Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos de etiqueta: Jerusalén

Página para Meditar: Jerusalén ciudad de Paz

28 miércoles Ago 2013

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alma, ciudad de paz, Cristo, Jerusalén

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.

Meridiano Católico Nº 181, febrero de 1994         

  La llegada a Jerusalén, la estancia en Jerusalén, es una renovación en la vida cristiana, un nuevo afán de seguir a Cristo por villas, castillos y ciudades por donde Él predicaba. Es como una vuelta a las raíces cristianas de todos los pueblos cristianos, como una vuelta del alma en busca del adorable rostro de Nuestro Señor Jesucristo: en cada esquina de aquella ciudad de paz, parece clamar el alma con la súplica: “Muéstrame, Señor, tu rostro.”

Jerusalén es ciudad de paz. Ese nombre sagrado no ha sido desmentido a pesar de haber estado sitiada en confrontaciones bélicas, cincuenta y seis veces, y haber sido arrasada hasta sus cimientos treinta y seis veces. Porque Jerusalén, imagen de la paz eterna y feliz de la gloria celestial, es hoy para todo corazón cristiano, fuente de paz. En Sión se ha afirmado el poder de Dios, en la ciudad Santa, en Jerusalén se realiza el reposo de Dios, y en ella Dios es honrado y rodeado de la gloria de un pueblo de santos.

La ciudad de la paz nos habla del que es Príncipe de la Paz. La Paz es Jesucristo. En Jerusalén penetra en el alma un río de paz que la  conduce por las calles de la vida interior del alma al olvido de todo lo creado, de todo lo que sabe a erudición, cultura y sabiduría de este mundo, para sumergirse en la contemplación de Quien vivió aquí y murió aquí, para darnos vida también con nuestra muerte. Sí, estarse, contemplando, adorando, amando a quien nos abrió la intimidad de nuestra propia alma, donde se halla Él, Jesucristo, como Ser del propio ser y palacio interior donde Él ha querido vivir con su criatura.

Jerusalén, ciudad de paz, donde resuena la gran voz que consumió el sacrificio de la Cruz. Esa voz que es misericordiosa y paz y que en el interior del alma se hace ternura y abandono en el Corazón Sagrado que nos dijo: “Mi reino está dentro de vosotros.”

El alma quiere quedarse en Jerusalén. Quiere buscar los agujeros de la piedra, las cuevas de los muros, para oír, reposar, en las palabras creadoras del Príncipe de la Paz, que dice al alma: “La paz esté contigo. Yo soy.”

Sí, el alma ama a Jerusalén por encima de todas las ciudades de la tierra. El alma en la escuela de Jerusalén aprende la lección siempre nueva de la presencia íntima del Señor Jesucristo. El alma es Jerusalén.  Ella es Sagrario. Ella descubre la presencia del Sagrario. Santuario del alma. Santuario del alma donde igual que en el cielo vive el Rey. De rodillas, ante el Calvario, yo vi la ciudad Santa de Jerusalén que bajaba del cielo, como una novia, engalanada para su esposo. Él vino al alma en la paz de su cruz y su resurrección.

P. José Mª Alba Cereceda SI

 

Vida de San José III: Su Edad

03 miércoles Jul 2013

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Bautismo, Belén, concupiscencia, edad de san josé, Egipto, israelita, jeremías, Jerusalén, libros apócrifos, movimientos de la carne, Nazaret, padre nutricio, protector de la Sagrada Familia, pureza, San Alfonso Maria de Ligorio, Suárez, verbo encarnado, Virgen Maria

Sobre la edad que tenía San José al contraer matrimonio con la Virgen María, no nos dicen nada los Evangelios. Unos san-jose-de-nazaretsostienen que era joven hermoso y adornado de toda virtud, y otros lo presentan como si fuera ya viejo y hasta octogenario, y en esta opinión tal vez hayan influenciado los libros apócrifos que hablan exageradamente en este sentido; pero esto no puede sostenerse, porque no es conforme con los Evangelios que reflejan la personalidad de San José como el protector de la Sagrada Familia y padre nutricio de la misma, que exigía fortaleza en su misión, como era el acompañarles vg. en sus viajes penosos, de Belén a Egipto, de Egipto a Nazaret, de Nazaret a Jerusalén, etc., y el desempeño de oficio de carpintero. Su edad estaba sin duda alguna en relación con la de la Virgen María.

Una israelita solía casarse alrededor de los quince años, y un israelita alrededor de los dieciocho o veinte años, y esta (tal vez pocos años más) tuvo que ser la de San José, y es la que sostenemos, porque las costumbres de entonces como las de ahora tenían que reprobar una unión tan desigual como sería la de un anciano con una adolescente y sería algo injurioso a San José.

Los que sostienen que San José era de edad avanzada para afirmar mejor la virginidad perpetua de María, miran muy humanamente esta cuestión, pues tenemos que decir como enseña Santo Tomás que «cuando Dios elige a un hombre para determinado cargo, entonces derrama sobre él todas las gracias conducentes para adquirir idoneidad en aquel cargo», y éstas pudo concedérselas a San José en su plena juventud.

San Alfonso María de Ligorio nos dice que «al disponer Dios que José ejerciese el oficio de padre respecto de la persona del Verbo encarnado débese tener la certidumbre que le confirió todas las dotes de sabiduría y santidad que para tal cargo se requerían; ni cabe poner en duda que le enriqueció además con todos los privilegios y gracias a los demás santos concedidos.

En sentir de Gersón y de Suárez (y otros teólogos), tres fueron los privilegios especiales que caracterizaron a José:

1.° El ser santificado desde el vientre de su madre, como Jeremías y el Bautista.

2.° El de haber sido asimismo confirmado en gracia.

3.° El de estar exento de los apetitos de la concupiscencia; de cuyo privilegio suele San José, por los méritos de su pureza, hacer participantes a sus devotos, librándolos de los movimientos de la carne».

Vida de San José II: Patria, Parientes y Profesión

26 miércoles Jun 2013

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agrada Escritura, Arquelao, Belén, Cleofás, destierro de la Sagrada Familia, esponsales, evangelios, Galilea, hegesipo, hermanos de Jesús, Herodes, Jerusalén, jesús, José, Judas, Judea, maría, Mateo, mártir, Nazaret, obrero en hierro, obrero en metal, patria de san josé, San Hilario, San Isidoro, San Justino, San Mateo, San Veda, Santiago el Menor, santo Tomás de Aquino, siglo I, Simón, tierra de israel

La patria de San José

Se ha discutido si nació en Belén o en Nazaret. Los Evangelios no particularizan. Los que son del parecer que nació en Belén, se apoyan en estas razones:

1. Que San José al terminar el destierro de la Sagrada Familia en Egipto, su propósito era volver a Belén, según el relato de Mateo: «Y levantándose tomó al niño y a su madre y partió para la tierra de Israel. Mas, habiendo oido que en Judea reinaba Arquelao, en lugar de Herodes, su padre, temió ir allá y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, yendo a habitar en una ciudad llamada Nazaret…» (Mt. 2. 21-23).

2. El testimonio de San Justino, mártir del siglo I, quien nos dice que José subió de Nazaret a Belén «donde era oriundo».

3. El tenerse que empadronar en Belén pudiera ser otra nueva prueba, porque podía él haber nacido allí.

Los que están a favor de que José nació en Nazaret dicen:

1. Que los relatos de los Evangelios favorecen esta opinión, pues allí vivía cuando tuvieron lugar los esponsales (aunque esto solo también nos podría decir que allí vivía la Virgen cuando se conocieron), y que en Nazaret pasaría sin duda su infancia y juventud.

2. En Nazaret también vivía un hermano de Jesús.

3. Porque no se explica que si era oriundo de Belén, no hallase ningún pariente o amigo que les abriesen las puertas cuando fueron a empadronarse y tuvieran que refugiarse en un establo.

No ha faltado otra opinión, la de los que dijeron que había nacido en Jerusalén; pero ésta ha sido desechada por no tener otro fundamento que una afirmación de los Evangelios apócrifos.

Sus parientes

En los Evangelios hallamos expresiones como éstas:

Jesús «viniendo a su patria, les enseñaba en la sinagoga de manera que, atónitos, se decían: ¿De dónde le viene a éste tal sabiduría y tales poderes? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María, y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? Sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto?» (Mt. 13,54-56).

Hemos de decir que la expresión «hermanos y hermanas» de Jesús, de que tanto se han valido los protestantes para negar la virginidad de María, no tiene otro significado que el de ser sólo primos o próximos parientes de Jesús, pero no eran propiamente sus hermanos, ni hijos, por tanto, de San José.

Hegesipo, historiador de la Iglesia del siglo II, nos dice que San José tenía un hermano llamado Cleofás.

Este era, pues, tío de Jesús, el cual estaba casado con María, una de las mujeres que estaban presentes a la muerte de Jesús y junto a la cruz. y es la que San Juan llama «la de Cleofás» (19,25). Los hijos de este matrimonio fueron Santiago el Menor y José (Me. 15,40), y por lo que dice Hegesipo también lo eran Simón y Judas y varias hijas (Mt. 13,55-56).

En consecuencia: los llamados «hermanos de Jesús» no son hijos de San José ni de la Virgen María, sino de Cleofás y la otra María, pariente también de la Virgen (Véase mi libro: LA VIRGEN MARÍA EN LA BIBLIA Y LA TRADICIÓN, donde tengo aclarada esta cuestión de los «hermanos de Jesús»…).

Profesión de San José

Según la Sagrada Escritura, San José (ateniéndose al significado de la palabra griega té/don, en latín faber) fue carpintero, ebanista, escultor, herrero, obrero de construcción o artesano en general; más según reza la tradición apoyada a su vez en el Evangelio se le suele designar con el oficio de carpintero, y los Padres de la Iglesia son de este parecer.

San Justino, mártir del siglo II, escribió: «Jesús pasaba por ser hijo del carpintero José y era él mismo carpintero, pues mientras permaneció entre los hombres, fabricó piezas de carpintería como arados y yugos».

Los Evangelios apócrifos lo llamaron faber lignarius, o sea, obrero de la madera…; sin embargo, no han faltado algunos que como San Hilario y San Veda el Venerable dijeran que había tenido el oficio de herrero, y San Isidoro dijo que era «obrero en hierro y en metal»; más santo Tomás de Aquino escribió: «José no fue herrero, sino carpintero», y a partir del siglo XIII la opinión general es que este fue su oficio.

No obstante lo dicho, si nos atenemos a las palabras de San Justino de que «fabricó piezas de carpintería como arados y yugos», como los arados suelen llevar su reja de hierro, bien pudiéramos decir que San José era el artesano del pueblo, que no sólo confeccionaba las piezas de madera que entraban en la construcción de las casas, sino también arados, ruedas de carros, etc., pudiendo sin duda trabajar a la vez la madera y el hierro, si bien con preferencia lo propio de la carpintería.

Lo que si se desprende de los Evangelios es que San José fue un humilde trabajador y en su rudimentario taller de carpintería pudo emplearse en todos los menesteres que este oficio lleva consigo. Por eso decían los judíos, según refiere San Mateo (13,55): «¿No es éste el hijo del carpintero?». También Jesús ejerció este oficio en compañía de José, como testifican sus paisanos de Nazaret: «¿No es acaso el carpintero hijo de María…?» (Me. 6,3).

San José vivía como un artesano pobre y honrado que ganaba lo necesario para sustentar a su esposa María y al niño Jesús. El Evangelio nos refleja su estado de pobreza y honradez. De pobreza, porque, al hablarnos de la purificación de María y la presentación de Jesús en el templo, ofrecieron al sacerdote en lugar de un cordero primal, dos palominos que eran la ofrenda de las familias pobres y humildes. De honradez, porque él era como veremos, el «varón justo» que vivía conforme a la ley de Dios.

 

10 Reflexiones Luminosas

27 miércoles Feb 2013

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Desde ahora nos adherimos plenamente a quien vaya a ser elegido como próximo Papa, aún sin saber su nombre, su obispo20munillaprocedencia u otras circunstancias. Os pido que ya recéis por él, que nos unamos todos en la oración por el futuro Romano Pontífice: Se trata de una actitud de fe, sabiendo que el Espíritu de Dios nos conduce a través de las mediaciones humanas, e incluso por encima de ellas. En medio de tantas quinielas y de comentarios ‘politizantes’ ajenos a la vida de la Iglesia, nuestra confianza en el Espíritu Santo nos preserva de los peligros a los que alude San Pablo ya en el siglo primero de la Iglesia: «Y os digo esto porque cada cual anda diciendo: «yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas, yo soy de Cristo». ¿Acaso está divido Cristo?.» (Cfr. 1 Co 1, 12-13). Me permito insistir: la adhesión de los católicos al Papa es previa a haberle conocido, porque es una adhesión en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Como todavía estamos a tiempo de recibir de Benedicto XVI su gran legado, quisiera concluir con una selección de diez ‘perlas’, diez reflexiones luminosas ofrecidas por el todavía Papa, en el ejercicio de lo que muchos han calificado como una «pastoral de la inteligencia»:

• «Donde Dios no ocupa el primer lugar, corre peligro la dignidad del hombre».

• «Cuando el hombre se aparta de Dios, no es Dios quien le persigue, sino los ídolos».

• «Una fe que nosotros mismos podemos determinar, no es en absoluto una fe».

• «La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana».

• «Cuando la política promete ser redención, promete demasiado. Cuando pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina, sino demoníaca».

• «El laicismo se está convirtiendo en una ideología autoritaria e intolerante».

• «No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor».

• «Hay quien afirma que el respeto a la libertad del individuo hace que sea erróneo buscar la verdad. Pero, ¿qué objeto tiene entonces la libertad?».

• «Las cuentas sobre el hombre, sin Dios, no cuadran; y las cuentas del universo, sin Dios, tampoco cuadran».

• «La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico romano».

 

+ José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián

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