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7 -El orden natural, ¿debe influir en la vida social?
Es su fundamento. Las leyes que hacen los hombres -las que llamamos leyes positivas no pueden contradecir el orden
natural que responde a esas tres imperiosas experiencias: el hombre quiere conservar su vida, quiere propagarla, y quiere perfeccionarse humana, profesional, moral, intelectual y religiosamente. Todo hombre comprende y defiende su derecho a la vida, a la salud, a la integridad temporal, a la posesión de los frutos de su trabajo. El homicidio, el aborto, el robo, el suicidio, la tortura, la mutilación, la eutanasia, contradicen la más primordial inclinación del orden natural. También el derecho al matrimonio, a la procreación, son inclinaciones universales. Contra ellas están la homosexualidad, el adulterio, los anticonceptivos, el divorcio. Es requisito del orden natural que el hombre tenga medios para obrar libre y virtuosamente, así como alcanzar la cultura, la vivienda, la profesión y todo cuanto coadyuve a su perfección.
«El Derecho natural es lo natural para todos, excepto para el que no es natural», sentenciaba Chesterton.
8 -Nuestra sociedad, ¿acepta el orden natural?
Evidentemente, en muchos casos, se conculca y pisa el orden natural. Todo eso es fruto de falsas filosofías -materialismo, relativismo, existencialismo-, de la corrupción voluntaria de muchos, de los gobiernos que prescinden del orden natural obsesionados exclusivamente en ganar elecciones, reducir la política a un inmoralismo práctico, y a negar en la vida pública que Dios tiene un Decálogo y unos imperativos que surgen en cuanto no están corrompidos. Las consecuencias de negar el orden natural las demuestran las guerras continuas, los presupuestos militares de las naciones que se comen y consumen las mayores energías de la nación, el aumento de medios policíacos y represivos para ahogar los desórdenes y los terrorismos, y el creciente número de suicidios que en las naciones más descristianizadas, a pesar del nivel de vida, aumentan sin cesar. Tristemente, con una escalada de los suicidios juveniles. Y aquí no hacemos hincapié en que la negación del orden natural tiene trascendencia en orden a la salvación de las almas. Los gobernantes, los responsables de la vida pública -profesores, periodistas, sacerdotes- tendrán que responder mucho ante Dios de este capítulo. Porque lo legal no puede divorciarse de lo ético, o sea, del orden natural y la doctrina católica, en una nación con mayoría de bautizados.
9 -¿Quién debe interpretar el orden natural?
Indudablemente la Iglesia tiene también esta misión de defensa del hombre en sus más íntimas esencias y realidades. Dice Pablo VI: «Ningún fiel querrá negar que corresponda al magisterio de la Iglesia el interpretar también la ley moral natural. Es, en efecto, incontrovertible -como tantas veces han declarado nuestros predecesores- que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los apóstoles la autoridad divina y al enviarlos a enseñar a todas las gentes sus mandamientos los constituía en custodios y en intérpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse» (3-VIlI-1968).

