Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

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El Infierno y la Eternidad

03 miércoles Jul 2013

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En la primera semana de Ejercicios, san Ignacio propone cinco meditaciones que terminan con la meditación del san-ignacio-de-loyolainfierno. Pero ya, desde los primeros tiempos, los hijos de san Ignacio, añadían otras meditaciones en sus directorios. Así la Vulgata de los Ejercicios Espirituales dice: “Si le pareciese al que da los Ejercicios convenir al aprovechamiento de los que se ejercitan añadir a éstas otras meditaciones, como de la muerte y de otras penas del pecado, del juicio, etc., no piense que se le prohíbe, aunque no se ponga aquí”. Y bien sabemos cuánto estimaba y quería que se estimase la Vulgata, san Ignacio.

A santa Teresa de Jesús y san Antonio Mª Claret, desde muy niños, les impresionaba pensar en la eternidad. El santo nos dice, en su autobiografía: “Las primeras ideas de que tengo memoria son que cuando tenía unos cinco años, estando en la cama, en lugar de dormir, yo siempre he sido muy poco dormilón, pensaba en la eternidad, pensaba siempre, siempre, siempre; me figuraba unas distancias enormes, a éstas añadía otras y otras, y al ver que no alcanzaba el fin, me estremecía y pensaba: los que tengan la desgracia de ir a la eternidad de penas, ¿jamás acabarán de penar?- ¡Sí, siempre, siempre tendrán que penar! (nº8).

Es de fe que hay cielo para los buenos e infierno para los malos, es de fe que las penas del infierno son eternas… Al ver la multitud que están continuamente en pecado mortal, y que van así caminando a la muerte y al infierno, no puedo tener reposo, tengo que correr y gritar y me digo: Si yo viera que uno se cae en un pozo, en una hoguera, seguro que correría y gritaría para avisarle y preservarle de caer; ¿Por qué no haré otro tanto para preservarle de caer en el pozo y en la hoguera del infierno? (nº12). “Los otros sacerdotes ¿por qué no han de gritar el fuego del infierno para despertar a tantos que están aletargados en el sueño del pecado, que cuando se despertarán se hallarán ardiendo en las llamas del fuego eterno?”(nº14).

“Esa idea de la eternidad desgraciada que empezó en mí desde los cinco años con muchísima viveza, y que siempre más la he tenido muy presente, no se me olvidará jamás, es el resorte y aguijón de mi cielo para la salvación de las almas”(nº15).

Además de la pena de sentido, el condenado sufre un remordimiento continuo que le produce una tristeza horrible, insufrible. La tristeza es una amargura, un desaliento y un desasosiego continuo. San Juan Crisóstomo nos dice: “La tristeza es la más perniciosa de todas las emboscadas del demonio; porque aquellos a quienes el demonio domine, serán dominados por la tristeza”.  “Lo que más odia Dios después del pecado es la tristeza” (san Agustín). San Francisco de Asís: “La tristeza sienta bien al diablo y a sus miembros; a nosotros nos cuadra la alegría en el Señor”.

Son tres las causas de la tristeza en esta vida:

1)    El recuerdo de un bien perdido: la salud, familia… que se va llevando pedazos del alma que destrozan nuestra presente vida.

2)    La presión de un mal presente: un dolor que nos atormenta, una deshonra que nos hunde, una persecución que nos perturba y no nos deja sosegar ni encontrar la paz en nada.

3)    El temor de un mal futuro: malas noticias que prevemos, los negocios que, con la crisis, van mal, unos bultitos en nuestro cuerpo, prenuncio de un cáncer…

El condenado en el infierno no puede rehacer su pasado ¡Todo lo ha perdido para siempre! No puede volver a iniciar el camino del cielo que inició en el Santísimo; rechazó todas las gracias actuales que Dios le concedió día a día, minuto a minuto. En el presente eterno del infierno experimenta todos los males y sufrimientos, sin gozar de bien alguno; no experimenta ni el más pequeño alivio, ni descanso. El futuro lo ve claro el condenado: ¿sufrir, sin alivio y sin fin!

Más terrible que la tristeza que sufren los condenados es su desesperación: “Los hombres buscarán en aquellos días la muerte, y no la hallarán, y desearán morir. Y la muerte huira de ellos” (Apoc. 9,6). En la tierra, junto al sufrimiento, Dios nos da algún alivio que conforta y alienta y, con ese sufrimiento, ofrecido a Dios puedo ganarme el Cielo. Nunca perdamos la esperanza, Dios nos da todos los medios que necesitamos para salvarnos. Dante, en la Divina Comedia, pone en las puertas del infierno: “Dejad toda esperanza los que aquí entráis”. Pero más terrible aún es que en el infierno se pierde la caridad, allí ni se espera, ni se ama ¡Todo es desesperación y odio!

El hombre que ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su alma, para vivir eternamente feliz en el Cielo, si muere en pecado mortal no verá jamás a Dios cara a cara y vivirá sufriendo eternamente en el infierno: “Apartaos de mi malditos al fuego eterno” (Mt. 25,41). Ansia de ver a Dios jamás satisfecha, el más horrible de los tormentos; pena de daño de la que san Agustín dice: “es tan grande cuán grande es Dios”. ¡Rechazado por Dios por toda la eternidad! “Qué cosa más horrible que estar siempre queriendo lo que nunca se ha de lograr y rechazando lo que nunca se ha de tener” (san Bernardo).

Cristo dice que el infierno es eterno. ¿Qué es la eternidad? Fácil de definir, “es duración sin término”, imposible de comprender. Es un día que no tiene tarde, una noche que no tiene aurora. Sin la eternidad, los justos y los pecadores serían iguales, Judas y santa Teresita del Niño Jesús lograrían la misma felicidad. Si el infierno no fuera eterno, como lo es, los hombres despreciarían la ley divina y Dios no sería Soberano y Señor. El condenado no se arrepiente nunca de su pecado y por eso sufre eternamente. San Agustín: “Me estremece el fuego eterno, tiemblo de temor, os daría seguridadinfierno si la tuviese para mí”. San Juan Crisóstomo: “Ninguno de los que tienen ante sus ojos el infierno, caerá en él; y ninguno de los que lo desprecian escaparán de él”. Santa Faustina Kowalska, Mensajera de la Divina Misericordia, que vio lo que sufren los condenados en el infierno, dice que muchos de los que están en el infierno es porque no creyeron en la existencia del infierno.

Si un condenado lograra salir del infierno ¿Cómo ordenaría su vida? Cumplamos los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Santa Madre Iglesia; fidelidad a las Reglas y Constituciones; cumplimiento fiel de los votos de pobreza, castidad y obediencia. Huir de las ocasiones de pecado ¡A cumplir con el deber y abrazarnos con el sufrimiento! Jesús murió en la Cruz para salvarme, que no sea vana en mi la pasión y muerte en Cristo en el Calvario.

El Infierno en los Ejercicios Espirituales

26 miércoles Jun 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

≈ 1 comentario

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autobiografía, condenados, conocimiento interno, cosas pútridas, desesperada muchedumbre, estado cadavérico, hedor, parábola del rico Epulón, pena de sentido, pobre Lázaro, posos fétidos, réprobos, san alfonso maría de liborio, San Buenaventura, san ignacio de loyola, santa teresa de jesús, sentimiento de pena

En sus Ejercicios Espirituales, en la meditación del infierno, san Ignacio de Loyola, opta por dar los puntos sobre la pena infiernode sentido. Después de la oración preparatoria y la composición de lugar, el santo inicia la meditación con la petición: “demandar lo que quiero. Será aquí pedir interno sentimiento de la pena que padecen los dañados (condenados), para que si del amor eterno del Señor eterno me olvidare por mis faltas, a lo menos el temor de las penas me ayude para no venir (caer) en pecado”.

En esta meditación no nos hace pedir el santo “conocimiento interno”, como suele hacerlo, sino interno sentimiento. El Señor se lo concedió a Santa Teresa de Jesús: “En esta visión del infierno quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo”. Y confiesa que entendió “ser gran merced”; una de las mayores mercedes” que el Señor le había hecho.

“El primer punto será ver, con la vista de la imaginación, los grandes fuegos y las almas como en cuerpos ígneos” (incandescentes). Grandes fuegos que aterrorizaron a las tres videntes de Fátima. Dice santo Tomás de Aquino que: “no habrá allí más claridad que la precisa para acrecentar los tormentos”. Santa Teresa de Jesús lo explica en su autobiografía: “No hay luz en el infierno todo tinieblas oscurísimas. Yo no entiendo como puede ser esto, que con no haber luz, lo que a la vista ha de dar pena, todo se ve”. San Buenaventura afirma: “La desesperada muchedumbre de condenados, viven en estado cadavérico exhalando un hedor insoportable”.

Hay que hacer un pacto con los ojos para no mirar lo que no puede ver la Virgen Santísima. Quien guarde bien la modestia de la vista se salvará (Job 22,29).

El segundo punto es oír con las orejas llantos, alaridos, voces, blasfemias contra Cristo Nuestro Señor y contra todos sus santos. “Allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt, 18,12). Unos condenados maldecirán a otros. La hija a la madre que le consintió todos los caprichos; el hijo al padre que no lo educó; los fieles a los sacerdotes que cayeron disimulando… A san Ignacio, le parecía insoportable oír blasfemias contra su Rey y Señor.

Otro pacto con nuestros oídos de no ir nunca lo que no puede oír el Señor: “Haz para tus palabras balanza y pesas y para tu boca puerta y cerrojo” (Job 28,29).

El tercer punto es oler con el olfato humo, piedra azufre (azufre quemado), sentina (posos fétidos), y cosas pútridas (en putrefacción). Dice san Alfono María de Ligorio: “El condenado ha de estar siempre entre millones de réprobos, vivos para la pena y cadáveres hediondos por la pestilencia que arrojarán de si”.

Un pacto con nuestra voluntad para no mundanizarnos y degradándonos.

El cuarto punto es gustar con el gusto cosas amargas, así como lágrimas, tristeza y el verme de la conciencia. San Alfonso María de Ligorio, afirma: “Serán atormentados los condenados con tan abrasadora sed, que toda el agua de la tierra no la apagará. La gula será igualmente castigada con un hambre devoradora” recodemos la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro.

Propósito firme mantenernos sobrios en este mundo para no condenarnos en el infierno. La Imitación de Cristo nos dice que si frenamos nuestra gula, refrenaremos más fácilmente toda inclinación desordenada de la carne.

El quinto punto es tocar con el tacto, es a saber, como los fuegos tocan y abrasan las almas. Nuestro Señor Jesucristo dice que en el infierno hay: “fuego eterno, suplicio eterno” (Mc. 9,43). El tacto es el sentido que más sufrirá porque es el más extendido en nuestro cuerpo; el alma del condenado también sufre el fuego del infierno.

Propósito firme de no darle al cuerpo gustos viles y momentáneos que pueden llevarme al infierno. La Virgen dijo en Fátima que la mayoría de los que se condenan son por los pecados de la carne: “¿Cuánto duran los placeres, puesto que la misma vida dura tan poco?” (San Agustín).

En el coloquio final de la meditación con Cristo Nuestro Señor, san Ignacio dice que recordemos las almas de los que están condenados y como nosotros aún estamos vivos. Como el Señor ha tenido siempre tanta piedad y misericordia con nosotros, acabando con un Pater Noster.

Quizás he merecido el infierno por mis pecados. Soy un condenado escapado del infierno, gracias la infinita misericordia de Dios. Tengo que aprovechar los días de mi vida para ganarme el Cielo.

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