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La Historia enseña que cuando el hombre se olvida de Dios, Él se aleja del hombre y se
impone la ley del más fuerte, la ley de la selva. La revolución contra Dios, lleva al hombre ha crear sociedades antinaturales. El hombre ha sido creado para amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo, por amor a Dios. Las sociedades que se encierran en sí mismas que se olvidan del amor de Dios, están destinadas a la tragedia de la lucha del hombre contra el hombre. El hombre sin Dios, se hace lobo contra el hombre. Estamos viendo como se asesinan a millones de niños y niñas inocentes enfermos y ancianos.
Los revolucionarios que se enfrentan a Dios y al hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, han intentado e intentan establecer paraísos en la tierra. Tenemos la experiencia histórica del paraíso marxista en los países esclavizados por los comunistas y presente está el paraíso del bienestar democrático, que ha creado una clase política capitalista y una pobreza que se va extendiendo por todas las naciones occidentales. El secretario general de Cáritas española, Sebastián Mora, ha alertado de la realidad social que vive España: “La brecha que se ha abierto entre las personas empobrecidas y los que tienen acceso a bienes y servicios es cada vez mayor, es alarmante porque en estos momentos la desigualdad y la fractura social en España son de una importante proporción. La desigualdad es un escándalo ético y político”. Es la imposición del capitalismo salvaje propiciado por la democracia condenada por el beato Juan Pablo II. Con Franco, ocurría exactamente lo contrario, pleno empleo y los obreros protegidos por leyes naturales y cristianas.
El Magisterio social político enseña que el fundamento de la ética universal es la ley natural, que es la participación de las personas racionales en la ley eterna. La ley natural escrita por Dios en los corazones de los hombres y mujeres, determina normas objetivas y suscita conductas virtuosas en los ciudadanos honrados. La acción revolucionaria actual se concentra en corromper las mentes y los corazones para que los hombres y mujeres, alejados de Dios, no oigan la voz de su conciencia.
La acción apostólica de los católicos, no debe circunscribirse a ordenar una sociedad donde abunden los bienes materiales, sino que esos bienes ayuden a los ciudadanos para su propia perfección moral, su santificación y como medios, para alcanzar la eterna bienaventuranza del Cielo: El Reinado Social de Jesucristo en la Tierra y el Reino eterno de Dios Padre, Dios Hijo y Dios espíritu Santo.
El Cardenal Bergoglio, Su Santidad Francisco, alertaba a los católicos de Buenos Aires para que no se dejaran engañar por el diablo y las ideologías endiabladas. Son las ideologías creadas y difundidas por los partidos políticos agnósticos y anticristianos. No se puede ser católico y liberal, católico y socialista, católico y democrático… porque esas ideologías están fundamentadas en principios opuestos diametralmente a la ley natural y a la ley divina. La fe católica no puede confundirse ni mezclarse con ideologías políticas mundanas.
El Cardenal Bergoglio, en una carta a los cuatro monasterios carmelitas de Buenos Aires, les decía: “Estamos en la guerra de Dios”. Nosotros estamos en la guerra de Dios, combatiendo los nobles combates de la fe, contracorriente.
P. Manuel Martínez Cano mCR