Etiquetas
1, 13, 1Cor 10, 1Pe 5, 3, 8, 91, afirmarse en Dios, afligido, almas, Atajar al principio el mal procura; si llega a echar raíz, atribulado, buena voluntad, busca a Dios, busca todos lados a quien tragarse, consolación humana, contrariedades, corazón, cosas adversas, créditos, Cristo, desabrido, despreciados, desterrado, Dios, el fuego prueba el hierro y la tentación al hombre justo, enemigos, enseñado, entristece, escogidos, fatiga, favor divino, Flp 1, gime, hombres, humildad, humillado, humillemos, imitación, inciinación al pecado, inconstancia del ánimo, Job 7, mal, mano de Dios, más fuertes, merecimiento, miserias, mundo, ora, ordenado, Ovidio, poca confianza en Dios, purgado, raíz, réprobros, Remed, salvación, san pablo, Santos, ser desatado de este cuerpo y estar con Cristo, tarde se cura, tentación, tentación es la vida del hombre sobre la tierra, tentaciónt, tentaciones, tribulación, velar en oración, verdadera humildad, violencia, virtud
Capítulo 12
Del provecho de las adversidades
1. Bueno es que algunas veces nos sucedan cosas adversas y vengan contrariedades, porque suelen atraer
al hombre al corazón, para que se conozca desterrado y no ponga su esperanza en cosa alguna del mundo.
Bueno es que padezcamos a veces contradicciones y que sientan de nosotros mal e imperfectamente, aunque hagamos bien y tengamos buena intención. Estas cosas de ordinario, ayudan a la humildad y nos defienden de la vanagloria. Porque entonces mejor buscamos a Dios por testigo interior, cuando por de fuera somos despreciados de los hombres, y no nos dan crédito.
2. Por eso debía uno afirmarse de tal manera en Dios, que no le fuese necesario buscar muchas consolaciones humanas.
Cuando el hombre de buena voluntad es atribulado, o tentado, o afligido con malos pensamientos, entonces conoce tener de Dios mayor necesidad, experimentando que sin Él no puede nada bueno.
Entonces también se entristece, gime y ora a Dios por las miserias que padece.
Entonces le es molesta la vida larga, y desea hallar la muerte para «ser desatado de este cuerpo y estar con Cristo» (Flp 1,3).
Entonces también conoce que no puede haber en el mundo perfecta seguridad ni cumplida paz.
Capítulo 13
Cómo se ha de resistir a las tentaciones
1. Mientras en el mundo vivimos no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones.
Por lo cual está escrito en Job 7,1: «Tentación es la vida del hombre sobre la tierra».
Por eso, cada uno debería tener mucho cuidado acerca de sus tentaciones y velar en oración, porque no halle el demonio lugar de engañarle, que nunca duerme, sino «busca todos lados a quien tragarse» (1Pe 5,8).
Ninguno hay tan perfecto ni tan santo que no tenga algunas veces tentaciones, y no podemos vivir sin ellas.
2. Mas las tentaciones son muchas veces utilísimas al hombre, aunque sean graves y pesadas, porque en ellas es uno humillado, purgado y enseñado.
Todos los santos por muchas tribulaciones y tentaciones pasaron, y aprovecharon.
Y los que no las quisieron resistir fueron tenidos por réprobos y sucumbieron.
No hay religión tan santa, ni lugar tan secreto, que no haya tentaciones y adversidades.
3. No hay hombre seguro del todo de tentaciones mientras vive, porque en nosotros mismos está la causa de donde vienen, pues que nacimos con la inclinación al pecado.
Pasada una tentación o tribulación, sobreviene otra; y siempre tendremos que sufrir, porque se perdió el bien de nuestra felicidad.
Muchos quieren huir las tentaciones y caen en ellas más gravemente.
No se puede vencer con sólo huirlas; mas con paciencia y verdadera humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos.
4. El que solamente quita el mal que se ve y no arranca la raíz, poco aprovechará; antes tornarán a él más presto las tentaciones, y se hallará peor.
Poco a poco, con paciencia y larga esperanza, vencerás (con el favor divino) mejor que no con violencia y propia fatiga.
Toma muchas veces consejo en la tentación y no seas desabrido con el que está tentado; antes procura consolarlo, como tú lo quisieras para ti.
5. El principio de toda mala tentación es la inconstancia del ánimo y la poca confianza en Dios.
Porque como la nave sin timón la llevan a una y otra parte las olas, así el hombre descuidado y que desiste de su propósito, es tentado de diversas maneras.
El fuego prueba el hierro, y la tentación al hombre justo.
Muchas veces no sabemos lo que podemos; mas la tentación descubre lo que somos.
Debemos, pues, velar principalmente al venir la tentación, porque entonces más fácilmente es vencido el enemigo cuando no le dejamos pasar de la puerta del alma y se le resiste al umbral luego que toca.
Por lo cual dijo uno: «Atajar al principio el mal procura; si llega a echar raíz, tarde se cura» (Ovidio, Remed, 91). Porque primeramente se ofrece al alma el pensamiento sencillo; después, la importuna imaginación; luego, la delectación y el torpe movimiento y el consentimiento.
Y así se entra poco a poco el maligno enemigo, y se apodera de todo, por no resistirle al principio.
Y cuanto más tiempo fuere uno perezoso en resistir tanto más flaco se hace cada día, y el enemigo contra él más fuerte.
6. Algunos padecen graves tentaciones al principio de su conversión y otros al final.
Pero otros son molestados casi por toda su vida.
Algunos son tentados blandamente, según la sabiduría y el juicio de la divina providencia, que mide el estado y los méritos de los hombres, y todo lo tiene ordenado para la salvación de sus escogidos.
7. Por eso no debemos desconfiar cuando somos tentados, sino antes rogar a Dios con mayor fervor que sea servido de ayudarnos en toda tribulación; el cual, sin duda, según el dicho de san Pablo, «nos dará, junto con la tentación, tal auxilio, que la podamos resistir» (1Cor 10,13).
Humillemos, pues, nuestras almas debajo de la mano de Dios en toda tribulación y tentación, porque Él salvará y engrandecerá a los humildes de espíritu.
8. En las tentaciones y adversidades se ve cuánto uno ha aprovechado, y en ellas consiste el mayor merecimiento y se conoce mejor la virtud.
No es mucho ser un hombre devoto y fervoroso cuando no siente pesadumbre, mas si en el tiempo de la adversidad se sufre con paciencia, esperanza es de gran provecho.
Algunos no se rinden a grandes tentaciones, y son vencidos a menudo en las menores y comunes, para que, humillados, nunca confíen de sí en grandes cosas, siendo flacos en las pequeñas.