Contracorriente

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Se puede ser Santo

03 jueves Oct 2013

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En el sermón del monte, el Señor dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia porque ellos serán hartos” (Mt. 5,8) Justicia equivale a santidad. San José era un hombre justo, como dice el evangelio. Y todas las personas que practican las virtudes teologales y morales son santas. Jesús nos advierte: “Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entrareis en el reino de los cielos” (Mt. 5,20). Sólo se salvan los santos, los que mueren en gracia de Dios.

Bienaventurados los que tienen grandes deseos de ser santos y ponen los medios necesarios para alcanzar la santidad, porque no basta cualquier deseo de ser perfecto, es necesario, el deseo profundo del corazón, que deja todas las cosas de este mundo para seguir a Cristo en la vida sacerdotal, religiosa o seglar. Cristo le dice al joven rico: “Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme”. El joven no quiso ser santo tenía apego desordenado a las riquezas.

Se habla y escribe mucho de la relajación religiosa de nuestros días en todos los ámbitos. Para mí la explicación está en que muy pocos desean de verdad ser santos. Todos tendemos al mínimo esfuerzo, al estado de bienestar sin complicaciones. Sin esfuerzo personal, sin colaboración humilde con la gracia de Dios, no hay santidad. San Agustín se preguntaba cuál era la causa de que antiguamente bastaba un superior para mil o cinco mil monjes y en su tiempo no bastaba un superior para diez monjes. Su respuesta es que los monjes antiguos tenían en su corazón un vivo y ardiente deseo de ser santos y ponían todos los medios necesarios para conseguirlo con mucho fervor.

Para ser santo, pues basta querer serlo de corazón y aprovechar todas las gracias actuales que el Señor nos da continuamente. El Santo Padre Francisco lo está pidiendo a gritos ¡Católicos sed santos! El mundo necesita santos y santas.

P. Manuel Martínez Cano mCR

Catecismo Social XX: Democracia I

03 miércoles Jul 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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Apóstoles, aristóteles, autoridad proviene de la soberanía popular, caridad, catecismo social, categorías humanas, clases oprimidas, democracia, democracia cristiana, democracia política, democratismo, demofilia, depósito de la fe, dialéctica de las mayorías y minorías, encuestas, evangelio, filósofo francés, formas de gobierno, hombre civilizado, ideal político, Iglesia, Judas Iscariote, justicia, la iglesia no es democrática, ley expresión del número, Maritain, mayoría de votos, monarquía absoluta, movimientos de opinión, mundo moderno, obra, palabra democracia, palabras de vida eterna, panteísmo político, Papa, Primacía de lo espiritual, pueblo de Dios vivificado por el Espíritu Santo, pueblo soberano, Revelación, Rousseau, sacramentos, santa misa, santo de Dios, santo Tomás, sentidos, sufragio universal inorgánico, tendencia social, voluntad general

1 -La democracia, ¿no es el ideal político de todo hombre civilizado?

La palabra democracia es muy equívoca. La utilizan partidos y hombres visceralmente opuestos. Quizá nos sirvan para catecismo socialaclarar y enfocar el problema las distinciones que presenta Maritain en su obra «Primacía de lo espiritual», Dice el aludido filósofo francés: «La filosofía deberá, so pena de embrollarlo todo, distinguir tres sentidos en la palabra DEMOCRACIA:

1.º LA DEMOCRACIA COMO TENDENCIA SOCIAL, recomendada por los Papas (demofilia, democracia cristiana), y que no es otra cosa que el celo por dar a las clases laboriosas, más que nunca oprimidas en el mundo moderno, condiciones de vida humanas, exigidas, no solamente por la caridad, sino primeramente por la justicia.

2.° LA DEMOCRACIA POLITICA, entendida en el sentido de Aristóteles y Santo Tomás, y que la Iglesia como la filosofía consideran como una de las formas de gobierno posibles en derecho (e indicadas o contraindicadas, de hecho, según las condiciones y las formas históricas).

3.° EL DEMOCRATISMO, o la democracia en el sentido de Rousseau, digamos el mito religioso de la democracia, que es algo muy diferente del régimen democrático legítimo. La democracia así entendida se confunde con el dogma del pueblo soberano, que unido al dogma de la voluntad general y de la ley expresión del número, constituye, al límite, el error del panteísmo político (la multitud: Dios)». Son aceptables las definiciones primera y segunda de la democracia, aquí expuestas. Pero el católico no puede profesar la democracia rousseauníana, o sea la democracia que se basa en el sufragio universal inorgánico, que promulga una ley por la simple razón de la mayoría de votos y que proclama que la autoridad proviene de la soberanía popular.

 

2 –Es indudable que la Iglesia, por naturaleza, es democrática.

Este lenguaje es una aplicación mimética del aspecto político, o sea, es medir la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, con categorías humanas. La Iglesia no es una democracia. La Iglesia es la Iglesia, o sea, el pueblo de Dios vivificado por el Espíritu Santo, regido por el Papa y los sucesores de los Apóstoles, sociedad visible y místicamente divinizada por la Revelación, la Santa Misa, los Sacramentos, y todo el depósito de la fe. La Iglesia no es una democracia ni una monarquía absoluta. La antinomia mayoría-minoría no tiene ningún sentido dentro de la Iglesia. ¿Algo es válido porque lo dice la mayoría o porque una minoría lo sostiene? Ni una cosa ni otra. Sobre esto el Evangelio, como en todo, es definitivo. Cuando Jesús promete y anuncia la Eucaristía, la mayoría se escandaliza. Pedro proclama y profesa su fe en Jesús. «Desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían, y dijo Jesús a los doce: ¿Queréis iros vosotros también? Respondióle Simón Pedro: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn. VI, 66-67). Y Pedro acierta no porque sea minoría, sino porque es fiel al Espíritu Santo. Jesús añade: «¿No he elegido yo a los doce? Y uno de vosotros es un diablo. Hablaba de Judas Iscariote, porque éste, uno de los doce, había de entregarle» (Jn. VI, 70-71). Aquí resplandece la verdad que exponemos. Hay una mayoría que se equivoca, Pedro -minoría- que es iluminado sobrenaturalmente, y Judas -minoría- que entregará a Jesús y será el traidor. La Iglesia no funciona con la dialéctica de las mayorías y minorías, con las encuestas, con los movimientos de opinión formados de la manera que sea. La Iglesia no está fundada sobre la cantidad, sobre el número, sobre el materialismo, sobre los sufragios. La Iglesia no es democrática, según el idioma utilizado en la jerga política. Vive y se identifica con la Iglesia aquel que realmente está atento a las «palabras de vida eterna». Toda otra aplicación es profanar el misterio divino de la Iglesia.

 

Para la Historia XV: Respuesta del Cardenal Arzobispo Westminster a la Carta Colectiva del Episcopado Español II

29 miércoles May 2013

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Bien sabemos cuál ha sido la actitud de la Jerarquía española y su desprendimiento de las consideraciones mundanas de riqueza y poder político. A pesar de las confiscaciones de sus bienes, a pesar de vejaciones y de medidas injustas, la Iglesia de España ha luchado, aunque con medíos inadecuados y con poca o ninguna asistencia del Poder público civil, para educar a sus hijos y para cuidar de los pobres y de los enfermos; también ha dado ejemplo de sumisión a las autoridades constituidas, trabajando siempre por la paz y la armonía a favor del bien común. Ninguna sombra de rebeldía o de agresión o de culpa de guerra ensombrece las almas de sus legítimos ministros. De esto no nos cabe duda ninguna. La Iglesia no está entregada a la orientación política de este o de aquel poder seglar; no está avasallada a ninguna forma de gobierno. Pero habiendo sido amenazada por el peligro de perecer totalmente a manos de los comunistas, como ha sucedido en las regiones donde éstos imperaban, la Iglesia se acoge a la protección de un poder que hasta ahora ha garantizado la libertad y los principios fundamentales de la sociedad ordenada.

Damos oída a vuestro llamamiento, más particularmente en cuanto nos viene de nuestros Hermanos y colaboradores en la viña de Cristo.

Tenéis nuestra compasión. Nunca podremos olvidar la compasión práctica del pueblo español cuando la Iglesia de este país sufría bajo el fuego de la persecución. Tenéis nuestras oraciones y las de nuestro pueblo desde el principio de vuestras tribulaciones hasta ahora y hasta el final. Todo esfuerzo se usará para dar a conocer la verdad sobre las cosas de España.

Con un dolor sólo superado por el vuestro, hemos notado las tergiversaciones, las mentiras, los subterfugios y las interpretaciones torcidas de los hechos. Hace tiempo que nos hemos dado cuenta de que la violencia y la mendacidad eran el brazo derecho o izquierdo del comunista militante anti-Dios; aprendimos esto del programa de uno de sus corifeos. Desgraciadamente, nuestra prensa ha aceptado con demasiado afán la propaganda bien pagada de los rojos.

Con profunda emoción hemos leído vuestra declaración última. Nos asociamos fervorosamente a ella. Proclamáis el amor, el perdón, la paz para todos aquellos quienes, sin saber lo que hacían, han inferido daño gravísimo a la Iglesia y a su Patria, Suplicáis al Todopoderoso que dé fecundidad a la sangre de vuestros Obispos asesinados y de los miles de vuestros sacerdotes y religiosos martirizados y de las decenas de miles de vuestros seglares martirizados, para que aproveche igualmente a sus amigos y a sus enemigos inconscientes. Que aquella marea preciosa de sacrificio generoso apague los odios desencadenados por agentes diabólicos. Que vuelvan las almas a acercarse y que sean unidas en el vínculo de la caridad.

Eminencia, otra vez le aseguramos que el noble documento que habéis dirigido a los Obispos del mundo nos es gratísimo porque nos llega con vuestra autoridad y porque es una defensa convincente de la Iglesia católica y de la España católica. Nos proponemos darlo a conocer a nuestro pueblo y a todos los que quieran escuchar una exposición imparcial de hechos verídicos y de principios morales dignos de confianza.

Vuestras palabras iluminarán la ignorancia que oscurece lo que está pasando en España. Demostrarán que el espíritu anticristiano está empeñando un conflicto de vida y muerte contra la religión de Cristo y la civilización cristiana. Pondrán de relieve la obra tendenciosa de poderes internacionales ocultos. Esperamos que esta Carta Colectiva de Su Eminencia y de los demás Arzobispos y Obispos de España hará caer las vendas de los ojos de algunos escritores, quienes en ciertas publicaciones católicas se han demostrado ciegos hacia los sagrados intereses que se ventilan en el triste conflicto, que está dividiendo a vuestra patria.

Con profundo respeto para su Augusta Persona y reverencia para la Púrpura que reviste, como prenda de su espíritu de mártir, soy de Su Eminencia devotísimo y obedientísimo siervo en Cristo.

Firmado: † Arthur, Arzobispo de Westminster.

Para la Historia: Respuesta a la Carta Colectiva del Episcopado Español XIII

15 miércoles May 2013

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Obispo de Salto (Uruguay)

Salto (Uruguay), 20 de septiembre de 1937.

Eminentísimo Señor:

No sin profunda emoción, con respetuosa admiración y verdadera avidez, hemos leído el magnífico documento colectivo, rubricado con las autorizadas firmas de V. Emma. y demás Excelentísimos Prelados, abnegados Pastores en la España mártir.

A la verdad, Emmo. Sr. y Excmos. Sres., las circunstancias imponían tan luminosa y autorizada exposición; lo pedían a voz en cuello los fueros sagrados de la verdad, de la justicia, de los legítimos derechos, sana libertad y acendrado patriotismo, contra la propaganda perversamente intencionada, vilmente calumniosa, que tergiversa los hechos, engendra espantosa confusión, siembra injustas prevenciones y atiza odios destructores.

A la luz meridiana de la aludida exposición colectiva, sólidamente documentada, en cuyas páginas brilla, con caracteres relevantes, el celo pastoral, la entereza apostólica, la libertad evangélica del Episcopado español, en admirable consorcio con la justicia y caridad cristianas y santo amor a la Patria; a la luz del gran documento, repetimos, resplandecen en toda su plenitud la verdad de los hechos, la razón y la justicia; más aún, la imperiosa necesidad del Movimiento libertador, para lavar tanta afrenta, vengar tamañas injurias y poner coto a los bárbaros atropellos, sacrílegos atentados y cobardes asesinatos con que las hordas desenfrenadas de viles traidores, criminales aliados de Moscú, atizadas por las furias del Averno, afrentaban la civilización y cubrían de escombros, de sangre y de ruinas y de vergüenza el rico patrimonio de fe religiosa, de ciencia en todos sus ramos, de arte maravilloso y heroísmos patrióticos, herencia de siglos, admiración del mundo y legítimo orgullo de la católica, heroica y gloriosa nación del Cid, de San Fernando y de Pelayo.

Con muy justa -y por las circunstancias- dolorosa admiración, cariñoso respeto y cristiana simpatía, en nombre propio y del Excmo. Sr. Tit. de Bitilio y muy amado coadjutor nuestro; en nombre del Clero y católicos todos de esta amada diócesis de Salto (Uruguay), adherimos, con todas las veras de nuestra alma, al magno documento del dignísimo y atribulado Episcopado español, encabezado por V. Emcia.

Creemos asimismo un deber ineludible hacer llegar por intermedio de V. Emcia. nuestros sentimientos de sincera admiración y alta simpatía al invicto Jefe Superior del insuperable ejército libertador, Generalísimo D. Francisco Franco, al cuerpo de verdadera excepción de expertos oficiales y a las intrépidas legiones por ellos conducidas a la victoria resonante de la fe, la civilización y el patriotismo sobre la soldadesca forajida del ateísmo comunista.

Una inmensa amargura inunda nuestra alma, Emmo. Señor, porque la estrechez económica de nuestra amada Diócesis no nos permite acudir con oportunos recursos, como serían nuestros más vivos deseos, en ayuda de tantas y tan urgentes necesidades como apremian a nuestros Venerables Hermanos de España.

Con el alma traspasada de dolorosa angustia ante tamañas calamidades que azotan a la heroica Madre Patria, con el fervor de la continua plegaria, pidiendo al Corazón Divino y a la Madre Inmaculada coronen con la más sonada y completa victoria tantos, tan nobles y heroicos sacrificios de las aguerridas legiones de Dios contra las hordas criminales del Averno, os acompañamos con nuestra creciente y justa admiración, alta simpatía, profunda y cristiana compasión.

Con los sinceros sentimientos expresados por nuestro Clero y pueblo católico de nuestra Diócesis, nos complacemos en suscribimos de V. Emcia. Rvdma.

Affmos. en C. J., Alfredo, Obispo Tit. de Bitilio, Coadjutor de Salto; Tomás G. Camacho, Obispo de Salto.

Eminentísimo Sr. Cardenal Dr. Isidro Gomá y Tomás, Arzobispo de Toledo.

El Pecado de Adán y Eva

02 jueves May 2013

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El segundo: hacer otro tanto, es a saber, traer las tres potencias sobre el pecado de Adán y Eva; trayendo a la memoria pecado de adan y evacómo por el tal pecado hicieron tanto tiempo penitencia, y quánta corrupción vino en el género humano, andando tantas gentes para el infierno. Digo traer a la memoria el 2º pecado, de nuestros padres, cómo después que Adán fue criado en el campo damaceno, y puesto en el paraíso terrenal, y Eva ser criada de su costilla, siendo vedados que no comiesen del árbol de la sciencia, y ellos comiendo, y asimismo pecando, y después vestidos de túnicas pellíceas, y lanzados del paraíso, vivieron sin la justicia original, que habían perdido, toda su vida en muchos trabajos y mucha penitencia; y consequenter discurrir con el entendimiento más particularmente, usando de la voluntad como está dicho.

Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Yavé Dios, dijo a la mujer: “¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles del paraíso”?. Y respondió la mujer a la serpiente “Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir”. Y dijo la serpiente a la mujer “No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”. Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio de él también a su marido, que también con ella comió. Abriéronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron una hojas de higuera y se hicieron unos cinturones.  Oyeron a Yavé Dios, que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Yavé Dios el hombre y su mujer, en medio de la arboleda del jardín.

El Papa Benedicto XVI dijo que en nuestro tiempo se habla muy poco del pecado. Los santos sí predicaban y escribían mucho sobre el pecado. San Juan de Ávila: “¿Por qué ofendes a Dios y le haces combate con las piedras suyas? Diote sentidos, ojos, oídos, gusto, manos, pies, con que le sirvieses y le honrases y con todo ello le ofendes”. “¡Oh pecado! ¿Quién no se espantará de ti, de que puedas tornar a Dios de manso en airado, de amoroso en  aborrecedor, y que envíe al infierno y para siempre castigo a quien creó a su imagen y semejanza, y a quién había tomado por hijo y prometido la herencia del Cielo? ¿Quién habrá que no te aborrezca?”

Adán y Eva fueron creados por Dios en estado de santidad y justicia, perfectos. Les concedió los dones preternaturales que perfeccionan la naturaleza, sin elevarla al orden sobrenatural, pero si sobre lo que de suyo exige la naturaleza humana: ciencia infusa, inmoralidad corporal, inmunidad de concupiscencia (dominio de las pasiones), inmunidad de dolores y achaques corporales. Y, sobre todo, les concedió la gracia santificante, que es un don absolutamente sobrenatural, que les hizo participes de la naturaleza divina.

Por el pecado original, Adán y Eva perdieron los dones preternaturales; perdieron la santidad y justicia en que habían sido creados. Perdieron el don de integridad: “viendo que estaban desnudos” (Gen. 3, 7); el don de inmortalidad:”Hasta que vuelvas a la Tierra, pues de ella has sido tomada, ya que polvo eres y al polvo volverás” (Gen. 3,9); el don de impasibilidad: “Multiplicaré los trabajos de tus preñeces, parirás con dolor tus hijos” (Gen 3,16); “comerás el pan con el sudor de tu frente” (Gen. 3,19) “Y le arrojó Dios, Yavé, del jardín de Edén…Expulsó a Adán…” (Gen 3,23-24).

Adán y Eva perdieron la gracia santificante, que solo se pierde por el pecado mortal. Todos los descendientes de nuestros primeros padres nacemos con el pecado original, privados de la gracia santificante y demás dones sobrenaturales. Los Santos Padres nos dicen que el pecado de Adán fue el más grande de todos los pecados porque es el de más graves consecuencias, tanto para Adán y Eva, como para sus descendientes, ya que con el pecado original, también perdimos nosotros la justicia y la santidad.

Satanás que odia a Dios y a los hombres y mujeres hechos a su imagen y semejanza, anda en torno nuestro mirando a quién devorar. Eva se dejo llevar por la curiosidad: el fruto prohibido “era muy hermoso a los ojos” (Gr 3,8). La vanidad de Eva, alagada con el “seréis como dioses”, le hizo alargar la mano; su sensualidad, excitada por el suave gusto de lo prohibido, le hizo caer. Y Adán, por complacer a su esposa, también desobedeció a Dios ¡Cuántas almas caen por los mismos pasos! Debemos refrenar nuestra curiosidad, fundarnos en humildad, mortificar nuestra sensualidad y jamás estar ociosos, aprovechando siempre el tiempo en la oración, el apostolado, los trabajos…

“La tentación nunca nos coge tan flacos como cuando estamos ociosos… No dejéis que se entretenga vuestro espíritu en pensamientos varios e inútiles; si se acostumbra a estos, luego pasará más allá, deteniéndose en los malos y nocivos” (San Francisco de Sales). Y nuestro doctor de la iglesia, san Juan de Ávila, nos advierte: “Combates tendréis y no pequeños, porque nuestros enemigos son muchos y muy crueles, por tanto no os descuidéis; si no, luego sois perdidos. Si los que velan aún tienen trabajo en guardarse, qué pensáis será de los descuidados, sino ser vencidos”. “Un santo nos dice que el hombre que se cree a sí mismo no ha menester demonio que lo tiente, que él es demonio para sí”.

Beata María Pilar Izquierdo: “Las tentaciones son como el abono que hace producir las flores más hermosas de las virtudes. Cada vez que se resiste una tentación se hace un acto de virtud consolidándose más el alma. ¡Oh!, que hermosos ramilletes de mil variadas flores podría ofrecer cada noche a Jesús después de un día de lucha y fidelidad”. “Las tribulaciones, las tentaciones, todo hay que bendecirlo, porque de esos males se sacan grandes bienes”. Nuestra doctora de la Iglesia, santa Teresa de Jesús, dice: “Son tantas veces las que esos malditos demonios me atormentan, y tan poco el miedo que yo los he, con ver que no pueden menear si el Señor no les da licencia… Sepan que cada vez se nos da poco de ellos quedan con menos fuerza y el alma muy mas señora… Porque son nada sus fuerzas si no ven almas rendidas a ellos y cobardes que aquí muestran ellos su poder”.

La tentación sólo puede incitar a pecar, pero nunca nos puede obligar a pecar, porque la voluntad permanece siempre dueña de su libertad. La tentación es pecado, no cuando la sentimos, sino cuando voluntariamente la consentimos. Las tentaciones se vencen con la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia; con la oración y la mortificación de los sentidos; con la agregación del entendimiento y de la voluntad; con la huida de las ocasiones de pecar y, sobre todo, con la devoción a la Santísima Virgen. Estamos en buenas manos, estamos en el Corazón divino de nuestro Salvador, Jesucristo: “Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla” (1 Cor 10,15).

“¡Cuanta corrupción vino al género humano andando tantas almas al infierno!” (san Ignacio). Y en mi alma ¿qué ha ocurrido? En el bautismo fuimos adornados por la gracia de Dios, las virtudes infusas, los dones del Espíritu Santo, hechos hijos de Dios, herederos del Cielo y templos vivos de la Santísima Trinidad. Y si pecamos, lo perdemos todo. Nuestros primeros padres pecaron una sola vez, yo tantas veces ¿qué penas no he merecido yo? ¿Cómo es la fealdad de mi alma con tantos pecados manchada? Yo soy mayor culpable que Adán y Eva, merezco mayor castigo. Y, sin embargo, la Misericordia divina ha purificado mi alma y vive en ella. Misterio insondable del amor de Dios a sus criaturas.

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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