Prólogo
Escribió Juan Pablo II en «Signo de contradicción”: “Las peores situaciones son
aquellas en las que falta la claridad. En ellas desaparecen los confines entre el bien y el mal y reina el caos”. Para subsanar esta auténtica tragedia, el mismo Juan Pablo II ha dicho a los obispos de los Estados Unidos: “Que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz. El sagrado depósito de la Palabra de Dios que la Iglesia nos entrega, constituye el gozo y la fuerza de la vida de nuestro pueblo. Es la única solución pastoral de los muchos problemas de hoy día. Presentar este sagrado depósito de la doctrina cristiana en toda su pureza e integridad, con todas sus exigencias y todo su poder, es una responsabilidad pastoral santa; es, además, el servicio más sublime que podemos prestar”
En esta línea está pensado y escrito este libro, debido a la pluma del sacerdote y publicista bien conocido, Mn. José Ricart Torrens. Responde plenamente a las exigencias de la misión de la Iglesia en nuestros días: “La Iglesia, tratando de mirar al hombre como con los ojos de Cristo mismo, se hace cada vez más consciente de ser la custodia de un gran tesoro, que no le es lícito dilapidar, sino que debe acrecentar continuamente. En efecto, el Señor Jesús dijo: El que no está conmigo está contra mí. El tesoro de la humanidad, enriquecido por el inefable misterio de la filiación divina, de la gracia de adopción en el Unigénito Hijo de Dios, mediante el cual decimos a Dios Abba, ¡Padre!, es también una fuerza poderosa que unifica a la Iglesia, sobre todo desde dentro, y da sentido a toda su actividad. (“Redemptor hominis», 18). Y es el mismo Papa que enseña: “En este campo del conocimiento humano, que continuamente se amplía y al mismo tiempo se diferencia, también la fe debe profundizarse constantemente, manifestando la dimensión del misterio revelado y tendiendo a la comprensión de la verdad, que tiene en Dios la única fuente suprema. Si es lícito -y es necesario incluso desearlo- que el enorme trabajo por desarrollar en este sentido tome en consideración un cierto pluralismo de métodos, sin embargo dicho trabajo no puede alejarse de la unidad fundamental en la enseñanza de la fe y de la moral, como fin que le es propio”. (“Redemptor hominis», 19).
Esta es la temática del «CATECISMO SOCIAL» que ofrecemos a los lectores. Una disposición altamente pedagógica presenta toda la selva de las ideologías contradictorias de nuestra hora en forma de diálogo, con preguntas incisivas y respuestas concretas. Es un tesoro de doctrina que ya existe dispersa en el Evangelio, el magisterio pontificio y la experiencia histórica, comprobando a la luz de la fe, la valoración de los falsos sistemas y la verdad de la vida cristiana, con toda su proyección. Frente a los que han propugnado un falso sobrenaturalismo, desgajado de lo social, y a los que obsesivamente han vaciado el Evangelio en un temporalismo inhumano, otra vez -como siempre- resplandece la fecundidad de la vocación personal a la santidad y la finalidad de la sociedad humana que no puede alcanzar sus metas y el bien común verdadero sin el Reinado social de Jesucristo.
Este libro sirve para todos. No está adosado a ninguna clase social, edad, clan ni estamento. Diríamos que está indicadísimo para nuestra juventud que tiene que soportar toneladas de errores acumulados por generaciones mayores, y que no tiene un instrumento de discernimiento a la mano. Este libro puede ser una excelente guía para esta juventud, a fin de que se inicie con el conocimiento más profundo del mensaje evangélico sobre el hombre y sobre la sociedad. Y sólo en el calor de la verdad encontraremos el clima del rejuvenecimiento que reclama el mundo en que vivimos. Es cosa cierta que la vejez del liberalismo y del marxismo ya no nos sirven. Como tampoco un cristianismo aburguesado, sofisticando el orden de la sociedad, el sentido de la autoridad, el papel de la participación popular, y las grandes coordenadas de la justicia, solamente posible en el entendimiento de la sociedad tal como Dios la quiere.
Juan Pablo II, enseñaba en Santo Domingo -camino de su peregrinación a Méjico-, el pasado 25 de enero: “La Iglesia, experta en humanidad, fiel a los signos de los tiempos, y en obediencia a la invitación apremiante del último Concilio, quiere hoy continuar su misión de fe y de defensa de los derechos humanos. Invitando a los cristianos a comprometerse en la construcción de un mundo más justo, humano y habitable, que no se cierra en sí mismo, sino que se abre a Dios”. Y no podemos dejar de recordar que este “CATECISMO SOCIAL” está editado por la revista “AVE MARIA”, de tan larga y profunda solera mariana y popular. Con Juan Pablo II repetimos: “La característica de este amor materno que la Madre de Dios infunde en el misterio de la Redención y en la vida de la Iglesia encuentra su expresión en su singular proximidad al hombre y a todas sus vicisitudes”, (“Redemptor hominis”, 22),
“CATECISMO SOCIAL” es consecuentemente una convocatoria actual, a la altura del magisterio de Juan Pablo II, escrito con espíritu misionero, impregnado de la convicción que “nadie como María” -frase del Papa- nos lleva a Jesucristo, a su reinado, a las efusiones divinas de la Redención. Con un tono muy vivo se nos recuerda lo que el cardenal Pie dijo certeramente: “Se ha ensayado todo; ¿no habrá llegado la hora de ensayar la Verdad?” De ahí que “CATECISMO SOCIAL” debe convertirse en pan intelectual y fuego en los corazones. “En el poder de la Palabra de Dios encontramos energía para promover la justicia, testimoniar el amor, defender la sacralidad de la vida y proclamar la dignidad de la persona humana y su destino trascendente», decimos con Juan Pablo II. (A los obispos de Canadá). Este es el fondo y la perspectiva de este “CATECISMO SOCIAL”. Nos podemos felicitar.
José María Alba Cereceda, S.I.
Consiliario de la revista “AVE MARIA”