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La voz de los sin Voz XXXVIII

12 jueves Sep 2013

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aristóteles, Ángel Maestro, derecho internacional público, Domingo Soto, España, francia, francisco de vitoria, hispanoamérica, Holanda, INglaterra, Juan Ignacio Peñalba, Melchor Cano, Salamanca, Santiago de Compostela

El derecho internacional público nació en España, en Salamanca. Francisco de Vitoria y teólogos extraordinarios, como Domingo Soto y MELCHOR Cano, elaboraron la organización jurídica de Hispanoamérica. Inglaterra, Francia y Holanda trataron a los indios como seres infrahumanos.

Juan Ignacio Peñalba escribe en Razón Española que los encuentros siguen mostrando el letargo de los españoles con la partidocracia: “El régimen se dirige a un callejón sin salida, en el que la Corona está anulada como cabeza del Estado y el Presidente lee Marca, mientras el desempleo sigue creciendo (6,2 millones de parados según la EPA) Y con Franco pleno empleo.

Se habla y se escribe mucho del accidente ferroviario de Santiago de Compostela; sin embargo, la característica esencial del mayor atentado terrorista de la historia (no solo de España) del 11-M ha sido la desinformación. Luis del Pino afirma rotundamente que fue un golpe de Estado.

A mi entender, el hecho histórico más manipulado en esto que llaman democracia es el protagonizado por  D. Antonio Tejero el 23 de febrero de 1981. Ya nadie cree que fue un golpe militar involucionista. Hay hechos reales más evidentes. Hay quienes escriben de las cloacas democráticas de los partidos.

Uno de los mejores periodistas españoles que yo conozco, Ángel Maestro, ha dicho que “la dictadura imperante hoy en España parece haber conseguido que la arbitrariedad de unos pocos haya alienado con poderosos factores de irracionalidad a una multitud ingente”.

Aristóteles dice que el hombre es por naturaleza social, que es lo mismo que bueno. Dios creó al hombre bueno por naturales pero por el pecado original tiende al mal. No está corrompido como decía Lutero. Con la gracia de Dios puede hacer el bien y ser santo.

El principio fundamental de la democracia actual es que la mayoría decide que es la verdad y el bien. Mentira demoníaca porque la sana política parte de la realidad de las cosas y de la verdad natural y la divina.

Existe una teología política católica, basada en el conocimiento de la naturaleza humana, después de la caída original de nuestros primeros padres que enseña los documentos magisteriales de los Sumos Pontífices.

Si la naturaleza humana hubiese sido destruida por el pecado original, como enseña el protestantismo, no había necesidad de la política, que tiene como fin el bien común, porque no habría bien posible.

Es verdad. Como tampoco haría falta un orden político, si la naturaleza del hombre fuese buena. Con hombres y mujeres buenos el bien común andaría sobre ruedas.

Estamos viendo lo que ya decía Aristóteles: “la mayor parte de los hombres viven a merced de sus pasiones”, y que, por tanto, “el que vive según sus pasiones no prestará oídos a la razón que intente disuadirle” El Señor, en su infinita misericordia, reveló a San Ignacio de Loyola los Ejercicios Espirituales” para “vencerse a sí mismo” y ordenar la vida sin dejarse arrastrar por las pasiones desordenadas. ¡Haz Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola!

Nuestra religión católica no es un movimiento político; nuestra religión es el amor infinito de Dios derramado sobre sus criaturas y la respuesta de amor del hombre y la mujer a su Creador, Señor y padre Celestial. Lo que no significa  que no haya que evangelizar y cristianizar la política. Hay que instaurar todas las osas en Cristo. La ley de Cristo es la norma definitiva para todas las cuestiones humanas.

 

Magdalena, Presidenta

 

Catecismo Social XX: Democracia I

03 miércoles Jul 2013

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Apóstoles, aristóteles, autoridad proviene de la soberanía popular, caridad, catecismo social, categorías humanas, clases oprimidas, democracia, democracia cristiana, democracia política, democratismo, demofilia, depósito de la fe, dialéctica de las mayorías y minorías, encuestas, evangelio, filósofo francés, formas de gobierno, hombre civilizado, ideal político, Iglesia, Judas Iscariote, justicia, la iglesia no es democrática, ley expresión del número, Maritain, mayoría de votos, monarquía absoluta, movimientos de opinión, mundo moderno, obra, palabra democracia, palabras de vida eterna, panteísmo político, Papa, Primacía de lo espiritual, pueblo de Dios vivificado por el Espíritu Santo, pueblo soberano, Revelación, Rousseau, sacramentos, santa misa, santo de Dios, santo Tomás, sentidos, sufragio universal inorgánico, tendencia social, voluntad general

1 -La democracia, ¿no es el ideal político de todo hombre civilizado?

La palabra democracia es muy equívoca. La utilizan partidos y hombres visceralmente opuestos. Quizá nos sirvan para catecismo socialaclarar y enfocar el problema las distinciones que presenta Maritain en su obra «Primacía de lo espiritual», Dice el aludido filósofo francés: «La filosofía deberá, so pena de embrollarlo todo, distinguir tres sentidos en la palabra DEMOCRACIA:

1.º LA DEMOCRACIA COMO TENDENCIA SOCIAL, recomendada por los Papas (demofilia, democracia cristiana), y que no es otra cosa que el celo por dar a las clases laboriosas, más que nunca oprimidas en el mundo moderno, condiciones de vida humanas, exigidas, no solamente por la caridad, sino primeramente por la justicia.

2.° LA DEMOCRACIA POLITICA, entendida en el sentido de Aristóteles y Santo Tomás, y que la Iglesia como la filosofía consideran como una de las formas de gobierno posibles en derecho (e indicadas o contraindicadas, de hecho, según las condiciones y las formas históricas).

3.° EL DEMOCRATISMO, o la democracia en el sentido de Rousseau, digamos el mito religioso de la democracia, que es algo muy diferente del régimen democrático legítimo. La democracia así entendida se confunde con el dogma del pueblo soberano, que unido al dogma de la voluntad general y de la ley expresión del número, constituye, al límite, el error del panteísmo político (la multitud: Dios)». Son aceptables las definiciones primera y segunda de la democracia, aquí expuestas. Pero el católico no puede profesar la democracia rousseauníana, o sea la democracia que se basa en el sufragio universal inorgánico, que promulga una ley por la simple razón de la mayoría de votos y que proclama que la autoridad proviene de la soberanía popular.

 

2 –Es indudable que la Iglesia, por naturaleza, es democrática.

Este lenguaje es una aplicación mimética del aspecto político, o sea, es medir la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, con categorías humanas. La Iglesia no es una democracia. La Iglesia es la Iglesia, o sea, el pueblo de Dios vivificado por el Espíritu Santo, regido por el Papa y los sucesores de los Apóstoles, sociedad visible y místicamente divinizada por la Revelación, la Santa Misa, los Sacramentos, y todo el depósito de la fe. La Iglesia no es una democracia ni una monarquía absoluta. La antinomia mayoría-minoría no tiene ningún sentido dentro de la Iglesia. ¿Algo es válido porque lo dice la mayoría o porque una minoría lo sostiene? Ni una cosa ni otra. Sobre esto el Evangelio, como en todo, es definitivo. Cuando Jesús promete y anuncia la Eucaristía, la mayoría se escandaliza. Pedro proclama y profesa su fe en Jesús. «Desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían, y dijo Jesús a los doce: ¿Queréis iros vosotros también? Respondióle Simón Pedro: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn. VI, 66-67). Y Pedro acierta no porque sea minoría, sino porque es fiel al Espíritu Santo. Jesús añade: «¿No he elegido yo a los doce? Y uno de vosotros es un diablo. Hablaba de Judas Iscariote, porque éste, uno de los doce, había de entregarle» (Jn. VI, 70-71). Aquí resplandece la verdad que exponemos. Hay una mayoría que se equivoca, Pedro -minoría- que es iluminado sobrenaturalmente, y Judas -minoría- que entregará a Jesús y será el traidor. La Iglesia no funciona con la dialéctica de las mayorías y minorías, con las encuestas, con los movimientos de opinión formados de la manera que sea. La Iglesia no está fundada sobre la cantidad, sobre el número, sobre el materialismo, sobre los sufragios. La Iglesia no es democrática, según el idioma utilizado en la jerga política. Vive y se identifica con la Iglesia aquel que realmente está atento a las «palabras de vida eterna». Toda otra aplicación es profanar el misterio divino de la Iglesia.

 

Catecismo Social IV

13 miércoles Mar 2013

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7 -¿Qué entendemos por alma? El alma es, según Aristóteles «aquello por lo cual en último término, la fotovivimos, sentimos, nos movemos y entendemos». O sea, el alma es lo que nos hace obrar racionalmente, así como sentir, pensar, querer y querer con libertad. El alma es lo que da unidad de ser y de operación. El secreto radical del pensar y del existir. Y el alma está unida al cuerpo en todos los planos de la naturaleza y de la gracia. Por esto el hombre necesita comer y trabajar, divertirse e investigar, pero también pensar, y mediante todo este conjunto divinizarse por la gracia que nos alcanzó Jesucristo con su Redención.

8 ¿Cómo es el alma?

El alma goza de unicidad, sustancialidad, espiritualidad, simplicidad e inmortalidad. Es única porque rige toda la vida vegetal, sensible, intelectual del hombre. Es sustancial porque es el soporte de todo el hombre. La separación de alma y cuerpo, produce la muerte del cuerpo. Y el alma es espiritual, o sea, es capaz de la abstracción, de captar conceptos inmateriales, de sentir la atracción por lo que está por encima de todo el universo. Esto reclama la simplicidad del alma, que no puede estar compuesta de lo que se pesa, de lo que se mide, de lo que se toca, de lo que se divide. Y explica que el alma debe ser inmortal. El fondo más profundo del hombre reclama la felicidad, el premio, el castigo, la justicia. Estos postulados exigen la inmortalidad del alma. De otra suerte Dios no sería ni bueno, ni omnipotente, ni sabio, ni justo. Imaginar esto, es pura blasfemia. Y lo que la inteligencia humana toca como infaliblemente reclamado por su propio ser, y esto avalado por el consentimiento de todos los tiempos y de todos los pueblos con una convicción irrefutable, maravillosamente responde a la realidad. Jesucristo, en su Encarnación, vino para que los hombres se hicieran dignos de la felicidad inmortal del alma. Recordemos estos textos evangélicos: «No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no la pueden matar> (Mt. X, 28). «Si quieres entrar en la vida, guarda los Mandamientos» (Mt. XIX, 17). «¿Qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mt. XVI, 26). «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc, XXIII, 43).

9 ¿ Cómo somos los hombres y cómo es Dios?

Los hombres no somos buenos, como enseñan Rousseau y el liberalismo. Los hombres no somos malos, como afirman Lutero y todos los pesimistas. El hombre es libre, víctima de consecuencias del pecado original que le hacen ignorante, apasionado, concupiscente, pero que con la razón recta y, sobre todo, con la gracia, es superior a cualquier tentación. Ni esencialmente bueno, ni fatalmente malo. Sino dotado de una libertad perfectible y guiada para liberarnos meritoriamente de nuestras luchas y así cumplir perfectamente nuestros deberes con Dios, el prójimo y nosotros mismos. Y Dios, ¿cómo es? Dios es infinitamente Amor. Lo más cierto y claro que podemos decir de Dios es esto: ¡Qué bueno es Dios! Dios me ama. Cuando nos convencemos de esto, dichosamente nos enamoramos de Dios. Y ya en esta vida participamos de migajas de verdadera felicidad. Y el que ama a Dios le adora, le da gracias, le pide, se arrepiente de sus pecados. La desgracia del hombre es enamorarse de sus vicios, de sus miserias, de las cosas, de la materia. Entonces nos convertimos en unos desdichados que vamos vagabundeando por el laberinto de la sinrazón. No basta saber que existe Dios. Hay que enterarse de que Dios nos ama a cada uno personalmente con amor infinito. Y, oportunamente, tenemos la clave de todos los problemas. Porque amar a Dios alegra y pacifica nuestro interior. Así como el ateísmo y el indiferentismo sólo producen oscuridades, mala conciencia y amarguras.

10 En definitiva, ¿cuál es el fin de la vida humana?

Al hombre, además de haberle dado la vida natural, Dios le ha elevado a la vida sobrenatural. Esta maravilla se realiza en el sacramento del Bautismo. Aquí podemos recordar lo que nos dice el evangelista San Juan: «Mirad qué amor más entrañable nos ha manifestado el Padre, pues ha querido que nos llamáramos hijos de Dios y lo somos en efecto» (1 Jn., III, 1). Por eso el cristiano, al mismo tiempo que desarrolla los bienes naturales -la cultura, la técnica, el trabajo, las artes, el deporte, la investigación-, pone su acento en la evolución y plenitud de la vida sobrenatural. Esta no es un freno para el progreso humano, en su sentido verdadero, sino la que le da una trascendencia por encima de toda cortedad temporal y transitorio quehacer. Con la gracia santificante -participación de la vida divina- nos convertimos en hijos de Dios. Y el mundo es el taller en donde se lucha y se alcanza esta talla divina de nuestra existencia.

Catecismo Social II

27 miércoles Feb 2013

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Primera Parte

1. EL PRIMER PROBLEMA

 1 -¿ Qué es el hombre?

Hacemos nuestra la respuesta de Aristóteles: «El hombre, animal racional.» Y esta definición, iluminada por el cristianismo, nos lleva a conocer que el hombre. animal racional, ha sido redimido por Jesucristo, llamado a la unión divina por la gracia santificante y destinado a gozar de Dios eternamente.

2 -¿Admiten todos esta definición del hombre?

No, para algunos el hombre continúa siendo un extraño, un desconocido, un absurdo. Son las falsas filosofías que sintetizamos de esta manera: para Platón, el hombre es sólo una apariencia sensible, en contínuo itinerario hacia las ideas eternas. Para Descartes, el alma convive con el cuerpo como un espíritu que utiliza el cuerpo, al estilo de una herramienta, de una máquina. Entonces el hombre se divide en un dualismo que provoca en unos el subjetivismo y en otros el materialismo. Para el marxismo, el hombre es mera materia y lo único importante es lo temporal y lo económico. Para el existencialista, sólo la desesperación y la náusea trágicamente se combinan en el vivir, tras las guerras y campos de concentración de los tiempos modernos. Para el Evangelio, a la luz de la fe, el hombre es la síntesis de todos los valores materiales y espirituales, y tiene en Cristo, verdadero Dios y Hombre, su verdad, su camino y su vida. Y así el hombre queda unido a Dios y a los demás, dentro del plan providencial.

3 -¿Qué es lo más importante para el hombre?

Sencillamente, encontrar la verdad. ¿Cómo se encuentra la verdad? Aceptando la realidad de las cosas. Cuando se ajusta nuestro pensamiento a lo que existe fuera de nosotros, entonces encontramos lo que efectivamente existe. La verdad no son imaginaciones, cosas ficticias. La verdad nos hace experimentar lo que decía el músico César Franck, ponderando una melodía suya: «No la he hecho, ni escrito. La he encontrado». 

4 -¿Cuáles son las cuestiones fundamentales para todo hombre?

Para todo hombre, de la época, cultura, clase, situación, edad que sean, hay tres preguntas sin las cuales todo se convierte en un callejón sin salida al no contestarlas debidamente: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Por qué vivo? Es tremendo que Buda pudiera decir: «No logré mi objetivo». Que Jean Paul Sartre, en «Life», declarara: «Desde hace más o menos diez años he despertado de un largo, amargo y dulce sueño. Veo claramente y con plena sobriedad la realidad y no sé qué hacer con mi vida. He pisoteado y desechado al Espíritu Santo, sólo me queda el coraje de un desesperado». Que Ernest Hemingway confesara: «Mi vida se ha convertido en una senda oscura que no conduce a ninguna parte, siempre la nada y el vacío; una vida oscura y sin meta alguna. Un vacío sin fin». Que Miguel de Unamuno proclamara: «No me someto a la razón y me rebelo contra ella». De ahí que todo hombre ha de plantearse y resolver las tres preguntas más importantes de nuestra existencia y de nuestra eternidad.

5 -¿Podemos conocer de dónde venimos?

Tenemos la razón. Y, sobre todo, la fe. La razón, rectamente utilizada, nos lleva a Dios. Y la fe amplía, certifica y nos ilumina con certeza imbatible acerca de esas grandes verdades. La existencia de Dios es una conclusión lógica del examen de todo lo que nos rodea y conocemos. Del efecto a la causa, de lo visible a lo invisible, de lo mutable a lo inmutable, de lo contingente al Ser necesario, son pasos que lógicamente se alcanzan cuando funciona la inteligencia honradamente. Y entonces se llega a captar, por la fe, la propia definición dada por Dios sobre su Ser y Existencia: «yo soy el que soy». Esto, es un raciocinio contundente, pues el hombre contempla todos los movimientos de la naturaleza, de su propio interior, y esto exige la existencia del primer Ser. Entonces, el cosmos, que es limitado y finito, nos hace volar hasta la claridad de Dios, Acto puro, cuyo Pensamiento, Amor y Acción, se funden en la Trinidad, a cuyo misterio de felicidad inagotable estamos llamados. Como dice Santo Tomás de Aquino: «La visión de la Trinidad: he aquí el fruto sabroso y fin de toda la vida humana».

EL DÉFICIT PÚBLICO MINA DE LOS ESPAÑOLES

02 miércoles Ene 2013

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aristóteles, demagogo, partidos político, platón, profeso, profesor jesús neira, revista razón española, sindicatos

apretar_cinturonEl profesor Jesús Neira ha escrito en la revista Razón Española su estudio El control del déficit público. De sus dieciséis páginas entresacamos unos párrafos:

Tras mucho tiempo donde se exhibía la defensa del gasto público para reactivar la economía, hemos llegado a una situación en la que se impone el control del gasto público. Ahora estamos ante una realidad donde se observa el efecto distorsionador y peligroso de los déficits sostenidos.

Los excesos y el descontrol del gasto nos ha traído a una situación en la que es imposible mantenerlo. Los errores de la política nunca parecen tener paternidad conocida. Platón y Aristóteles ya advertían de los peligros de los demagogos.

En lo que respecta al control del gasto, el Estado y sus diversas Administraciones tienen que estar sometidas al imperativo económico. Y hoy nos guste o no, no se puede mantener la tendencia al gasto como se ha mantenido hasta ahora. En todos los partidos políticos existen más o menos entusiastas del gasto público. Los tiempos de la llamada transición han pasado hace años.

En un momento de crisis como el presente, es conveniente reflexionar sobre aquellas partidas del gasto que pueden suprimirse. Y una cosa es recortar prestaciones del Estado y otra reducir el gasto de las instituciones políticas.

Cuesta mucho pensar que se operaría un recorte efectivo que redujese el gasto público de una manera eficiente y profunda, reduciendo en verdad gastos superfluos que hoy no tienen sentido. Por ejemplo los siguientes:

 – Se podría cuestionar el mantenimiento del Senado. Como es natural requeriría una reforma de la constitución.

 – La organización de la forma del Estado también podría ser reformada. Porque más de treinta años después de fletada sigue creando problemas. (Contracorriente cree que deben de suprimirse todas las autonomías)

 – Se podría eliminar el gasto público que provocan los partidos políticos y los sindicatos. El principio vital de una organización política, es la de vivir de sus propios ingresos.

 – Los sindicatos no tienen que seguir estando subvencionados por el Estado. Son las personas asociadas a un sindicato que tienen que sufragar los gastos del sindicato. Son sindicatos de clase rentistas del Estado. Son una especie de nuevos señoritos. Siendo sindicatos, parece absolutamente lógico que vivan de su trabajo, no del dinero del contribuyente.

 – Se podría reformar la constitución para eliminar el Tribunal Constitucional.

 Lo que de verdad entenderían los ciudadanos que están soportando tan dura crisis, es que los poderes públicos dieran ejemplo. Que se redujesen un porcentaje de sus sueldos, que devolviesen ordenadores y teléfonos móviles y se pagaran los suyos. Que fuesen en sus coches particulares o en transporte público. Que usasen sanidad pública y supiesen como funcionan las ambulancias. Esto evitaría discursos explicativos y se entendería a la perfección.

Sería lógico que empezase la clase política a dar ejemplo y abandonar los gastos y privilegios que pagan los ciudadanos. Es una injusticia que exijan sacrificios quienes no dan ejemplo reduciendo gastos innecesarios. Lo que mueve la política son los intereses y estos tienden a realizarse con mayor facilidad cuando el ejercicio de su poder sobre la sociedad se ha ejercido con gran éxito para los intereses políticos, aunque fuera el alto precio de tener que soportar una graves crisis.

No se puede esperar una resistencia sólida por parte de la sociedad que demande una carga equilibrada para salir de la crisis.

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