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Alvaro d’Ors: «Francisco Franco es y será, indiscutiblemente, el personaje más importante de la historia de España del siglo XX. Franco pudo inspirar odio, o envidia, pero nunca desprecio»
Víctor Ruiz Albéniz («El Tebib Arrumi»), abuelo del ministro de justicia, Alberto Ruiz
Gallardón, en carta del 4 de septiembre de 1942: «Por estadista te teníamos; ahora, además, hay que concederte la suprema categoría de político y gobernante. ¡Que Dios —todos los días se pide así en mi hogar— conserve tu vida, la fortaleza de tu ánimo y la sagacidad de espíritu, para bien de esta España tan querida a la que tanto amamos y que tanto te debe. Te saluda con toda emoción este veterano, inquebrantable creyente en ti y en tu obra»
José María Ruiz Gallardón (que fue secretario general de Alianza Popular): «Que la Historia juzgue al último Grande de una época grande».
José María de Parciales y Colomer: «Mil gracias al generalísimo Franco. Sus servicios a la Patria son tan preclaros y excepcionales que alcanzan un consenso tan singular que no voy a reiterarlos. Permitirme solo destacar que en él he tenido el más alto y eficaz interlocutor. En su fina y alta comprensión, por encima de toda visión reducida, encontré apoyo y aliento. El sabe bien de mi lealtad que hoy ratifico». (Discurso de despedida en el relevo de la alcaldía de Barcelona, en 1973).
Juan Antonio Samaranch, después de la muerte de Franco, en un discurso a que alude la revista Lectures Françaises (n.° 641 de septiembre de 2010, p. 50) dijo: «Tener en sus manos a España durante 39 años, ha significado para ella el estado más largo de prosperidad y de paz que nuestro país ha conocido».
Diego Hidalgo (ministro del Ejército en la II República): «Franco posee en alto grado todas las virtudes militares, y su actividad y capacidad de trabajo, su clara inteligencia, su comprensión y su cultura están puestas siempre al servicio de España». (Citado por Faustino Moreno Villalba en Franco héroe cristiano en la guerra. Madrid, 1985, p. 59).
Enrique Jardiel Poncela (dramaturgo), en Obra inédita (Edit. AHR. Barcelona. 1977), escribe: «La guerra no la trajo Franco sino la anarquía ya insufrible en que había caído el país» (p. 141); «Franco ni castigaba ni ha castigado solo por tener ideas contrarias a las suyas, como lo hizo el marxismo» (p. 160); «Franco comprendió que la guerra iba a ser dura, y que ya no tendría que derrotar rojos españoles, sino que en los campos de España tendría que derrotar —por primera vez— a todo el comunismo mundial, con su gigantesco poderío» (p. 216); «Franco vencedor y España en vías de rehacerse y resucitar» (p. 232).
Adolfo Suárez, que pasó de la Secretaría General del Movimiento a jefe del Gobierno —con la Monarquía Parlamentaria de la Transición— después de Carlos Arias: «El paso de los siglos no borrará el eco de su nombre, unido para siempre al recuerdo de una justicia social y un progreso como nunca antes conociera nuestra patria. Con él logró España ser una, grande y, sobre todo, libre, de cualquiera fuerzas extrañas a sus propios designios. La obra de Franco perdurará a través de las generaciones», añadiendo, el 9 de junio de 1976, en el pleno de las Cortes, que era oportuno recordar «la gigantesca obra de ese español irrepetible al que siempre deberemos homenajes de gratitud y que se llamaba Francisco Franco».
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