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Meditación 73ª segunda parte – El Corazón de la Santísima Virgen

16 sábado Sep 2017

Posted by manuelmartinezcano in Meditaciones de la Virgen

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misericordia, Virgen Maria

Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

La Virgen María y el Niño1º La Misericordia. -Es el atributo más dulce de Dios…, el que más arrastra nuestro corazón y le infunde aliento y confianza. -Si fuera Dios únicamente un juez justísimo que nos juzgara sólo con justicia…, ¿quién no temblaría ante ese Señor? -Pero si además y sobre todo es un Padre amantísimo… “dulcísimo.», con entrañas llenas de compasión y misericordia…, ¿quién no confiara?

Pues bien, una de las mayores pruebas de que esto es verdad…, la tenemos en el Corazón misericordiosísimo de la Santísima Virgen…; ese Corazón es un efecto de la bondad y del amor de Dios a los hombres… Sigue leyendo →

El Hombre Ha Sido Creado para Servir a Dios

05 martes Mar 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, nos ha creado para servirle en esta vida y vivir servir a Dioseternamente con Él en el Cielo. En el salmo 102, Dios nos dice: “Bendecid al Señor, ejércitos suyos, servidores que cumplís sus deseos. Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo lugar de Su imperio”. Y en el Deuteronomio nos exige: “Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios, allí arriba, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo”(Dt 4,39-40). El salmo 118 nos recuerda: “Te invoco de todo corazón: respóndeme, Señor, y guardaré tus leyes; a ti grito: sálvame. Y cumpliré tus decretos” (145-152). Servir a Dios es cumplir sus deseos, guardar sus preceptos y mandamientos, guardar sus leyes y cumplir Sus decretos. Nuestra Santa Madre Iglesia nos enseña que debemos servir a Dios cumpliendo los diez mandamientos de la ley de Dios y los cinco de la Iglesia.

Los mandamientos de la ley de Dios son:

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas

2. No pronunciarás el nombre de Dios en vano.

3. Santificarás las fiestas.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre.

5. No matarás

6. No cometerás actos impuros.

7. No robarás.

8. No dirás falsos testimonios ni mentirás.

9. No consentirás pensamientos o deseos impuros.

10. No codiciarás los bienes ajenos.

Estos Diez Mandamientos se encierran en dos; amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Los mandamientos de la Santa Madre Iglesia son:

1. Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.

2. Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte, y si se ha de comulgar.

3.  Comulgar por Pascua de Resurrección.

4. Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.

5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”, dice el Señor. “No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”(Mt 5,17). Y el discípulo predilecto del Señor, san Juan, dice: “En esto sabemos que  conocemos a Cristo: en que guardamos sus mandamientos. Quién dice: “Yo le conozco”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quién guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quién dice que permanece en él debe vivir como vivió él” (1 Jn 2, 3-6).

San Pablo enseña a los colosenses: “Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres: sabiendo que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor”. En el versículo 17, les había recordado: “Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de Él”. ¡Nosotros también!¡Sirvamos al Señor!

A uno que le puso su dificultad de cómo servir a Dios, san Juan de Ávila le dio la solución. Pregunta el fiel cristiano: “Padre, es grande el trabajo de servir a Dios ¿Cómo tengo que rezar, ayunar, dar limosnas y hacer obras buenas? No puedo, no me atrevo a ponerme en estos trabajos ni saldré con ellos”. Respuesta de nuestro doctor de la Iglesia: “Te engañas, porque son mayores los trabajos que pasa uno que no sirve a Dios, porque es tan grande el tormento de la mala conciencia, aquel continuo desasosiego y descontento, que dentro de sí tienen los que no sirven a Dios, que no tienen los trabajos que hay en su servicio. ¿Quién podrá decir las continuas voces que allá dentro les andan dando?: “Mal haces esto, mejor fuera así, mira que pierdes a Dios, mira que le ofendes, le has ofendido, ¿qué será de ti, dónde irás?

Es, sin duda, mucho más pesado este continuo martirio y desasosiego”.

Servir a Dios es hacer lo que Dios manda. Sujetar nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Debemos hacer siempre lo que Dios quiere y porque Dios lo quiere. Esta obligación del cristiano, brota del dominio del Creador sobre la criatura. El apóstol san Pablo nos dice: “Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor 31). Servimos a Dios orando, trabajando, comiendo, descansando divirtiéndonos honestamente… El secreto está en que no hagamos nunca nuestra voluntad sino la voluntad de Dios. Servir a Dios es reinar. Dios no pide nada imposible y cuando exige algo difícil, nos lo facilita con sus gracias actuales.

El Concilio Vaticano II enseña: “Por los votos, o por otros sagrados vínculos análogos a ellos por su propia naturaleza, por los que se obliga el fiel cristiano a la práctica de los tres consejos evangélicos antes citados, se entrega totalmente al servicio de Dios sumamente amado, en una entrega que crea en él una especial relación con el servicio y la gloria de Dios” (Lumen Gentium, 44, 1).

El Papa san Pio V, afirmaba: “Dadme un religioso fiel cumplidor de la Regla y sin más lo canonizo”.

San Francisco de Asís: “Encarecidamente pido, como puedo, al hermano, mi señor ministro general que haga que la Regla sea inviolablemente guardada por todos… a los hermanos que no quieran guardar estas cosas, no los tengo por católicos ni por hermanos míos; tampoco quiero verlos ni hablarles hasta que se arrepientan”.

Santa Clara: El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser monja, y dos días después de que su regla fue aprobada por el Papa, santa Clara se fue al Cielo. En sus manos tenía la Regla bendita por la que ella entregó su vida.

Santa Teresa de Jesús: “Hijas mías y señoras mías, por amor de Dios las pido tengan gran cuenta de la guarda de la Regla y Constituciones, que si la guardan con la puntualidad que deben, no es menester otro milagro para canonizarlas”.

Volvamos al santo de la alegría, la ternura y la misericordia, san Francisco de Asís: “Y a todos mis hermanos, clérigos y laicos mando firmemente, por obediencia, que no introduzcan glosas en la Regla ni en estas palabras, diciendo: Esto quieren dar a entender; sino que así me dio el Señor decir y escribir sencilla y puramente la Regla y estas palabras, del mismo modo las entendáis sencillamente y sin glosa y las guardéis con obras santas hasta el fin. En todos los capítulos que celebran, cuando leen la Regla, lean también estas palabras”.

El Concilio Vaticano II ha dicho que los religiosos han de volver a las fuentes de su espiritualidad: A las Reglas y Constituciones de sus fundadores. No se trata de que los religiosos se adapten al mundo si no que vivan sencilla y humildemente en el mundo tal y como vivieron sus santos padres fundadores.

Los padres de la Compañía de Jesús, decían que si se hubiese perdido la Regla escrita por san Ignacio de Loyola, se podía rehacer, viendo cómo vivía san Juan Berchmans. De esto se trata, de vivir santamente, no mundana y frívolamente.

P.Manuel Martínez Cano, mCR

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen VIII

20 miércoles Feb 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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Excelencia y necesidad de la devoción a la Santísima Virgen

46. Todos los ricos del pueblo, para servirme de la expresión del Espíritu Santo según la explica San Santa_Mar_a_Reina_InmaculadaBernardo, os rogarán de siglo en siglo y estarán pendientes de vuestro rostro, y particularmente al fin del mundo; es decir, que los Santos más grandes, las almas más ricas en gracias y virtudes serán los más asiduos en ser devotos de la Santísima Virgen y en tenerla siempre presente, como su perfecto modelo para imitarla, y como su poderosa ayuda para implorar su auxilio.

47. He dicho que eso sucederá especialmente al fin del mundo, y bien pronto, porque el Altísimo con su Santísima Madre deben suscitar grandes santos que excederán tanto más en santidad a la mayor parte de los demás Santos, cuanto sobresalen los cedros del Líbano entre los arbustos, como le ha sido revelado a una alma santa cuya vida ha sido escrita por un gran servidor de Dios, M. de Renty.

48. Estas grandes almas, llenas de gracia y de celo, serán escogidas para oponerse a los enemigos de Dios, que bramarán por todas partes, y serán especialmente devotas de la Santísima Virgen, esclarecidas por su luz, alimentadas con su leche, conducidas por su espíritu, sostenidas por su brazo y guardadas bajo su protección de tal modo, que combatirán con una mano y edificarán con la otra.
Combatirán con una mano, derribarán, aplastarán a los herejes con sus herejías, a los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías y a los pecadores con sus impiedades, y con la otra mano edificarán el templo del verdadero Salomón y la mística ciudad de Dios, es decir, honrarán a la Santísima Virgen, llamada por los Santos Padres el templo de Salomón y la ciudad de Dios. En fuerza de sus palabras y de su ejemplo, conducirán a todo el mundo a su verdadera devoción, lo cual les granjeará muchos enemigos, pero también muchas victorias a ellos y mucha gloria para sólo Dios. Esto le fue revelado a San Vicente Ferrer, como él mismo lo consignó claramente en una de sus obras.
El mismo Espíritu Santo parece haber predicho esta verdad en el salmo LVIII, con estas palabras: «Y sabrán que el Señor reinará en Jacob y sobre toda la tierra; ellos se convertirán aunque tarde, sufriendo el hambre, como perros famélicos, y acudirán alrededor de la ciudad para encontrar qué comer».
Esta ciudad que los hombres encontrarán al fin del mundo para convertirse y para saciar el hambre de justicia que tendrán, es la Santísima Virgen, llamada por el Espíritu Santo casa y ciudad de Dios.

49. Por María comenzó la salvación del mundo, y por María debe consumarse; María no se manifestó casi en el primer advenimiento de Jesucristo, a fin de que los hombres, aún poco instruidos e ilustrados acerca de la persona de su Hijo, no se separasen de El, adhiriéndose demasiado fuerte y groseramente a Ella, lo que aparentemente hubiera sucedido si María hubiese sido conocida, a causa de los admirables encantos que el Altísimo había puesto incluso en su exterior, lo cual es tan cierto, que San Dionisio Aeropagita nos ha dejado escrito que, cuando la vio, la hubiera tomado por una divinidad por sus secretos atractivos y su incomparable belleza, si la fe, en que estaba bien fundado, no le hubiese enseñado lo contrario. Pero en el segundo advenimiento de Jesucristo, María debe ser conocida y revelada por el Espíritu Santo a fin de hacer por Ella que sea conocido, amado y servido Jesucristo. Las razones que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida, y a no manifestarla sino muy poco después de la predicación del Evangelio, no subsisten ya.

50. Dios quiere, pues, descubrir y manifestar a María como la más perfecta obra de sus manos, en estos últimos tiempos:
1.º Porque Ella se ha escondido en este mundo y colocádose más bajo que el polvo por su profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de sus Apóstoles y de sus Evangelistas el no ser suficientemente conocida.
2.º Porque siendo la más perfecta obra de Dios, tanto acá abajo por la gracia, como en el cielo por la gloria, quiere el mismo Dios que sea glorificada y ensalzada en la tierra por los hombres.
3.º Como es la aurora que precede y descubre al Sol de justicia que es Jesucristo, debe ser reconocida y manifestada, a fin de que lo sea su divino Hijo.
4.º Siendo el camino por donde primera vez vino Jesucristo a nosotros, lo será también cuando venga por segunda vez, aunque no del mismo modo.
5.º Siendo el medio seguro y el camino recto e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarlo perfectamente, por Ella deben buscarle las almas que deban resplandecer en santidad. Quien halle a María, alcanzará la vida, es decir, a Jesucristo, que es el camino, la verdad y la vida, mas no es posible encontrar a María si no se la busca; no se la puede buscar si no se la conoce, porque no se busca ni se desea un objeto desconocido; es menester, pues, que María sea más conocida que nunca para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad.
6.º María debe resplandecer más que nunca en misericordia, en poder y en gracia, en estos últimos tiempos; en misericordia, para reducir y acoger amorosamente a los pobres pecadores y extraviados, que
inmaculada-04se convertirán y volverán a la Iglesia Católica; en poder, contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e incrédulos endurecidos, quienes se revolverán terriblemente para seducir y hacer caer por promesas y amenazas a todos los que sean contrarios, y, finalmente, debe resplandecer en gracia, para animar y sostener a los soldados valientes y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por sus intereses.
7.º María, en fin, debe ser terrible al demonio y a sus secuaces como un ejército ordenado en batalla, principalmente en estas últimas edades; porque sabiendo Satanás que le queda poco tiempo, y menos que nunca, para perder almas, redoblará diariamente sus esfuerzos y sus combates; suscitará inmediatamente nuevas persecuciones, y tenderá terribles emboscadas a los servidores fieles y a los verdaderos hijos de María, a quienes vence más difícilmente que a los demás.

Dones Naturales del Padre Alba

06 miércoles Feb 2013

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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Para la Mayor Gloria de Dios y en honor de su fiel siervo el Padre P.albacenaJosé María Alba Cereceda S. J.,  invocando el favor de la Señora, voy a dar una ligera pincelada del modo de ser del Padre. Escribiré unos cuantos recuerdos, para que sea algo más conocido, aunque ya sé que serán solamente unas gotas en el mar.

En primer lugar, de su personalidad, humanamente hablando. Siendo el Padre Alba una persona de cualidades muy excepcionales, aunque en su humildad jamás se jactaba de ello, podía aparecer incluso simple, pues era sumamente sencillo y abierto con todo el mundo que le rodeaba (en ello se basaron sus enemigos para decir que en el orden natural no servía para nada). No tenía doblez.

Llamaba la atención su agudeza de entendimiento en el trato con la gente, que dejaba prendado a todo el mundo. Sabía tratar a toda clase de personas: sabios, personajes ilustres, eruditos en cualquier campo del saber, gente sencilla de la calle, trabajadores de todas clases, vendedoras del mercado… Tenía gracia  para decir en cada momento y a cada uno lo que le llegaba al corazón y dejaba boquiabierto al más erudito -y a los que Io acompañaban-, pues sorprendían siempre sus salidas, aun después de tantos años de conocerlo y estar con él casi continuamente. Admiraba siempre a los que vivían con él cuando se empezaba una conversación sobre cualquier tema o hablaba con personajes duchos en algo específico, cómo él se ponía a la altura de sus conocimientos, fuera el que fuera el campo del saber al que correspondieran.

Incluso pocas horas antes de morir, en aquellas terribles noches inquietas en que no podía dormir recitaba hermosas y largas poesías en francés o de San Juan de la Cruz, o pedía, como una vez, que le buscáramos en concreto el poema A los caballos de los conquistadores de un poeta del s, XIX-XX, que, por cierto, no encontrarnos en la biblioteca (él mismo quiso que le lleváramos aún cuando apenas se tenía en pie, para verificar que no estaba, aunque apenas veía). Eran las dos o las tres de la madrugada y se justificó diciendo: Es que he sido profesor de Literatura. Tenía una gracia especial en su estilo literario y en su oratoria. Llamaba la atención en su construcción de las frases la expresión de sus ideas, el modo propio con que lo hacía… y aunque divagara, no perdía jamás el hilo de lo que se había propuesto decir. En los últimos días, casi incapaz de hablar por su extrema debilidad y por la trepanación que le hicieron del cráneo para realizar la biopsia -el decía que le habían tocado el nervio de la mandíbula inferior derecha-, musitaba, con apenas voz, lo que tenía que decir con el mínimo de palabras, y aun en este estado, dictó las cartas de despedida, con múltiples interrupciones, para taparse la cara con las manos o descansar sobre el brazo, pues se agotaba o tenía dolor -no lo supimos-, y resultaba dramático el oírle, pero sus cartas resultaban bien hilvanadas.

Tenía una personalidad sumamente rica. Siempre demostró un gran equilibrio emocional. Nos dejaba a todos admirados. A veces solía decir que, de joven, un cierto amigo suyo le había dicho que era incapaz de conocer lo que le afectaba en el campo emocional. Junto a la agudeza de entendimiento tenía esta personalidad tan polifacética. Era firme en sus ideas. Cuando empezaba un proyecto, aunque hubiera interrupciones, lo acababa, incluso hasta en los momentos más difíciles de sus últimos días. Para educar a los que le rodeaban siempre decía con acierto lo que le convenía a cada uno, aunque le pudiera sentar mal, pero siempre dejaba el corazón consolado, pues al mismo tiempo era sumamente afectuoso y cariñoso. Con suma serenidad veía partir a los jóvenes que él había formado que se iban al seminario o, una vez ordenados-, a sus parroquias, y parecía que no se inmutara, pero, una vez marchados, hacía comentarios como las despedidas son un poco como la muerte. No era amigo de blandenguerías. Sólo en los últimos días se le oyó decir a unos y a otros, de los muchos que pasaron a verle, palabras y demostraciones de más afecto, como: tomar la mano del visitante y ponérsela sobre el corazón, reiterándole su afecto.

En fin, no acabaríamos de expresar todo lo que nos ha demostrado estos últimos días. Su nobleza de corazón se demostró más en los últimos días pues nos agradecía a todos nuestra lealtad y nuestra fidelidad, sobre todo en la hora amarga de la persecución hace unos años. Lo agradeció siempre, pero lo manifestó más en sus últimos días: uno a uno nos decía palabras de agradecimiento.

Conociendo su carácter abierto al máximo, alegre en todo momento, confiado y seguro de sí mismo, sencillo y humilde, siempre de buen humor, a menudo no se sabía si decía las cosas en serio o en broma. Siempre nos incitaba a ser la alegría de los que nos rodearan, a hacer la vida alegre a los demás. Cuando anuncié a una de las señoras del servicio que ya volvía del hospital, exclamó: ¡Qué bien! ¡Ya llega la alegría de la casa!… Es verdad, así lo hablábamos entre nosotras el otro día. Él siempre sabía decir palabras agradables a todo el que le salía al paso.

En ocasiones se decía de él mismo: A veces me parece que soy el oso (el que hace reír).

Un día entró en un mercado para buscar cajas, pues había que guardar libros, y a los pocos momentos ya tenía revolucionadas a todas las vendedoras y, naturalmente riendo gozosas, todas arremolinadas a su alrededor. Al salir decía: Voilá le témoignage!… pues llevaba sotana y sabía que daba testimonio de sacerdote. Como esta anécdota se pueden contar múltiples.

En las bodas de sus jóvenes, al terminar, cogía las tarjetas de los menús y ¡ya la tenía liada! En ellas escribía poesías anónimas dirigidas a las damas alabándoles su peinado o la prenda que llevaran que más llamaba la atención, y las mandaba por medio de los niños que hubiera, con lo que tenía al comedor entero revolucionado.

Su virtud principal, a mi entender, era su misericordia: todo lo llevaba a la mejor parte, todo lo justificaba, teníapadreramblas un gran corazón, que enamoraba a todo el que se le acercaba: los niños del colegio recurrían a él cuando se hacían merecedores de castigo, pues sabían que él les estimularía a pedir disculpas y a suavizar y enmendar su maldad.

Una exclamación que se le oía decir a menudo era ¡MAGNÍFICO! y en los últimos días dijo que había ofrecido todos sus magníficos por la salvación de Israel.

Algo se ha dicho hasta aquí de cómo era el padre Alba, visto exteriormente… aunque cada una de sus virtudes y facetas merecería capítulo aparte. Pido a todos los que le han conocido que escriban anécdotas, recuerdos suyos… aunque hay tanto que no creo que pueda ser posible ser publicado exhaustivamente.

Isabel Lamarca

 
 
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"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

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