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Para la Historia VIII: Respuesta a la Carta Colectiva del Episcopado Español

10 miércoles Abr 2013

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Mensaje del Episcopado Austriaco

A Vuestra Eminencia Reverendísima, Señor Cardenal Primado de España, y a Vosotros todos, Reverendísimos Obispos de España, nosotros, Obispos de Austria, reunidos en la Conferencia anual, enviamos saludo y bendición.

Cuando se desencadenó sobre vosotros la más cruel de las persecuciones, os acompañó nuestra compasión, y unimos nuestras plegarias a las de muchos otros, especialmente del pueblo creyente, para que Dios Nuestro Señor, en su infinita bondad y misericordia, abreviase el tiempo de aflicción, os diese consuelo y auxilio, haciendo surgir abundantes gracias a tan grandes dolores.

Con el mismo fin ordenamos también oraciones públicas en las distintas diócesis. Y al compás que se extendía la persecución de la Iglesia en España aumentaba nuestra admiración ante el espíritu de sacrificio, firmeza, heroísmo y valor en la fe que se han manifestado en vuestro pueblo.

Centenares de sacerdotes y religiosos y seglares católicos españoles han soportado valerosamente y con gran espíritu de sacrificio las más graves posibilidades. De igual manera ahora nos congratulamos con Vosotros, al ver que tantos horrores terminan en bien, de que la victoria del derecho y de la justicia, la victoria del cristianismo, de la fe católica, adelanta cada vez más vuestro país. Así como antes nos condolíamos, ahora nos alegramos del cambio felicísimo obrado en vuestra patria. Así cumplimos las palabras del Apóstol de las Gentes: “Si padece un miembro, todos los otros miembros padecen también. Se honra y enaltece a uno de los miembros, se alegran todos los demás” (1Cor. 12, 26). Tampoco ahora os ha de faltar el concurso de nuestras oraciones para que la victoria definitiva sea expandida. Lo sucedido en estos duros tiempos y lo que actualmente vemos justifica la esperanza de que, como hace siglos a la gran lucha entre el cristianismo y el islamismo sucedió en España brillante floración de nueva cultura cristiana, también ahora se reconfortara la fe y se abrirá en esplendorosa civilización según Cristo.

¡Que la sangre de tantos heroicos mártires ensalce la Iglesia de España a gloria tan sublime y perdurable que no alcance a oscurecerla la persecución pasada, más cruel que las antiguas persecuciones de los cristianos! ¡Que la sangre de tantos heroicos mártires sirva, en esta época de incredulidad y de odio a Dios, para poner de manifiesto el esplendor de la Iglesia de Cristo, para honra de la Santísima Trinidad, para exaltación del Reino de Cristo y el triunfo incontestable de la Santa Iglesia. Ello será, además, dentro de la Iglesia católica, especialmente donde la religión de Cristo es asimismo duramente amenazada y perseguida, consuelo y aliento, despertando renovada esperanza en la gran victoria de la Fe cristiana católica.

Viena, noviembre 1937.

† S. Waitz, Arzobispo de Salzburgo; † Teodoro, Cardenal Innitzer, Arzobispo de Viena.

Sociedad Misionera de Cristo Rey: Cristo Cuenta Contigo

13 miércoles Mar 2013

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SMCR 1

«Y, según caminaba por la orilla del mar
de Galilea, vio a dos hermanos –a Simón,
el que es llamado Pedro, y a Andrés,
su hermano– que echaban un retel al mar,
pues eran pecadores. Y les dijo:
-Venid detrás de mí y os haré pescadores de hombres.
Y ellos, en seguida,
dejando las redes, lo siguieron» (Mt 4, 18-20)

¿Quieres Seguirle?

SMCR 2

El Concilio Vaticano II señala dos:

La vocación a la santidad: Invitación que hace a todos y a cada uno de los cristianos a tratar de alcanzar la perfecta imitación de Cristo.

La vocación a la vida consagrada: Invitación que hace a determinadas personas destinadas al sacerdocio, a la vida religiosa o a vivir de una manera más plena el apostolado. Eso es lo que espera de ti Él con generosidad.

¿Cómo?

Dios, poco a poco va demostrando a cada persona cuál es su llamado por medio de las circunstancias:

1.- Invitación de una persona amiga a ingresar a un seminario, o Comunidad de Vida Apostólica.

2.- Una inclinación que se siente hacia el sacerdocio, la vida religiosa en comunidad o la consagración al apostolado laical.

3.- Una inspiración interna de dedicarse en plenitud a este ministerio. Para lo cual se necesita un tiempo para rezar, meditar, leer, comparar los pros y los contras y un buen asesoramiento espiritual para seguir la inspiración del Espíritu Santo.

4.- Saber que es un camino de santidad.

¿A QUÉ COMPROMETE?

Cuando Dios confía a una persona una misión u ocupación especial, se compromete a darle todas las gracias necesarias para cumplir bien esa misión.

El elegido se compromete a seguir a Cristo con todas las consecuencias, sin que le importe abrazar la pobreza; servir donde la obediencia disponga, trabajar aquí o allá; dejar padre o madre, vivir el celibato por el Reino de los Cielos.

ANTES DE DECIDIRTE

1.-    Mucha oración y frecuencia de sacramentos.

2.-    Recurrir a personas prudentes que entiendan.

3.-    Reflexionar y meditar a qué te expones.

4.-    No tener problemas con la castidad.

5.-    Valorar las propias fuerzas y cualidades.

6.-    Tener una inteligencia media.

7.-    Atracción por las cosas espirituales.

8.-    Ilusión por llevar almas a Cristo.

9.-    Desprendimiento de las cosas materiales en bien de las espirituales.

10.-  Facilidad por buscar el bien de los demás antes que el propio.

 

ES DEJARTE GUIAR
POR EL SEÑOR
Y DECIDIR CON FIRMEZA:

¡AQUÍ ESTOY, SEÑOR,
PARA HACER TU VOLUNTAD!

 

LA SOCIEDAD MISIONERA
DE CRISTO REY

Es un Instituto de Vida Religiosa Consagrada de Derecho Diocesano. Aprobada el 29 de Setiembre de 1994.

Es una Sociedad Sacerdotal de Vida Apostólica, pero admite también a miembros seglares que busquen la perfección evangélica, según el espíritu de la Sociedad, vivan su mismo fin misionero y colaboren con la Sociedad en su apostolado, conforme a sus reglas particulares y bajo su obediencia.

El Papa Juan Pablo II exhortaba con todo el afán apostólico que le caracterizaba: “El empeño misionero no tiene plazos e implica a todos los miembros de la comunidad cristiana, hoy como en los comienzos de la Iglesia”.

La Sociedad Misionera de Cristo Rey desearía ser para nuestro tiempo como un don del Corazón misionero de Jesús.

La regla primera que define su espíritu dice así: “El fin de nuestra Sociedad Misionera es, no solamente atender a la propia perfección cristiana sino con la misma gracia divina, procurar intensamente la santificación del prójimo en cualquier parte del mundo donde se espera más servicio de Dios”.

Nuestro Fundador: El P.José María Alba

SMCR 3

Un alma de Dios, fiel amante de su vocación, sabio y santo, joven y alegre, apóstol incansable de la juventud formador de sacerdotes y religiosas, hijo de la Iglesia.

Nuestro Espíritu

Seguir los pasos de San Ignacio de Loyola en el seguimiento de Cristo Rey ofreciendo nuestras
SMCR 4pobres acciones para obtener que todos los corazones reconozcan su Sagrada Realeza y así se establezca en todo el universo el Reino de su bendita Paz.

NUESTRA MISIÓN

  • Formación doctrinal y espiritual
  • Apoyo parroquial
  • Apoyo a comunidades
  • Animación de retiros espirituales SMCR 5
  • Jornadas Pastorales
  • Promoción Juvenil
  • Atención vocacional
  • Cursos Bíblicos
  • Pastoral sacramental
  • Colegios
  • Pastoral familiar

NUESTRO IDEAL

Misioneros de Cristo Rey

Misioneros de Cristo Rey

Vivir el misterio inmortal de Jesús inmolado para implantar por la Cruz su reinado de paz, de verdad, de luz.

¿DONDE PUEDES ENCONTRARNOS?

Si deseas más información nuestra, puedes escribirnos o visitarnos en:

España:

SOCIEDAD MISIONERA DE CRISTO REY

CTRA. DE CASTELLAR, 2

08181-SENTMENAT

(BARCELONA)

Tel. 93.715.34.08 – 93.715.31.14

Correo electrónico:

psuperior@misionerosdecristorey.org

Perú:

SOCIEDAD MISIONERA DE CRISTO REY

AVDA. DE LAS FLORES 119 – 141
URBANIZACIÓN SANTA MARIA
CHOSICA

Tel. 01. 360. 00. 56 – 519.977.422.828

Correos electrónicos:

pacostamcr@hotmail.com

pescuderomcr@gmail.com

A.M.D.G.

Carta Colectiva del Episcopado Español V

16 miércoles Ene 2013

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Orientaciones Episcopales

Carta Colectiva del Episcopado Español 1-7-1937 (V)                        Ave María- Mayo 2007

 

6.-CARACTERES DE LA REVOLUCIÓN COMUNISTA

Puesta en marcha la revolución comunista, conviene puntualizar sus caracteres. Nos ceñimos a las siguientes afirmaciones, que derivan del estudio de los hechos plenamente probados, muchos de los cuales constan en informaciones de toda garantía, descriptivas, gráficas, que tenemos a la vista. Notamos que apenas hay información debidamente autorizada más que del territorio liberado del dominio comunista. Quedan todavía bajo las zonas del ejército rojo, en todo o parte, varias provincias; se tiene aún escaso conocimiento de los desmanes cometidos en ellas, los más copiosos y graves.

Enjuiciando globalmente los excesos de la revolución comunista española afirmamos que en la historia de los pueblos occidentales no se conoce un fenómeno igual de vesania colectiva, ni un cúmulo semejante, producido en pocas semanas, de atentados cometidos contra los derechos fundamentales de Dios, de la sociedad y de la persona humana. Ni sería fácil, recogiendo los hechos análogos y ajustando sus trazos característicos para la composición de figuras de crimen, hallar en la historia una época o un pueblo que pudieran ofrecernos tales y tantas aberraciones.

Hacemos historia, sin interpretaciones de carácter psicológico o social, que reclamarían particular estudio. La revolución anárquica ha sido excepcional en la historia.

Añadimos que la hecatombe producida en personas y cosas por LA REVOLUCIÓN COMUNISTA FUE PREMEDITADA. Poco antes de la revuelta habían llegado de Rusia 79 agitadores especializados. La Comisión Nacional de Unificación Marxista, por los mismos días, ordenaba la constitución de las milicias revolucionarias en todos los pueblos. La destrucción de las iglesias, o a lo menos de su ajuar, fue sistemática y por series. En el breve espacio de un mes se habían inutilizado todos los templos para el culto. Ya en 1931 la Liga Atea tenía en su programa un artículo que decía:

Plebiscito sobre el destino que hay que dar a las iglesias y casas parroquiales; y uno de los Comités provinciales daba esta norma: El local o locales destinados hasta ahora al culto se destinarán a almacenes colectivos, mercados públicos, bibliotecas populares, casas de baño o higiene pública, etc., según convenga a las necesidades de cada pueblo. Para la eliminación de personas destacadas que se consideraban enemigas de la revolución se habían formado previamente las listas negras. En algunas, y en primer lugar, figuraba el Obispo. De los sacerdotes decía un jefe comunista, ante la actitud del pueblo que quería salvar a su párroco: Tenemos orden de quitar toda su semilla. Prueba elocuentísima de que la destrucción de los templos y la matanza de los sacerdotes, en forma totalitaria, fue como premeditada, es su número espantoso. Aunque son prematuras las cifras, contamos unas 20.000 iglesias y capillas destruidas o totalmente saqueadas. Los sacerdotes asesinados, contando un promedio del 40 por 100 en las diócesis devastadas -en algunas llegan al 80 por 100- sumarán, sólo del clero secular, unos 6.000.

Se les cazó con perros, se les persiguió a través de los montes, fueron buscados con afán en todo escondrijo. Se les mató sin juicio las más de las veces, sobre la marcha, sin más razón que su oficio social.

FUE CRUDELíSIMA la revolución. Las formas de asesinato revistieron caracteres de barbarie horrenda. En su número: se calculan en número superior a 300.000 seglares que han sucumbido asesinados, sólo por sus ideas políticas y especialmente religiosas: en Madrid, y en los tres meses primeros, fueron asesinados más de 22.000. Apenas hay un pueblo en que no se haya eliminado a los más destacados derechistas. Por la falta de forma: sin acusación, sin pruebas, las más de las veces sin juicio. Por los vejámenes: a muchos se les han amputado los miembros o se les ha mutilado espantosamente antes de matarlos, se les han vaciado los ojos, cortado la lengua, abierto en canal, quemado o enterrado vivos, matado a hachazos… La crueldad máxima se ha ejercido con los ministros de Dios. Por respeto y caridad no queremos puntualizar más.

med_Puerta_deAlcala1937

LA REVOLUCIÓN FUE INHUMANA. No se ha respetado el pudor de la mujer, ni aun la consagrada a Dios por sus votos. Se han profanado las tumbas y cementerios. En el famoso monasterio románico de Ripoll se han destruido los sepulcros, entre los que había el de Vilfredo el Velloso, conquistador del célebre cenobio.

En Vich se ha profanado la tumba del gran Balmes y leemos que se ha jugado al fútbol con el cráneo del gran obispo Torres i Bages.

En Madrid y en el cementerio viejo de Huesca se han abierto centenares de tumbas para despojar a los cadáveres del oro de sus dientes o de sus sortijas. Algunas formas de martirio suponen la subversión o supresión del sentido de humanidad.

LA REVOLUCIÓN FUE BÁRBARA, en cuanto, que destruyó la obra de civilización de siglos. Destruyó millares de obras de arte, muchas de ellas de fama universal. Saqueó o incendió los archivos, imposibilitando la rebusca histórica y la prueba instrumental de los hechos de orden jurídico y social. Quedan centenares de telas pictóricas acuchilladas, de esculturas mutiladas, de maravillas arquitectónicas para siempre deshechas. Podemos decir que el caudal de arte, sobre todo religioso, acumulado en siglos, ha sido estúpidamente destrozado en unas semanas, en las regiones dominadas por los comunistas. Hasta el Arco de Bará, en Tarragona, obra romana que había visto veinte siglos, llevó la dinamita su acción destructora. Las famosas colecciones de arte de la Catedral de Toledo, del Palacio de Liria, del Museo del Prado, han sido torpemente expoliadas. Numerosas bibliotecas han desaparecido.

Ninguna guerra, ninguna invasión bárbara, ninguna conmoción social, en ningún siglo, ha causado en España ruina semejante a la actual, juntándose para ello factores de que no se dispuso en ningún tiempo: una organización sabia puesta al servicio de un terrible propósito, concentrado contra las cosas de Dios, y los modernos medios de locomoción y destrucción, al alcance de toda mano criminal.

CONCULCÓ LA REVOLUCIÓN LOS MÁS ELEMENTALES PRINCIPIOS DEL DERECHO DE GENTES. Recuérdense las cárceles de Bilbao, donde fueron asesinados por las multitudes, en forma inhumana, centenares de presos; las represalias cometidas en los rehenes custodiados en buques y prisiones, sin más razón que un contratiempo de guerra; los asesinatos en masa, atados los infelices prisioneros e irrigados con el chorro de balas de las ametralladoras; el bombardeo de ciudades indefensas, sin objetivo militar.

LA REVOLUCIÓN FUE ESENCIALMENTE ANTIESPAÑOLA. La obra destructora se realizó a los gritos de ¡Viva Rusia!, a la sombra de la bandera internacional comunista. Las inscripciones murales, la apología de personajes forasteros, los mandos militares en manos de jefes rusos, el expolio de la nación a favor de extranjeros, el himno internacional comunista, son prueba sobrada del odio al espíritu nacional y al sentido de patria.

Carta Colectiva del Episcopado Español 1-7-1937 (III)

02 miércoles Ene 2013

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bien comun, comunismo, España, guerra, iglesias, justicia, octubre, octubre de 1934, paz, quema, religion, revolucion, rusia, sacerdotes

Orientaciones Episcopales

Carta Colectiva del Episcopado Español 1-7-1937 (III)          Ave María- Marzo 2007

 

4.- EL QUINQUENIO QUE PRECEDIÓ A LA GUERRA

Afirmamos, ante todo, que esta guerra la han acarreado la temeridad, los errores, tal vez la malicia o la cobardía de quienes hubiesen podido evitarla gobernando la nación según justicia.

Dejando otras causas de menor eficiencia, fueron los legisladores de 1931 y luego el poder ejecutivo del Estado con sus prácticas de gobierno los que se empeñaron en torcer bruscamente la ruta de nuestra historia en un sentido totalmente contrario a la naturaleza y exigencias del espíritu nacional, y especialmente opuesto al sentido religioso predominante en el país. La Constitución y las leyes laicas que desarrollaron su espíritu fueron un ataque violento y continuado a la conciencia nacional.

Anulados los derechos de Dios y vejada la Iglesia, quedaba nuestra sociedad enervada, en el orden legal, en lo que tiene de más sustantivo la vida social, que es la religión. El pueblo español, que en su mayor parte mantenía viva la fe de sus mayores, recibió con paciencia invicta los reiterados agravios hechos a su conciencia por leyes inicuas; pero la temeridad de sus gobernantes había puesto en el alma nacional, junto con el agravio, un factor de repudio y de protesta contra un poder social que había faltado a la justicia más fundamental, que es la que se debe a Dios y a la conciencia de los ciudadanos.

Junto con ello, la autoridad, en múltiples y graves ocasiones, resignaba en la plebe sus poderes. Los incendios de los templos de Madrid y provincias en mayo de 1931, las revueltas de octubre de 1934, especialmente en Cataluña y Asturias, donde reinó la anarquía durante dos semanas; el período turbulento que corre de febrero a julio de 1936, durante el cual fueron destruidas o profanadas 411 iglesias y se cometieron cerca de 3000 atentados graves de carácter político y social, presagiaban la ruina total de la autoridad pública, que se vio sucumbir con frecuencia a la fuerza de poderes ocultos que mediatizaban sus funciones.

Nuestro régimen político de libertad democrática se desquició, por arbitrariedades de la autoridad del Estado y por coacción gubernamental que trastocó la voluntad popular, constituyendo una máquina política en pugna con la mayoría de la nación, dándose el caso, en las últimas elecciones parlamentarias, febrero de 1936, de que, con más de medio millón de votos de exceso sobre las izquierdas, obtuviesen las derechas 118 diputados menos que el Frente Popular, por haberse anulado caprichosamente las actas de provincias enteras, viciándose así en su origen la legitimidad del Parlamento.

Y a medida que se descomponía nuestro pueblo por la relajación de los vínculos sociales y se desangraba nuestra economía y se alteraba sin tino el ritmo del trabajo y se debilitaba maliciosamente la fuerza de las instituciones de defensa social, otro pueblo poderoso, Rusia, empalmando con los comunistas de aquí, por medio del teatro y del cine, con ritos y costumbres exóticas, por la fascinación intelectual y el soborno material, preparaba el espíritu popular para el estallido de la revolución, que se señalaba casi a plazo fijo.

Inseparables

El 27 de febrero de 1936, a raíz del triunfo del Frente Popular, el Komintern ruso decretaba la revolución española y la financiaba con exorbitantes cantidades. El 1 de mayo siguiente, centenares de jóvenes postulaban públicamente en Madrid “para bombas y pistolas, pólvora y dinamita para la próxima revolución”. El 16 del mismo mes se reunían en la Casa del Pueblo de Valencia representantes de la URSS con delegados españoles de la III Internacional, resolviendo, en el noveno de sus acuerdos: “Encargar a uno de los radios de Madrid, el designado con el número 25, integrado por agentes de policía en activo, la eliminación de los personajes políticos y militares destinados a jugar un papel de interés en la contrarrevolución”. Entre tanto, desde Madrid a las aldeas más remotas, aprendían las milicias revolucionarias la instrucción militar y se las armaba copiosamente, hasta el punto de que al estallar la guerra contaban con 150.000 soldados de asalto y 100.000 de resistencia.

Os parecerá, Venerables Hermanos, impropia de un Documento episcopal la enumeración de estos hechos. Hemos querido sustituirlos a las razones de derecho político que pudiesen justificar un movimiento nacional de resistencia. Sin Dios, que debe estar en el fundamento y en la cima de la vida social; sin autoridad, a la que nada puede sustituir en sus funciones de creadora del orden y mantenedora del derecho ciudadano; con la fuerza material al servicio de los sin-Dios y sin conciencia, manejados por agentes poderosos de orden internacional, España debía deslizarse hacia la anarquía, que es lo contrario del bien común y de la justicia y orden social. Aquí han venido a parar las regiones españolas en que la revolución marxista ha seguido su curso inicial.

Estos son los hechos. Cotéjese con la doctrina de Santo Tomás sobre el derecho a la resistencia defensiva por la fuerza y falle cada cual en su justo juicio. Nadie podrá negar que al tiempo de estallar el conflicto, la misma existencia del bien común -la religión, la justicia, la paz- estaba gravemente comprometida y que el conjunto de las autoridades sociales y de los hombres prudentes que constituyen el pueblo en su organización natural y en sus mejores elementos, reconocían el público peligro. Cuanto a la tercera condición que requiere el Angélico, de la convicción de los hombres prudentes sobre la probabilidad del éxito, la dejamos al juicio de la historia: los hechos, hasta ahora, no le son contrarios.

Respondemos a un reparo, que una revista extranjera concreta al hecho de los sacerdotes asesinados y que podría extenderse a todos los que constituyen este inmenso trastorno social que ha sufrido España. Se refiere a la posibilidad de que, de no haberse producido el alzamiento, no se hubiese alterado la paz pública:

A pesar de los desmanes de los rojos –leemos-, queda en pie la verdad de que si Franco no se hubiese alzado, los centenares o millares de sacerdotes que han sido asesinados hubiesen conservado la vida y hubiesen continuado haciendo en las almas la obra de Dios. No podemos suscribir esta afirmación, testigos como somos de la situación de España al estallar el conflicto. La verdad es lo contrario; porque es cosa documentalmente probada que en el minucioso proyecto de la revolución marxista que se gestaba y que habría estallado en todo el país si en gran parte de él no lo hubiese impedido el movimiento cívico-militar, estaba ordenado el exterminio del clero católico como el de los derechistas calificados, como la sovietización de las industrias y la implantación del comunismo. Era por enero último cuando un dirigente anarquista decía al mundo por radio: Hay que decir las cosas tal y como son, y la verdad no es otra que la de que los militares se nos adelantaron para evitar que llegáramos a desencadenar la revolución.

Quede, pues, asentado, como primera afirmación de este escrito, que un quinquenio de continuos atropellos de los súbditos españoles en el orden religioso y social puso en gravísimo peligro la existencia misma del bien público y produjo enorme tensión en el espíritu del pueblo español; que estaba en la conciencia nacional que, agotados ya los medios legales, no había más recurso que el de la fuerza para sostener el orden y la paz; que poderes extraños a la autoridad tenida por legítima decidieron subvertir el orden constituido e implantar violentamente el comunismo; y por fin, que por lógica fatal de los hechos no le quedaba a España más que esta alternativa: o sucumbir en la embestida definitiva del comunismo destructor, ya planeada y decretada, como ha ocurrido en la regiones donde no triunfó el movimiento nacional, o intentar, en esfuerzo titánico de resistencia, librarse del terrible enemigo y salvar los principios fundamentales de su vida social y de sus características nacionales.

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

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"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

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¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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