Salomé: Desde su pontificado en la diócesis de Huesca, he seguido con gran entusiasmo la pastoral de monseñor Sanz Montes, arzobispo de Oviedo. Me encanta su estilo sencillo, profundo y valiente. Por obligaciones profesionales, estas pasadas semanas he leído muy poco. La entrevista concedida por nuestro arzobispo a Europa Press no tiene desperdicio. Transcribo parte de ella.
Monseñor Sanz Montes, afirma que está “enormemente sorprendido al comprobar como después de casi año y medio de gobierno conservador aún no se han puesto en marcha los trámites necesarios para modificar la Ley del Aborto… es igual de malo el generar políticas abortivas como el no salir al encuentro para corregirlas… si defendemos la bandera de la vida, tendremos como enemigos a esa oposición política, mediática y estructural, que dice sí al aborto y a la eutanasia, mientras que si decimos no a la corrupción y no a a determinadas alianzas, tendremos enfrente otra opción política. Son enemigos pero en distintas trincheras”.
Efectivamente, los que estamos en la guerra de Dios, tenemos enemigos en todas partes. El Prelado ha recordado lo que el PP enarboló en su día la bandera electoral, contra el aborto a la hora de captar determinados votos. Mi padre, que ya peina algunas canas, me ha dicho que a él, no le sorprende nada la falta de memoria del PP. Afirma que, desde que los partidos políticos impusieron en España eso que llaman democracia, los políticos de todos los partidos, mienten torrencialmente. A mi padre no le ha engañado ninguno, pero hay muchos católicos, eclesiásticos, seglares, monjitas, que se han dejado engañar infantilmente. Perdonadme que me haya alargado tanto.
Juan: Yo te agradezco que nos hayas proporcionado una noticia tan consoladora. Y es verdad que hoy se miente torrencialmente. La primera gran mentira es la de que la fuente de todo poder está en el pueblo, en lo que diga la mayoría. La fuente de todo poder es Dios. Con la elección de los gobernantes: “se designa el gobernante, pero no se confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ejerce” (León XIII, Diuturnum Illud, nº 3 y 4).
Salomé: Está clarísimo, el mismo Papa León XIII, lo enseña en otra de sus encíclicas: el poder no viene del pueblo sino de Dios, el gobernante debe su cargo y su título no al pueblo si no a Dios, por ley divina y natural (Inmortale Dei).
Santiago: El gobernante tiene como cometido principal, ordenar correctamente la sociedad a su fin que es el bien común y no el reparto de la tarta económica entre los partidos políticos, como vemos por todas partes.
Judit: Es verdad lo que estudiamos en nuestra juventud que, el hombre olvidado de Dios, se vuelve lobo para el hombre. En nuestros días esta verdad se ve perfectamente en que la actividad del Estado moderno sin Dios, consiste sustancialmente en el dominio del hombre por el hombre.
Pablo: Vamos a la catástrofe social y política por que las ideologías revolucionarias desprecian la naturaleza creada por Dios y pretenden cambiarla total y radicalmente, construyendo un mundo artificial y corrupto.
Rut: La Sagrada Escritura, afirma que sólo un necio niega la existencia de Dios (Salmo 14,1 y 53,1) y así no va con tantos políticos que desprecian a Dios y su santa Ley que además de ser necios, corrompen la vida natural de los pueblos.
Andrés: Por eso, esos necios también desprecian a España y su obra evangelizadora sin par, porque como dice Antonio de Mendoza: “España contribuyó a dar un salto de cuatro milenios, pasando del paleolítico o neolítico a la edad moderna de la mano del Estado más avanzado y civilizado de su época y lo que es más importante, que trataba por primera vez a los vencidos como iguales, en contraste con lo que ocurría entre las diferentes tribus y etnias, en que los vencidos eran sacrificados o pasados a ser esclavos”.
Magdalena Presidenta