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Nuestros Obispos y la Democracia

17 miércoles Abr 2013

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conferencia episcopal, democracia, Juan Pablo II, nuestros, obispos

                  La Conferencia Episcopal Española, ha declarado que: “Es como obispos, nuestra obligación, CONFERENCIAayudar al discernimiento acerca de la justicia y de la moralidad de las leyes. En este sentido, debemos reiterar que la actual legislación española sobre el aborto es gravemente injusta, puesto que no reconoce ni protege adecuadamente la realidad de la vida. Es pues, urgente la modificación de la ley, con el fin de que sean reconocidos y protegidos los derechos de todos en lo que toca al más elemental y primario derecho a la vida”.

                  Además, los obispos españoles invitan a los cristianos a no favorecer con el voto programas políticos o leyes contrarias a la fe y a la moral. “En nuestro contexto actual, nos parece obligado añadir que una conciencia cristiana bien formada no debe favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral en este sentido”.

                  Desde el día que le oí decir al beato Juan Pablo II: “¡Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente!”, me he preguntado infinidad de veces: ¿Se puede aceptar una democracia que legitimiza la muerte de cientos de millones de personas inocentes?. Mi respuesta es la misma: ¡No! ¡Nunca!. Porque en realidad, eso que llaman democracia: “se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia”. (Beato Juan Pablo II). Yo nunca voto, no quiero corresponsabilizarme del asesinato de personas humanas inocentes. El primer ensayo democrático , fue la sentencia a muerde de nuestro Señor Jesucristo: “¡No queremos que este reine sobre nosotros!”, decían los judíos perversos y no los judíos piadosos que intentaron salvarlo.

Dicen nuestros obispos que los católicos no podemos dar nuestro voto a la realización de un programa político que contenga propuestas contrarias a los contenidos de la fe y moral cristianas. Evidente: no podemos votar a ningún partido con representación parlamentaria, porque todos apoyan la satánica ley del aborto. Más aún, debemos ponernos con todos los medios lícitos a nuestro alcance, porque: “las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eutanasia se oponen radicalmente, no sólo al bien común y, por consiguiente, están privadas totalmente de auténtica validez jurídica. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que por el contrario, establecen a una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia” (Beato Juan Pablo II).

Eutanasia, aborto, manipulación de embriones, son frutos malditos de eso que llaman democracia. No sólo tenemos la obligación sagrada de luchar y podar esas ramas podridas de la partidocracia. Debemos luchar hasta arrancar, desde sus raíces, el asesinato de personas inocentes, que posibilita y facilita la democracia moderna: “urge, pues descubrir de nuevo la existencia de valores humanos y morales esenciales, que derivan de la verdad misma del ser humano y expresan y tutelan la dignidad de la persona. Son valores, por tanto, que ningún individuo, ninguna mayoría y ningún Estado pueden crear, modificar o destruir, sino que deben solo reconocer, respetar y promover”. (Beato Juan Pablo II).

En la llamada transición política, los partidos políticos de espaldas al pueblo, decidieron pergeñar una constitución que dinamitó el régimen político de Franco, fundamentado en la Doctrina Social de la Iglesia. Primero fue la ley del divorcio, después el aborto, la experimentación con embriones, el mal llamado matrimonio homosexual,  la educación laica… todas leyes anticristianas, que no existían en tiempo de Franco. Y, como perita en dulce, contra los seis millones de parados de esta democracia, el pleno empleo en el régimen político y católico de Franco.

En 1412 cinco pretendientes aspiraban al trono de Aragón. Dos años duró la polémica lucha. Al fin Cataluña, Valencia y Aragón se ponen de acuerdo para buscar una solución al conflicto. Y deciden que “Nueve personas de ciencia y conciencia pura y buena fama”, se reunirán en el castillo de Caspe para buscar una solución al conflicto. El último de los designados fue un simple fraile, san Vicente Ferrer. Y fue él quien, con su voto, cerró la deliberación, declarando rey de Aragón a Fernando de Castilla, el infante victorioso de Antequera. San Vicente votó: “según Dios y mi conciencia”. Cinco votantes le siguieron diciendo que se adhieren “al voto e intención del maestro Vicente”.

La Doctrina Social y Política de la Iglesia es inmensamente superior a todas las ideologías políticas. Todo los males actuales de las naciones han venido por el olvido y desprecio de la Ley de Dios. El 11 de diciembre de 1925, Pio XU, publica la encíclica “Quas Primas”, sobre la realeza de nuestro Señor Jesucristo. El Vicario de Cristo, afirma: “El mundo ha sufrido y sufre este diluvio de males porque la inmensa mayoría de la humanidad ha rechazado a Jesucristo y su sanctísima Ley en la vida privada, en la vida de familia y en la vida pública del Estado; es imposible toda esperanza segura de una paz internacional verdadera mientras los individuos y los Estados nieguen obstinadamente el reino de Nuestro Salvador. Por esto, advertimos entonces que la paz de Cristo hay que buscarla en el reino de Cristo”. (Quas Primas, 2)

Volvamos a la ley de Cristo. Las leyes democráticas son antihumanas y anti divinas. Volvamos al gobierno de personas “de ciencia y conciencia pura”. El cardenal Bergoglio, hoy Su Santidad Francisco, decía, que estamos en “la guerra de Dios”. Combatamos los nobles combates de la fe: “No temáis. Abrid, más todavía, abrid de par en par las puestas a Cristo. Abrid  a su potestad salvadora los confines de los Estados, tanto los sistemas económicos como los políticos, los campos extensos de la cultura de la civilización y del desarrollo. No temáis” (Beato Juan Pablo II)

 

P. Manuel Martínez Cano mCR

Para la Historia: Respuesta a la Carta Colectiva del Episcopado Español III

05 martes Mar 2013

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Misiones africanas (Padres Blancos)

Vicariato Apostólico de Ruanda

Eminencia Reverendísima:

El Vicariato Apostólico de Ruanda y sus misioneros han acogido con profunda y cordial satisfacción y leído con emoción intensa y orgullo la admirable Carta de V. Eminencia. y del heroico Episcopado español.

El recuento, tan claro y preciso, y a la vez tan objetivo e imparcial, del espantoso trance y de la terrible situación que asola la valiente y católica España no puede menos de desengañar a cuantos reflexionen y no hayan tomado partido a ojos cerrados.

Como misioneros, estamos al margen de las controversias y luchas políticas; mas eso no nos impide percatarnos de que no se trata de una guerra de partidos, en que únicamente se ventila la suerte de España. Así, pues, no hemos cesado de orar por nuestros hermanos los españoles, cuya constancia y heroísmo en esta persecución sin nombre vemos con admiración.

La admirable Carta de Vuestra Eminencia Reverendísima y del Episcopado español bastaría a disipar nuestras dudas, si las hubiésemos tenido. Con evidencia irrefutable prueba, sin lugar a vacilaciones, que si la noble y católica España lucha por su vida y por su fe, es, además y sobre eso, el baluarte de la civilización cristiana, amenazada por la revolución en Europa entera. Ese y no otro es el motivo de que las fuerzas revolucionarias, azuzadas y sostenidas por el comunismo, empeñado en aniquilar aún la idea de Dios, hayan volcado sobre la España mártir los sacrilegios abominables, los asesinatos horribles y sádicos de sacerdotes, religiosos y fieles, asolando sistemáticamente las iglesias y los tesoros acumulados durante siglos de fe.

Os damos las gracias, Eminencia Reverendísima, por habernos mostrado de modo tan evidente e irrebatible la verdad, que los enemigos de Dios y de toda cultura se esfuerzan en ahogar, sin reparar ni en medios ni en embustes, merced a una propa­ganda que no se avergüenza de torcer y contrahacer los hechos.

Os damos las gracias, Ema. Rvdma., por habernos mostrado con claridad que en España está en tela de juicio la misma vida de la civilización cristiana; por habernos dado a entender que el triunfo de la revolución comunista en España hubiera sido el prólogo y el primer paso obligado para la ruina de Europa entera.

Los miles de mártires que han vertido generosamente su sangre por su fe y su patria son el rescate de España y del mundo. A sus oraciones tan poderosas ante el Corazón de Dios uniremos las nuestras con nuevo fervor y asiduidad, para pedir a Cristo Rey, por medio de la Virgen Inmaculada, Reina de España, que ampare a esa noble tierra y le devuelva la paz, que guarde y proteja a todo el pueblo fiel y a sus heroicos Pastores.

Dignaos, Eminencia Reverendísima, recibir el respetuoso homenaje y profunda veneración con que besa su sagrada Púrpura su humilde servidor en N. S. y Ntra. Señora.

†León Classe, Vicario Apostólico de Ruanda.

Lineline

Desde China

Misión católica. Ichang (Hupeh). Ichang, 31 de octubre de 1937.

Eminentísimo Señor:

A su debido tiempo llegó a nuestras manos la Carta Colectiva que los Obispos españoles escribieron y enviaron a los Obispos de todo el mundo sobre la actual guerra en ese Reino.

No hay católico ni amigo sincero de la noble nación española que no se alegre y os felicite ante la lúcida, objetiva exposición de los hechos, trazada “sine ira et studio”, con plena claridad cristiana y ánimo sereno.

Hace tiempo, ciertamente, que se echaba de menos y se esperaba una solemne declaración como ésa, por la eficacia que había de tener en confirmar el ánimo de los buenos y neutralizar la ponzoña de las calumnias. “Esta Carta Colectiva es consuelo para los buenos, confusión para los enemigos y nota de infamia estampada en la frente del comunismo”.

Todos aquí, en China, nuestra patria, rogamos fervorosamente para que Dios fiel, os conceda aprovecharos de la tentación. A la vez, Eminencia, encomendad al Señor a China, afligida también con la guerra, a fin de que Dios, Óptimo, Máximo, conceda la paz a nuestros tiempos.

Con la reverencia debida, beso la Púrpura sagrada y me suscribo de V. Ema. humilde servidor en el Señor.

Nadal Gubbels, O. F. M., Vicario Apostólico

Carta Colectiva del Episcopado Español 1-7-1937 (I)

19 miércoles Dic 2012

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Ave María, cruzada, Episcopado Español, España, guerra civil, obispos, Patria

A continuación publicaré la primera parte de la Carta Colectiva del Episcopado Español del día 1 de Julio de 1937. Cada semana, Dios mediante, una nueva parte del texto a fin de poder completarlo íntegramente.

Orientaciones Episcopales

Carta Colectiva del Episcopado Español 1-7-1937 (I)                  Ave María-Enero 2007

 VENERABLES  HERMANOS:

1.-  RAZÓN  DE  ESTE  DOCUMENTO.

Suelen los obispos católicos ayudarse mutuamente en días de tribulación, en cumplimiento de la ley de caridad y de fraternidad que une en un cuerpo místico a cuantos comulgamos en el pensamiento y amor de Jesucristo. Órgano natural de este intercambio espiritual son los obispos, a quienes puso el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios. España, que pasa una de las más grandes tribulaciones de su historia, ha recibido múltiples manifestaciones de afecto y condolencia del Episcopado católico extranjero, ya en mensajes colectivos, ya de muchos obispos en particular. Y el Episcopado español, tan terriblemente probado en sus miembros, en sus sacerdotes y en sus Iglesias, quiere hoy corresponder con este Documento colectivo a la gran caridad que se nos ha manifestado desde todos los puntos de la Tierra.

Nuestro país sufre un trastorno profundo: no es sólo una guerra civil cruentísima la que nos llena de tribulación; es una conmoción tremenda la que sacude los mismos cimientos de la vida social y ha puesto en peligro hasta nuestra existencia como nación. Vosotros lo habéis comprendido, Venerables Hermanos, y vuestras palabras y vuestro corazón se nos han abierto, diremos con el Apóstol, dejándonos ver las entrañas de vuestra caridad para con nuestra patria querida. Que Dios os lo premie.

Pero con vuestra gratitud, Venerables Hermanos, debemos manifestaros nuestro dolor por el desconocimiento de la verdad de lo que en España ocurre. Es un hecho, que nos consta por documentación copiosa, que el pensamiento de un gran sector de opinión extranjera está disociado de la realidad de los hechos ocurridos en nuestro país. Causas de este extravío podrían ser el espíritu anticristiano, que ha visto en la contienda de España una partida decisiva en pro o contra de la religión de Jesucristo y la civilización cristiana; la corriente opuesta de doctrinas políticas que aspiran a la hegemonía del mundo; la labor tendenciosa de fuerzas internacionales ocultas; la antipatria, que se ha valido de españoles ilusos que, amparándose en el nombre de católicos, han causado enorme daño a la verdadera España. Y lo que más nos duele es que una buena parte de la Prensa católica extranjera haya contribuido a esta desviación mental, que podría ser funesta para los sacratísimos intereses que se ventilan en nuestra patria.

Casi todos los Obispos que suscribimos esta Carta hemos procurado dar a su tiempo la nota justa del sentido de la guerra.

Agradecemos a la Prensa católica extranjera el haber hecho suya la verdad de nuestras declaraciones, como lamentamos que algunos periódicos y revistas, que debieron ser ejemplo de respeto y acatamiento a la voz de los Prelados de la Iglesia, las hayan combatido o tergiversado.

Ello obliga al Episcopado español a dirigirse colectivamente a los Hermanos de todo el mundo, con el único propósito de que resplandezca la verdad, oscurecida por ligereza o por malicia, y nos ayude a difundirla. Se trata de un punto gravísimo en que se conjugan no los intereses políticos de una nación, sino los mismos fundamentos providenciales de la vida social: la religión, la justicia, la autoridad y la libertad de los ciudadanos.

Cumplimos con ello, junto con nuestro oficio pastoral -que importa ante todo el magisterio de la verdad-, con un triple deber de religión, de patriotismo y de humanidad. De religión, porque testigos de las grandes prevaricaciones y heroísmos que han tenido escena en nuestro país, podemos ofrecer al mundo lecciones y ejemplos que caen dentro de nuestro ministerio episcopal y que habrán de ser provechosos a todo el mundo; de patriotismo, porque el Obispo es el primer obligado a defender el buen nombre de su patria,» terra patrum», por cuanto fueron nuestros venerables predecesores los que formaron la nuestra, tan cristiana como es, engendrando a sus hijos para Jesucristo por la predicación del Evangelio; de humanidad, porque ya que Dios ha permitido que fuese nuestro país el lugar de experi­mentación de ideas y procedimientos que aspiran a conquistar el mundo, quisiéramos que el daño se redujese al ámbito de nuestra patria y se salvaran de la ruina las demás naciones.

2.- NATURALEZA DE LA CARTA.

Este Documento no será la demostración de una tesis, sino una simple exposición, a grandes líneas, de los hechos que caracterizan nuestra guerra y le dan su fisonomía histórica. La guerra de España es producto de la pugna de ideologías irreconciliables; en sus mismos orígenes se hallan envueltas gravísimas cuestiones de orden moral y jurídico, religioso e histórico. No sería difícil el desarrollo de puntos fundamentales de doctrina aplicada a nuestro momento actual. Se ha hecho ya copiosamente, hasta por algunos de los Hermanos que suscriben esta Carta. Pero estamos en tiempos de positivismo calculador y frío, y, especialmente, cuando se trata de hechos de tal relieve histórico como se han producido en esta guerra, lo que se quiere, -se nos ha requerido cien veces desde el extranjero en este sentido-son hechos vivos y palpitantes que, por afirmación o contraposición, den la verdad simple y justa.

Por eso tiene este Escrito un carácter asertivo y categórico de orden empírico. Y ello en sus dos aspectos: el de juicio que solidariamente formulamos sobre la estimación legítima de los hechos; y el de afirmación per oppositum, con que deshacemos con toda caridad las afirmaciones falsas o las interpretaciones torcidas con que haya podido falsearse la historia de este año de vida de España.

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