Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Para la Historia: Respuesta a la Carta Colectiva del Episcopado Español XI

02 jueves May 2013

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Carta colectiva del episcopado portugués en contestación a la de los obispos españoles

Sello del Cardenal Patriarca de Lisboa.

A nuestros Hermanos los Obispos de España

Eminentísimos y Rvdmos. Sres. Cardenales y Excelentísimos y Rvdmos. Sres. Arzobispos y Obispos.

El Episcopado portugués, reunido hoy por vez primera desde que se recibió la Carta Colectiva de los Obispos españoles a los de todo el mundo, no quiere dejar de acusar recibo de este notable y elocuente documento y saludar una vez más, con todo el afecto fraternal, a sus Hermanos de la martirizada España, pidiendo de corazón a Dios que en breve traiga la paz de Cristo a la gloriosa Nación hermana, que tanto bien ha merecido de la Iglesia en el decurso de la Historia.

Desde el comienzo de esta terrible guerra no hemos cesado de sufrir a una con los Obispos de España las congojas que les afligen, como si fuesen nuestras.

En la Pastoral colectiva que dirigimos en la Cuaresma del pasado año a los fieles portugueses acerca del comunismo y algunos graves problemas de la hora presente denunciábamos el carácter satánico de las profanaciones y atentados cometidos en España, y concluíamos en estos términos:

“La Iglesia de Portugal se inclina respetuosa y suplicante en presencia de los gloriosos mártires de Cristo y de la Iglesia, pidiéndoles que alcancen de la misericordia divina, para su patria, el perdón de los crímenes y la paz de Cristo”.

Y estos son los sentimientos en que rebosan todavía nuestros corazones.

Todos nosotros hemos celebrado tres misas por las almas de los Obispos martirizados.

Y a la vista de la gloriosa pléyade de los mártires que honran la España católica, inmolados en pleno siglo XX ante un mundo casi indiferente, no nos resistimos a llamarla, con un gran poeta, ¡la Santa España!

 

Lisboa, Palacio Patriarcal, 3 de enero de 1938.

† M. Cardenal Patriarca; † Antonio, Arzobispo de Braga; † Manuel, Arzobispo de Evora. (Sigue la firma de doce Obispos.)

 

El Cardenal de Munich

Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Gomá, Arzobispo de Toledo.

De todo corazón me uno a los Venerables Hermanos, los Obispos de España, en el sentimiento de las calamidades por que está pasando su Patria afligida con ocasión de la cruel guerra actual. Vuestra Carta Colectiva, que procuraré releer despacio lo antes posible, demuestra sin género de duda al mundo entero “la cruelísima revolución” y los desaforados crímenes comunistas, que están ahogando, Dios sólo sabe cuánto tiempo aún, al nobilísimo pueblo español en odio a la Religión y en grave daño de la vida nacional. La sangre de los mártires traerá una primavera de flores benditas. Con toda el alma suplicamos al Príncipe eterno de la Paz que se acorten los días de la prueba; y entretanto, conceda su ayuda a los desdichados que sufren, y su fortaleza a los que defienden los sagrados derechos de Dios, y su victoria a los que luchan en estos combates santos.

Besando su mano, y protestando mi sincera veneración, quedo de V. Emcia. Rvdma. devotísimo,

M. Cardenal Faulhaber

Para la Historia: Respuesta a la Carta Colectiva del Episcopado Español X

24 miércoles Abr 2013

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Mensaje del Episcopado de Irlanda

Venerables Hermanos:

No puede leerse sin profunda emoción la noble y tierna Carta dirigida por Sus Excelencias al Episcopado católico del mundo. Es un documento de excepcional dignidad y serena sobriedad de expresión, animado enteramente del auténtico espíritu de caridad cristiana. En él campea una gallarda vindicación de la Venerable Iglesia de España, de los odios y calumnias acumulados sobre ella por los enemigos de las creencias cristianas y una noble respuesta a las tergiversaciones con que un gran sector de prensa intenta desdibujar los bandos e ideologías en el lamentable conflicto que agita furiosamente ese desolado país.

En una simple exposición de los hechos, y con un sereno y autorizado análisis de la situación, exento de vehemencias y retóricas recursos, habéis dado al mundo el sentido de la verdad en un lenguaje preciso y contundente, haciendo poderosa llamada a la conciencia de la Humanidad y al último veredicto de la Historia. La impresionante sinceridad de esta oportuna llamada debe mover no solamente a quienes participen de las creencias católicas, sino también a todo el que conserve un sentido de rectitud y justicia natural.

Nosotros reconocemos, Venerables Hermanos, la cruel injusticia que se ha hecho a los católicos de España por una gran parte de la prensa mundial, tendenciosa en general -con honrosas excepciones- en la manera de presentar el origen y desarrollo de la presente trágica situación de su amado país. Nosotros conocemos y nuestro pueblo sabe que, merced a la tendenciosa y malévola interpretación de los hechos, se ha dado plena publicidad a las falsas propagandas de sus enemigos, mientras que se ha mantenido una innoble conspiración de silencio sobre cosas que podrían contradecirlas; la prensa mundial ha desviado gravemente la opinión de las naciones desde el comienzo de la guerra civil de España acerca de sus causas primeras y los términos precisos de cada momento del conflicto. Nosotros podemos asegurar a sus Excelencias que, a pesar de esto, nuestro fiel pueblo irlandés ha interpretado en su verdadero sentido el caso, ayudado por la prensa católica y nacional irlandesa, así como por folletos ampliamente divulgados, y que la gran mayoría de él ha manifestado su simpatía hacia la católica España y su Jerarquía, Clero, religiosos y seglares católicos. Nosotros y todo nuestro pueblo hemos quedado profundamente emocionados por los relatos de los indecibles vejámenes infligidos a tantos Obispos, sacerdotes, religiosos y seglares, a vista del cruel martirio a que han sido sometidos tan gran número de ellos, de fa total destrucción de tantos templos y conventos y del vandalismo con que han sido destrozados para siempre los tesoros artísticos que encerraban.

Será para Sus Excelencias de algún consuelo saber que empieza a prevalecer la verdad sobre la situación de España aun en el país vecino, donde se ha formado una comisión de no católicos para ilustrar al pueblo, tendenciosamente informado por la propaganda enemiga, y poner los hechos en su verdadera luz, mostrándoles a su vez que no es solamente la causa de la Iglesia en España lo que se ha puesto hábilmente en juego en el presente conflicto, sino la totalidad del ideal cristiano, sobre el que gravita la civilización de Europa, y los mismos valores básicos humanos, que son la natural herencia de una raza.

La serena y digna exposición contenida en la Carta de Sus Excelencias, tenazmente silenciada en una prensa injusta y mal intencionada, contribuirá poderosamente en el folleto que se ha puesto al público a disipar las nubes de la ignorancia y los prejuicios de ciertos medios, y a orientarlos para que todos vean en adelante la clara luz de la verdad. Asimismo, la difusión de la Carta hará gran servicio entre un pueblo que se estima a sí mismo y está convencido de la justicia de su causa, porque muestra ante todo la horrible realidad, los desastrosos resultados de la falsa doctrina que intenta propagarse con satánica energía por todos los pueblos del mundo.

No podemos diferir por más tiempo, Excmos. Sres., la expresión de nuestra profunda admiración por el heroísmo de los nobles mártires que con sus Obispos, Clero, religiosos y fieles seglares han sentido la bárbara persecución desatada sobre sí y en que tantos han hecho el sacrificio usque ad sanguinem por su Fe. Nosotros rogamos una vez más que pueda cumplirse el viejo dicho sanguis martyrum semen Ecclesiae; que las nobles palabras de caridad y perdón, con que cierran su carta, y aquella sangre generosa aboguen ante Dios por los españoles extraviados, que seducidos por falsas doctrinas han causado tan incalculable daño a su Patria, y que de esta sangre. Y de estos dolores la Divina Providencia se valga para conducir a renovada y vigorosa vida a la noble nación española y a la gloriosa Iglesia de España, para honor de Su Santo Nombre Y continuidad próspera del pueblo español.

Firmado en nombre de los Obispos de Irlanda, † Cardenal Macrory, presidente; † J. Kinane, secretario.

Dublín, 12 octubre de 1937.

Para la Historia: Respuesta a la Carta Colectiva del Episcopado Español IX

17 miércoles Abr 2013

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Los obispos colombianos

 

El Episcopado de la República de Colombia, congregado en Bogotá, admira viva y cordialmente los heroicos sacrificios que con ejemplar abnegación, para gloria de Dios y bien de la iglesia católica, realizan el Episcopado, el Clero y el pueblo católico español en estos días trágicos para la Madre patria; eleva la más enérgica protesta en su propio nombre, en el Clero secular, de los religiosos de ambos sexos, de la nación colombiana en general, que se gloría de ser fiel amante e hija sumisa de la Iglesia católica, por los horrendos crímenes que contra las personas, lugares y cosas sagradas, y aun los más elementales principios de moral y humanidad, se están perpetrando en el suelo español, a los cuales atentados se suma el martirio de nobles religiosos colombianos; asimismo aprovecha la ocasión para protestar contra la aseveración injuriosa, hecha a Colombia por algunos órganos de la prensa extranjera, de ser uno de los dos países latinoamericanos que simpatizan con los procederes comunistas, porque está cierto de que éste no es el sentir colombiano; hace a la vez fervientes votos al Altísimo para que pronto renazca la paz y la tranquilidad la noble nación española, con el fin de que pueda continuar dando al mundo los tradicionales ejemplos de catolicismo y amor a Jesucristo, que tan fecundos frutos produjeron en la América Latina.

Como testimonio de los sinceros sentimientos expresados, ha celebrado la Catedral primada de la ciudad de Bogotá solemnes honras fúnebres por todas las víctimas de la guerra, con la intención especial en que al mismo tiempo que sirvieran de sufragio a las almas que lo necesitaran atrajeran las bendiciones para España y Colombia, por la intercesión de aquellos que han tenido la dicha envidiable de dar su vida y derramar su sangre por la causa de la Religión católica, sellando su meritoria existencia con la gloriosa palma del martirio.

Transcríbase al Emmo. Cardenal Arzobispo de Toledo, Primado de España, y por su digno conducto a todo el Episcopado español.

 

Bogotá, octubre 12 de 1936.

(Sigue las firmas de los Excmo. Sres Arzobispos, Obispos Vicarios y Prefectos apostólicos)

Para la Historia VIII: Respuesta a la Carta Colectiva del Episcopado Español

10 miércoles Abr 2013

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Mensaje del Episcopado Austriaco

A Vuestra Eminencia Reverendísima, Señor Cardenal Primado de España, y a Vosotros todos, Reverendísimos Obispos de España, nosotros, Obispos de Austria, reunidos en la Conferencia anual, enviamos saludo y bendición.

Cuando se desencadenó sobre vosotros la más cruel de las persecuciones, os acompañó nuestra compasión, y unimos nuestras plegarias a las de muchos otros, especialmente del pueblo creyente, para que Dios Nuestro Señor, en su infinita bondad y misericordia, abreviase el tiempo de aflicción, os diese consuelo y auxilio, haciendo surgir abundantes gracias a tan grandes dolores.

Con el mismo fin ordenamos también oraciones públicas en las distintas diócesis. Y al compás que se extendía la persecución de la Iglesia en España aumentaba nuestra admiración ante el espíritu de sacrificio, firmeza, heroísmo y valor en la fe que se han manifestado en vuestro pueblo.

Centenares de sacerdotes y religiosos y seglares católicos españoles han soportado valerosamente y con gran espíritu de sacrificio las más graves posibilidades. De igual manera ahora nos congratulamos con Vosotros, al ver que tantos horrores terminan en bien, de que la victoria del derecho y de la justicia, la victoria del cristianismo, de la fe católica, adelanta cada vez más vuestro país. Así como antes nos condolíamos, ahora nos alegramos del cambio felicísimo obrado en vuestra patria. Así cumplimos las palabras del Apóstol de las Gentes: “Si padece un miembro, todos los otros miembros padecen también. Se honra y enaltece a uno de los miembros, se alegran todos los demás” (1Cor. 12, 26). Tampoco ahora os ha de faltar el concurso de nuestras oraciones para que la victoria definitiva sea expandida. Lo sucedido en estos duros tiempos y lo que actualmente vemos justifica la esperanza de que, como hace siglos a la gran lucha entre el cristianismo y el islamismo sucedió en España brillante floración de nueva cultura cristiana, también ahora se reconfortara la fe y se abrirá en esplendorosa civilización según Cristo.

¡Que la sangre de tantos heroicos mártires ensalce la Iglesia de España a gloria tan sublime y perdurable que no alcance a oscurecerla la persecución pasada, más cruel que las antiguas persecuciones de los cristianos! ¡Que la sangre de tantos heroicos mártires sirva, en esta época de incredulidad y de odio a Dios, para poner de manifiesto el esplendor de la Iglesia de Cristo, para honra de la Santísima Trinidad, para exaltación del Reino de Cristo y el triunfo incontestable de la Santa Iglesia. Ello será, además, dentro de la Iglesia católica, especialmente donde la religión de Cristo es asimismo duramente amenazada y perseguida, consuelo y aliento, despertando renovada esperanza en la gran victoria de la Fe cristiana católica.

Viena, noviembre 1937.

† S. Waitz, Arzobispo de Salzburgo; † Teodoro, Cardenal Innitzer, Arzobispo de Viena.

Carta Colectiva del Episcopado Español IV

09 miércoles Ene 2013

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Orientaciones Episcopales

Carta Colectiva del Episcopado Español 1-7-1937 (IV)            Ave María- Abril 2007

5.- EL ALZAMIENTO QUE PRECEDIÓ A LA GUERRA

El 18 de julio del año pasado se realizó el alzamiento militar y estalló la guerra que aún dura. Pero nótese, primero, que la sublevación militar no se produjo, ya desde sus comienzos, sin colaboración con el pueblo sano, que se incorporó en grandes masas al movimiento, que por ello debe calificarse de cívico-militar; y segundo, que este movimiento y la revolución comunista son dos hechos que no pueden separarse si se quiere enjuiciar debidamente la naturaleza de la guerra. Coincidentes en el mismo momento inicial del choque, marcan desde el principio la división profunda de las dos Españas que se batirán en los campos de batalla.

CMB1-013-03

Aún hay más: el movimiento no se produjo sin que los que lo iniciaron intimaran previamente a los poderes públicos a oponerse por los recursos legales a la revolución marxista inminente. La tentativa fue ineficaz y estalló el conflicto, chocando las fuerzas cívico-militares, desde el primer instante, no tanto con las fuerzas gubernamentales que intentaron reducirlo como con la furia desencadenada de unas milicias populares que, al amparo, por lo menos, de la pasividad gubernamental, encuadrándose en los mandos oficiales del ejército y utilizando, además del que ilegalmente poseían, el armamento de los parques del Estado, se arrojaron como avalancha destructora contra todo lo que constituye un sostén en la sociedad,

Esta es la característica de la reacción obrada en el campo gubernamental contra el alzamiento cívico-militar. Es, ciertamente, un contraataque por parte de las fuerzas fieles al Gobierno; pero es, ante todo, una lucha en comandita con las fuerzas anárquicas que se sumaron a ellas y que con ellas pelearán juntas hasta el final de la guerra. Rusia, lo sabe el mundo, se injertó en el ejército gubernamental tomando parte en sus mandos, y fue a fondo, aunque conservándose la apariencia del Gobierno del Frente Popular, a la implantación del régimen comunista por la subversión del orden popular establecido. Al juzgar de la legitimidad del movimiento nacional, no podrá prescindirse de la intervención, por la parte contraria, de estas milicias anárquicas incontrolables -es palabra de un ministro de gobierno de Madrid-, cuyo poder hubiese prevalecido sobre la nación.

Y porque Dios es el más profundo cimiento de una sociedad bien ordenada -lo era de la nación española-, la revolución comunista, aliada de los ejércitos del Gobierno, fue, sobre todo, antidivina.

Se cerraba así el ciclo de la legislación laica de la Constitución de 1931 con la destrucción de cuanto era cosa de Dios. Salvamos toda intervención personal de quienes no han militado conscientemente bajo este signo; sólo trazamos la trayectoria general de los hechos.

Quema de iglesias Mayo 1931

Por esto se produjo en el alma nacional una reacción de tipo religioso, correspondiente a la acción nihilista y destructora de los sin-Dios. Y España quedó dividida en dos grandes bandos militantes; cada uno de ellos fue como el aglutinante de cada una de las dos tendencias profundamente populares y a su alrededor, y colaborando con ellos, polarizaron, en forma de milicias voluntarias y de asistencias y servicios de retaguardia las fuerzas opuestas que tenían dividida la nación.

La guerra es, pues, como un plebiscito armado. La lucha blanca de los comicios de febrero de 1936, en que la falta de conciencia política del gobierno nacional dio arbitrariamente a las fuerzas revolucionarias un triunfo que no habían logrado en las urnas, se transformó, por la contienda cívico-militar, en la lucha cruenta de un pueblo partido en dos tendencias: la espiritual, del lado de los sublevados, que salió a la defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la patria, y muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la otra parte, la materialista, llámese marxista, comunista, o anarquista, que quiso sustituir la vieja civilización de España, con todos sus factores, por la novísima “civilización” de los soviets rusos.

Las ulteriores complicaciones de la guerra no han variado más que accidentalmente su carácter: el internacionalismo comunista ha corrido al territorio español en ayuda del ejército y pueblo marxista como, por la natural exigencia de la defensa y por consideraciones de carácter internacional, han venido en ayuda de la España tradicional armas y hombres de otros países extranjeros.

Pero los núcleos nacionales siguen igual aunque la contienda, siendo profundamente popular, haya llegado a revestir caracteres de lucha internacional.

Por esto, observadores perspicaces han podido escribir estas palabras sobre nuestra guerra: Es una carrera de velocidad entre el bolchevismo y la civilización cristiana, Una etapa nueva y tal vez decisiva en la lucha entablada entre la Revolución y el Orden, Una lucha internacional en un campo de batalla nacional; el comunismo libra en la Península una formidable batalla, de la que depende la suerte de Europa.

Revolución-y-contrarrevolución

No hemos hecho más que un esbozo histórico del que deriva esta afirmación: El alzamiento cívico-militar fue en su origen un movimiento nacional de defensa de los principios fundamentales de toda sociedad civilizada; en su desarrollo lo ha sido contra la anarquía coaligada con las fuerzas al servicio de un gobierno que no supo o no quiso tutelar aquellos principios.

Consecuencia de esta afirmación son las conclusiones siguientes:

Primera: Que la Iglesia, a pesar de su espíritu de paz y de no haber querido la guerra ni haber colaborado en ella, no podía ser indiferente en la lucha; se lo impedían su doctrina y su espíritu, el sentido de conservación y la experiencia de Rusia. De una parte se suprimía a Dios, cuya obra ha de realizar la Iglesia en el mundo y se causaba a la misma un daño inmenso en personas, cosas y derechos, como tal vez no lo haya sufrido institución alguna en la historia; de la otra, cualesquiera que fuesen los humanos defectos, estaba el esfuerzo por la conservación del viejo espíritu español y cristiano.

Segunda: La Iglesia, con ello, no ha podido hacerse solidaria de conductas, tendencias o intenciones que, en el presente o en el porvenir, pudiesen desnaturalizar la noble fisonomía del movimiento nacional en su origen, manifestaciones y fines.

Tercera: Afirmamos que el levantamiento cívico-militar ha tenido en el fondo de la conciencia popular un doble arraigo: el del sentido patriótico, que ha visto en él la única manera de levantar a España y evitar su ruina definitiva, y el sentido religioso, que lo consideró como la fuerza que debía reducir a la impotencia a los enemigos de Dios, y como la garantía de la continuidad de su fe y de la práctica de su religión.

Cuarta: Hoy por hoy, no hay en España más esperanza para reconquistar la justicia y la paz y los bienes que de ella derivan que el triunfo del movimiento nacional. Tal vez hoy menos que en los comienzos de la guerra, porque el bando contrario, a pesar de todos los esfuerzos de sus hombres de gobierno, no ofrece garantías de estabilidad política y social.

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