y no servirá más que para el fuego (Jn. 15,5-6). Si estamos en Jesucristo, y Jesucristo está en nosotros, no hemos de abrigar temor alguno de condenación; ni los ángeles de los cielos, ni los hombres de la tierra, ni los demonios de los infiernos, ni otra criatura alguna nos puede dañar, porque nadie nos puede separar, si no queremos, de la caridad de Jesucristo (Rom. 8,38); con Jesucristo y en Jesucristo lo podemos todo: podemos dar toda honra y gloria al Padre en unidad del Espíritu Santo, hacernos perfectos y ser para el prójimo buen olor de vida eterna.

62. Si, pues, nos entregamos a la hermosa devoción hacia la Virgen Santísima, es sólo para establecer más perfectamente el amor de Jesucristo, y de hallar un medio fácil y seguro de hallar a Jesucristo. Si la devoción a la Santísima Virgen separase de su Hijo, sería preciso desecharla como una ilusión del demonio; pero precisamente hemos menester de María para lo contrario, como ya lo he demostrado, y aún demostraré más adelante, pues esta devoción nos es necesaria para hallar a Jesucristo perfectamente, para amarle tiernamente y para servirle fielmente.

63. Al llegar aquí, vuélvome un momento hacia Vos, oh amable Jesús, para quejarme amorosamente a Vuestra Majestad de que la mayor parte de los cristianos, aun los más instruidos, ignoran el enlace necesario que existe entre Vos y vuestra Santísima Madre. Vos estáis, Señor, siempre con María, y María siempre está con Vos y no puede estar sin Vos: de otro modo dejaría Ella de ser lo que es; de tal modo está Ella transformada en Vos por la gracia, que no vive, no existe, sino que sólo Vos, mi Jesús, vivís y reináis en Ella con más perfección que en todos los ángeles y bienaventurados. ¡Oh! si fuere conocida la gloria y el amor que recibisteis, Señor, en esta admirable criatura, se tendrían para con Vos y para con Ella sentimientos bien diferentes de los que se tienen. María os está tan íntimamente unida, que más fácil sería separar a la luz del sol, al calor del fuego; digo mal, más facil sería separar de Vos a todos los ángeles y santos, que a vuestra bienaventurada Madre; porque Ella os ama más ardientemente y os glorifica más perfectamente que todas vuestras criaturas juntas.

64. Después de esto, ¿no es, mi amable Dueño, una cosa sorprendente y lastimosa ver la ignorancia y tinieblas de todos los hombres acá abajo respecto de vuestra Santísima Madre? No hablo tanto de los idólatras y paganos, que no os conocen ni se cuidan de conoceros; no hablo de los herejes y cismáticos, que después de separarse de Vos y de vuestra Iglesia, no muestran empeño en ser devotos de la Virgen María: hablo de los católicos, y aun de los que entre católicos, haciendo profesión de enseñar a los demás las verdades de la fe, no os conocen, ni conocen a vuestra Madre, sino de una manera especulativa, seca, estéril e indiferente. Doctores que no hablan sino rara vez de vuestra Madre y de la devoción que se le debe tener porque temen, así lo dicen ellos, que haya en ello abuso y se os haga injuria al honrar a vuestra Madre Santísima. Si ven u oyen a algún devoto de la Virgen hablar con frecuencia de la devoción a esta buena Madre de un modo tierno, firme y persuasivo, como de un medio exento de toda ilusión, de un camino corto y sin peligros, de una vía inmaculada y sin imperfección, y de un secreto maravilloso para hallaros y amaros perfectamente, claman contra él y dan mil falsas razones para probarle que no es menester que se hable tanto de la Virgen, que hay grandes abusos en esta devoción, y que es menester procurar destruirlos, y más bien hablar de Vos que conducir a los pueblos a la devoción a María, a quien ya aman suficientemente.

Se les oye alguna vez hablar de la devoción a vuestra Madre, no para establecerla y confirmarla, sino para destruir los abusos de ella, mientras carecen de piedad y de tierna devoción hacia Vos, porque no se la tienen a María. Miran el rosario, el escapulario y la corona como devociones propias de espíritu débiles e ignorantes, sin las cuales se puede uno salvar; si en sus manos cae algún devoto a la Virgen que recita su rosario, o tiene alguna práctica de devoción a María, procuran bien pronto trocar su espíritu y su corazón, y en lugar del rosario, le aconsejarán que recite los siete salmos; en lugar de la devoción a la Santísima Virgen, le aconsejarán la devoción a Jesucristo.
Amable Jesús, ¿tienen vuestro espíritu estas gentes? ¿Os es agradable ese modo
santisima-virgen-mariade pensar? ¿Os agrada que no se haga esfuerzo alguno para agradar a vuestra
Madre por temor de desagradaros? La devoción de vuestra Santa Madre, ¿es impedimento de la vuestra? ¿Se arroga Ella la honra que a Vos se os da? ¿Forma, acaso, Ella un bando aparte? ¿Es una persona extraña que nada tiene que ver con Vos? ¿Es desagradaros el querer agradarla? ¿Es separarse o alejarse de vuestro amor el entregarse a Ella para amarla?

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María II

09 miércoles Ene 2013

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altísimo, apóstol, Ave María, caridad, demonios, espíritu santo, jesús, jesucristo, maría, mundo de dios, nunquam satis, paraíso terrestre, rey, santa ciudad de Dios, Santos, Satanás

Introducción (continuación)

coronaciondelavirgen

6. La divina María, lo digo con los Santos, es el paraíso terrestre del nuevo Adán, en la que Jesús tomó carne por obra del Espíritu Santo para obrar en él maravillas incomprensibles. Es el grande y maravilloso mundo de Dios, en el que hay bellezas y tesoros inefables. Es la magnificencia del Altísimo, en la que ha ocultado como en su seno a su Unigénito, y con él cuanto hay de más excelente y de más precioso. ¡Oh, y qué de cosas grandes y ocultas ha hecho ese Dios poderoso en esta criatura admirable! Como Ella misma se ve obligada a decirlo a pesar de su profunda humildad: Hizo en mí grandes cosas el Poderoso (Luc. 1,49). El mundo no la conoce, porque es incapaz e indigno de conocerla.

7. Los Santos han dicho cosas admirables de esta Santa Ciudad de Dios, y nunca han estado más elocuentes ni más satisfechos que cuando han hablado de Ella. Así, todos a una exclaman que la altura de sus méritos, que la han elevado hasta el trono de la Divinidad, no se puede percibir con la vista; que la anchura de su caridad, más extensa que la tierra, no puede medirse; que la grandeza de su poder, que se extiende hasta sobre el mismo Dios, no puede comprenderse, y, en fin, que lo profundo de su humildad, como de todas sus virtudes y de todas sus gracias, que son un abismo, no puede sondearse.

8. ¡Oh altura incomprensible! ¡Oh anchura inefable! ¡Oh grandeza desmedida! ¡Oh abismo impenetrable! Todos los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo más alto de los cielos y en lo más profundo de los abismos, todo pregona, todo publica a la admirable María. Los nueve coros de Ángeles, los hombres de todas edades, condiciones y religión, buenos y malos, hasta los demonios mismos, se ven obligados a llamarla Bienaventurada, de buen o mal grado, por la fuerza de la verdad. Todos los Ángeles en los cielos la proclaman incesantemente, según San Buenaventura: Santa, Santa, Santa María, Virgen madre de Dios, y la ofrecen millones de millones de veces todos los días la salutación de los Ángeles: Ave María; y se prosternan ante Ella, y le piden por gracia que los honre con alguno de sus mandatos. San Miguel, a pesar de ser el príncipe de toda la corte celestial, es el más celoso en rendirle y en hacer que se le rinda todo género de honores, siempre esperando el tener la honra de ir, a su voz, a socorrer a alguno de los servidores de María.

maria llena de gracia9. Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos, entre los que se la tiene por tutelar y protectora en varios reinos, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales consagradas a Dios bajo su nombre! Ninguna iglesia sin un altar en su honor; ninguna comarca ni cantón en donde no haya alguna de sus imágenes milagrosas, y en donde se curan toda clase de males y se consigue toda clase de bienes. Tantas cofradías y congregaciones en su honor, tantas Ordenes religiosas bajo su nombre y amparo. Tantos congregantes y hermanos de todas las cofradías. Tantos religiosos y religiosas que publican sus alabanzas y que anuncian sus misericordias. No hay un niño que al balbucear el Ave María no la alabe; no hay pecador que, por endurecido que sea, no tenga en Ella alguna chispa de confianza, ni siquiera hay demonio en los infiernos que, a pesar de temerla, no la respete.

10. Después de eso, en verdad es preciso decir con los Santos: De Maria nunquam satis… no se ha alabado, exaltado, honrado, amado y servido bastante a María. Merece todavía más alabanzas, respeto, amor y servicios.

11. Y tenemos que decir con el Espíritu Santo: Toda la gloria de la Hija del Rey está en el interior (Psal. 44,14); como si toda la gloria exterior que le dan a porfía el cielo y la tierra no fuese nada en comparación de la que interiormente recibe del Criador, y que no es conocida por las pequeñas criaturas, que no pueden penetrar el secreto de los secretos del Rey.

12. Después de eso, debemos exclamar con el Apóstol: Ni el ojo ha visto, ni la oreja ha oído, ni el corazón del hombre ha comprendido (1 Cor. 2,9) las bellezas, las grandezas y las excelencias de María, el milagro de los milagros de la gracia, de la naturaleza y de la gloria. Si queréis comprender a la Madre, dice un santo, comprended al Hijo, pues es una Madre digna de Dios: Que aquí toda lengua enmudezca.

Santisima Virgen

13. Mi corazón ha dictado todo lo que acabo de escribir con un regocijo particular, para demostrar que la divina María ha estado desconocida hasta ahora, y que es una de las razones por las cuales Jesucristo no es conocido como debe serlo. Si, pues, como es cierto, el reino de Jesucristo ha de venir al mundo, no será sino consecuencia necesaria del conocimiento del reino de la Santísima Virgen María, que le trajo al mundo la vez primera y le hará resplandecer en la segunda venida.

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