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Mensaje del Episcopado Austriaco
A Vuestra Eminencia Reverendísima, Señor Cardenal Primado de España, y a Vosotros todos, Reverendísimos Obispos de España, nosotros, Obispos de Austria, reunidos en la Conferencia anual, enviamos saludo y bendición.
Cuando se desencadenó sobre vosotros la más cruel de las persecuciones, os acompañó nuestra compasión, y unimos nuestras plegarias a las de muchos otros, especialmente del pueblo creyente, para que Dios Nuestro Señor, en su infinita bondad y misericordia, abreviase el tiempo de aflicción, os diese consuelo y auxilio, haciendo surgir abundantes gracias a tan grandes dolores.
Con el mismo fin ordenamos también oraciones públicas en las distintas diócesis. Y al compás que se extendía la persecución de la Iglesia en España aumentaba nuestra admiración ante el espíritu de sacrificio, firmeza, heroísmo y valor en la fe que se han manifestado en vuestro pueblo.
Centenares de sacerdotes y religiosos y seglares católicos españoles han soportado valerosamente y con gran espíritu de sacrificio las más graves posibilidades. De igual manera ahora nos congratulamos con Vosotros, al ver que tantos horrores terminan en bien, de que la victoria del derecho y de la justicia, la victoria del cristianismo, de la fe católica, adelanta cada vez más vuestro país. Así como antes nos condolíamos, ahora nos alegramos del cambio felicísimo obrado en vuestra patria. Así cumplimos las palabras del Apóstol de las Gentes: “Si padece un miembro, todos los otros miembros padecen también. Se honra y enaltece a uno de los miembros, se alegran todos los demás” (1Cor. 12, 26). Tampoco ahora os ha de faltar el concurso de nuestras oraciones para que la victoria definitiva sea expandida. Lo sucedido en estos duros tiempos y lo que actualmente vemos justifica la esperanza de que, como hace siglos a la gran lucha entre el cristianismo y el islamismo sucedió en España brillante floración de nueva cultura cristiana, también ahora se reconfortara la fe y se abrirá en esplendorosa civilización según Cristo.
¡Que la sangre de tantos heroicos mártires ensalce la Iglesia de España a gloria tan sublime y perdurable que no alcance a oscurecerla la persecución pasada, más cruel que las antiguas persecuciones de los cristianos! ¡Que la sangre de tantos heroicos mártires sirva, en esta época de incredulidad y de odio a Dios, para poner de manifiesto el esplendor de la Iglesia de Cristo, para honra de la Santísima Trinidad, para exaltación del Reino de Cristo y el triunfo incontestable de la Santa Iglesia. Ello será, además, dentro de la Iglesia católica, especialmente donde la religión de Cristo es asimismo duramente amenazada y perseguida, consuelo y aliento, despertando renovada esperanza en la gran victoria de la Fe cristiana católica.
Viena, noviembre 1937.
† S. Waitz, Arzobispo de Salzburgo; † Teodoro, Cardenal Innitzer, Arzobispo de Viena.