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Pedro: A mí me parece que, hasta el más “demócrata de toda la vida”, está convencido
de que estas democracias modernas son, en realidad, regímenes políticos totalitarios, porque no tienen como fin el bien común, son el bien particular de los partidos políticos; sobre todo, de los que llegan al poder. Esto del gobierno de las mayorías, es un caramelo que cada día se atraganta a más ciudadanos. Porque en realidad, son unas minorías las que hacen y deshacen, mientras se ponen las botas hasta las cejas.
Salomé: Pues es verdad, porque muchas de las leyes democráticas son inmorales y , por lo tanto no son leyes sino violencias institucionalizadas. Como el aborto. Para mí, son tiránicas las leyes que no están ordenadas, al bien común, en beneficio de los ciudadanos. Hay impuestos que claman al cielo.
Santiago: Estoy de acuerdo, la democracia puede ser un sistema de gobierno legítimo, siempre y cuando respete la ley natural y la ley divina. Lo que actualmente impera en España, y en estas muchas naciones, es una oligarquía, el gobierno de unos pocos que defienden solamente sus intereses.
Judit: Una cosa está muy clara: los principios democráticos revolucionarios son absolutamente incompatibles con los principios naturales y sobrenaturales. No se puede ser demócrata y católico si el principio fundamental del demócrata es “lo que diga la mayoría”. Lo que diga la mayoría no es el fundamento de la verdad y del bien. El aborto es un crimen abominable, fruto de ese principio fundamental de la democracia contemporánea.
Pablo: La Historia nos enseña que las naciones se han gobernado por regímenes políticos distintos: el imperio, la monarquía, la república, la democracia… Los católicos, como cualquier otro ciudadano, pueden preferir una u otra forma de gobierno, siempre y cuando no se oponga a la sana razón, al bien, la verdad y a la doctrina católica.
Rut: Su Santidad, el Papa Francisco, ha dicho que para que haya vocaciones, hemos de rezar mucho. Claro está que le Papa se refiere a vocaciones sacerdotales y religiosas. Pero también tenemos que tener en nuestras intenciones las vocaciones políticas. Hacen mucha falta políticos que defiendan la ley natural y la divina en el gobierno de las naciones.
Andrés: Estoy convencido de que rezamos poco, muy poco. Y el Señor, nos dice que oremos ininterrumpidamente. Un cristiano reza continuamente si su corazón late en deseos de unirme a Dios en todo, aunque esté muy ocupado en asuntos temporales. Tener un corazón dócil y humilde que reconozca la necesidad de acudir continuamente a Dios. Señor, envíanos políticos católicos.
María: Es muy extraño ese empecinamiento de los demócratas de no querer aceptar como fundamento de sus leyes la ley natural y la ley divina, los mandamientos de la ley de Dios. Sin Dios no se puede explicar nada de lo que nos rodea. El fundador de la física contemporánea, teoría de la relatividad, y premio Nobel, en 1921, Einstein dice: “Todo aquel que está seriamente comprometido con el cultivo de la ciencia llega a convencerse de que en todas las leyes del universo está manifiesto un espíritu infinitamente superior al hombre y, ante el cual, nosotros con nuestros poderes debemos sentirnos humildes”. Está claro que la soberbia política es creer que los demócratas han descubierto que Dios es el hombre.
José: Si el fin de la política, no es la justicia, como decía Benedicto XVI, el gobierno de los políticos, se convierte en una técnica inmoral, como comprobamos cada día, con la promulgación de leyes democráticas antinaturales y salvajes. Efectivamente no hay ninguna ley de Dios. La ley fundamental de los demócratas actuales es la declaración de los derechos del hombre de la República Francesa de 1789 y la de la ONU de 1948. Esa ley fundamental de los demócratas es siempre el Hombre sin Dios, los derechos del hombre sin Dios. Los derechos de los más fuertes y salvajes.
Magdalena: Verdaderamente es de salvajes, asesinar a niños inocentes en el seno de sus madres. Nada impide hoy que se declaren guerras inmorales, donde mueren muchos inocentes o que cualquier hijo de familia, mate a su vecino para robarle. Sin Dios, pueden justificarse todos los crímenes. Como la eliminación de los indios en Norteamérica. No en la América Hispana. La verdadera persecución de los indios se realizó a partir de la independencia ya que los indígenas, protegidos por la legislación española, lucharon preferentemente al lado de los realistas españoles en casi toda América y no sólo en Perú y Venezuela.
Magdalena, Presidenta

