Contracorriente

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Presentación de Jesús y purificación de María

03 martes Dic 2013

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Hijo de Dios, jesús, la ley de Moisés

«Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarle al Señor…» (Lc. 2, 22).

PRESENTACION DE JESUS EN EL TEMPLO La Virgen purísima no tenía porque «purificarse», sin embargo se sometió como Jesús a la ley judía que prescribía la purificación de la madre en el plazo de 40 días. La ofrenda es la de los pobres (Ex. 13, 2; Lev. 12).

Como los deberes de un padre eran, conforme a la ley, «circuncidar a su hijo, rescatarle, instruirle en la Torá (la Ley) o estudio de la Sagrada Escritura, etc.», José ejerció sus derechos de padre presentando a su hijo Jesús en el templo; el rescate supone la liberación de una esclavitud, Jesús no podía ser rescatado por cuanto Él venía al mundo a pagar un rescate y redimirnos de nuestros pecados. Él era el Redentor del mundo, el «Hijo del Altísimo», «el Hijo de Dios», como ya el ángel se lo había revelado a María (Lc. 1, 35), y José, sabedor de ello, al presentar a Jesús y elevarlo hacia el cielo, le ofrecía ya como una Hostia Santa e Inmaculada, la que más tarde sería ofrecida en el Calvario, y Jesús sería esta misma Hostia Santa que se ofrecería como sacrificio redentor.

Los pastores de Belén

19 martes Nov 2013

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el Niño Jesús, en la cueva de Belén, jesús, Los pastores, manifestación de Jesús

Por aquellos contornos había unos pastores que pernoctaban al raso y velaban por sus rebaños. Un ángel del S4212366783_b1818ffd85_zeñor se les apareció y la gloria del Señor los rodeó de luz, y ellos se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo: “No temáis,; mirad que os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido un salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. Y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre”. Al instante apareció junto al ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc. 2, 8-14).

Las señales que dan los ángeles a los pastores del nacimiento del Mesías, el Señor, no pueden ser más desconcertantes: pesebre, pañales, pobreza… Sí, así son las cosas de Dios. Él mismo diría años después: “El que se humillare hasta hacerse como un niño de estos, ese es el más grande en el reino de los cielos” (Mt. 18, 4). Y ése es el camino de la perfección cristiana: sencillez, pobreza, humildad, inocencia… ya en su nacimiento, Jesús muestra su predilección por los pobres y despreciados, como eran los pastores, que en Israel eran tenidos como publicanos.

No temáis, dicen los ángeles, arcángeles y querubines a los sencillos pastores. Temor natural ante lo extraordinario, pero se tranquilizaron cuando oyeron la Buena Nueva que ellos esperaban, como buenos israelitas. No temamos. Dice un misionero que ha recibido varias amenazas de muerte que descubrió que el miedo no se puede vencer con la valentía, el miedo se vence con la caridad, el amor a Dios y al prójimo. Dios humillado en un pesebre y los ángeles proclamando su gloria y alabanza.

Cuando los ángeles se apartaron de ellos hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos a Belén y comprobemos este mensaje que acaba de suceder y que el Señor nos ha manifestado”. Fueron presurosos y encontraron a María, a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo dieron a conocer lo que se les habían dicho acerca de este niño. Todos los que lo oyeron se admiraron de lo que le decían los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas palabras meditándolas en su corazón. Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por  todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho” (Lc 2,15-20).

Los pastores dóciles a las palabras de los ángeles se dirigieron a Belén con prisas, ansiosos de ver lo que les habían anunciado. Noche estrellada, las estrellas brillaban en el firmamento, y en sus corazones crecía la alegría a pasos agigantados. ¡Nos ha nacido el Mesías y quiere vernos! San José oye voces y risas y sale de la cueva y, como amigos queridos, los lleva ante el pesebre en que duerme su Hijo Jesús.

“Hallaron a María y a José y al Niño”. María coge al Niño y se lo muestra a los pastores y se lo deja para que acaricien y besen a Jesús. Es la primera manifestación de Jesús y quiere que sea por su Santísima Madre. Jesús viene a salvarnos de la esclavitud del pecado, pero por medio de María, la Niña Hermosa de Nazaret. Ese es el camino para ir a Jesús, María Santísima. Y María guardaba todas estas cosas en su corazón.

Como indignos esclavitos hagámonos presentes en la cueva de Belén con Jesús en los brazos de su Madre. Y como los pastores, postrémonos a los pies del Niño Dios, a los pies de María y José. Yo siempre he pensado que el Niño Jesús no pasó la noche en la cueva -admito que esté equivocado-. Aquellos buenos pastores se disputarían el honor de llevárselo a su casa. Y el más anciano decidió acoger a la Sagrada Familia en la mejor casa de ellos.

¡Quién pudiera haber estado en Belén aquella noche! No nos despistemos, el mismo Jesús que adoraron los pastores, lo tenemos vivo en el Sagrario. Está escondido en la Eucaristía y te pide a ti y a mí que vayamos a hacerle compañía, para tratar de amistad con quien sabemos que nos ama.

Lo único importante

16 miércoles Oct 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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amabilidad, ángel de la luz, conocimiento de Cristo, diablo, estudiar, Filipenses, formarnos, ganar a Cristo, humildad, Imitación de Cristo, jesús, la verdad y la vida, la vida es una mala noche en una mala posada, luz del mundo, meta del cristiano, sal de la tierra, san ignacio de loyola, san juan de la cruz, san pablo, santa teresa de jesús, santidad, Santo Padre Francisco, servir a Cristo, yo soy el camino

San Pablo dice a los Filipenses: “Todo lo tengo por pérdida a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor; por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por basura, con tal de ganar a Cristo” (Fil. 3,8). Conocer, amar y Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat[15]servir a Cristo, esa es la meta del cristiano, la santidad. El mismo Señor lo dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Es Verdad que debemos estudiar y saber nuestra fe, formarnos bien en el dogma, la moral, la historia de la Iglesia, etc. Pero teniendo muy presente lo que dice la Imitación de Cristo: “el día del juicio no nos preguntarán que leímos, sino qué hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán honestamente  vivimos”. San Juan de la Cruz lo dice con estas palabras: “Al atardecer de la vida, seremos juzgados en el amor”.

Cristo nos dice que debemos ser sal de la tierra y luz del mundo. Y el Santo Padre Francisco, nos ha dicho que: “donde está Jesús hay humildad, amabilidad y amor”. Los discípulos del Señor tenemos que ser humildes y amables con el prójimo; tenemos que transmitir la luz de Cristo a este mundo donde reinan las tinieblas, ser testimonios vivos de Cristo. No basta con saber la doctrina evangélica, porque “se puede conocer todo, se puede tener ciencia de todo y de esta luz sobre las cosas. Pero la luz de Jesús es otra cosa” (Papa Francisco). Es la luz de la verdad, el amor, la misericordia… la luz divina.

El Papa nos advierte que “el diablo muchas veces viene disfrazado de ángel de la luz: a él le gusta imitar a Jesús y se simula bueno, nos habla tranquilamente como ha hablado a Jesús después del ayuno en el desierto”. Para no ser engañados por el diablo, viviremos siempre en compañía de la Virgen María. Ella aplasta la cabeza de Satanás y protege a sus hijos bajo su manto maternal.

San Ignacio de Loyola nos recuerda que hemos sido creados para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar el alma. Salvar eternamente nuestra alma y muchas más. Es lo único importante. A los setenta y dos discípulos que vuelven a Jesús llenos de alegría, diciéndole: “Hasta los demonios se nos sometían en Tu nombre” El Señor les dice: “No os alegréis de que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Alegrémonos, porque esta vida temporal es “una mala noche en una mala posada”, como decía santa Teresa de Jesús. Lo único importante es la vida de eterna felicidad del Cielo.

                                                                                                              P. Manuel Martínez Cano, mCR

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María XXXIX (39): Motivos de esta perfecta consagración VII

10 jueves Oct 2013

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caná, devoción, esaús, Jacob, jesús, maría, Rebeca, Virgen Maria, virgen santísima

198. 3.º Estos viven sumisos y obedientes a la Santísima Virgen, como a su cariñosa Madre, a ejemplo de Jesucristo, quien de 33 años que ha vivido sobre la tierra empleó 30 en glorificar a Dios su Padre mediante una perfecta y entera sumisión a su Santísima Madre.

Los predestinados obedecen a María siguiendo exactamente sus consejos, como el pequeño Jacob los de Rebeca, que le dice: Hijo mío, atiende a mis consejos (Gen. 27,8), sigue mis consejos; o como los sirvientes de las bodas de Caná, a quienes la Santísima Virgen dijo: Haced todo lo que mi Hijo os diga (Jn. 2,5). Jacob por haber obedecido a su madre, recibió la bendición como por milagro, aunque naturalmente no la debiese recibir; los sirvientes de las bodas de Caná, por haber seguido el consejo de la Santísima Virgen, fueron honrados con el primer milagro de Jesucristo, que convirtió el agua en vino a ruego de su Santísima Madre. Asimismo, todos los que hasta el fin de los siglos reciban la bendición del Padre celestial y sean honrados con los milagros de Dios, no recibirán estas gracias sino en consecuencia de su perfecta obediencia a María; los Esaús, al contrario, pierden su bendición por falta de sumisión a la Santísima Virgen.

199. 4.º Los predestinados tienen una gran confianza en la bondad y el poder de María, su Madre; reclaman sin cesar su socorro, la miran como su estrella polar para arribar a buen puerto, le descubren sus penas y sus necesidades con mucha expansión de corazón, apelan a su misericordia y su dulzura para obtener el perdón de sus pecados mediante su intercesión, o para gustar sus dulzuras maternales en sus penas y en sus sequedades; se arrojan y se esconden de una manera admirable en su seno maternal y virginal, para estar allí embebidos en el puro amor, para ser purificados de las menores manchas y para hallar plenamente a Jesús, que allí reside en su más glorioso trono. iOh, qué felicidad! No creas, dice el abad Guerrico, que suponga más felicidad habitar en el seno de Abraham que en el seno de María, puesto que en éste puso el Señor su trono.
Los réprobos, al contrario, poniendo toda su confianza en sí mismos, comen como el hijo prodigo sólo lo que comen los puercos, no se alimentan sino de la tierra como los sapos, no aman sino como los mundanos las cosas visibles y exteriores, no gustan las dulzuras del seno de María, no sienten el seguro apoyo y confianza que los predestinados sienten para con la Virgen, su bondadosa Madre. Quieren miserablemente saciar sus ansias con cosas de fuera, como dice San Gregorio, porque no quieren gustar de la dulzura que está preparada toda en el interior de sí mismos y en el interior de Jesús y María.

Vida de San José XIV

25 miércoles Sep 2013

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adopción, esposo, jesús, José, maría, potestad cuerpo, verdadeo matrimonio, virginal

Aunque la adopción es recibir en calidad de hijo a una persona extraña, aquí hemos de decir que Jesús no era una persona extraña a José, sino que le pertenecía a él, porque el matrimonio de José y de María fue un verdadero matrimonio, aunque fuera virginal.

«Ese matrimonio confería a los esposos los derechos de todo matrimonio; y uno de los derechos es el que recuerda San Pablo: la mujer no tiene potestad sobre su cuerpo, sino su esposo.

Esto supuesto, podemos argüir: María, en virtud del matrimonio, era de José; luego el hijo de María, en cierto grado, le pertenecía también a José.

El dueño de un árbol es dueño del fruto que brota de él.

El dueño de un campo es dueño de la fuente que brota en él.

San Francisco de Sales, con la precisión y delicadeza tan suyas, explica este hecho con una bellísima comparación:

Imaginaos un huerto cercado. Nadie entra en él.

Pero una paloma que lleva un dátil en él pico deja caer el dátil en el huerto.

De ese dátil brota una palmera. ¿Quién será el dueño de la palmera? Sin duda que el dueño del jardín.

La Santísima Virgen es el huerto cercado y sellado con el sello de la virginidad; y en ese huerto cerrado el Espíritu Santo dejo caer el Dátil Divino, de donde brotó la palmera celestial, que llevaría frutos de inmortalidad, Jesucristo. El huerto pertenecía a José: luego la palmera también. María pertenecía a José por las leyes del matrimonio, luego Jesús, en cierto modo, pertenece también a José.» (LUZ.P. Rey S.L).

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