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En la convivencia última os centraba el tema de vuestra meditación en la letrilla de S. Juan de la Cruz:
“olvido de lo criado
memoria del Creador
atención a lo interior
y estarse amando al Amado”
Los cuatro versos nos resumen la vida de perfección a la que estamos llamados, así como el camino para llegar a ser íntimos amigos de Jesucristo.
Hemos de abrazarnos con generosidad a la Cruz del Señor para vencer la esclavitud del mundo que nos domina con el respeto humano, y las costumbres mundanas, lecturas mundanas y espectáculos mundanos. Libres y rotas esas ataduras el alma penetra más y más en los misterios de Dios y en el conocimiento de Jesucristo, de su vida, pasión, muerte y resurrección.
La única ciencia importante es el conocimiento de Jesucristo, hasta que nos posea el corazón. Entonces encontramos en nuestro interior aquella palabra del Señor que nos dice: “el reino de Dios está dentro de nosotros.” Hay jóvenes que “se aburren” en todas partes. Es que tienen una pobreza espiritual absoluta. Por el camino interior se llega al amor.
San Pablo expresaba esta realidad con el grito: “No vivo yo, es Cristo el que vive en mí.” El amor es más fuerte que la muerte. Al ir muriendo a todos los egoísmos del corazón empieza a vivir el hombre solamente para el amor, el amor de Dios.
La pregunta que muchos me hicisteis ¿en dónde, cómo y de qué manera empezar este camino? Tiene una respuesta sencilla: MARÍA. En una vida mariana, maternizada y entregada toda a María está la única escuela. En la escuela de María se aprende la única ciencia que nos lleva a Jesucristo. Sirve y ama a María y lo demás se te dará por añadidura.
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 26, marzo de 1979