Contracorriente

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Catecismo Social XXXV: Liberalismo, Capitalismo Y Supercapitalismo II

15 martes Oct 2013

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5 -La Iglesia, ¿ha condenado el capitalismo liberal?

La Iglesia propugna la propiedad privada, como garantía de la libertad y dignidad. Pero la Iglesia ha condenado catecismo socialseveramente, no el régimen de capital y trabajo, sino la concentración del dinero en pocas manos, producido por la usura más criminal. Pío XI, reflejando lo que León XIII había ya apuntado contra el capitalismo liberal, escribe en la «Quadragesimo anno»: «Salta a los ojos de todos, en primer lugar, que en nuestros tiempos no sólo se acumulan riquezas, sino que también se acumula una descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos, que la mayor parte de las veces no son dueños, sino sólo custodios y administradores de una riqueza en depósito, que ellos manejan a su voluntad y arbitrio. Dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y señorean sobre el crédito, y por esta razón administran, diríase, la sangre de que vive toda la economía y tienen en sus manos así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad». (39).

 

 

6 -Los otros Papas, ¿tienen este lenguaje condenatorio del capitalismo liberal?

Basta hojear el magisterio pontificio. Pío XII dice: «Vemos, de una parte, cómo ingentes riquezas dominan la economía privada y pública, y a menudo también la actividad civil; la otra, la innumerable multitud de quienes, privados de toda directa o indirecta seguridad de vida, no tienen ya interés por los verdaderos y altos valores del espíritu y se cierran a las aspiraciones hacia una genuina libertad» (l-IX-1944).y en otra ocasión, hablaba así acusando a ciertos católicos: «Otros se muestran no menos timoratos e indecisos frente a ese sistema económico que se conoce con el nombre de capitalismo, cuyas graves consecuencias la Iglesia no ha dejado de denunciar. La Iglesia, en efecto, ha señalado no sólo los abusos del capital y del mismo derecho de propiedad que tal sistema promueve y defiende, sino que ha enseñado también que el capital y la sociedad deben ser instrumentos de la producción para provecho de toda la sociedad y medios de apoyo y de defensa de la libertad y dignidad de la persona humana» (23-IX-1950). Juan XXIII, en la «Mater et Magistra», nos dice: «Si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico es injusto aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel y se distribuya según criterios de justicia y equidad» (83). Y Pablo VI taxativamente afirma: «¡Debe de haber algo profundamente equivocado, radicalmente insuficiente en el sistema mismo, cuando da origen a semejantes reacciones sociales!» (8-VI-1964).O sea, la Iglesia que proclama que la propiedad es de derecho natural, condena «el sistema mismo», que aniquila la propiedad de muchos y la concentra en pocas manos. Lo que es lo mismo, la Iglesia condena el capitalismo como concentración injusta de la propiedad en unos cuantos. Porque este capitalismo no tiene nada que ver con la civilización católica. Es el hijo legítimo del protestantismo, que con la doctrina calvinista predicaba la predestinación para los que tienen abundancia de riquezas. y es cosa sabida que la Iglesia católica fue la que más se opuso a la doctrina del interés del dinero, entendido como usura, tantas veces condenada en la Sagrada Escritura, y que solamente se acepta por títulos externos, justos y proporcionados. Otra cosa es que los católicos hayan sido fieles a la doctrina social de la Iglesia. Pío XI, en la «Divini Redemptoris», lamentaba «la pesada herencia de los errores de un régimen económico injusto que ha ejercitado su ruinoso influjo durante varias generaciones» (SO). El ideal social de la Iglesia es la difusión de la propiedad, de la que es enemigo el capitalismo liberal y el supercapitalismo. «El derecho a poseer una parte de bienes suficientes para sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde» «<Gaudiumet Spes», 69), nos dice el Vaticano II. Y a esta propiedad difundida, en que efectivamente muchos participan, se oponen el capitalismo liberal y el marxismo. Solamente la limitación del arrendamiento -negación y abuso en muchos casos, de la propiedad privada-, la justicia social y la práctica de la limosna o magnificencia, según los módulos de la moral, lo pueden lograr.

 

La Voz de los sin Voz XLI

03 jueves Oct 2013

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Pedro: Cada vez más, oímos la palabra tolerancia aplicada a mil casos distintos. La tolerancia o intolerancia hace relación a la práctica. Santo Tomás de Aquino, decía que en algunas circunstancias se podía tolerar la prostitución. Lo que no debemos ceder nunca es en los sanos principios. Debemos ser intransigentes en la defensa de la doctrina cristiana.

Salomé: El Cardenal Newman, definió la religión del Anticristo como una religión y sociedad sin bien y sin verdad, sin principios. Es la religión del indiferentismo que desarrolla la democracia en todos los ámbitos humanos.

Santiago: España luz de Trento y evangelizadora de medio mundo, se arruinó en la evangelización de Hispanoamérica. Según el profesor colombiano Luis Corsi Otálora, especialista en historia de la economía, América fue para España una sangría económica. Los hechos históricos así lo indican.

Judit: Los enemigos de Cristo y Su Iglesia son innumerables, san Juan los engloba a todos con el término “mundo”. El mundo ha declarado su independencia total y absoluta de Dios. Nosotros defenderemos hasta la muerte, contra el mundo y su dios, el demonio, la soberanía de Cristo Rey en todas las realidades humanas. ¡Viva Cristo Rey!

Pablo: ¡Viva María Reina! Nuestro Sumo Pontífice, Francisco, nos ha dicho que “la Mamá, la Virgen Santísima, nos hace fecundos”. La Iglesia tiene muchos enemigos. Nosotros vivimos entre ellos. Lo que supone hacernos cargo de ellos porque Dios no quiere “la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (Ezq. 32,11). Debemos combatir hasta conseguir que este mundo salvaje se convierta en humano y cristiano.

Rut: Hoy, que tanto se habla de las libertades democráticas y de los nuevos derechos humanos, tenemos el deber de recordar a nuestros coetáneos que vivimos dominados por políticas corruptas y tiránicas; por el estatismo ideológico progresista que asesina millones de niños y niñas inocentes e indefensas.

María: No conozco a ningún partido político que tenga como fin de su política el bien común de su patria. Los partidos políticos sólo se preocupan de su interés particular. Que cada ciudadano aguante su vela; los seis millones de parados que se aguanten también, pueden y deben tomar las medidas necesarias para que acaben tantas injusticias.

Mateo: El “ángel del Alcázar”, Antonio Ribera decía a sus compañeros: Disparad pero disparad sin odio. Sí, pacifistas míos, hay guerras justas. La guerra no implica necesariamente odio. Por amor a la Patria se debe luchar con las armas hasta la muerte. Y con el apostolado hasta la denigración, la calumnia y la “muerte”, ante los medios de comunicación social democráticos.

Sara: Los pacifistas de nuestros días, tan amantes de la partitocracia y tan enemigos del ejército, deben saber que no son los militares, sino los políticos, los que declaran las guerras contras sus enemigos.

José: La Iglesia no tiene ningún partido político, pero los católicos tenemos el sagrado deber, recordado por el Concilio Vaticano II, de cristianizar la política en todas las naciones.

Magdalena: Liberales, socialistas y toda clase de progresistas serán siempre enemigos de la Doctrina social y Política de la Iglesia. Porque la Iglesia enseña que el fin de la política es el bien común en el orden natural y sobrenatural. Y la partitocracia, es enemiga visceral del bien de los demás; sobre todo, del bien sobrenatural.

Magdalena, Presidenta

Catecismo Social XXXIII: Educación, Enseñanza y Liberalismo VII

03 jueves Oct 2013

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condición, conformación cristiana del mundo, cristianos, deber de la educación, derecho a la educación, diferente sexo, dignidad de la persona, Dios Padre, doctrina, doctrina de salvación, edad, educación cristiana, educación moral, educación religiosa, escuela católica, escuelas no católicas, espíritu santo, facultades católicas, fe, formación de la persona humana, formación humana de la juventud, hijos de Dios, ideal, Iglesia, misterio de la salvación, raza, Reinado de Cristo, sacerdotes, Santo COncilio, seglares, tradiciones patrias, universidades católicas, valores naturales, verdadera unidad, vida de cristo

26 -En definitiva, ¿cuál es el ideal de la educación cristiana?

Responderemos con palabras del Concilio en su declaración sobre la educación cristiana de la juventud:

«Todos los hombres, de cualquier raza, condición y edad, en cuanto participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable a una educación, que responda al propio fin, al propio carácter, al diferente sexo, y que sea conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo tiempo, esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz. Mas la verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las sociedades, de las que el hombre es miembro y en cuyas responsabilidades tomará parte una vez llegado a la adolescencia… Declara igualmente el sagrado Concilio que los niños y los adolescentes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta conciencia los valores morales y a prestarles su adhesión personal y también a que se les estimule a conocer y amar más a Dios … Todos los cristianos, puesto que por la regeneración por el agua y el Espíritu Santo han sido constituidos nuevas criaturas, y se llaman y son hijos de Dios tienen derecho a la educación cristiana. La cual no persigue solamente la madurez de la persona humana … sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe, mientras son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad … Ellos, además, conscientes de su vocación, acostúmbranse a dar testimonio de la esperanza que en ellos hay y a ayudar a la conformación cristiana del mundo, mediante la cual los valores naturales contenidos en la consideración integral del hombre redimido por Cristo contribuya al bien de toda la sociedad … El deber de la educación, perteneciente en primer lugar a la familia, necesita de la ayuda de toda la sociedad. Además, pues, de los derechos de los padres y de aquellos a quienes ellos les confían parte en la educación, ciertas obligaciones y derechos corresponden también a la sociedad civil, en cuanto a ella pertenece el disponer todo lo que se requiere para el bien común temporal… Por fin, y por un motivo singular, el deber de la educación corresponde a la Iglesia, no sólo porque debe ser reconocida como sociedad humana capaz de educar, sino, sobre todo, porque tiene el deber de anunciar a todos los hombres el camino de la salvación, de comunicar a los creyentes la vida de Cristo y de ayudarles con atención constante para que puedan lograr la plenitud de esta vida … Consciente, además, la Iglesia del gravísimo deber de procurar cuidadosamente la educación moral y religiosa de todos sus hijos, es necesario que atienda con su afecto particular y con su ayuda a los muchísimos que se educan en escuelas no católicas, ya por medio del testimonio de la vida de los maestros y formadores, ya por la acción apostólica de los condiscípulos, ya, sobre todo, por el ministerio de los sacerdotes y de los seglares que les enseñan la doctrina de la salvación, de una forma acomodada a la edad y a las circunstancias, y les prestan ayuda espiritual con medios oportunos y según la condición de las casas y de los tiempos… La presencia de la Iglesia en la tarea de la enseñanza se manifiesta, sobre todo, por la escuela católica. Ella busca, no en menor grado que las demás escuelas, los fines culturales y la formación humana de la juventud …Así, pues, la escuela católica, a la par que se abre como conviene a las condiciones del progreso actual, educa a sus alumnos para conseguir eficazmente el bien de la ciudad terrestre y los prepara para servir a la difusión del Reino de Dios, a fin de que con el ejercicio de una vida ejemplar y apostólica sean como el fermento salvador de la comunidad humana… El Santo Concilio recomienda con interés que se promuevan Universidades y Facultades católicas convenientemente distribuidas en todas las partes de la tierra, de suerte, sin embargo, que no sobresalgan por su número, sino por el prestigio de la doctrina, y que su acceso esté abierto a los alumnos que ofrezcan mayores esperanzas, aunque de escasa fortuna, sobre todo a los que vienen de naciones recién creadas». (1, 2, 3, 7, 8 y 10). O sea, al afirmar el derecho de todos los hombres a la educación, la Iglesia declara indispensable la enseñanza de las grandes verdades religiosas y morales que ordenan la vida humana. Para los cristianos, una enseñanza que esté presidida por el desarrollo y práctica de la fe y su influencia en la vida social, para el Reinado de Cristo en todos los ambientes, estructuras y personas. También que los no católicos, escolarmente, deben ser catequizados. Reivindica la necesidad de escuelas católicas específicas, así como de Universidades y Facultades, para que los alumnos formados en ellas no se contenten con una piedad privada sino que colaboren eficazmente a la implantación del orden social católico.

Evangelizar las Periferias

25 miércoles Sep 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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Cristo, Dios, evangelizar, Iglesia, palabra, periferias, predicar

El Santo Padre Francisco nos ha dicho varias veces que hay que predicar el evangelio de Cristo y enseñar el catecismo de la Iglesia Católica a nuestros contemporáneos que saben un poco de todo y casi nada de la vida cristiana. Tenemos que predicar a Cristo nacido de la virgen María, muerto y resucitado, para darnos nuestra felicidad eterna. San Pablo nos dice: “¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán sin haber oído de Él? ¿Y cómo oirán si nadie les predica?… Por consiguiente, la fe es por predicación y la predicación por la palabra de Cristo” (Rom. 10, 14-17).

No podemos hacer como las avestruces, cerrar los ojos y taponar los oídos, encerrándonos en nuestra urna de cristal, en nuestros intereses personales olvidando que la Virgen María en Fátima, Portugal y la Divina Misericordia en Polonia, nos revelan que son muchos los que se condenan y van al infierno porque no hay quien rece y se sacrifique por ellos; porque no hay católicos valientes que, oportuna e inoportunamente, les prediquen las verdades eternas que enseña infaliblemente nuestra Santa Madre Iglesia.

Nadie como la Iglesia se preocupa y trabaja por resolver problemas sociales. El Señor curaba a los leprosos, devolvía la vista a los ciegos y resucitaba muertos… pero Dios se hizo hombre para salvar eternamente a los hombres. La Iglesia humaniza y evangeliza. Pero lo primero es la vida eterna. Porque Satanás quiere que todo el mundo se condene como él, esta para siempre condenado. Y, como nos ha dicho el Papa Francisco, muchas veces Satanás se presenta como “ángel de luz”. Y la única luz que alumbra y salva a las personas humanas es Cristo “Luz del mundo”.

Hoy como ayer Cristo nos dice: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura”. Mis palabras son luz y vida, también nos dice Jesús. Y estas palabras permanecerán. “El Cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasaran”. ¡A predicar la palabra de Cristo! El único Dios que nos salva. El Evangelio de Cristo es la única salvación para el mundo.

P. Manuel Martínez Cano mCR

Catecismo Social XX: Democracia I

03 miércoles Jul 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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Apóstoles, aristóteles, autoridad proviene de la soberanía popular, caridad, catecismo social, categorías humanas, clases oprimidas, democracia, democracia cristiana, democracia política, democratismo, demofilia, depósito de la fe, dialéctica de las mayorías y minorías, encuestas, evangelio, filósofo francés, formas de gobierno, hombre civilizado, ideal político, Iglesia, Judas Iscariote, justicia, la iglesia no es democrática, ley expresión del número, Maritain, mayoría de votos, monarquía absoluta, movimientos de opinión, mundo moderno, obra, palabra democracia, palabras de vida eterna, panteísmo político, Papa, Primacía de lo espiritual, pueblo de Dios vivificado por el Espíritu Santo, pueblo soberano, Revelación, Rousseau, sacramentos, santa misa, santo de Dios, santo Tomás, sentidos, sufragio universal inorgánico, tendencia social, voluntad general

1 -La democracia, ¿no es el ideal político de todo hombre civilizado?

La palabra democracia es muy equívoca. La utilizan partidos y hombres visceralmente opuestos. Quizá nos sirvan para catecismo socialaclarar y enfocar el problema las distinciones que presenta Maritain en su obra «Primacía de lo espiritual», Dice el aludido filósofo francés: «La filosofía deberá, so pena de embrollarlo todo, distinguir tres sentidos en la palabra DEMOCRACIA:

1.º LA DEMOCRACIA COMO TENDENCIA SOCIAL, recomendada por los Papas (demofilia, democracia cristiana), y que no es otra cosa que el celo por dar a las clases laboriosas, más que nunca oprimidas en el mundo moderno, condiciones de vida humanas, exigidas, no solamente por la caridad, sino primeramente por la justicia.

2.° LA DEMOCRACIA POLITICA, entendida en el sentido de Aristóteles y Santo Tomás, y que la Iglesia como la filosofía consideran como una de las formas de gobierno posibles en derecho (e indicadas o contraindicadas, de hecho, según las condiciones y las formas históricas).

3.° EL DEMOCRATISMO, o la democracia en el sentido de Rousseau, digamos el mito religioso de la democracia, que es algo muy diferente del régimen democrático legítimo. La democracia así entendida se confunde con el dogma del pueblo soberano, que unido al dogma de la voluntad general y de la ley expresión del número, constituye, al límite, el error del panteísmo político (la multitud: Dios)». Son aceptables las definiciones primera y segunda de la democracia, aquí expuestas. Pero el católico no puede profesar la democracia rousseauníana, o sea la democracia que se basa en el sufragio universal inorgánico, que promulga una ley por la simple razón de la mayoría de votos y que proclama que la autoridad proviene de la soberanía popular.

 

2 –Es indudable que la Iglesia, por naturaleza, es democrática.

Este lenguaje es una aplicación mimética del aspecto político, o sea, es medir la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, con categorías humanas. La Iglesia no es una democracia. La Iglesia es la Iglesia, o sea, el pueblo de Dios vivificado por el Espíritu Santo, regido por el Papa y los sucesores de los Apóstoles, sociedad visible y místicamente divinizada por la Revelación, la Santa Misa, los Sacramentos, y todo el depósito de la fe. La Iglesia no es una democracia ni una monarquía absoluta. La antinomia mayoría-minoría no tiene ningún sentido dentro de la Iglesia. ¿Algo es válido porque lo dice la mayoría o porque una minoría lo sostiene? Ni una cosa ni otra. Sobre esto el Evangelio, como en todo, es definitivo. Cuando Jesús promete y anuncia la Eucaristía, la mayoría se escandaliza. Pedro proclama y profesa su fe en Jesús. «Desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían, y dijo Jesús a los doce: ¿Queréis iros vosotros también? Respondióle Simón Pedro: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn. VI, 66-67). Y Pedro acierta no porque sea minoría, sino porque es fiel al Espíritu Santo. Jesús añade: «¿No he elegido yo a los doce? Y uno de vosotros es un diablo. Hablaba de Judas Iscariote, porque éste, uno de los doce, había de entregarle» (Jn. VI, 70-71). Aquí resplandece la verdad que exponemos. Hay una mayoría que se equivoca, Pedro -minoría- que es iluminado sobrenaturalmente, y Judas -minoría- que entregará a Jesús y será el traidor. La Iglesia no funciona con la dialéctica de las mayorías y minorías, con las encuestas, con los movimientos de opinión formados de la manera que sea. La Iglesia no está fundada sobre la cantidad, sobre el número, sobre el materialismo, sobre los sufragios. La Iglesia no es democrática, según el idioma utilizado en la jerga política. Vive y se identifica con la Iglesia aquel que realmente está atento a las «palabras de vida eterna». Toda otra aplicación es profanar el misterio divino de la Iglesia.

 

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