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Su Santidad Pio XI, dice en las Quas Primas que “he de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo, no sólo obliga a
los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes”. Es la doctrina social y política de la Iglesia, que ha recordado el Vaticano II: “El poder público debe crear condiciones propicias para el fomento de la vida religiosa, a fin de que los ciudadanos puedan ejercer los derechos de la religión y cumplir los deberes de la misma” (D, 11, 6).
A mi entender, no hay democracia alguna que tenga en cuenta esta doctrina de la Iglesia Católica.
En estas democracias de nuestros días, vemos como se difunde, por todos los medios, mentiras, calumnias, vicios, pecados… Y se crean leyes antinaturales y antidivinas como el aborto. Y es que, el principio general de la democracia, no es racional. La verdad y el bien no los crean lo que diga una mayoría ni una minoría.
La verdad y el bien existen y el hombre, conoce la verdad y el bien no los crean. La verdad es la realidad que nadie puede cambiar con sus ideas y sus palabras. El bien es lo que todos apetecen y que Dios ha revelado en su ley natural y divina.
En el monumento al Sagrado Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles, centro geográfico de España, leemos: “Reino en España”. Es triste reconocerlo, pero hoy tenemos que decir “Reinó en España”. Fue por ese sublime ideal por lo que entregaron generosa y heroicamente sus vidas millares y millares de españoles. En la Carta Colectiva del Episcopado Español de 1937, nuestros obispos decían: “Quiera Dios ser en España el primero bien servido, condición esencial para que la nación sea bien servida”. Hoy como el Estado no sirve a Dios, la nación no es bien servida.
Desde que empezó eso que llaman democracia, ni un solo político de derechas, izquierdas o centro ha nombrado el nombre Dios públicamente. Estamos en el paganismo político entronizado. La Política se ha podrido. Pero no hay que perder jamás la esperanza. La Historia está en las manos de Dios. A los primeros jesuitas, que san Ignacio envió a Alemania, cuna de la rebelión contra la Iglesia, el santo les dijo: “Lo primero y principalmente que ayudará es que desconfiando de sí mismos, confíen con gran magnanimidad en Dios y tengan un ardiente deseo, escitado y fomentado por la obediencia y caridad de conseguir el fin”.
Nosotros sí queremos que Cristo reine en nuestros corazones, en nuestras familias, en España y en todas las naciones, y confiamos totalmente en la Virgen María, como enseña san Luis Mª Griñon de Montfort: “Como hijos suyos, echaos en su regazo en todo tiempo y ocasión, con firmísima confianza. Recurrid a esta dulce Madre, implorad su amor maternal, procurad imitad sus virtudes y tened un afecto verdaderamente filial a esta Señora”.
P. Manuel Martínez Cano, mCR
